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Heterosexual, Incestos en Familia

El reencuentro con mi sobrina

Aún recuerdo como cogí con ella la primera vez, ella estaba lubricada y metí mi miembro mientras estaba parada frente a la ventana. No dije nada; ella tampoco. Sentí sus ojos recorrerme, deteniéndose por un segundo más de lo necesario en mi entrepierna. Miré hacia abajo, notando la reacción de mi c.
El aire de la noche era denso, cargado con esa humedad que se aferraba a la piel como un recuerdo que no se quiere dejar ir. Había algo en la quietud del departamento que me envolvía en pensamientos que intentaba apartar. Me encontraba frente al espejo, observando el reflejo de un hombre de casi 45 años,  pero las arrugas y las canas aún no habían encontrado su camino a mi piel morena como todo buen colombiano, mi 172 de estatura y mi cuerpo casi atlético me hacían recordar que mis años viviendo en otro país no habían pasado en vano. Me miraba, buscando algo en mis ojos que me recordara quién era antes de todo este caos.

A mi sobrina. No podía sacarla de mi cabeza. La conocí cuando aún era una niña. Hace dos años, cuando la separación se hizo inevitable y mi hermana y mi cuñado me dieron cobijo y abuse de su confianza,  me prometí que el capítulo de mi vida con ella se cerraría. Pero mi sobrina, ella seguía ahí, como una sombra en los pasillos de mi mente. Ahora, con sus 11 años, era imposible no notar cómo había florecido; no solo en belleza, sino en esa seguridad que exudaba con cada paso.

La vi por primera vez después de tres años cuando la desvirgue en verano, en la piscina de un familiar en común. La imagen se quedó grabada: su piel dorada por el sol, gotas resbalando por su cuello hasta perderse en el escote de su bikini. No era solo su cuerpo joven lo que me llamaba, sino la forma en que sus ojos se posaban sobre mí, con una curiosidad que no era la de una niña, sino la de una mujer. Había algo peligroso en esa mirada, un juego de atracción que ambos fingíamos no entender.

Esta noche estaba solo. El ron que bebía me quemaba la garganta, pero esa quemazón no era suficiente para borrar la forma en que mi dulce sobrina me miró la última vez que nos vimos y donde yo le dije que seria mía para siempre. Mis pensamientos eran un enredo de culpabilidad y deseo. Ella era una niña, pero mi conciencia me decía que aún era mi responsabilidad mantener la distancia, por más borrosa que esa línea se hiciera con cada sonrisa suya.

Un sonido de mensaje en mi teléfono rompió el silencio. Era ella. Un simple «Hola» que se sentía como una invitación a algo más. Dudé antes de responder, pero finalmente tecleé un “Hola, – respuesta –  ¿tío si viniste porque no viniste a verme cómo estás?”. El punto de no retorno estaba a la vuelta de la esquina, y lo sabíamos.

Quiso que fuera, dijo, que extrañaba nuestras charlas invisibles en la ventana, las que teníamos cuando aún vivíamos bajo el mismo techo. Acepté sin pensarlo demasiado. Había algo en esa necesidad de verla que no podía controlar, una mezcla de nostalgia y deseo que me empujaba a volver a ella sin importar las consecuencias.

Cuando llegue, vestía su acostumbrado leggins, más atrevido de lo que recordaba que le gustaba llevar. Nos sentamos en el sofá, el silencio se instaló entre nosotros como un invitado incómodo. La cercanía de su cuerpo me hacía sentir cada latido de mi corazón, acelerado, desacompasado.

Mi mama esta donde la Sra xxxx —dijo de repente, rompiendo el hielo, sus ojos clavándose en los míos y Mi papa esta durmiendo.

Asentí, incapaz de verbalizar lo que mi mente gritaba. Estaba perdido en la forma en que sus labios se movían, en la forma en que su pecho subía y bajaba con cada respiración. El aire se hizo denso de nuevo, y en ese momento todo parecía ralentizarse. No era solo atracción; era una necesidad que venía desde lo más profundo, de años de miradas contenidas, de caricias que nunca sucedieron.

Aún puedo recordar que mi deseo por ella comenzó cuando las primeras señales de que se convertía en mujer comenzaron a aparecer, o quizá fue cuando una vez saliendo de la piscina cuando tenía apenas 08 años se la pasaba mirándome al área de mi bóxer, no apartaba la mirada en ningún momento, jamás entenderé por qué lo hizo, pero esa fue la primera vez que comenzaron mis delirios con mi sobrina.

Aún recuerdo cuando me encontraba en la ventana fumando, una de esas tantas noches antes de dormir, ella venia y jugábamos a los roces. Mi sobrina , esa nena  me había estado dando motivos durante mucho tiempo para sentirse cada vez más atraído hacia ella, pero nunca me puse a pensar en que podría ser tan fuerte que no podría olvidarla.

Aún recuerdo como cogí con ella la primera vez, ella estaba lubricada y metí mi miembro mientras estaba parada frente a la ventana.

No dije nada; ella tampoco. Sentí sus ojos recorrerme, deteniéndose por un segundo más de lo necesario en mi entrepierna. Miré hacia abajo, notando la reacción de mi cuerpo al verla ahí, tan cerca, tan real. Era como si el tiempo se congelara, y en esa pausa, una mezcla de culpa y deseo me invadió. Me imaginé los posibles escenarios, los peligros, las consecuencias. Me preocupaba que le contara a su mamá, que cruzara esa línea de una manera que me expusiera a un juicio que no estaba listo para enfrentar. Pero no dijo nada. Ni esa noche, ni nunca.

Antes de poder racionalizar mi siguiente movimiento, Mi sobrina me dio un beso  En lugar de decir algo, busqué mi teléfono y le mostré una foto de ella desnuda a los ocho años.

—eres tu siempre te recordé. – la accion era más una provocación que una duda.

Mi sobrina vio la foto y me lanzó una mirada divertida, una pequeña sonrisa que me dejó sin aliento.

—Ja, claro que es mía —respondió.

No podía dejarlo así. Tenía que seguir, arrastrado por una mezcla de curiosidad y ese deseo prohibido que me carcomía.

—siempre fuiste riquísima. Si quieres, me podrías cumplir un deseo y tener una foto como esta ahora a los 11—bromeé, sabiendo que estaba jugando con fuego.

Ella soltó una risita, ligera, sin preocupación.

Vamos a a mi cuarto.

Obedecí, mi corazón latiendo con fuerza mientras cruzaba el pasillo hacia su habitación. Sabía que cada paso me llevaba más lejos de la prudencia, de la lógica, pero no podía detenerme.

La realidad era que nos habíamos convertido en dos cómplices, atrapados en una danza de atracción y represión, donde ambos sabíamos que una vez cruzada la línea, no habría vuelta atrás. Seguía soñando con ella, susurrando su nombre en la oscuridad, esperando en vano que esos momentos se desvanecieran con la luz del día. Pero en lo profundo, sabía que el deseo solo crecía, alimentado por cada encuentro casual, por cada sonrisa encubierta. Y aunque la culpa y el miedo eran compañeros constantes, también lo era la ineludible certeza de que ella y yo estábamos en un viaje sin retorno, movidos por una fuerza más grande que nuestra razón, arrastrados por las sombras y deseos que solo nosotros podíamos entender.

Se quedo desnuda en una esquina y me dijo para tu galería – toma pues

—No puedo creer que estemos haciendo esto —murmuró, su voz entrecortada y cargada de emoción.

—amor —susurré, pero mi voz se quebró.

Ella me interrumpió, vino hacia mi, la atraje y  sus labios reclamaron los míos otra vez. Era como si temiera que, si hablábamos, la realidad se colara entre nosotros y rompiera lo que habíamos construido. Mis manos encontraron su espalda, acariciando su piel mientras la presionaba contra mí. Cada contacto era una promesa, una rendición a lo inevitable.

Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado. Desde el pasillo, un ruido sordo rompió el silencio. Nos quedamos quietos, respirando pesadamente mientras escuchábamos con atención. Por un momento, ambos nos congelamos, como dos adolescentes atrapados en el acto. Ella soltó un suspiro nervioso y se apartó ligeramente, su mirada perdida en la puerta.

—¿mi papa? —preguntó en un susurro, sus ojos ahora llenos de una mezcla de miedo y adrenalina.

—No lo sé —respondí, mi mente aún nublada por el deseo.

Nos quedamos inmóviles, escuchando el eco de nuestros propios corazones. No hubo más ruidos, solo el latido rítmico y ansioso de la sangre en nuestros oídos.

Al salir al pasillo, vimos que la puerta del apartamento estaba entreabierta. Un escalofrío recorrió mi espalda. La dejé entreabierta, lo sé bien, pero nunca pensé que alguien podría entrar. Pensé que era solo un malentendido, pero algo en la atmósfera se sintió diferente, cargado de una tensión que no era solo nuestra.

Regresamos tras nuestros pasos…

El corazón lo tenia a mil.

—amor, no sé si esto es una buena idea… —intente decir, pero mis palabras murieron cuando ella colocó su mano en mi verga.

—No puedo dejar de pensar en ti —susurró ella, su voz entrecortada y cargada de emoción—. Sé que esto está mal, se hizo silencio.

Sentí cómo el calor subía por mi cuerpo. Intente resistirme, pero el roce de su mano en mi verga, la cercanía de su cuerpo desnudo, el olor dulce y fresco de su sudor, estaba atrapado. Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, ella me dijo que la besara. la alce desnuda y la bese. Esta vez no había tropiezos ni pretextos. Fue un beso consciente, lleno de urgencia y pasión.

Sus labios se movieron al unísono, enredándose en un beso hambriento que quemaba todo lo que habían estado conteniendo. Deslice mis manos por la espalda de ella, sintiendo la suavidad de su piel húmeda por el sudor, mientras ella colocaba sus piernas en candado  en mi espalda y su cuerpo presionaba con una intensidad creciente. El calor en este cuarto rosa era sofocante, pero ninguno de los dos parecía dispuesto a detenerse. La fricción entre nuestros cuerpos era demasiado, y la tensión que se había acumulado encontró su liberación.

La baje y me quede desnudo en segundos, la volví a levantar por las caderas, haciéndola sentarse sobre mi cara, mientras mis manos exploraban su culo firme y suave, subiendo por su cuerpo hasta su espalda baja. Ella se arqueaba, Los gemidos que escapaban de sus labios eran el único sonido que llenaba el silencio de la casa, creando una atmósfera cargada de deseo y transgresión.

—Esto no está bien – no se porque murmure con la boca llena de su liquido, con la voz de deseo sabiendo que cada segundo que pasaba mas me  adentraba en un territorio peligroso.

—No me importa —respondió ella, sentía como quemaba su conchita sobre mi cara —. Lo quiero… te quiero a ti.

—Te he deseado desde el primer día que te vi —le confesé aplastándola más contra mi.

Yo acariciaba su cuerpo, por el costado, la abrazaba por al cadera, y luego seguí hasta sus nalgas, por fin las tocaba, pude sentir su forma, y su tamaño.

Ella se quería bajar. Yo entendí lo que deseaba, así que le facilité la tarea y la baje. Después fue ella quien recorrió todo mi torso con son sus besos, mis orejas, cuello pecho, eso me puso más caliente aún, fue algo sumamente erótico el sentir como me recorría el cuerpo con sus besos tiernos, después ella se puso de pie, mientras yo me sente al filo de la cama. Se subió sobre mi y comenzó a frotarse contra mi verga y estaba loco al sentir como su abultada vulva se frotaba, no dejamos de besarnos y tocarnos, cada vez más desatados, desesperados.  bese, acaricie y chupe, degustando el sabor de su pezón duro excitado.

Ella al sentir mis labios rodearlo no pudo evitar gemir y suspirar, ella aprovechando me agarro la verga dura y la masturbó, yo gemía al sentir su mano rodearlo, como lo pelaba despacio dejando al descubierto la cabeza de mi pene, húmeda de el presemen que producía, preparándose para el encuentro sexual.

Era un momento muy especial, ambos desnudos, estimulándonos, besándonos, con mi mano libre la deslize por su vientre hasta meterme en su concha y así suavemente acariciándola, sabiendo a lo que vía al venir a verla.

Entonces mientras nos besábamos escuchaba mas gemidos, al sentir ella el contacto de mis dedos en su húmeda vagina, los gemidos se mezclaban con los míos mientras ella seguía masturbándome despacio.

Sin embargo la intensidad y el deseo fue en aumento hasta que ambos no dejábamos de gemir, la excitación fue tanta que así como estábamos

– Te amo con todo mi ser, te embarazaré mi amor. –  No se porque dije eso

– Si tio, hagas moló así.

Mientras despacio deslizaba mi duro pene en la estrecha vagina de mi Kiara.

Fue una sensación de placer total, ambos gemimos fuerte, mientras despacio, me abría paso en su concha, ajustaba mucho mi verga y podía sentir cada latido en el.

– amor, estoy entrando dentro de ti.

– Si, te siento tio, otra vez y  entra suave…

– Si mí amor, estás muy apretadita.

– Si papi.

Al estar ambos sumamente excitados la penetración fue con cuidado pero rápida, después de un par de minutos ya estaba totalmente dentro de ella y le dije:

– Mi amor, ya está todo dentro ¿lo sientes?

– Siiii tio!!! Lo siento, estás todo dentro!!

Ella bajó una mano a nuestros pubis para tocar como estábamos unidos.

Yo la abracé y la besé con mucha ternura mientras le decía:

– Mi amor, por fin estoy dentro de ti otra vez, era mi deseo, gracias mi amor por permitirme estar dentro de ti, por dejar que te demuestre mi deseo y mi amor.

– Gracias a ti tio, nunca imaginé que fuera tan hermoso entregarme a ti como antes, es algo único, muy especial, te amo tanto, quiero que seas el único hombre en mi vida, hazme rico.

Mientras me decía esto, lentamente comencé a moverme, su vagina poco a poco comenzaba a adaptarse a mi, yo empujaba en ella mientras movía despacio su cadera, eran movimientos suaves pero muy placenteros, lo que nos provocaba gemir mucho.

No pasó mucho tiempo antes de que ya estuviéramos moviéndonos con más confianza, como amantes de hace mucho tiempo, y esto provocó más placer en nosotros induciendo nuestro primer orgasmo juntos.

Sentía como su vagina lubricaba más, al punto de estar chapoteando, sus gemidos en aumentó, más y más fuertes, sentía su vagina apretar mas mi verga, provocándome mucho placer.

Me aferré a sus caderas empujando fuerte, mientras ella me decía:

– tio!!!! Me muero de calor!, ahhhhh!!

– te quemas mi amor, dame tu orgasmo mi amor.

– tio me quemo!

+ Si mi princesa, te voy a dar mi leche amor, me voy a venir!!!

– Oohhh tio, siii dámelo, vente dentro papi, hazlo por favor, embarazame, te amooo!!!

– Siiii mi amor!!! Me vengoooo!! Que placer kiara!!! Te amo!!!

– Siii dame tu lechitaaa, embarazarme, tengamos un bb tio!

Yo empujé al máximo, sintiendo como mi verga se pelaba en su interior y vertía todo el semen que tenía en mis testículo, muy dentro de mi sobrina, sabiendo que no la iba a embarazar pero solo la idea me provocába mucho placer.

Mientras disfrutábamos no dejamos de besarnos, tocarnos y disfrutar de nuestros cuerpos, agitados y sensibles por el placer, hasta que al final perdí un poco la erección, y salí de mi sobrina, seguido de abundante esperma que brotaba de su interior.

Se sentó a mi lado de la cama, ambos no dejamos de sonreír, le dije que la amaba y ella me correspondió, después de relajarnos en nos pusimos de pie y arreglamos un poco antes de salir de la habitación.

Ir de la mano con mi sobrina a la sala, con la vagina aún húmeda por su excitación y mi semen que brotaba de su interior me ponia loco..  ¿Te ha gustado? ¿Has disfrutado?

– Si tio, me ha gustado mucho, he sentido como si quisieras meterte entero dentro de mi y me ha gustado mucho todo lo que me has hecho, la forma en la que me has tratado, así quiero que me trastes siempre, nada de mimitos de niña.

Cuando tengamos sexo, no soy tu niña. La bese le metí la lengua hasta el fondo- Me voy antes que alguien sepa que estuve ve a bañarte.

Y así quedaron las cosas en este primer reencuentro …

678 Lecturas/21 mayo, 2025/0 Comentarios/por martin santome
Etiquetas: cuñado, hermana, mama, papa, semen, sexo, tio, viaje
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