El precio de estar… en el grupo de élite – Parte 2
Laura, una madre dedicada, descubre el morboso ritual del club académico de su hijo Alex y… movida por deseo y la curiosidad, se sumerge en una experiencia erótica..
¡Ay, queridos lectores, qué traviesa soy al contarles esto! Me llamo Laura, soy una mujer de 40 años… De hecho, soy la madre de Alex. Que les puedo decir, tengo un abdomen plano y tonificado de tanto escalar, y un culo no demasiado grande pero firme y atractivo, pero lo que mas me enorgullece… son mis senos exuberantes y grandes que siempre llaman la atención. Adoro mi trabajo como guía de montañismo: el aire fresco, la adrenalina de conquistar picos, y esa libertad que me hace sentir viva. Pero nada se compara al amor por mi hijo, mi genio de 18 años, lo único que me queda desde que su padre nos dejó. Lo crie sola, sacrificando todo por él, y siempre lo empujé a ser el mejor, porque sé que su inteligencia lo llevará lejos.
Cambiarlo de colegio en su último año no fue fácil para él, lo vi enfadado, con esos ojos inocentes llenos de reproche. «Mamá, ¿por qué?», me preguntó, y yo lo abracé fuerte, explicándole que era por su futuro, por entrar en las mejores universidades. No sabía entonces del oscuro secreto detrás de ese club de élite que tanto anhelaba para él. Pensé que era solo academia pura, no este torbellino de deseo prohibido.
El primer encuentro fue emocionante: vi a Alex brillar, respondiendo preguntas como un rayo, salvando al equipo cuando Pedro falló. Ganaron, y yo aplaudí desde la primera fila, orgullosa como nunca. El segundo fue igual: mi chico llevó la victoria, y el brillo en sus ojos me llenaba el corazón. Pero poco a poco, noté cambios raros en él. Sus notas seguían perfectas, pero esa inocencia en su mirada se apagaba, como si algo lo hubiera hecho madurar de golpe. Tardaba más en el baño, y una vez lo pillé masturbándose en su cuarto con una tanga en la mano, gimiendo bajito. Me quedé helada, pero no le dije nada en aquel entonces.
Al día siguiente, como tenía tiempo libre, entré a su cuarto y lo requisé. Bajo la cama, encontré una caja de cartón con tangas de colores: rojas, negras, violetas, todas con notas besadas con labial. Me temblaron las manos al leerlas. Una decía: «Para mi genio favorito, recuérdame cada vez que te masturbes con esto. Tu polla enorme me dejó temblando. Besos, Silvia». Otra: «Alex, qué delicia fue sentirte dentro. Mi coño te extraña. Con amor, Carmen». Eran de las madres de sus compañeros, insinuaciones sexuales ardientes que me dejaron perpleja y asustada. ¿Qué demonios pasaba en ese club?
Esa tarde, decidida a confrontarlo, recibí una llamada. Era el grupo de mamás del equipo; ellas se reunían a menudo, pero mi trabajo me lo impedía. Al saber que estaba libre, me invitaron a tomar el té en casa de Silvia. Y yo, curiosa por las notas que encontré, acepté. Recuerdo que cuando acudí esa tarde, nos sentamos en la sala, y oí a todas presumir algo de sus hijos: «Mi Pedro es un genio en biología», decía una; «Juan arrasa en mate», dijo otra. Y cuando llegó mi turno, me erguí diciendo «Pues mi Alex… no comete errores, sigue invicto». Entonces, Carmen soltó una risita diciendo: «Sí, es que tu hijo es superdotado Laura». Con esa insinuación, nos dejó a todas en silencio.
Así que para no hacerlas sentir incómodas, fingí saber de lo que estaban hablando, guiñándoles un ojo.
«Oh, sí sí, es que mi muchacho es todo un hombre». Con esa declaración, todas se tranquilizaron y poco a poco… el secreto se iba revelando, es decir, aquel ritual de castigo donde si un chico fallaba, todo el club se follaba a su madre.
Entonces, comenzaron a decirme: «Tu Alex es el mejor, con esa polla gruesa… nos hace gritar». Estaba perpleja al escuchar eso, y mientras intentaba procesarlo… ellas seguían hablando morbosamente: «Es intenso, Laura, sentirlos uno a uno, sus vergas jóvenes y duras. Es una experiencia grandiosa».
Luego, la más atrevida (Silvia), me lanzo una indirecta: «Qué lástima que con un hijo tan perfecto, no pases por esto. No se si tienes mala suerte, pero… no sabes de lo que te pierdes». Y yo, aún nerviosa y sorprendida, iba captando los halagos. Cuando nuevamente me sorprendieron, cuando las oí decir: «Pedro es un maestro en el estilo perrito, así te la clavaba bien profundo»; «Sí, pero Juan…. es bueno en el misionero, y él te mira directamente a los ojos mientras te llena». Aunque no quería, todo eso que decían me estaba encendiendo por dentro; y sentí, un calor inexplicable de pies a cabeza.
De pronto, miramos el reloj de la sala: eran casi las 8. Y al darnos cuenta de como se iba ido volando el tiempo, todas se empezaron despedir. Y Carmen, me ofreció llevarme a casa. Esa noche, cuando llegué, encontré a Alex relajado frente al televisor, a pesar de la competencia del día siguiente. Sentí tensión y le dije: «¿Por qué no estudias?». Y no recuerdo cómo, pero… empezamos a discutir, hasta que note que se molesto por la presión que me invadía, y mejor… preferí irme a dormir sin decirle nada más.
Al día siguiente, antes de que se marchara, lo abracé y le dije: «Perdóname, hijo. Sé que lo haces bien… soy yo la que ayer tube un mal rato, y… no debí decirte esas cosas». Con esas palabras, llegué a su corazón y nos reconciliamos.
Mas tarde, cuando fui a ver la competencia, vi cómo mi Alex salvó el día de nuevo, pero esta vez… Diego falló, costándole puntos al equipo. Aunque al final, si no hubiese sido por Alex, no hubiesen ganado. En fin, tras culminar la competencia, vi a la madre de Diego que esta contenta pese al resultado. Y cuando ella se alejaba con el profesor y los muchachos, le oí a las otras madres decir: «Que lo disfrutes… cuéntanos todos los detalles luego». En lo que ellos regresaban, supuestamente para oír un discurso de su profesor y analizar las materias donde tuvieron dificultad (lo cual era una fachada perfecta para el acto que realizaban). El resto de madres, nos quedamos a alistar el curso para festejar, pues ese día: ¡llegamos a semifinales! El tiempo paso muy rápido y cuando menos lo note, Alex regreso bastante animado, y la madre de Diego, aunque lucia despeinada, nada le quitaba esa risa placentera en su rostro.
Días después, en otra reunión, la madre de Diego contó todo: «Pedro me folló duro, me dejó temblando. Luego juan me hizo…». Y yo, mientras las escuchaba, me sentí triste y curiosa: pues ellas contaban con tanto entusiasmo esa experiencias, y fue ahí, que me di cuenta que por dedicarme a criar a Alex y trabajar, me iba olvidado de mi lugar como mujer. Y decidí… planear algo. Sabía perfectamente la rutina de Alex, y hasta incluso, cuando se masturbaba, y lo sorprendí en el acto.
- ¡Mamá! –gritó, cubriéndose ese día.
- Hijo, tranquilo, sé la verdad. Sé sobre el ritual y las tangas que ocultas… –le dije, sentándome a su lado.
Y entre los dos, conversamos intensamente, a pesar de lo incómodo que era. Hasta que no sé como, pero termine diciéndole: «Hijo, yo también deseo que alguien me toque. Todos estos años, lo he sacrificado todo por ti, y ni siquiera me dado la oportunidad de salir con alguien… es una lástima». Con esa palabras, aunque sonaban manipuladoras, toqué su corazón. Entonces, el me dijo: «Mamá, lo entiendo. Sabes que… fallaré a propósito en el próximo encuentro, para que tu también… ya sabes, puedas vivar esa experiencia».
Al oír eso, me emocione mucho y vi su cara de asombro. Quizá el solo lo dijo en forma de broma… pero al notar mi respuesta, creo que se arrepintió de decirme eso. Pero él, no dijo nada para no decepcionarme. Más bien, lo vi algo serio y me dio indicaciones: «Bien, ya que lo haremos…. para ese día, ponte algo lindo y lleva toallitas húmedas en el bolso». Con eso, empecé a sentir un poco la tensión, pero no había marcha atrás, estaba decidida.
Cuando el día llegó. En la competencia todo iba bien, hasta llegaron las preguntas de historia. Entonces, Alex se adelantó y erró a propósito. Y todos se quedaron asombrados por eso, pero pese a ello… mi hijo dio lo mejor y ganamos.
Al terminar, el profe me llamó: «Señora Laura, su hijo aportó, pero ese error que cometio con las preguntas de historia… me hace pensar de que esta descuidando la educación de su hijo. Por favor acompañeme, que quiero hablar seriamente con usted». Yo acepté, y lo seguí directamente al aula donde se reunía el club. Al entrar, vi las sillas en círculo, y a Alex, en el centro. Y sin más preámbulos, el profe dijo:
- Alex, ya sabes que hacer…. desnúdala.
- ¿Qué… o sea que tú? –susurré, con tensión.
- Sí, mamá… lo siento, pero así es esto –dijo, temblando.
Y él empezó… primero me quitó la blusa, revelando mi sostén que apenas contenía mis senos exuberantes. Luego la falda, mostrando mis piernas tonificadas y mi culito. Luego, me quitó bra y les mostre a todos mis pechos. Finalmente, me tomo de la tanga, y lentamente me la bajo. Exponiendo mi coño peludo. Esa situación era intensa, no lo podía creer, estaba de pie y desnuda frente a ellos. «Dios, no puedo creer que Alex me vea así… hace años que no me muestro ante un hombre, y ahora… todos me miran como lobos», pensé, sintiendo una vergüenza profunda que me hacía arder las mejillas. Intenté cubrirme los senos y el coño con las manos, actuando tímida, vulnerable, expuesta como nunca. Ellos me veían con deseo puro: Juan con ojos hambrientos, Carlos mordiéndose el labio, Diego sonriendo pícaramente, Pedro ajustándose el pantalón, y hasta el profe Ramírez me devoraba con la mirada. Es que yo, era carne fresca para ellos; las otras madres ya eran conocidas, pero yo… era una nueva experiencia. No sabían cómo reaccionaría, y mi intento de cubrirme solo los encendió más.
Entonces, el profe intervino:
- No se cubra, señora. Déjenos ver todo. Esto es parte del castigo.
Yo bajé las manos lentamente, temblando, sintiendo un cosquilleo prohibido. Hasta que voltee a ver, y el profe, tenia una regla de madera en la mano.
- Serán tres para usted, Laura. ¡Zas! –Resonó la primera en mi culo, con un dolor ardiente por no estar pendiente de su hijo en historia. Me dijo.
- ¡Ayy! –grite, agarrándome la nalga. Pero el profe, me dijo que la quitara… y luego…
- ¡Zas! –La segunda, por ser tan tímida y cubrirme. Ese segundo golpe, fue más fuerte, y me hizo temblar al instante.
- ¡Oh, Dios! –jadeé, sintiendo ahora, una mezcla de dolor y placer.
- Y ¡Zas! –La tercera, un bono por ser mi primera vez, como bautizo y bienvenida, ya que Alex nunca había fallado antes.
Ese último me dejó marcada, pero despertó en mi, un morbo inesperado: mi coño se estaba humedeciendo, y sentí, un calor que subía por mi vientre. «Esto duele… pero, porque me excita tanto», pensé.
Por ser nueva, el profe dijo algo diferente:
- Chicos, acérquense y manoséenla. A las otras ya las conocemos, pero ya que Laura es nueva… aprovechen y explórenla por completo.
Inmediatamente, todos los chicos se acercaron, y sentí como sus manos me recorrían el cuerpo por todos lados: me tocaban las tetas, me pellizcaban los pezones, me acariciaban mi abdomen y mi culo apretado. Alex se unió tímidamente, rozando mi piel. Y eso, me excitó locamente; entonces, recordé las posiciones recomendadas por las madres en aquella reunión, y decidí, que iba a comprobarlas.
- Estoy lista para el castigo, profe –dije, jadeante.
Él asintió, diciendo:
- Bien… hora de formar la fila: Juan se puso primero, luego Carlos, Diego, Pedro, y Alex se quedo a un lado.
Vi el orden y al saber que Juan iba primero, recordé que me dijeron que él era experto en el misionero: así que me acosté en el escritorio con las piernas abiertas, invitándolo provocativamente. Y él, se posicionó frente a mí, acercando su polla dura a la entrada de vagina, que estaba por ser inaugurada por estos chiquillos. Entonces, lo vi a los ojos y el me miró también, y la metió lentamente. Haciendo que los dos jadeáramos y entrecerremos los ojos de placer.
- Oh, Laura… que rica la tienes, estas muy apretada– gruñó, y empezó a embestir con un ritmo creciente, viéndome a la cara, creando una conexión intensa.
- ¡Sí, Juan! ¡Oh, cielos, qué bien te mueves! –gemí, mientras mis senos rebotaban con cada embestida. Hasta que al fin, exploté en un orgasmo que me hizo arquear la espalda, apretándolo dentro de mí. Él gruñó y se vino, y su semen caliente me inundó.
Cuando terminamos, Alex se acercó, y con las toallitas húmedas que me pidió llevar, me comenzó a limpiar la vagina, rozándome sutilmente mis labios y el clítoris que lo tenía bien sensible; y eso, me dio mucho más morbo.
Después, vi que Carlos se acercaba… y recordé las palabras de una de las madres, él era experto en el estilo perrito. Así que rápidamente, me puse en cuatro para él, y alcé mi culo. Él me sonrió y agarró mis caderas, sentí su gruesa verga presionándose en mi coño empapado.
- ¡Qué rica estas Laura! –dijo, y me la metió con fuerza, y sentí como sus sus huevos me golpearon.
- ¡Ah, sí, Carlos! ¡Clávamela así… dame como quieras, rómpeme! –le grité, y acerqué la cola más hacia él, y empezamos… era increíble como daba, y la forma como cada choque provocaba un sonido morboso que resonaba en toda el aula, me encendía aún más. Y poco a poco, el orgasmo llegó y sentí como él me depositaba su carga dentro, manteniéndome bien pegada hacia él, aprisionándose con fuerza.
Al terminar, el me beso la espalda y se levanto, y nuevamente Alex se acercó para limpiarme. Cuando terminó, voltee a ver hacia atrás y vi que Diego era el siguiente. De este chico, todas las madres destacaban que le encantaba ponerlas en una pose de lado, pues así, él se excitaba viendo el culo de ellas mientras les daba. Así que no perdí el tiempo y me recosté de lado en el escritorio. Ofreciéndole mi culo y el se contentó al verme.
Entonces, el me tomó de las caderas y me acercó más hacia el filo de la mesa. Luego, con una de sus manos me separó las nalgas y con la otra, se agarró el pene y lo iba dirigiendo a mi coño.
- Prepárate para gritar, putita –me dijo, y lo empujó con rapidez dentro de mí. Y yo, me volvía loca al sentir como se deslizaba su amiguito dentro mío.
- ¡Ohhh, sí, Diego, sí! ¡Fóllame así, vamos! –jadeé, mientras mi cuerpo comenzaba a temblar. Pues en esa pose, el no solo me podía embestir con facilidad, si no que también, podía acercar sus dedos y jugar con mi clítoris, rozándolo al ritmo que el quisiera. Yo no puede aguantar mucho, y me retorcí de placer. Y él, al verme en ese estado, no pudo soportar y eyaculó.
Toda esa situación era muy intensa, era la tercera corrida, y el semen de estos chicos… se empezaba a desbordar de la cuca. De hecho, cuando Diego la saco, una buena parte de semen salió con su miembro, y parte de este, se me empeza a deslizar entre mi ano y la raja del culo. Pero entonces, mi hijo, tan atento como siempre… acudió a limpiarme, tomó una toallita y me limpiaba toda esa lechita, y yo pujaba un poco, para tratar de expulsarla. ´Cuando Alex terminó, note que el seguía era Pedro. Este chico, era alguien que le gustaba coger muy duro, o eso es lo que oí en las reuniones de esas madres que habían experimentado con él. Al principio me resigne a eso, pero recordé… lo que Silvia dijo, ella mencionó que la debilidad del muchacho, es cuando lo montan, y ya con eso, me dispuse a hacerlo.
Me acerqué sensualmente hacia el, contorneando mis caderas. Puse mi mano sobre su pecho, y acercándome a su oreja, le pedí de la forma mas atrevida que pude… que se recostara en el piso. Y el chico, no puso resistencia e inmediatamente se tumbo boca arriba, mientras su verga apuntaba hacia el techo. Al verlo así, me calenté y me acerque a la altura de su cintura, y lentamente, doble las piernas y fue apuntando mi vagina hacia su miembro. Y cuando al fin la sentí, el chico me agarro las caderas y me ayudo a bajar mientras yo me iba sentando encima, deslizando su paquete en mi interior.
- ¡Mierda Laura, qué delicia! Oh, vamos, cabálgame fuerte –gruñó, con sus manos sujetando mis nalgas a los lados.
- ¡Sí, Pedrito, tu solo relájate… que ahora, te voy a ordeñar! –y empecé a saltar sobre él, chocando mis nalgas contra su abdomen bajo y haciendo rebotar mis tetas, mientras yo gemía como una puta sobre él. Y así, poco a poco, la fricción entre nuestras zonas íntimas, nos daba un placer inevitable a ambos. Hasta que por fin, sentí los chorros de semen, salir del miembro de Pedro, pero era injusto… porque yo aún no me venía. Así que no deje de cabalgearlo, mientras el se arqueaba… yo estaba cada vez más cerca, y al fin… llegó el orgasmo. Deje de saltar y me quede sentada sobre ese rico pene, presionando mis piernas y agarrándome las tetas mientras mi cabeza se hacía para atrás, cerrando los ojos y abriendo la boca por el fuerte espasmo de placer que me recorría el cuerpo.
- iba dandonos haciendo su trabajo y el placer, era inevitable. trata de sujetármelas para que , girando mis caderas, sintiendo su verga palpitar, llevándonos a un orgasmo simultáneo, su semen brotando mientras yo me corría con fuerza.
Así nos quedamos unos segundos más… y cuando el pene de Pedro se iba haciendo chiquito dentro de mí. Me apoye del piso y me empecé a levantar. Y al hacerlo, todos me veían como locos, y yo baje mi mirada… el semen de las cuatro corridas, me escurría de la vagina por las piernas. Y Alex, se acercó con sus toallitas, listo para limpiarme. Yo lo veía como con mucho cuidado, me limpiaba y me daba mucha curiosidad como la tenía él. Pues las madres del grupo, me habían dicho, que nada se comparaba… cuando llegaba el turno de Alex. Y mientras mi mente volaba. El profe intervino.
- Muy bien Señora Laura… ahora solo falta, el último castigo.
Ahora él, estaba sentado en la silla del centro, con los pantalones abajo y su miembro, listo para hacerme algo. Entonces me dijo:
- Mueva ese culo para acá… es decir, venga y métase este en el ano!
Escuchar eso, me saco de órbita. Nunca antes lo había hecho por ahí, hace años que nadie me tocaba y ahora este tipo, me pedía que me la metiera por el ano? No le refute en ese momento, pues estaba tan excitada que la curiosidad me motivo. Pues no iba a poner en ridículo a Alex, además, si todas las madres habían podido con él, ¿Por qué no yo?
Entonces, me acerqué hacia él, me puse de espaldas y me empecé a sentar. Al hacerlo, no apunte bien y su glande recorrió mis labios vaginales, mientras se deslizaba hasta alcanzar los pliegues de mi ano. Y cuando lo sentí. Trate de relajar lo mejor que pude las nalgas… y empecé a bajar. La sensación era extraña, entraba lento y era doloroso, y presione mi abdomen. Pero eso, solo hizo que mas semen volviera a escaparse de mi interior. Creo que eso fue bueno, pues… eso sirvió como lubricante. Ya que por mi inexperiencia, olvide lubricarme bien el ano antes de sentarme ahí. Pero que les digo, ese semen hizo maravillas… y cuando al fin entró, la forma como esa verga me dilataba, era increíble.
- ¡Pero qué culo virgen tan apretado! –dijo placenteramente el profe, y entre los dos nos empezamos a mover sincronizadamente. Y yo, cuando no pude más por el placer, las piernas me fallaron y me quede sentada sobre él, mientras el sentado, con fuerza me hacia saltar haciendo chocar mis nalgas.
- ¡Sí, profe, sí! ¡Ábrame el culo, sí! –gritaba encima de él, y de pronto… el dejo de moverse y sentí… sus fluidos calientes dentro de mí.
Al ver eso, los chicos se rieron:
- ¡Profe, tan rápido?
- Y el agotado respondió: ¡Sí, es que Laura me la apretaba bien rico, es irresistible!».
- Puedo levantarme profe? Le dije yo, y el asintió muy contento
Y Alex, se arrodilló para empezar a asearme. Pero esta vez, yo le sonreí y le extendí mi mano para pedirle un par de toallitas, y ayudarlo. De esa forma, me limpie bien y puje todo lo que pude, para sacar todo el semen que pude. A fin de que no se me saliera después, y manche mi falda. Luego, me volví a vestir, y Alex me dijo: «Mamá, lo siento… no debí exponerte a esto». Pero yo le dije: «Tranquilo hijo, me encanto. Con esto… me has hecho sentirme viva de nuevo».
Tras eso, salí con el profe del aula, y las madres me rodearon con mucha curiosidad: «¡Detalles, Laura, cuéntanos todo!». Y yo… con una sonrisa en la cara, les conté todo: «Fue intenso, sus vergas jóvenes me volvieron loca. Y la forma como Alex me limpiaba, era un morbo total. El primero fue… luego… y…».
Ese día, algo cambió en mí: me sentí deseada y viva nuevamente. Pero… eso es todo por hoy mis traviesos, prometo contarles el resto de la historia. Aún falta… lo que paso en la final!!
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