El profesor
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por laniña23.
Yo era profesor de la universidad. Siempre me gustó la playa y era un buen trabajo para poder pasar todo el verano descansando mientras tomo el sol y me baño en el mar.
Tumbado sobre mi toalla observé un grupo de chicas tomando el sol. Eran tres, una más gordita y pechugona y las otras dos más delgaditas. La pechugona parecía quererles convencer de algo, se le veía envalentonada como les pasa a todas las chicas que viajan solas. Una de ellas, la rubia; decidida, se desabrochó la parte de arriba y mostró sus enormes pechos. Ella se puso entonces a hablar con las demás y por fin convenció a otra para destetarse. La chica que quedaba era una rubia con carita de no haber hecho nada malo en su vida, rubia natural y ojitos tan grandes como inocentes. Entre las dos, riéndose y discutiendo, un poco de broma, un poco de verdad le quitan la parte de arriba y al final también opta un poco por la presión a quedarse sólo con la parte de arriba
Yo seguí tomando el sol sin darle más importancia. Decidí tomarme un baño y al volver veo que la morena delgadita me llama con el brazo, mientras las otras dos toman el sol sin percatarse. Me acerco a ver que quería y me saluda por el nombre. Al contestarle cómo sabía su nombre las otras dos reaccionan como de golpe abriendo los ojos. Ellas reaccionan, con el gesto de taparse porque yo no las había reconocido. Eran mis alumnas de último curso de carrera.
Al final optan por dejarse de tapar. Y me cuentan lo bien que se lo pasaron en mi asignatura. Yo estaba ligeramente ruborizado. Hablando de una u otra tontada me preguntan donde había un buen restaurante para comer por allí cerca y le dije varios que no les convencieron. Al final dije que si querían podían comer en mi casa. Tras mirarse y mirarme a mí, con un poco de pudor todas dijeron que sí.
Como vivía cerca de la playa, les enseñé mi piso. Ya que les gustaron tanto las vistas les acompañé a la azotea, donde nunca había nadie ni nada salvo unas vistas impresionantes. Una vez allí, me preguntaron si se podía tomar el sol, a lo que les respondí que sí. Entonces extendieron sus toallas, se tumbaron y ya con más naturalidad se quitaron la parte de arriba. Allí estuvimos tomando el sol. Reconozco que las miraba demasiado. Entonces la rubita, me volvió a preguntar si allí subía alguien y le volví a contestar que no. Así que fue ella y se deshizo el nudo de la parte de abajo del bikini.
Sus dos amigas al verla se miraron e hicieron lo mismo. Me preguntó la más rellenita si yo no me animaba. Claro, yo ya estaba erecto. Le contesté que en ese momento no podía. Ellas se rieron y la morenita que me había saludado antes empezó a besarme mientras me bajaba el bañador. Nunca la había tenido tan dura. Las otras dos se miraron, y tras un largo segundo, empezaron a besarse también. Ellas se tocaban y besaban como si no hubiera un mañana. Sus tetas se juntaban y se acariciaban sacando sus deditos empapados.
Entonces mientras me la estaba chupando la morena, ella levanta la cabeza y empieza a besarse con la rellenita mientras no deja de menear mi polla. Yo ya no sabía a quién besaba, donde metía la lengua ni cuantas veces ni sobre quién me corrí. Sólo sé que fue lo más natural que vivimos en nuestras vidas. Desde entonces decidimos irnos siempre de vacaciones los cuatro juntos.
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