EL PODER DE LOS DESEOS. (8).
El fin de semana se hace muy largo y nos volvemos rápido, pero relajados… Las chicas comienzan a disfrutar de la casa y las comodidades. Conozco a la mamá de Federico y me meto en un baile no esperado al creerme un “superhéroe”, salió bien, pero, por poco no me cago de parado..
LAS CHICAS – LA CARPETA. (8).
Había sido una noche fantástica, hacerle la cola a Elena y no respetarle ningún hueco me hacía sentir el más completo de los hombres, algo que se multiplicaba cuando ella gozaba y me hacía sentir su entrega. Digamos que lo único que yo entendía por fidelidad tenía que ver con la que me brindaban mis mujeres a mí pues ni hablar de compartirlas con otros, salvo que fueran mujeres entre sí, aunque tenía claro que mi verga se metería dónde yo la dirigiera, pero lo de Elena era “distinto”, creo que me costaría verla con otras.
Cuando nos levantamos aparecimos en la cocina abrazados con mi novia y por su cara y sus gestos no se podía afirmar que no la había pasado bien, eso ayudó bastante a las chanzas de mi hermana y mi madre que mi novia-amante-pareja y casi esposa tomó con el mismo tono, hasta que las tres enfocaron todas las risas para conmigo. Ya mi padre se había ido para el negocio, mi madre la llamó a Elena para que la ayudara con las tazas y Clarisa se acercó a hablarme en voz baja.
- Que te reparió hermano, me maté a dedos con ustedes dos, después dormí a los saltos.
- Jajaja, no te puedo creer, no hicimos casi nada de ruidos.
- Eso es lo que vos te crees, puse un vaso en la pared y escuché hasta el mínimo gemido, cuando se quejaba parecía que tu verga entraba en mi culito, jajaja, eso es peor que el “vivo y en directo”, jajaja.
- Noto que tu nivel de vicio está muy alto, jajaja.
- Con vos mi cielo, sólo con vos o cuando estás dando vueltas, es superior a mí, pero me encanta, ni pienses que en tu casa voy a mirar solamente.
Elena tomó café y comió tostadas con dulce, yo me di el gusto con varios mates “maternos”, Clarisa seguía haciéndole bromas a mi novia con el tema de los “ruiditos” y le preguntó a la madre si no nos había escuchado, “para nada, la noticia de Gustavito le afectó la libido al Ferretero, lo que menos tiempo tuve fue para escuchar “ruiditos”, jajaja”. Elena se atragantó con la salida de mi madre y los hijos nos reímos a mandíbula batiente.
Al terminar de desayunar ya estaban haciendo planes para salir e irse hasta la ciudad y sonó el timbre del portón, Clarisa se fijó y fue a abrir diciendo que era Cynthia, “es la chica que se va a ir con ustedes, pero yo no creo que pueda ir”, -le dijo mi madre a Elena-. Le faltó tiempo a ésta para preguntarle porqué y la respuesta fue bastante lógica. “mi marido no puede ir, tiene que recibir mucha mercadería la semana entrante y tiene que estar sí o sí, además, si lo dejo solo va a estar más desorientado que beduino en la niebla y yo lo pasaría mal y con preocupaciones, no faltarán oportunidades”, -afirmó-.
Cynthia disimuló bastante bien en la presentación con Elena, “te felicito, tu novia es hermosísima y a ella también por haberte elegido, sos muy feo para ella, jajaja”, -dijo-. Se me ocurrió pensar que debe ser jodido para una mujer que siente que está muy bien y que se hace a la idea de ser casi irresistible para los hombres, encontrarse con otra a la que no se les llega a los tobillos en cuanto a prestancia, físico y simpatías. Pensamientos al margen, pronto estuvieron las tres haciendo planes para ir a uno y otro lado para comprar cosas que necesitarían llevar…
- Llevate el auto, vida, a mí no me agarran ni loco para acompañarlas, -dije tirándoles las llaves a Elena-.
- Conmigo tampoco cuenten, déjenme descansar, ayer me tuvieron de un lado para el otro, -afirmó mi madre y me miró, allí supe que me convendría que se quedara-.
- Por mí no te hagas problemas, visitaré a conocidos y estaré un rato con mi padre en el negocio, -le dije a Elena que me miró como para preguntarme que haría-.
Cuando el auto se alejó lo suficiente, mi madre se acercó a cerrar la puerta con traba y corrió las cortinas, “no creo que Clarisa las deje regresar”, -me dijo y se comenzó a sacar la ropa para quedarse en una minúscula ropa interior, “así es como tengo que estar ante tu presencia”, -afirmó y se movió insinuante acercándose a mí-. Con el beso nos sacamos chispas y mis manos no daban abasto para apretar sus tetas o sus nalgas diciéndole al oído que me encantaba su culo.
- Te está esperando, quiere que entres por ahí primero, pero en la cocina y con manteca, me recordé una película que vi una vez, jovencita no soy, pero el culo está y la manteca también.
- Mi “aparatito” siempre listo, jajaja.
- Dale “aparatito”, me vas a hacer gritar como loca cuando te metas en mis tripas, pero que no se te ocurra parar, siento que, si me rompés toda me das vida, -afirmó y recordé a la despampanante bruja-pelirroja-.
La ropa interior quedó a un costado y me dio la manteca para que, como en la película usara mis dedos para lubricar el conducto, luego fue ella la que me mamó la verga un pequeño rato y me puso manteca como para que no faltara. “Ya está, rompela toda a mami”, -me dijo apoyando sus tetas sobre la mesa y dejando sus nalgas a disposición-. Era evidente que resultaba una lubricación grasosa, pero con el glande en la puerta de su hoyito no me puse a pensar demasiado en eso y empujé.
Parecía que se quería comer el repasador de tela para no dejar salir el grito cuando me metí despacio, pero sin detenerme hasta que mi pelvis chocó con su culo mullido y, a la vez, duro. “Agggg, cada vez la siento más, pero es el cielo en forma de verga, movete hijo, hacé que la sienta”, -pidió y no pensaba dejarla deseando-. Las entradas y salidas se hicieron rítmicas y comenzó a gestar un orgasmo que no quiso ni pudo contener, estaba totalmente metido en ella y me movía con sus temblores y sus contracciones mientras ahogaba un grito en el trapo de cocina.
Casi me lleva con ella, pero quería cogerla bien y sobre la cama, entonces la saqué haciendo que se quejara por el “descorche” y le dije de ir a la cama. Era toda una inyección de libido y morbo verla caminar por delante viendo que sus nalgas apenas si se movían. No me dejó acostarme y se sentó en el borde de la cama para que su boca quedara a la altura de mi verga semi adormecida, sabía bien lo que tenía que hacer y lo hizo. La tragó toda y cuando comenzó a crecer se la sacó de la boca para pedirme que la obligara, “sola no puedo, metela vos”, -pidió y empujé-.
Arcadas, toses, babas y ojos llenos de lágrimas, pero traspasé su garganta y luego ella sola fijó el ritmo, fue una mamada proverbial y cuando no aguantaba más la expulsó de su boca para pedirme casi como en un ruego, “Porfi hijo, llenale la concha de leche a mami”. Levanté sus piernas y la calidez y los pliegues del conducto estrecho para mi grosor junto a sus gemidos hicieron que no pudiera aguantar más, luego de cuatro o cinco estocadas coincidieron nuestros orgasmos y la inundé sin poder contener mis propios gemidos.
- Hijo, ¿te puedo hacer una pregunta?, -expresó cuando nos habíamos recuperado, pero aún seguíamos sobre la cama-.
- La vas a hacer igual, ¿qué pasa?
- Ayer a la tarde, mientras estábamos de compras me llamó Fina, se notaba, no sé, rara, me sonó a una mezcla de puta desorejada y veterana avergonzada, ¿tuviste algo con ella?
- No entiendo porque relacionás una cosa con otra, pero sí, tuve algo con ella ya desde la vez anterior, era una fantasía de adolescente y me saqué el gusto, en realidad es mucho demostrar, aunque en la práctica resultó no saber mucho, jajaja, algo le enseñé y parece que se quedó con ganas de más.
- Mirala vos la que parecía que se cogía al mundo, claro que no me extraña que se haya quedado con ganas, tu verga es adictiva, pero, ¿qué tengo que ver yo con eso?
- En ese momento tenía en la cabeza lo bien que lo habías pasado con Clarisa y puede que se me haya escapado decirle que tendría que conocerla a mi madre en la cama.
- ¡No te puedo creer, ¿con Fina?!
- Ayer en la casa tuve un cambio de palabras con Don Cosme porque se hizo el tonto con una deuda que tenía, se fue dejándome con Fina y ella me dijo que me la pagaría, entre pitos y flautas le llené la cabeza para que se dedicara a las mujeres porque era más discreto y le daría satisfacciones, ahora, posiblemente, quiera tener algo con vos y, en realidad, no le vendría mal a ninguna de las dos.
- ¿Te parece?
- Yo no tengo problemas, eso sí, sin que lo dejés al “viejo” de lado.
- Eso ni pensarlo, andamos los dos con todas las “pilas puestas”, pero, voy a probar, desde que empecé con vos vivo muy caliente y no quiero que Clarisa sea la única alternativa, ella tendría que buscarse un buen muchacho.
- Ya tendrá sus oportunidades, por ahora sean discretas y traten de pasarla bien.
Entre esa conversación, la película que me hice imaginando a las dos MILF en una cama y el momento del baño compartido, mi mamá terminó gritando agachada y tomándose de las canillas de la ducha, a la vez que demostraba lo feliz que se sentía. Luego de esto ella se quedó en la casa arreglando y ventilando todo, además me explicó que no tenía ganas de cocinar y quería descansar. Yo aproveché para irme caminando hasta la Ferretería, tuve que apurarme para llegar antes de que cerraran porque me entretuve conversando con algunos conocidos y lo invité a mi padre a almorzar en la parrilla. Estaba felicísimo con mi presencia y por caminar a mi lado, me comentaba que había colgado el cuadro de mi Título en su oficina y lo había tapado con una franela…
- Pero, papá, por tu oficina pasan todos, clientes, proveedores, amigos, conocidos y un cuadro tapado va a llamar la atención.
- Justamente y cuando me pregunten, lo destapo y se los muestro, ¡qué tanto joder!, ¿tengo o no tengo un hijo Abogado?, jajaja.
Me sentía bien con mi “viejo” y su orgullo por haber estado y haber aportado su sacrificio y el de su esposa para que su hijo llegara a ser Abogado, me alimentaba el ego, además, lo entiendan o no, no tenía nada que ver con el sexo junto a mi madre, eso trascendía los “cuernos”, seguramente él no lo entendería con la mentalidad del “dos más dos”, pero existía con ella una especie de “síndrome de cordón umbilical” o algo así que no estoy en condiciones de descifrar, sin contar con lo que me había dicho la bruja.
La parrilla estaba llena de gente y creo que no quedo nadie sin saber que estábamos festejando mi Título, me gustaba dejarlo disfrutar de esos momentos, no era algo que me jodiera porque la noticia no saldría del pueblo y si lo hacía, pues bien, habría que arreglarlo pidiendo algunos “deseos”. Le refresqué algunos “deseos” para que siguiera exponiendo buena onda con todos y para que se sintiera con fuerzas para afrontar posibles nuevos análisis en bien de su salud, sin dejar de lado el tema de su pareja y tratos en la casa.
Comimos como “Duques” y lo acompañé a la Ferretería, yo me regresé a la casa y seguramente me dormiría una buena siesta. Mi madre tenía su “cuota” más que cubierta y, aunque frunció el ceño porque no pudo cebarme unos buenos mates, me dejó ir a dormir tranquilo. Cuando las chicas regresaron volvieron a hacer gala de risas y alegrías por las compras y por lo bien que lo habían pasado, Cynthia regresó a su casa más que contenta con la novia de Gustavo y era más que seguro que Mora se enteraría con pito y señales de lo genial y hermosa que era. En un aparte Clarisa me contó algunas cosas.
- Cynthia quiso demostrarse como una mujer con experiencia y nos llevó a comprar al negocio del tipo que tiene como amante, estaba bien, eso hay que decirlo, unos cuarenta años y muy bien puesto. El caso es que el tipo apenas si le llevó el apunte, se baboseaba por tu novia.
- ¿Así que anduvo coqueteando?, ya me va a escuchar.
- Pero, no tonto, no le dio ni cinco de calce, pero el tipo insistía en invitarla a salir, había unas tres mujeres más en el local de mercería, entonces le dijo a viva voz, “para salir con una mujer como yo te falta mucho estilo y por lo que veo, te falta bulto”, el tipo no sabía qué hacer, todas las mujeres se rieron a las carcajadas, se fue y la dejó a la empleada que nos terminara de atender.
- ¡Pobre tipo!, eso debe ser dramático, pero ya ves, no se jode con mi amorcito, jajaja, la escuché dar contestaciones peores.
- Después le dijo a Cynthia, “para andarle atrás a un hombre me sobra con Gustavo, no tiene comparación y ni hablar de “paquete”, si éste tipo salía con vos, te hice un favor”.
- ¿Y vos que hiciste o dijiste?
- Nada, ¿qué querés que dijera?, yo sabía bien de lo que hablaba, me mojé toda, jajaja.
Mi hermana me dejó solo y me quedé pensando en esas afirmaciones de Elena, llegué a la conclusión de que, por la experiencia que yo sabía que cargaba mi novia, ya le había “caído la ficha” de las intenciones de la pendeja, posiblemente de las de mi hermana también y, aunque no diría nada, un “toquecito de deseo” para que me permitiera estar tranquilo con esas dos, no le vendría nada mal, además, me haría sentir con menos culpa y si se me antojaba, la dejaría recordar sus tiempos de lesbiana declarada.
Al otro día teníamos de nuevo a Cynthia dando vueltas con nosotros, yo había andado paseando con Elena por las calles del pueblo y, desacostumbrado a los domingos de pueblo, le dije de regresar porque estaba aburrido, “yo tengo todo listo, le avisamos a las chicas y nos volvemos”, -afirmó-. Les dijimos a mis padres que nos volveríamos después de almorzar y no hubo mayores problemas, por el lado de Cynthia tampoco, tenía el bolso en la habitación que ocupaba Clarisa, sólo les avisó a los padres por el celular y, como a las dos de la tarde, pegamos la vuelta.
Las tres venían parloteando y Cynthia nos contaba que conocería lugares por primera vez, sólo había viajado a la capital cuando era una nena y no recordaba mucho, Clarisa no estaba tampoco muy ducha y Elena se prestó a hacerles conocer haciendo de Cicerone. En un momento se hizo un silencio sepulcral dentro del auto, fue cuando dije, “yo deseo que dentro de la casa se muevan en ropa interior, ninguna tendrá problemas para tener sexo y si está Elena y quiere participar, ella decidirá de qué manera, yo decido los tiempos, ustedes obedecen”. Se hicieron unos segundos de silencio y continuaron su charla sin hacer referencia a lo dicho por mí.
En mucho menos de dos horas estábamos frente a la casa y mientras se abría el portón automático, Clarisa y Cynthia se habían bajado del auto y miraban todo con asombro, hasta yo me asombré porque no me cansaba de mirar la edificación, de lejos, la mejor de varias cuadras a la redonda. Al entrar las tuve que parar para que no se sacaran la ropa, les dije que se acomodaran en la habitación que les mostraría Elena y me fui a servir algo de tomar mientras la casa se calentaba porque había puesto a funcionar la losa radiante.
Tuve ganas de comer algo de queso o fiambres y descubrí que ya casi no había reservas de alimentos, habría que ir nuevamente al chino e iría con las tres, pero, me arrepentí a último momento, me dio una especie de pudor, sabía que no me dedicaría de lleno a Elena y que me ocuparía mayormente de Cynthia, entonces me vi obligado a “desear” que se fuera para la casa sin pensar en que nosotros tendríamos sexo. Fue lo que hizo y se despidió diciéndole a las chicas que las vería al día siguiente, nadie preguntó por qué.
Cuando entré en el supermercado individualicé enseguida a la chinita que había gritado con el culito roto, pero, como habían pasado más de dos semanas, me miró como conociéndome, aunque sin hacer ningún gesto de haberme recordado. La china más grande, tía de la chinita, sí me conoció, ella me individualizaba como clientes y me saludó con simpatía mirando a mis dos acompañantes. Esta vez había ido con el auto y nadie debería acompañarme, me entretuve con Clarisa y Cynthia que elegían lo que querían comer o beber, principalmente distintas cervezas en latas y observé a una morocha alta y de tacos que llevaba de la mano a Federico.
El nene ni me miró ni me saludó, pero yo miré muy bien el físico de la mamá que “cuidaba a una viejita en las noches” y me afirmé en la idea sobre que, si cuidaba ancianos era muy bien pagada por éstos. Tenía puesto un jeans elastizado que marcaba su culo firme, botas cortas de taco y un suéter largo, estaba muy de entrecasa, aunque también se notaba que tenía buenas tetas, posiblemente operadas. Tendría unos treinta y dos años y su tez era muy clara para tener el cabello tan oscuro, intuí que estaba teñido.
La miré tratando de no perder detalles de su rostro de rasgos y labios atractivos y le sostuve la mirada cuando me miró de modo profundo con ojos verdes que parecían obtenidos con lentes de colores. No pareció molestarle lo que se le presentó cerca, pero no hizo ningún amago por hablar o permitir que uno se le acercara a hablar. Federico también estaba de jeans ajustado y recordé su culito parado sobre el sofá pidiendo que lo cogiera, pero que él sólo era putito conmigo. Las chicas me sacaron de mi observación y me bastó con saber que mi vecina era más que interesante.
Regresamos a casa, me ayudaron a bajar y acomodar las bolsas y como ya estaba templado, antes de acomodar la mercadería en la heladera o en las alacenas, se sacaron toda la ropa para quedarse en ropa interior. A Clarisa ya la conocía muy bien, pero Cynthia me sorprendió, sus tetas eran llenas, parados y duras, seguramente por la edad y su culo sólo protegido por la tirita de una tanga era espectacular, me hizo pensar que así debería haber sido el de Fina a su edad y que sería un gustazo enorme entrar en él.
Vi que los conjuntos eran similares y la miré a mi hermana como preguntando por ellos, “¿te gustan?, los compramos iguales para mostrártelos cuando estuviéramos juntos”, -me dijo Clarisa adivinando la pregunta-. No le contesté nada, la atraje hacia mí y la besé profundo sin que Cynthia demostrara ninguna sorpresa por eso, bastó con qué apretara fuerte las nalgas de mi hermana y me pidió que la dejara sacarme la ropa. Me negué a eso diciendo que primero debíamos acomodar la mercadería y que después sería Cynthia la que me desnudara en mi habitación.
Los ojos le brillaron a la próxima víctima de mi verga y me apuré a acomodar las cosas en sus lugares debido a la excitación que comenzaba a hacerse notar en el bulto de mi entrepierna. Cuando dije que ya estaba todo listo y podíamos subir, la amiga de mi “sister” subió corriendo hacia mi habitación, yo lo hice tranquilo acariciando las nalgas de mi hermanita menor, “no sabés las ganas que tengo de que me partas al medio”, -me dijo acercando la cabeza a mi pecho-. “Primero ayudame a reventarla a Cynthia y después nos dedicamos a nosotros dos”, -le dije observando que levantó la vista y me miró con una sonrisa un tanto sádica-.
La “pizpireta experimentada” estaba sobre la cama, ya totalmente desnuda, se reía llamándome con el dedo índice y se sentó en el borde para acceder a mi cinturón, Clarisa subió a la cama poniéndose detrás de ella y comenzó a besarla en el cuello y a acariciar sus tetas provocando algunos gemidos que Cynthia no disimulaba. La bermuda cayó rápido a mis tobillos y lo que tampoco pudo disimular fue la sorpresa al encontrarse con la verga con la que debería lidiar.
- ¡Clarisa, es enorme, no voy a poder con esta pija!, -le habló a la amiga teniéndola en la mano-.
- Me cago en la experiencia, ¿no?, a mí me pasó igual y terminé pidiendo “bis”. ¿Por qué crees que Elena lo ignoró olímpicamente a tu amante de pueblo?, mejor no te cuento, ya te vas a dar cuenta sola.
- Pobre de vos, ya vas a ver, -le contestó metiéndose el glande en la boca, yo miraba y esperaba-.
Le duró poco la valentía, se atoró y tosió cuando la tuvo por la mitad y Clarisa me hizo una seña mientras sostenía su cabeza para que no pudiera retroceder, el empujón, aunque delicado hizo que mi verga traspasara su garganta y tuve que sacarla rápido para que respirara dando grandes bocanadas. “Tranquila, respirá por la nariz y seguí que vas mejorando”, -dijo Clarisa con suficiencia y la cogida de boca, luego de varios intentos, mejoró un montón-.
Mi hermana usaba la saliva que la amiga dejaba caer sobre sus tetas para masajear y apretar los pezones endurecidos de Cynthia que gemía desesperada. Ya se había prendido como con garfios a mis glúteos sus dedos se cerraban apretándose contra ellos y trataba de aplastar, por sí sola, la nariz en mi pelvis, su capacidad bucal era mejor que la de la madre y me estaba haciendo sentir temblores, pero mi hermana esperaba por otra cosa y yo también. Parecía que a las dos les habían dado cuerda porque subimos los tres a la cama y se besaron estirándose de frente, se mataban a lengüetazos con Clarisa sobre Cynthia.
Las piernas de ambas estaban entreabiertas la vagina de mi hermana estaba inundada y no dudé, me puse entre sus piernas y la enfundé de una. El quejido fue tremendo, pero no le quedó más que seguir besando a la amiga y me moví a gusto mientras su estrechez me apretaba, no tardó en tener un orgasmo que la dejó temblando y yo salí de ella notando como trataba de aflojar su cuerpo sabiendo lo que se le venía. “No puedo esperar por Cynthia, tu culito me pone loco”, -le dije y me lo agradeció redoblando sus movimientos-.
Viéndolas tan calientes a las dos pendejas se incentivaba mi libido y mi morbo florecía esperando escuchar los gritos de la amiga de mi hermana, tanto así que no pude aguantar los apretones que el culito fraterno me daba en el tronco y acabé gritando y haciéndola gritar por su propio orgasmo. Apenas si se me bajó cuando la saqué de mi hermana y ésta se tumbó en la cama girando sobre sí, me quedó Cynthia a disposición y en la posición más común comencé a penetrarla mirando como abría los ojos cuando el glande se abría paso.
- Despacio Gustavo, es, es, ayyy, me cuesta aguantarla, nunca tuve nada igual, -decía tensionando todo su cuerpo-.
- ¿No le habías dicho a Clarisa que me haría pedir por mi madre y que tenías experiencia?, -pregunté sarcástico-.
- No, si, no, nada que ver, aaayyy, me gusta, me gusta mucho, seguí, -dijo cuando entró todo y me moví despacio-.
- Ya estoy lista de nuevo, no me dejen afuera, -acotó Clarisa al recuperarse y se acomodó para sentarse despacio en la cara de la amiga-.
Mi tronco estaba apretadísimo dentro del conducto, pero no quería perder el ritmo para darle una buena “cepillada” y que no me llevara con ella, sin embargo, se me fueron las ideas al cuerno cuando Cynthia comenzó con una serie de movimientos y temblequeos a la vez que hacía unos sonidos raros resoplando en la concha de mi hermana, tal como me había pasado con la madre, sus orgasmos se dieron en una seguidilla de temblores y apretones y se me cruzó que si ya cogía de antes, debía estar prevenida y la llené sin darme más máquina con eso.
Clarisa gritaba sus orgasmos, Cynthia hacía ruidos extraños y yo sentí que me vaciaba hasta dejar la última gota en su interior. “Hacela girar, ponela culito para arriba”, -pidió mi hermana sin olvidar que ella quería ver cuando mi verga entrara en el culito de su amiga-. “Para un poco hermanita, dame un respiro, tenemos toda la noche”, -le dije acercándome a ella para darle un piquito con un poco de lengua, Cynthia no hablaba, estaba “fusilada” y salí despacio mirando el enchastre de semen y líquidos femeninos, “toma la pastilla”, -aclaró Clarisa y me sentí mejor-.
El baño fue con risas y algunas vergüenzas por parte de Cynthia que decía que nunca más dudaría ni se burlaría de nadie sin saber primero. Entre una cosa y otra se habían hecho las nueve de la noche y me sentía con un hambre de caballo, tampoco daba para quedarme viendo como dos pendejas desnudas risueñas y desinhibidas cambiaban las sábanas y ordenaban la habitación. Al irme para la cocina me reía solo porque comprendía en mis huevos y mi verga que el ser joven o el “cambio de monta” no te aseguraba una performance decorosa, nuestros “tiempos varoniles” eran distintos.
Acostumbrado desde hacía mucho tiempo a vivir solo, me preparé una “picada” de fiambres y quesos, pero mi hermana vino en mi ayuda e hicieron rápido unos fideos gratinados y unas hamburguesas que devoramos los tres con ganas. Las chicas comentaban sobre la casa, el estilo y miraban por los ventanales el parque iluminado. “Es una casa rara en medio de la ciudad”, -afirmó Cynthia-, les comenté que más raro se veían las luces de los edificios desde el medio del patio y les tuve que recordar enseguida que había que vestirse porque afuera estaba fresco para andar desnudas y que nunca faltaba alguno con binoculares.
Nos abrigamos un poco los tres, no demasiado porque ya el tiempo comenzaba a cambiar haciéndose más templado y me deleité viéndolas y compartiendo sus risas mientras miraban los edificios iluminados, no faltó el consabido, “¿cuántos serán los que están cogiendo en estos momentos en esos lugares?”. Se crea o no, siempre se nos cruza esa especie de fetiche cuando miramos un edificio de alto iluminado y no podemos ver lo que realmente sucede adentro de esos cuartos.
A las chicas se les ocurrió grabar partes de la casa incluso partiendo desde el frente iluminado y cada una se tomó su tiempo para hablarle a las madres y ponerlas al tanto con una comunicación con Skype, en que abundaron las risas y los asombros. Yo me encerré en el Estudio para ordenar un par de trabajos y cuando salí todavía seguían viendo en la computadora algunos sitios que podrían visitar con Elena, pero ya las ropas no existían sobre sus cuerpos, aun así, a pesar de notar que se me paraban los pelos de la nuca, primó el sentido común y el cansancio, había sido un fin de semana de “meta polvo”, de sorpresas y de viajes, yo sólo quería mi cama para dormir y descansar.
No pusieron ningún inconveniente conmigo, pero en sus miradas se notaban que no pensaban desperdiciar nada, estaban imbuidas de su temática de semi adolescentes que decía “mientras el cuerpo aguante”, sólo les pedí riendo que no hiciera mucho ruido. El culito de Cynthia quedaría para otro día y me dormí apenas apoyé la cabeza en la almohada. Estaba en lo mejor de mi sueño, con qué soñaba nunca tuve idea, pero me despertó un sonido como si hubiera caído algún mueble y vidrios rotos que parecieron multiplicarse en el silencio de la noche.
Pegué un salto en la cama pensando que cagadas se habrían mandado “las nenas” y me fui para su habitación esperando ver algo roto en el suelo, ni siquiera prendí las luces, me ayudaba por los reflejos de las luces de la calle y del costado de la casa. Allí no había sido, las dos dormían desparramadas y desnudas en la cama, entonces se me cruzó por la cabeza que habían entrado ladrones y me fui a la planta baja, caminé despacio y con tranquilidad, sin miedos, el “deseo que” que tenía a flor de labios para utilizar apenas notara algo raro, me aseguraba unas décimas de segundos para continuar y pedir que cualquiera se calmara enseguida y no reaccionara en contra.
Ya me había resultado en otras oportunidades y le ganaba a cualquier intención de rechazo o posible agresión, aunque tenía claro que, lo único que tenía que tener en cuenta era lograr que no me sorprendieran, un palo en la cabeza o un disparo sin aviso previo no me daría tiempo para ningún “deseo que” que valiera. Me parecía oír gritos velados y los escalones de la escalera me parecieron eternos, prestaba atención a no hacer ningún ruido, pero no encontré nada fuera de lugar, “¿de dónde carajo había venido ese ruido que me despertó?”.
Me volvía a mi cuarto sin hacerme ya tantos dramas y un “¡¡¡quedate quieta hija de puta!!!, seguido de una exclamación de dolor me hizo saber que no era en mi casa y presté atención. La voz o vozarrón era claramente de hombre y provenía de la casa de Federico, la lógica hubiera sido tomar el celular y llamar al 911 para denunciar malos tratos, violencia familiar o algo por el estilo, pero ese ego de mierda que tenemos los hombres sumado a que yo sólo sabía de las ventajas de mi Poder hizo que pensara en “las puertitas”.
Estaba descalzo, la comodidad del interior cálido de la casa no hacía necesario calzarse, pero saliendo a la noche fría el tema fue distinto, tuve que hacer de tripas corazón, no me daba para entrar, subir las escaleras, calzarme y volver a salir. Los ruidos y las voces del interior de la casa vecina me hacían saber que el asunto no era sencillo. Me acerqué a una ventana de la cocina y pude abrirla sin mayor problema, de allí a meterme en la casa que ni siquiera conocía fue prácticamente por instinto. Había luces en el living y escuché lo que parecían sopapos y llantos.
- Quebrale otro dedo, decime dónde guardaste la carpeta puta, sólo vos te la podés haber llevado, -decía una voz de mujer que sonaba segura, como acostumbrada a mandar y a no ser desobedecida-. Sacale la mordaza, estúpido, así no puede contestar, -ordenó obteniendo un “sí, sí, sí” apresurado-.
- No sé, no sé, por favor, yo no me llevé ninguna carpeta, -decía otra voz femenina llorosa y doliente-.
- Vos estuviste con el Senador y la carpeta le faltó luego de que te fuiste, ¿dónde la dejaste?, te hacés la valiente y no te lo voy a preguntar más, ponele la mordaza y traeme al chico, -ordenó fríamente-.
- No, mi hijo no, por favor, no sé nada, -dijo antes de que sólo emitiera ruidos guturales, seguramente por la mordaza que le pusieron-.
Me di cuenta enseguida que eso no era ningún tema de violencia familiar, había algo “pesado” en todo eso y se me dio por pensar que torturarían o castigarían al chico, eso fue como un aliciente, hizo que mis piernas dejaran de temblar porque hacia un rato que se me había ido la valentía al carajo y tenía más ganas de salir disparado de allí que de “desear” algo. Miré a mi alrededor, estaba evidentemente en la cocina, pero no podían verme porque allí eran todas sombras y más a mi favor porque me encontraba protegido por la heladera, aunque yo sí podía verlos a ellos por el hueco de un desayunador. El que sobaba las tetas descubiertas de la morocha atada de manos a una silla y le daba algún que otro cachetazo, era un grandote de casi dos metros, había también un flaquito con cara de rata que trajo a Federico que, también tenía una mordaza y estaba vestido con una remera y un pequeño short.
La que ordenaba y dirigía era una mujer de unos cuarenta años, flaca, vestía pantalón y campera de cuero, se notaba que no era muy alta y estaba sentada frente a mi vecina, en la cual se notaban las huellas de la golpiza recibida hacía pocos instantes, tenía un ojo semi cerrado y de su arco superciliar derecho manaba sangre que mojaba el costado de su cara. No vi armas, pero si vi cuando el flaquito con cara de rata, llevándolo de los pelos, lo puso a Federico apoyado en la mesa y lo dejó con el culo apuntando a la madre, después aspiró una línea blanca que la mujer le había preparado con una tarjeta plástica.
- Vos sabés lo que es que te rompan el culo, pero si no hablás, primero uno y después el otro le van a romper el culo al nene, ¿dónde dejaste la carpeta?, -volvió a preguntar mientras el flaco le sacaba el shorcito al nene dejándolo con el culito al aire-.
- No, no, no, por favor, no sé de qué carpeta hablan, no le hagan nada a mi hijo, -gritó la mujer en medio de llantos desesperados cuando le bajaron la mordaza y antes que el puñetazo del grandote la desparramara por el suelo con silla y todo-.
- Jefa, le quebramos los dedos y se aguantó los golpes, no debe tener nada, pero si no tiene la carpeta igual ya nos vio la cara…, -acotó el grandote-.
- Ya lo sé, dejalo al idiota de mi hermano que se saque las ganas con el pibe, date un toque y hace vos lo que quieras con ella, a mí me dan asco, voy a servirme una copa.
Ninguno de ellos llegó a hacer nada, el “deseo que se queden quietos y me dejen hablar sin hacer nada”, emitido claro y concreto desde la oscuridad me salió del alma. El flaquito quedó con los pantalones a medio bajar, el grandote semi agachado pues se aprestaba a levantar la silla con la mujer desvanecida y la flaca de ropa de cuero que no se veía rellena por ningún lado que se dirigía a una repisa para tomar la botella que había en ella, sólo atinaron a mover la cabeza y a mirarme, enseguida les pedí que se sentaran los tres en el sofá y me prestaran atención.
- ¿Qué es eso que tiene la carpeta que buscan y quien los mandó?, -le pregunté a la flaca que pestañeó dos veces y me contestó sin dudar-.
- Tiene un informe de un Periodista con una grabación incluida en la que se ve al Senador “Fulano” recibiendo una suma enorme de dinero, también se ve cuando lo cuenta.
- ¿Ese tipo es quien los mandó?
- Sí, esta puta pasó la noche con él y él se dio cuenta en la mañana que la carpeta que le había comprado al Periodista le faltaba. Tenía que decirnos sí o sí dónde la tenía, pero parece que no sabe nada, la otra implicada puede ser la esposa de él, pero eso se verá luego, decía la mujer mientras los otros dos sólo movían los ojos-.
- ¿Iban a eliminar a la mujer y al chico?
- Y sí, no podemos dejar que hablen, -hablaba como si dijera, “tengo hambre y me haré un huevo frito”, daba escalofríos-.
Me contó que estaban armados los tres, aunque nunca mostraron las armas ni atinaron a usarla ante mi aparición, que tenían el coche estacionado frente a la casa y que estaban los tres solos. Yo les preguntaba y me sentía como un Detective de las películas, pero sabía que debía tomar alguna medida, no por el hecho de que me identificaran a posteriori, sino porque el problema con mi vecina y Federico persistiría, además, a gente de esa calaña había que sacarla de circulación y a mí me serví para mis “cuotas” o como quisieran llamárseles.
Pude saber que la flaca y el flaquito eran hermanos, el de cara de rata se ocupaba de abrir las cerraduras y que el grandote era el custodio, conductor y quien se ocupaba del “trabajo final” y a él lo aparté para hablarlo tranquilo y transmitirle mi “deseo que”. No lo voy a negar, nunca había pasado por una situación semejante, estaba obligado a demostrar seguridad, pero la incertidumbre era total, las rodillas me habían vuelto a temblar al mirarlo al tipo desde abajo, la cara de bobo mientras prestaba atención de mis “deseos” no me daba demasiada tranquilidad, pero jugado por jugado, me largué…
- Deseo que se retiren los tres de la casa y vos vas a tener un trabajo “especial”, más o menos a unos quinientos metros de la casa parás el auto y le metés un par tiro en la cabeza a cada uno de ellos pues fallaron en conseguir la carpeta, luego vas a la primera Seccional policial que encuentres y te bajas del auto con el arma en la mano, les gritás que venís del parte del Senador “Fulano” y disparás tratando de entrar, pero, sin apuntar a nadie en especial, jamás te entregues, ¿entendiste?, -le pregunté más cagado que palo de gallinero y tratando de no demostrarlo.
- Sí, entendí y haré un buen trabajo, -contestó y esbozó una sonrisa-.
Pensé para mí que se me habían acabado las inventivas “de película policial de acción”, no se me ocurría nada original para sacar a esas “mierdas” de circulación y fue lo primero que se me ocurrió, por otra parte, no bien los expresaba me daba cuenta que confiaba plenamente en el “Poder de los Deseos” que me habían traspasado. Si no se daba consultaría con “las brujas” para solucionarlo y si se daba habría tres indeseables que no joderían a nadie más ya que estaba seguro que, si los “polis” actuaban como correspondía, la guardia de la Comisaría lo “cosería a tiros” al grandote.
Les dije que ya se podían ir sin hablar de todo lo ocurrido en la casa y no opinaron nada en contrario, se acomodaron las ropas y salieron los tres, los acompañé hasta la puerta y me quedé mirando como subían al auto sin cambiar palabras entre ellos. Los hermanos se acomodaron en el asiento trasero y el grandote se ubicó frente al volante, salió sin apurarse y no pude quedarme a escuchar ningún disparo, parecía que el frío se me ganaba por todo el cuerpo y tuve que sentarme en una silla cercana pues no paraba de temblar a pesar de la calefacción en la casa.
Al rato regresé al living, le saqué la mordaza y la venda que tenía el nene en la cara y lo saludé tratando de esbozar una sonrisa, una tontería total porque me miraba con el terror dibujado en su cara. Mi “deseo” con él fue que no recordara nada, que se pusiera el shorcito y se durmiera tranquilo porque al otro día no iría al colegio, “bueno” fue su única respuesta, se puso el short, me miró como si me conociera, pero no dijo nada más y se fue a la habitación.
Me quedaba la madre y eso era más complicado, sí o sí necesitaba de atención médica, el golpe final le había abierto más la herida sobre la ceja y la sangre le corría por la cara manchando incluso su cabello, definitivamente, con raíces claras. Antes de desatarla también le dije que se mantuviera sin decir nada y quieta, ella sólo me miraba y asentía, tuve que arreglarle la ropa, limpiarla, traerle un poco de hielo para ponerle en la herida, mientras pensaba que historia podía inventar para justificar mi estancia allí y hacerle olvidar a la mujer y a los dos tipos.
Se me ocurrió que era mi deseo que entendiera que había sido asaltada, que yo era el vecino y como había escuchado el ruido cuando la tiraron contra el mueble donde se quebró los dedos y se cortó la cara más el grito que había dado, aparentemente había asustado a los dos rateros que estaban por robar y salieron disparados por la puerta de adelante. Que no pude llamar al 911 porque tenía el celular descargado y me había aventurado a entrar. “¿mi hijo?, ¿dónde está mi hijo?”, -preguntó asustada-.
Le expliqué que lo había visto muy dormido en su habitación, “si quiere la acompaño a verlo para que se saque la duda, usted estaba desmayada y yo tuve que subir para ver si había otras personas”, -le dije y me pidió que la ayudara-. Apenas si pudo pararse y se quejó porque era evidente que había recibido, además, otros golpes en el cuerpo que comenzaban a dolerle, de hecho, tenía la mano hinchada y acusaba un dolor fuerte en el costado, sin contar con que la cara comenzaba a deformarse por la hinchazón. Le pedí el teléfono y llamé a la Emergencia Médica Estatal, me contestaron que llegarían enseguida porque tenían dos ambulancias en la zona.
Tuve que hacer la pantomima de salir por la puerta de entrada, dar toda la vuelta por mi casa e ir a cambiarme, esto lo hice rápido y estuve allí cuando llegó la ambulancia, la atendieron enseguida y comentaron que el barrio estaba agitado porque un tipo había querido asaltar la comisaria a punta de pistola, “un caso rarísimo”, -dijo el médico- “en el auto en que se apareció había dos cadáveres más, ni por ese tipo ni por los del coche hubo nada que hacer, debían estar demasiado drogados, ya ese es trabajo de los forenses y de los que investigan”. No pude menos que sentirme bien, había salido todo de diez.
La chica dijo que se llamaba Mercedes y había que trasladarla porque tenían que hacerle placas y enyesarle la mano, además de coserle la herida sobre la ceja y allí se vería si quedaba internada. Fue el momento en que eligió para decirme que el nene estaba acostumbrado a estar solo, pero que me agradecería que lo mirara, “primero te acompañó y veo, si te tenés que quedar internada, aunque más no sea por precaución, yo vuelvo y me ocupo, tengo un día bravo en los Juzgados, pero justo está mi hermana de visitas y le puedo decir a ella, vos tranquila que todo tiene solución”.
En la espera antes de que la atendieran y con el “deseo” de por medio para que me dijera toda la verdad, me enteré de su trabajo de “acompañante de lujo”, -dijo-, pero, a buen entendedor…, que solía trabajar para una Agencia, pero que ahora se movía independiente, que ni sabía quién era el padre del hijo porque hubo una época en que andaba en cualquiera, que le alquilaba esa casa a un cliente el cual le dejaba el precio del alquiler más barato, que estaba por cumplir treinta años, que no tenía más familia que el hijo y que concurría muchas veces a eventos de automovilismo como promotora, (ahí entendí porque Federico me había dicho que vendía autos).
Yo había visto que Mercedes estaba muy bien, tenía un don para mostrarse que la hacía llamativa y más deseable, pero, quizás por el trabajo que imaginaba que hacía o porque no le daba mucha bola al hijo o, posiblemente por mi propio egoísmo que no admitía ciertas “libertades” en aquellas que podían rodearme, la cosa no pasó de ver que estaba bien, nada más, no me generaba cosquillas ni me movía un pelo, pero verla en el estado en que estaba sobre la camilla de la ambulancia que nos llevaba al hospital me dio mucha pena. Por otro lado, me estaba metiendo en un baile que no era mío. En el hospital, el tema se complicó bastante, la atendieron luego de un rato de espera y la llevaron a hacer las placas de tórax, brazo y mano, ya los dolores no se atemperaban con palabras y pasada la panacea de la adrenalina, seguramente hasta las pestañas tendría doloridas.
Un codo dislocado, dos dedos rotos y dos costillas con fisuras casi a punto de ser roturas y magulladuras varias implicaban una internación de por lo menos dos días y no pude negarme al pedido para que me hiciera cargo de Federico, ya me había mandado la cagada de meterme dónde no me llamaban por hacerme el “superhéroe” y un par de días más no me hacían mella, mal que les pesara las chicas tendrían que ayudarme.
Regresé a casa en un taxi y ya eran pasadas las seis de la mañana y las “campesinas”, acostumbradas a despertarse temprano estaban preocupadas por mi ausencia. Les tuve que explicar mientras me ayudaban a bañarme y a sacarme el “tufo” provocado en mi piel por la adrenalina vertida, estaban sorprendidas de lo que podía pasar en la “gran ciudad” y no hubo tiempo ni necesidades postergadas para el sexo, no importaba tanto, el culito de Cynthia seguía estando allí y los tres sabíamos que, en cualquier momento…, además, debidamente aleccionadas, me ayudarían con Federico, eso sí. no hubo ganas ni me interesé en que se vistieran cuando estaban en casa.
Recompuesto, bañado, acicalado y a punto de irme para el Estudio mientras ellas se movían con sus nalgas al aire y preparaban su propio desayuno, me fui para la casa de Federico, aunque en esta ocasión usé la llave que me había dado su madre para ingresar a la casa. El nene seguí dormido, boca abajo y con el culito en pompa, lo miré y me di cuenta que no tendría que hacerlo, pero me dejé vencer por la tentación, se me cruzó por la cabeza cuando me pedía verga, se le caían las lágrimas y se aguantaba todo el tronco sin demasiadas quejas. Le acaricié las nalgas volviéndolas a sentir duras y dispuestas a lo que quisiera si yo lo deseaba y lo deseé, lo desperté, le hice recordar que era mi putito y lo anterior que habíamos tenido. Su carita de sueño se iluminó y me echó los brazos al cuello buscando que lo besara, dejó que le acariciara las nalgas, gimió por esto y tomó conciencia que estaba en su propia casa.
- Hola Gustavo, estás en mi casa, ¿y mi mamá?, -dijo y preguntó despabilándose-.
- Tu mamá tuvo un accidente, anoche fue asaltada acá en la casa y sufrió algunos golpes, ahora está en el hospital, pero está bien, yo estuve para ayudarla y me pidió que te cuidara.
- Anoche yo soñé que había un tipo raro que me quería coger y me sacaba la ropa, yo quería resistirme, pero no podía tampoco podía decirle que mi culito era sólo tuyo, menos mal que fue un sueño, aunque ahora tengo que lavarme porque no quiero ensuciarte con caca cuando me hagas la cola.
Tuve que explicarle que no era momento, -por más que las ganas se me despertaban-, le expliqué de las chicas, de cómo tenía que comportarse, pero que no quería que estuviera dando vueltas por mi casa, además que no se sorprendieran si ellas andaban desnudas y no podría demostrar nada conmigo estando ellas delante.
- Tendrás que hacer tu vida normal de todos los días en tu casa y hacerles caso en lo que digan, -le dije y me sentía bien con eso de pedir y que no pudiera negarse, tal como me pasaba con todos-.
- Bueno, pero, ¿puedo ir a ponerme en el culito lo que me diste y tengo escondido en ¿las puertitas” de tu lado?, -preguntó en obvia alusión al plug anal, del cual yo ya me había olvidado. Le expliqué que sí, pero sólo cuando estuviera solo en la casa.
Inesperadamente me preguntó si podía ponerle la computadora sin bloqueo e hicimos el intento, no fue difícil, la madre tenía todas sus contraseñas anotadas en una libreta a la vista, le expliqué como tenía que hacer para borrar todo lo que veía y quedó contento, seguramente se mataría con los videos pornos. Luego salimos por el frente, le presenté a las chicas y les dije que Federico desayunaría y se iría para la casa, además que no vendría sin antes avisar. Estaba cagado de sueño, con más ganas de dormir que de ir al Estudio, parecía como que la paliza la hubiese recibido yo, pero…, sólo les avisé que desayunaría en el trabajo, ya allí le contaría a Elena.
Apenas llegué entramos a mi oficina y me saludó prendiéndose como una lapa y estiré el beso porque tenía necesidad de sentirla. Me preguntó cómo me había ido con las chicas y sólo le contesté que anduvo todo bien, pero que no había dormido nada. “Jajaja, ¿tan agitado estuvo todo?”, -preguntó sonriendo-. Le conté todo lo que había pasado con la vecina, lógicamente, le conté que se habían asustado cuando llegué avisando que ya había llamado a la policía y como estaban muy drogado comenzaron a insultarse entre ellos y se fueron. Comprendí que esto era algo que sólo se creería quien estuviera “aleccionado” por mis “deseos”, mucho más Elena, pero no me importó…
- En las noticias de esta mañana se supo que un tipo quiso meterse en una comisaría a los tiros y lo abatieron en la entrada, pero todavía nadie se explica porque tenía a dos muertos en el coche con él, dicen que estaban drogados y están investigando, deben haber sido los mismos que vos contás, -dijo-.
- Estaban bastante drogados y me importa poco lo que hicieron afuera de la casa y cuando yo no estaba, espero que la policía no venga a joderme a mí.
- No creo, pero ese Senador que decís aún no tiene la carpeta, ¿no crees que seguirá insistiendo para recuperarla?, -preguntó y me metió el bichito de la duda-.
- Puede ser, pero ya no es un problema mío, yo cumplí metiéndome en algo que me hizo fruncir todo y cortar miles de clavos, de todas maneras, averiguá todo lo que puedas del Político, trataremos de curarnos en salud, -le dije pensando en que pronto lo desenmascararía, después de todo, sería un corrupto menos-.
No hubo mayores problemas ni había problemas de agenda para ver con urgencias, atendí a los Abogados de las otras áreas para enterarme de cualquier tipo de novedad y a media mañana el sueño parecía vencerme, la llamé a Elena para decirle que tenía ganas de irme a casa y me dijo que no había nada pendiente, que ella podría ir a buscar a las chicas para salir a pasear, almorzar, merendar conocer algo de la ciudad, “de paso aprovechás y descansás tranquilo”, -agregó y me pareció buena idea, después de todo, las decisiones en el Estudio eran sólo mías-. Avisé para que me comunicaran cualquier novedad y nos fuimos para casa, cada uno en su auto.
Apenas llegamos a casa, Clarisa y Cynthia tuvieron tiempo para decirnos que Federico era un encanto y que no molestaba para nada, que había desayunado y se volvió a su casa porque, según él estaba acostumbrado a estar solo y tardaron décimas de segundos en cambiarse y estar listas para irse a hacer de turistas con mi novia a poco que ésta les dijo a que venía. Me quedé solo con toda la casa para mí y, en medio de las ganas de tirarme un rato a descansar, se me metió el culito de Federico entre ceja y ceja y me fui para el lado de “las puertitas”.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Me encanta tu historia
Gracias Artycom por tu comentario, esa es la idea que guste y entusiasme.