El profesor de italiano
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Entré por la puerta de la clase y mis compañeros se me quedaron mirando durante varios segundos que parecían no tener fin, llegaba diez minutos tarde.
Lo que vi inmediatamente después fue el profesor sentado en una esquina de su mesa explicando los verbos irregulares del italiano.
– Pasa Paula, ¿por que has llegado tan tarde?
– Lo siento, es que tuve que ir en coche porque estaba lloviendo y había bastante tráfico.
Me dirigí hacia mi mesa y me senté al lado de Charlotte, la mejor amiga que tenía en la academia de italiano.
– ¿Que te crees que no me he dado cuenta?
– ¿De que hablas, Charlotte?
– De como te ruborizaste mientras hablabas con Martín.
– ¡No digas tonterías!
– Tía, estás roja otra vez.
Me estaba poniendo tan nerviosa que sin darme cuenta tiré los bolígrafos que tenía encima de la mesa al suelo.
– Ya lo cojo yo.
– dice Charlotte.
– Gracias.
– Volviendo a lo de antes, no me irás a negar que está buenísimo.
.
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– ¡Cállate nos va a escuchar!
Martín nos mandó hacer unos ejercicios y me dispuse a ello, aunque me costaba concentrarme estando a unos metros de Martín, no podía dejar de mirarlo.
Tenía como unos veintiseis o veintisiete años, era entre castaño claro y rubio y medía algo más de metro ochenta.
Era el hombre más atractivo que había visto en mi vida, más de una noche he soñado con estar debajo de él rodeada por sus robustos brazos y sintiendo sus brutales acometidas.
Sin darme cuenta sonó el timbre y se acabó la clase.
Martín se había olvidado de que ya tenía corregidos los primeros exámenes del curso, y ya no daba tiempo a repartirlos, así que se dispuso a decir la nota de cada uno.
– María, tienes un seis, Javier, un cuatro y medio, Alejandro, un siete, Charlotte, un ocho, muy bien, Rebeca, un cinco, Alicia, un seis, Mario, un cinco y medio, Daniel, un siete, Juan, un tres, Lucía, un ocho, sigues mejorando, Sandra, un seis, Patricia, otro seis, y por último Paula, tienes un diez, enhorabuena.
No quiero pensar la sonrisa tonta que se me tuvo que poner cuando Martín me dio la enhorabuena.
– Ya está chicos, podéis salir.
Paula tu quédate, quiero hablar contigo.
Iban saliendo todos los alumnos, la última fue Charlotte, quien me guiñó un ojo al salir por la puerta.
– Paula, he visto que desde el primer día sabes mucho más que tus compañeros de italiano, y a la vista de tus resultados, deberías considerar matricularte en un curso con más nivel.
.
.
-Martín continuó soltandome un sermón que yo no escuchaba porque mis cinco sentidos estaban ocupados en contemplar de arriba a abajo el cuerpo que tenía delante.
–
Estaba tan distraída imaginando lo que podría suceder si estuviesemos en un lugar más íntimo que sin darme la cuenta le bajé la cremallera del pantalón con la mente.
Martín se dio cuenta y se formó un silencio de varios segundos, de pronto comenzé a notar como crecía un bulto en su entrepierna que hizo que me ruborizara aún más.
Lo que más deseaba en ese momento era agarrar ese bulto con mis manos pero era demasiado tímida para hacerlo.
De repente Martín se desabrocha el botón del pantalón y se lo baja, yo me agacho debajo de la mesa y comienzo a restregar mis labios y toda mi cara por el bulto con la ropa interior negra todavía puesta.
Le quité la ropa interior y pude contemplar el primer miembro sexual que había visto y el más grande que vería en muchos años.
Le calculé unos veinticinco centímetros, tenía un moreno que contrastaba con su piel blanquecina del resto del cuerpo, y en la cima sobresalía un glande rosado, poderoso y de perfectas proporciones, que comenzaba a expulsar las primeras gotas de líquido preseminal, producido por la excitación del momento.
Comenzé a acariciar el miembro con mi lengua, lo que a Martín le producía suspiros y ligeros gemidos.
Me lo introduje en la boca todo lo que pude, hasta que impactó con mi garganta y me produjo una arcada.
Acto seguido, empezé a subir y bajar mis labios saboreando aquel manjar.
Martín me apretó la cabeza contra su polla casi impidiendome respirar, lo que le produjo un profundo gemido.
De pronto me dijo que parase y nos pusimos en pie.
Pensaba que se había arrepentido y se lo pregunté, pero me contestó que no había hecho mas que empezar.
Me puso contra la mesa y me acostó en ella violentamente, me desabrochó la camisa de un tirón arrancándome los botones, y metió su cabeza entre mis pechos.
De pronto me di cuenta de que se había convertido en un animal salvaje que no tenía freno, y eso me ponía aún más cachonda.
Cuando levantó la cabeza la situación era yo tumbada en la mesa y Martín encima de mi rodeándome con sus piernas musculosas y apuntándome a la cara con su enorme miembro viril.
Se incorporó y me dijo “Quítate los pantalones y ponte a cuatro patas", yo lo hice y de repente sentí la punta de su miembro “paseando" al rededor de mi vulva.
Entonces me entró miedo, y le dije que era virgen, que tuviera cuidado.
Él me dijo que sí, pero me introdujo el miembro de un solo golpe, el grito debió escucharse fuera de clase porque mi teléfono comenzó a sonar.
A el no pareció importarle porque comenzó a darme más rápido y con más fuerza.
Llegué a apreciar que por cada segundo recibía cuatro acometidas.
El dolor que tenía después de haberme roto el himen se convirtió en placer y empecé a gemir descontroladamente.
Cada vez gritaba más a la vez que el ritmo de sus golpes de cadera aumentaba y sus manos apretaban con más fuerza mis pechos.
Hasta que sentí una corriente eléctrica que recorría mis vértebras y llegaba a todas las células de mi cuerpo.
Me di cuenta de que era mi primer orgasmo.
Poco a poco el placer fue disminuyendo y me di cuenta de que quería más, así que tumbé a Martín en la mesa y me senté encíma suya, insertándome su falo, comenzé a balancearme bruscamente hasta que el placer volvió a invadirme, volvía a gemir con todas mis fuerzas.
Martín parecía que también estaba a punto de llegar al máximo de su placer, comenzó a gemir a la vez que yo, nos envolvimos en una atmósfera de placer irrefrenable que se llevó mi virginidad.
De repente sentí como todos los músculos del cuerpo de Martín se contraían y acabó descargando todo su semen dentro de mi canal vaginal.
Nos quedamos en esa posición varios segundos hasta que nos levantamos y nos vestimos.
Nadie dijo ninguna palabra, solo me acerqué a el y le di un beso en los labios.
Acto seguido me marché por la puerta.
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