El regalo más hermoso
Mi amigo vino desde África para estar conmigo. Le di algo muy especial; pero el regalo fue para mí. Su pene parece trompa de elefante. Es un gigante y su pene es grande en proporción a su estatura. Es el pene más grande que he visto en toda mi vida..
El regalo más hermoso
Hola, mi nombre real es Nohemí Andrade Morán, tapatía de nacimiento y actualmente vivo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México. Tengo 19 años de divorciada, y la experiencia que les quiero relatar la viví en el año 2019. Mido 1.68, mis senos son grandes y muy bien proporcionados para mi estatura, de cintura esbelta y cadera promedio con nalgas envidiables (eso dicen mis amigas). No soy modelo de revista, pero considero que soy muy bonita de mi rostro, además que sé maquillarme muy bien.
Me conocen por mis textos anteriores:
1. «El albañil se convirtió en mi mejor amigo»
2. «Mi primera experiencia como yesex».
En este, mi tercer relato quiero narrarles de una experiencia muy, pero muy especial bastante placentera acerca de la sorpresiva visita de un admirador que me pidió un obsequio especial para recordarme, aunque en realidad el obsequio fue para mí.
Todo comenzó así:
Por mi desempeño como cantante de la religión que practico con mi familia, he publicado mis fotos y videos en redes como YouTube y Facebook. No soy muy famosa, pero muchos han escuchado y siguen mis publicaciones regalándome algún like.
Como es costumbre de la religión, en agosto de cada año, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México; se congregan delegados de diferentes países para la gran fiesta que se realiza precisamente en la colonia donde vivo.
De entre los visitantes, llegó alguien especial que ya me había contactado. Esperaba su llegada en cualquier comento. Me dijo que tenía muchos deseos de conocerme en persona ya que era un gran admirador por mi manera de cantar.
Para no ahondar mucho en la introducción, les platico:
Previamente ya teníamos comunicación vía Messenger de Facebook y me expresó sus deseos de conocerme. Aprovechó el viaje de la iglesia para buscarme. Por sus fotos en redes y algunas que intercambiamos en confianza (aclaro que siempre de manera muy honesta y completamente apegados a la religión), sabía que era de piel muy oscura, pero de facciones faciales muy bellas, es decir: es un hombre muy guapo. Ya le había dicho la dirección de mi casa, incluso le envié la ubicación GPS.
Fue el sábado 10 de agosto del año 2019, alrededor de las once de la mañana cuando, estando en casa, mi hermana Eunice gritó fuertemente:
-Nena, te buscan.
-¿Quién? Ahí voy.
Ya que bajé de mi habitación (recordarán por mi prime relato que estoy hasta el tercer piso). Estando en el pasillo de la casa, me dijo:
-Es un negro enorme. Uuuuyyy. Lo que te vas a comer, chamaca.
Solo hice un gesto de asombro y duda, pero sospechando de quien se trataba.
Llegué a la puerta y cuando lo miré: Sencillamente Wow.
Se me salieron los ojos.
Qué hombre tan guapo, pero más que eso, no estaba alto, está gigante.
-Hermana Nohemí. Que gusto tan grande de conocerla en persona.
-Ay, hermano Daren. Que agradable sorpresa. Por favor pase.
Mi intención de hacerlo pasar muy rápido era para que mis vecinos no comenzaran a murmurar más acerca mí, sobre todo en esas fechas tan especiales para la religión (recordarán lo ocurrido en mi primer relato).
Una vez que entramos y cerré la puerta tras nosotros, nos dimos un abrazo de saludo.
Al estar pegada a su cuerpo me di cuenta que aún con mis zapatos altos de plataforma (que siempre uso) a penas llegaba a estar por debajo de su pecho.
Él vestía ropa blanca y como su piel es color verdaderamente oscura, ya que viene de África, se veía muy guapo con su elegante vestimenta.
Es más que obvio que él me conoce por la religión, nada que ver con mi vida fuera de cámaras, por decirlo así, motivo por el que me comporté muy a la altura moral y religiosa.
Por la enorme confianza que ya había entre nosotros debido a la comunicación continua a través de redes sociales, lo llevé a la sala donde estuvimos charlando mucho.
Llegó la hora de la comida y él me pidió que fuéramos a comer fuera de casa, ya que quería disfrutar mi compañía solo para él.
Le pedí que me acompañara a mi habitación para cambiarme rápido y maquillarme un poquito. No quise dejarlo esperando en la sala, sentí que sería una descortesía.
Caminó detrás de mí y en las escaleras percibí (por intuición femenina) que se comía mis pompis con la mirada, por lo que más a propósito caminé inclinada un poco más hacia adelante para que se vieran más levantadas, solo que por la ropa que se utiliza conforme a la religión, por más que uno desee, el cuerpo no es tan atractivo. Esa es la intención por la que se nos exige este tipo de ropa.
Estando ya en mi habitación, le dije:
-Hermano, no se me vaya usted a sentir apenado; me voy a cambiar rapidito, solo que no quise dejarlo en la sala para no ser descortés. Sé que usted me respeta mucho y que no va a mirar hasta que yo se lo diga. ¿Verdad?
-Claro, hermana. Por mí no se incomode, haga de cuenta que no estoy, es más: si lo prefiere, puedo esperar afuera.
-No, no, no, hermano. ¿Cómo cree? Aquí quédese, ya nada más cuando yo le diga que cierre los ojos, los cierra y los abre hasta que yo le diga que ya puede. Por favor. Yo confío mucho en usted.
Ambos sonreímos de manera muy cortés.
Estoy segura que él se sentía como en un ambiente de intimidad, pero sin algo más allá; algo así como cuando se es novio en la adolescencia, donde no hay malicia.
-Sí, hermana. No se preocupe.
Le pedí que se sentara en mi cama, mientras yo daba vueltas en mi habitación buscando la ropa que iba a ponerme.
A lado de él, un poquito distante, coloqué mi vestido rojo (lo mencioné en mi relato anterior), encima una blusa tipo saco (ya que el vestido es sin mangas) y un calzón cachetero. Esto lo hice con la intención de que viera los calzones que iba a ponerme.
-Hermano, ya que está usted aquí arriba, no importa que me demore un poquito, ¿verdad? Es que quiero aprovechar para bañarme y así estar más fresca.
-No se preocupe hermana, yo espero. Si he esperado tantos meses por conocerla en persona. ¿Qué más da unos minutos para tener la grandísima dicha de salir a pasear con usted?
Como mi habitación no es compartida, no me preocupa que el baño no tiene puerta, sino solo cortina y es semitransparente.
Astutamente le pedí que se acercara a la entrada del baño, para que pudiéramos platicar mientras me duchaba. Observé que lo tomó como algo natural.
Le dije:
-Hermano, ahora sí, cierre los ojos que me voy a quitar la ropa.
Cerró los ojos (estando aún sentado en la cama) mientras me desvestí.
Estando completamente desnuda me pasé frente a él dándole la espalda, me incliné para tomar mis chanclas de la ducha. Tardé varios segundos en esa posición. Como estaba sin bañarme desde la noche anterior, estoy segura que pudo percibir algún muy grato aroma de mi cuerpo al estar inclinada hacia adelante (con las manos tocando el piso).
Deseaba que se haya atrevido a abrir aunque sea un poquito los ojos para que viera lo que le estaba mostrando y supiera de donde le llegaba ese aroma tan delicioso.
Ya que me levanté y entré al baño, cerré la cortina dejándola no muy bien ajustada de las orillas.
Le dije:
-Ahora sí hermano, abra los ojos y véngase para acá, para platicar mientras me baño. Pero se pone de espaldas, eh.
-Sí, hermana; claro.
Yo, lancé una discreta carcajada (de nervios por mi improvisado plan).
Me quedé pensando si no estaba siendo muy lanzada o muy descarada, ya que el hermano me conoce por la religión y no por lo que hago fuera de cámaras. Pero ya había iniciado mi labor y, si mi cuerpo desprendió algún aroma de mi interior cuando mi incliné de espaldas a él, estoy segura que mis feromonas se le clavaron en el cerebro para siempre.
Mientras estaba en la ducha, continuamos charlando de todo un poco acerca de las cosas de su país y la ciudad de donde viene, así como de su familia y cosas así de la religión.
Aunque hablamos sanamente, la verdad es que estaba muy excitada.
Me imaginaba a ese hombre tan enorme completamente desnudo. Deseaba ver el tamaño de su pene que, por muy pequeño que lo tuviera, por su estatura seguramente sería muy apetecible para mí.
Estando en la ducha, yo trataba de modelar como si estuviera segura que me miraba.
Con la llave del aguda cerrada, me tallé muchas veces la parte inferior de las rodillas doblando ligeramente las piernas de espaldas a la puerta, dando oportunidad a que disfrutara; pero estaba con la duda de si me estaba mirando o si en realidad estaba respetando el acuerdo. Por sí o por no, modelaba bajo la regadera y tallaba mi cuerpo de manera muy seductora como sospechando que sí me miraba. Esto me hacía sentir muy excitada. Me sentía deseada y admirada y me gusta mucho esa sensación. Me hace sentir que soy una verdadera diva.
Al salir de la ducha, le dije:
-Ay, hermano; que torpe soy, como nunca nadie entra a mi recámara, ni siquiera mis hermanas: no tengo toalla aquí, voy a salir, así que por favor siéntese de nuevo y cierre los ojos.
-Si gusta, yo se la alcanzo, hermana. Le prometo que no voy a mirar.
-No es eso, hermano, es que no sabe dónde están guardadas, mejor cierre los ojos que ya voy para afuera.
-Sí, hermana. No se preocupe.
Una vez que se sentó en la cama, salí completamente desnuda y aún escurriendo aguda de mi cuerpo y del cabello. Tomé una toalla de cerca del tocador y de espaldas a él comencé a secarme. Estaba muy cerca de él y por mis movimientos corporales al exprimirme el cabello pude sentir como una de mis pompis tocó ligeramente alguna parte de él. Este «incidente» se repitió como cuatro veces.
Creo que sí habrá abierto un poquito los ojos y al ver que estaba de espaldas, seguramente se deleitó con lo que yo quería mostrarle.
Me alejé del mueble y estando en la parte amplia de la habitación, de espaldas a él, bruscamente sequé todo mi cuerpo, principalmente las piernas, para estar un tanto inclinada y con las piernas un poco abiertas para secarme bien.
Estando así, inclinada hacia adelante (de espaldas a él) con las piernas entre abiertas pero sin flexionarlas, me sequé la parte superior y trasera de los pies. Mis pompis estaban abiertas y mi vagina completamente expuesta apuntando hacia él. Me sentía muy excitada.
Me volteé para quedar de frente y mientras me secaba la cara, lancé un suspiro como de calor y frescura a la vez, de esos suspiros que uno lanza cuando se acaba de duchar. Estoy segura que me miró a detalle mientras yo no me di cuenta por estar secándome la cara con la toalla toda apretada sobre mi rostro.
Así sin envolverme la toalla, es decir: aún completamente desnuda, comencé a secarme el cabello con la secadora. Es un proceso bastante lento porque mi secadora no es profesional, sino de las pequeñas que hacen mucho ruido y calientan poco. Tardé unos ocho minutos secándome el cabello.
En todo momento procuré estar de espaldas a él.
Estoy segura que sí miró y contempló lo que yo en verdad quería que viera, pero por asuntos religiosos, ambos fingíamos que no había ninguna mala intención en esto.
Una vez que me alisté, como el vestido es sin mangas y pronuncia mucho mis senos, le dije:
-Ahora sí, hermano, puede abrir los ojos.
Al mirarme, exclamó:
-Wow, hermana. Se ve usted más que espectacular.
Lo escribo de esta manera porque así lo entiendo, ya que él, aunque habla español, le es bastante complicado.
Pregunté cómo me veía mientras modelaba para él, y como me di cuenta que se veían de manera muy pronunciada las terminaciones de mi calzón, dije:
-Ay, no. Qué feo se ve esto. Me levanté el vestido para sacarme la ropa interior y esta vez no le pedí que cerrara los ojos, así que por primera vez, con todo mi consentimiento, miró lo más preciado; aunque de manera muy discreta, porque fue un movimiento bastante rápido.
-¿Cómo me veo así?
-Exageradamente hermosa, hermana Nohemí.
Me gusta mucho este vestido, porque se ajusta con precisión a cada detalle de mi cuerpo y como me lo puse sin ropa interior, hace que mis pompis se vean más levantadas y grandes. Me gusta mucho porque se percibe descaradamente la separación de mis nalgas y sé que eso excita muchísimo a los hombres. Es este el vestido que junto con el verde, utilizo cada que voy a la gran plaza en busca de algún cliente.
Me puse un saco color beige, que de la parte trasera es un poco largo, esto para cubrir mi mejor atractivo y poder salir de la colonia sin ser más criticada de lo que ya soy (por lo ocurrido en mi primer relato).
Una vez estuve ya completamente lista y maquillada, le pedí que camináramos rápido para salir de la colonia, incluso le dije:
-Mire hermano, para que no haya malas interpretaciones de los hermanos, vaya usted detrás de mí como que no vamos juntos, solo no se aleje para que no se pierda.
Es que por la fiesta anual de la iglesia, desde el día cinco de agosto, ya hay mucha gente en la colonia.
Así nos fuimos. Ya que estuvimos varias cuadras lejos de la colonia, nos detuvimos a charlar.
A manera de coqueteo, me subí a un banca de descanso para estar a su altura, me reí con coqueteo diciendo: ahora sí estoy a su nivel, hermano. Nos reíamos mucho.
Mi comportamiento siempre fue de coqueteo hacia él para hacerlo sentir que verdaderamente valió su viaje y sus intenciones de buscarme. Durante la charla me quité el saco y le pedí que me hiciera favor de cargarlo. Cuando se lo di, noté que trató de disimular su gran asombro, ya que quizá nunca pensó que yo pudiera usar ese vestido así, sin una blusa o saco que me cubra mis principales atractivos.
Me fascina como me queda este vestido, porque sin ropa interior, al caminar, aunque mis pompis aún están bastante firmes pareciera como que van aplaudiendo y esa separación entre las nalgas sé que a los hombres los enloquece.
La charla sostenida fue esta:
-Hermana, yo no conozco la ciudad, usted dígame a dónde vamos para comer algo que a usted le guste.
Lo primero que pensé fue en ir a la La gran plaza, pero es muy caro. Y como sé que los hermanos que vienen traen muy poco dinero a causa del viaje, y más que él vino desde África: no quise ser tan cruel, ya que no lo veía como un cliente, sino como un hermano de la religión al que posiblemente podría llevar a la cama para darle un precioso regalo.
-Pues, hermano, mire, la verdad no sé, es que aquí todo es caro y, la verdad yo no tengo dinero para invitarlo. No me lo tome como una descortesía, pero como hermanos que somos, nos hablamos con la verdad.
-No se preocupe, hermana. Sí traigo algunos dólares y una tarjeta internacional.
Cuando dijo eso: sentí que me brillaron los ojos y me palpitó el útero; pero no lo traté como un cliente, sino como a alguien verdaderamente especial.
-Pues, no se diga más, hermano.
Enseguida pare un taxi y pedí que nos llevara a la la gran plaza.
Mi visitante no cabía en el taxi, fue una situación muy penosa que aproveché para hacer que el momento fuera agradable y fue tema de conversación y risas por un buen rato.
Una vez en la gran plaza, fuimos directo al comedor y, traté de no ser aprovechada. Noté que él comió con cierta desconfianza; creo que por el cambio de comidas de un país a otro tenía miedo de ponerse mal del estómago.
Durante la comida charlamos esto:
-Hermano, usted me pidió que quería un regalo mío para recordarme siempre. No sé a qué se refiera, si un disco ortografiado, una foto juntos o a qué se refiere. Dígame sin pena qué es lo que le gustaría que le obsequie.
-Ay, hermana Nohemí. Haber estado con usted en su casa y en su habitación mientras se bañaba y estar aquí, comiendo con usted, es mi mejor regalo.
Me sonreí de manera coqueta mientras moví la cabeza para ser más sexy al acomodarme el cabello.
Hubo un silencio bastante prolongado que ambos tratamos de disimular con la comida.
Tras esos momentos de silencio, le dije:
-Ya sé, hermano. Le voy a regalar algo único y especial, espero que no me lo tome a mal y si usted decide no aceptar mi regalo, le pido que no se quede con una mala impresión de mí, como su hermana que soy.
-Para nada, hermana: lo que usted decida regalarme lo aceptaré con muchísimo gusto.
-Mire, hermano, voltee para allá. Ese es el hotel malibú. Es un hotel muy lujoso y creo que bastante caro. Yo jamás he entrado allí, el regalo que le quiero dar es que vayamos y estemos un ratito. Quiero darle un regalo especial que a nadie jamás le he dado. ¿Sí recuerda que le platiqué que tengo 19 años de divorciada, verdad? Pues, hermano, es el mismo tiempo que tengo sin estar con nadie en absoluto. Quiero darle ese regalo a usted que ha viajado de tan lejos solo para conocerme. Creo que lo menos que puedo darle es que me conozca de manera completa y sin reservas. Será usted el único, fuera de mis hermanas, que sepa de mi lunar en la parte interior de uno de mis muslos.
Se quedó en absoluto silencio. Noté que comenzó a sudar gotas muy gruesas.
Estoy completamente segura que no se esperaba eso de mí, porque la imagen que él tiene o tenía es de que soy una hermana muy apegada a la religión; además que por ser cantante cristiana cuido mucho mi reputación (al menos fuera de la colonia, donde no me conocen).
Quizá sí soy un ejemplo a seguir como mujer cristiana, pero fuera de cámaras, mi vida es completamente distinta; la prueba está en que estoy escribiendo mi tercer relato sexual; además: él no sabe nada de lo ocurrido con mi albañil y la mala reputación que eso me acarreó.
Esto de escribir mis relatos y hacerlos públicos, lo comencé a hacer a manera de capricho y coraje en contra de la gente de mi colonia que pertenecen a mi religión porque, cuando me divorcié a los 22 años de edad y, a partir de ahí tardé poco más de 19 años sin un contacto sexual (como lo describí en mi primer relato): nadie se detuvo a felicitarme por mi dedicación a la iglesia y por no caer en pecado; pero a penas una sola vez que tuve contacto con un hombre y que lamentablemente por mi inexperiencia, no supe ocultarme y toda la colonia se dio cuenta: todos me acusan y me juzgan. Los comentarios son muy crueles en mi contra; por eso, caprichosamente y con molestia publico mis textos para que cuando me quieran señalar de la manera en que me conocen por mi mala reputación, yo pueda decirles: ¿Ah, no te has enterado de lo demás que ando haciendo?
Estoy escribiendo mi relato y estoy llorando de coraje, por eso lo publico en la sección de «confesiones». Pero esto, mi visitante africano no lo sabe.
Retomando la charla. Su respuesta fue:
-Hermana Nohemí, sería yo un tonto si no acepto su regalo. Tener el honor de estar con usted tras tantos años de soledad, en verdad me siento muy privilegiado y se lo agradezco desde el alma. Le aseguro que haremos exactamente solo lo que usted quiera.
-No se preocupe, hermano. La verdad es que quiero todo, para que usted se vaya contento y vea que sí valió la pena venir a conocer a su hermana Nohemí Andrade Morán.
Por su estatura y color de piel, llamó muchísimo la atención por lo que los meseros fueron muy atentos. Nos atendieron muy bien y fue muy rápido el momento de pagar la cuenta, que por cierto no fue tan grande.
Creo que él no sabe que hay que dejar propina o quizá en su país no se acostumbra.
Actualmente soy clienta frecuente del lugar, pero en esos días aún no, así que de manera coqueta le guiñé el ojo al mesero, quien hoy me identifica y sabe a lo que voy a la plaza dos o tres veces por semana.
En ese momento (el mesero) sonrió por cortesía y también me hizo guiño con el ojo, pero no pudo disimular su molestia de que no se le dejó propina.
Le pedí que se fuera detrás de mí, para que no nos vieran entrar juntos, además lo hice con la intención de que fuera mirando mis pompis.
Le pedí que me entregara mi saco, peo no me lo puse, solo lo llevé cargado en el brazo izquierdo.
Como ya dije hace un momento: Ese vestido rojo me gusta muchísimo porque me levanta y separa las pompis a la vez que las mantiene firmes y hace que se luzcan al caminar.
Entré y me fui directo al lobby. En menos de un minuto estaba allí conmigo. Le indiqué que pidiera la habitación más económica.
Una vez contratada la habitación, regresó al lobby, me dio la tarjeta con que se abre la puerta y me adelanté indicando que discretamente caminara detrás de mí.
Al llegar a la habitación, entré rápidamente, me sentía desesperada: ya quería ver ese pene para salir de la duda de su tamaño y comprobar si de verdad los de aquel continente son superdotados.
Estando ya en la habitación, le dije:
-Hermano. Estoy muy nerviosa, hace muchos años que no estoy con un hombre, tengo miedo, además me da mucha pena lo que usted pueda pensar de mí. Y agaché la cara, fingiendo que de verdad me sentía así como lo dije.
-No se preocupe hermana, este será nuestro secreto, además, nos volveremos a ver hasta dentro de un año.
Entró al baño a orinar, como no cerró la puerta, escuché el chorro de su orina en la taza y parecía que fuera una bestia. Eso me hizo sentir muy emocionada. Claro que en todo momento me comporté como si fuera primeriza y fingía timidez y nervios.
Me quité el vestido, como es sin cremallera, solo lo deslicé hacia abajo. Una vez que me lo quité completamente, me mostré totalmente desnuda ante él, pero con la mano izquierda trataba de cubrir mi vagina y con el brazo derecho me cubrí los senos.
La expresión de su rostro fue de mucho asombro.
Le pedí que se desvistiera.
Cuando aún no se quitaba la trusa observé que su pene estaba acomodado un poco hacia arriba y hacia la izquierda. ¡Se veía verdaderamente enorme!
No sé si sea un pene normal conforme a su estatura; tal vez sí. De buen tamaño en proporción a su corpulencia, pero dejando de lado su estatura, ese pene es enorme, de verdad enorme.
Cuando se quitó toda la ropa, su pene se colgó. Me dio la impresión que era como un moco de elefante. Observé que estaba un poco más abajo de la mitad de su muslo, pero como él es de piernas extralargas, ese pene sí que está enorme.
Estaba semi flácido, quise lanzarme hacia él para comerlo, pero debía fingir que no sabía qué hacer. Así que solo lo miré y puse mi cara de niña apenada. La verdad es que estaba muy asustada por lo que podría sucederle a mi cuerpo con ese monstruo dentro de mí.
-Wow, hermano: qué pene tan enorme tiene usted.
Sonrió y dijo que era herencia familiar.
Seguí fingiendo nerviosismo. Lo que en realidad tenía era miedo porque pensé que me lastimaría de manera horrible. Pensé: me va a despedazar la matriz, y por la colita me va a desgarrar los intestinos. La verdad: entré en pánico.
Titubeante caminé hacia él fingiendo pena, abrí un poco mis piernas y le pedí que mirara mi hermoso lunar en el muslo (ese lunar llama mucho la atención de mis clientes y lo besan hasta dejarme la parte de la pierna muy marcada).
No hubo necesidad de inclinarme, mucho menos de arrodillarme, sencillamente tomé su pene con mi mano derecha, como dudando. Lo acaricié y lo levanté para que apuntara hacia arriba. Me pegué a su cuerpo y vi que la punta queda a la altura de entre mis ojos.
De verdad que está enorme (también considerando que él es muy alto).
Aclaro que estaba semi flácido, estaba hacia arriba porque lo tenía oprimido entre mi cuerpo y el suyo, pero no se sentía tan duro, creo que estaba como a tres cuartos de fuerza. Esto me hizo dudar: ¿Crecerá más y engrosará cuando se ponga completamente duro o conservará su tamaño adquiriendo firmeza y nada más?
Sin decir nada, le di la espalda para caminar hacia la cama, me recosté boca arriba, abrí las piernas y levanté las rodillas casi juntando mis talones con mis pompis.
Seductoramente, con los dedos índices de ambas manos le pedí que se aproximara hacia mí.
No me miré la vagina, pero me sentía mojada. Ese brillo entre mis labios les fascina a mis clientes. Puedo asegurar que esa imagen, a mi visitante lo enloqueció.
Le dije:
-Venga, hermano, vamos a medirnos.
Con una enorme sonrisa, se acercó a mí.
Por la expresión de su rostro percibí que estaba pensando algo así como: «se me hace que no es la primera vez que estás con un hombre en 19 años».
Se colocó sobre mí como si fuera a penetrarme, pero su pene estaba encima de mi barriga. Pasé mis pies por encima de la parte trasera de las suyas. Se pegó completamente a mi cuerpo y colocó su pene ya más duro y un poco más grueso estirado sobre mi vientre y abdomen. Sus grandes testículos descansaron sobre mi vagina y su glande estaba a la altura de mis senos.
Solo de pensar lo que podría pasarme, me sentí con mucho miedo, pero un miedo de deseo que me hizo mojar muchísimo; podía sentir la humedad de mi vagina de manera muy abundante. Estaba super mojadísima.
La verdad: tenía mucho más miedo que excitación y sí que estaba excitada.
Se levantó de la posición en que estábamos, me miró descaradamente. Estoy segura que estaba disfrutando contemplar mi parte más íntima.
Dijo que no sabía qué hacer porque en su lugar de origen las relaciones sexuales son diferentes.
Eso lo platicamos en otro momento, que ya les contaré de nuestro segundo encuentro en algún nuevo relato.
Le pedí que me besara la vagina como si estuviera besando una boca, solo que no mordiera con los dientes, sino con los labios.
Su lengua es enorme y como es de labios carnudos, me generó tanto placer que al instante me hizo estremecer y gemir de manera bastante fuerte. Instantáneamente me retorcí en la cama y lancé mucho aire por la boca, como si estuviera a punto de un orgasmo.
Desde el primer contacto de sus labios con mi vagina, supe que sería una experiencia verdaderamente única e inolvidable.
Me besó la vagina como si estuviera dando un beso en la boca y me metió la lengua como si en verdad fuera un beso de lengua (boca a boca).
Su lengua es enorme y cuando la introdujo en mí, sentí como si fuera un pene.
El movimiento de su lengua dentro de mi vagina se sentía como si fuera una culebra enojada allí dentro.
Lo áspero y suave a la vez de su enorme lengua dentro de mí con esos movimientos como de serpiente, me provocaron un squirting que salió como si fuera un chorro de manguera de bombero.
Apenas tenía uno o dos minutos comiéndose mi vagina y ya me había generado un orgasmo con squirting.
Los movimientos involuntarios de mi cadera eran demasiado fuertes y mis gemidos me salían desde el alma.
Cada gemido mezclado con gritos de placer me salían con todas las fuerzas del estómago y los ahogaba haciendo fuerza con el cuello. Podía sentir como las venas de mi cuello estaban muy expuestas.
No me vi al espejo, pero imagino que habré estado más que roja: morada por tanta fuerza.
Me dio mucha pena cuando, después del squirting, se me salió una flatulencia que quise impedir y se convirtió en tres bastante sonoras y prolongadas. Qué vergüenza.
Se despegó de mi vagina y con un gesto de gusto, con la nariz absorbió el aroma de mis tres plumitas. Lo hizo como cuando uno huele y saborea los aromas del alimento favorito en la cocina.
Bebió todo mi orgasmo sin dejar escapar una sola gota. Tuve que colocarme una almohada en la cara para poder morder y ahogar mis gritos. El placer de esa gigantesca lengua dentro de mi vagina no tiene descripción.
A pesar de haber bebido todo mi orgasmo, no dejó de besarme la vagina como si fuera una boca. Su lengua siguió dándome placer de tal manera que me hizo suplicar que se detuviera, pero siguió sin compasión.
Sentí que todo mi interior se contraía como si me estuvieran electrocutando.
No sé si sea la expresión correcta, pero es lo único que se me ocurre para tratar de describir todo el placer que sin compasión me estaba dando esa boca y esa enorme lengua tan experta.
Apreté muy fuerte las piernas aprisionando y tratando de empujarlo, también con las manos lo empujaba,. Quería zafarme. Ya no soportaba más.
Bufaba de placer y mis gemidos salían en forma de alaridos de león.
Entre mis gritos le suplicaba: ya, ya, ya por favor, ya por favor. Hermano ya por favor, se lo suplico… y cosas así, suplicando que me dejara.
Por más que lo empujé con todas mis fuerzas de piernas y manos, no pude liberarme.
Se comió mi vagina mientras su lengua exploró mi interior de una manera que no encuentro palabras para describir.
Ceo que tuve convulsiones como si fuera epiléptica.
Mi cuerpo ya no obedecía.
Yo gritaba y suplicaba, pero me movía sin voluntad.
Monoteaba, pataleaba y gritaba descontroladamente y con la respiración descontrolada.
Pensé que me iba a morir.
Mi corazón estaba descontrolado golpeándome el pecho como si fuera a romperme los huesos para salirse.
Cuando me soltó, me sentía tan sensible que todo me ocasionaba muchas cosquillas, incluso el hecho de estar recostada sobre mi espalda me generaba demasiado placer como si me la estuvieran acariciando y me sentía como si aún estuviera a mitad de un orgasmo.
No sé si me desmayé o me dormí, pero (después) me comentó que tardé bastante para reaccionar.
Él sabía que estaba viva porque me veía respirar.
Dijo que disfrutó mirarme completamente desnuda estando a su total disposición, inconsciente e indefensa y que me acomodó en diversas posiciones para mirar cada detalle de mis partes más íntimas. Hasta se tomó la molestia de contar los pliegues que forman mi esfínter de la colita.
Una vez que reaccioné, me incorporé para sentarme. Me sentía como si acabara de despertar de un sueño muy largo y profundo. De momento no reconocí el lugar donde estaba y qué estaba haciendo ahí.
Cuando recordé completamente, sonreí con lujuria.
Él estaba sentado frente a mí. Cuando se dio cuenta que estaba completamente despierta, me mostró su hermoso pene tomándolo con su mano y moviéndolo circularmente.
Me senté en la orilla de la cama y le pedí que se arrodillara frente a mí; en esa posición nuestras caras quedaron a la misma altura. Le di un enorme beso en la boca. Su lengua literalmente me llegó a la garganta.
Lo besé mucho, mucho, pero mucho en verdad. Lo besé con desesperación.
Le pedí que solo abriera la boca y estirara la lengua. Se la chupé como si fuera un pene.
Sentir su saliva escurriendo e inundando el interior de mi boca es muy excitante tanto para mí como para él. Su enorme pene estaba en erección, pero creo que por el gran tamaño no se levanta para mantenerse completamente horizontal, solo se pone duro y queda horizontal, pero como inclinado ligeramente hacia abajo, es decir no se pone apuntando hacia arriba como los penes que conozco de mis clientes.
Tras besarlo hasta el cansancio, me coloqué de rodillas en la cama, bajé mi espalda y cintura; traté de juntar mis senos con mis rodillas estirando las brazos hacia adelante para quedar completamente entregada.
Le pedí que hiciera exactamente los mismo que con mi vagina, solo que ahora en mi colita.
Su lengua experta me generó un enorme placer. Comenzó a besar y luego a succionar.
Con sus enormes manos abrió mis nalgas para tener a su entera disposición mi colita. Sin decir nada, simplemente me comió a su antojo.
En cada succionada, sentía como se me erizaba la piel, pero la sensación era como si mi cuerpo se erizara por dentro y por fuera a la vez.
Intentó meter su lengua en mi ano y aunque con esfuerzo por lo apretadito: sí que lo logró. Me penetró el ano con la lengua como si fuera un pene en su tarea de mete y saca.
Me abrió la colita con los dedos e introdujo su lengua.
No sé qué tanto haya entrado, pero sus movimientos me hicieron sentir como si me estuviera dando toques eléctricos que entraban por mi colita para ir directamente al clítoris como si fueran golpes de espada.
Me dio demasiado placer que, no sé que tanto tiempo haya pasado así, pero creo que fue a penas un minuto cuando ya estaba teniendo un nuevo orgasmo.
Tuve un orgasmo anal mientras su lengua estaba dentro de mí.
Deseaba gritar con todas mis fuerzas, por lo que como pude volví a morder la almohada. Mis pernas y caderas se movían de manera involuntaria, pero con sus enormes manos me tenía atrapada haciéndome sentir completamente indefensa.
Tras este segundo orgasmo en que su lengua penetró mi colita, me sentí rendida. Me dejé caer sobre mi abdomen intentando descansar.
Mi posición de estar estirada bocabajo hizo que mis pompis se vieran como lanzadas hacia arriba. Apenas estaba tratando de respirar, cuando sentí como sus enormes manos me abrieron las pompis y al instante su lengua regresó a mi colita generando que me saliera un fuerte gemido.
Sin levantar la cadera, solo con mis pompis abiertas me chupó tanto que las cosquillas que sentí me hicieron reír mucho, pero mucho, muchísimo.
Me reí por tantas cosquillas que junto con la fuerza de estar bocabajo oprimiéndome el abdomen al momento de carcajearme, se me salieron varias flatulencias muy sonoras. Me di cuenta que no le causó molestia, porque aunque fueron barias flatulencias, en ningún momento dejó de chuparme la colita.
Me da mucha pena que ahora vaya a pensar que soy una pedorra.
Nunca me había pasado ni me ha vuelto a suceder con ninguno de mis clientes. Pero me da vergüenza que piense de mí que soy muy flatulenta.
Con mucha firmeza, metió su mano izquierda por debajo de mi cintura y me levantó para que mi colita quedara nuevamente expuesta a su antojo. Volví a la posición de arquear mi cintura y pegar el pecho a la cama estirando los brazos hacia adelante para levantar más la cadera.
Dejó de chuparme el ano y enseguida sentí como su enorme pene intentó abrirme la vagina.
Me dio muchísimo miedo por tres cosas, la primera: el enorme tamaño; la segunda: no tenía condón y me dio miedo alguna enfermedad venerea incluso el sida que por aquellos lugares sé que abunda mucho; y la tercera: un embarazo, porque si lo dejaba entrar ya no podría paralo hasta terminar.
Cuando sentí su gigantesco pene intentando abrirme la vagina (de hecho sí me abrió porque entró un poquito la punta que es demasiado gruesa; sentí como si estuviera intentando introducirme una manzana), me lancé hacia adelante y rápidamente me dí media vuelta para quedar de frente, pero, para no hacerlo sentir mal, enseguida abrí las piernas encogiendo la izquierda para que él quedara en medio de mí.
Sonreí de manera muy coqueta mientras me senté. Este fue un movimiento bastante rápido.
Una vez sentada frente a ese enorme pene, lo tomé con ambas manos. Mi mano derecha la coloqué justo donde inicia y la izquierda pegada a la otra. El enorme trozo que quedó fuera de mis manos, verdaderamente era grande.
Comencé a darle masaje subiendo y bajando la piel del pene, su glande es hermoso, completamente negro, pero hermoso y más que todo, enorme. No sé cuanto mida de diámetro, pero para poder introducirlo en mi boca, la tuve que abrir como su fuera a morder una enorme manzana.
No pude hacerle sexo oral porque su grosor y tamaño no me permitía que entrara tanto en mi boca, apenas entraba el glande y un pedacito más cuando ya estaba casi hasta mi garganta y sentía que lo lastimaría con los dientes. Como abría mucho la boca, no podía cubrirme los dientes con los labios. Es que una cosa es lo que digo, pero no lo puedo plasmar tal cual: es un pene verdaderamente enorme y grueso.
Lo único que pude hacerle fueron cosquillas al ojito de su pene, pero en realidad no es un ojito. No tengo palabras para describirlo, pero parecía como si me mirara. Jamás había tenido entre mis manos y boca un pene tan enorme y grueso con un ojo tan amplio que podía ver su interior. Deseaba que estuviera dentro de mí, pero me daba miedo.
Más que un pene, parecía un tercer brazo, y su glande: el puño de ese brazo.
Así le estuve haciendo muchas cosquillas con la lengua a la vez de subirle y bajarle bruscamente la piel del pene y acariciar sus testículos bien rasurados. Le succionaba el ojito del pene mientras le masajeaba todo ese enorme monstruo.
Así estuve bastante rato.
Cuando sentí en la boca sus primeras gotas de leche calientita, bajé la velocidad para que el tiempo de placer fuera más prolongado.
Él, estaba con las manos en la cintura y con la espalda echada hacia atrás exponiendo más su enorme pene que estaba a punto de explotar apuntando hacia mi boca.
Comenzó a gemir con la respiración entrecortada.
Metí en mi boca completamente su glande y con mis manos acaricié su musculoso y muy bien marcado abdomen tan negro y brilloso por el sudor del momento.
Le succioné muy fuerte la punta del pene a como pude, porque mi boca estaba muy abierta para poderlo contener y no quería lastimarlo con mis dientes.
En un movimiento involuntario de su cuerpo, se lanzó hacia adelante con mucha fuerza, como si me quisiera penetrar.
Su enorme pene llegó a la profundo de mi garganta, hasta mis amígdalas, de tal manera que al instante lo saqué con sensación de vómito y tos de ahogamiento.
Me lastimó la garganta y creo que le lastimé el pene con los dientes.
Me preocupé mucho porque, estar lastimada de la garganta en el mes de agosto, que es cuando más debo cantar en la iglesia sería muy penoso para mi carrera musical.
Cuando me saqué el pene de la boca, hubiera querido decirle muchas cosas agresivas para reclamarle su falta de cuidado, pero me contuve para no causarle una peor imagen de mí.
Intentó disculparse, pero le dije que no se preocupara (sentí y escuché mi voz un poco ronca por el dolor en la garganta). Le dije que había sido culpa mía a causa de tener tantos años que no hacía algo así y seguramente por eso me daba nauseas; que no era su culpa, sino mi falta de práctica por tantos años de no hacerlo.
Me recosté bocarriba. Le pedí que mirara mi cuerpo y me dijera cómo le gusta más, si de frente o de espalda. Diciendo esto, me di media vuelta para exponer mis pompis.
Sus palabras fueron:
-Hermana Nohemí, usted, por donde se la vea, es extremadamente bella.
-Quiero que me bañe con su semen la parte que más le guste de mí.
-Bocarriba, hermana. Quiero ver su cuerpo y su cara.
Me acomodé mirando hacia él, recostada bocarriba, como si estuviera intentando dormir.
Al instante, comenzó a masturbarse con su pene señalando hacia mí.
Disfruté mucho mirar sus gestos y como se movía el pene al momento de masturbarse.
Ya lo había dejado a punto de terminar, por lo que enseguida se vació encima de mí.
Mientras eyaculaba, con voz muy fuerte decía mi nombre completo y palabras de deseo, algo así como:
-Nohemí Andrade Morán, me encanta tu vagina, adoro tu clítoris, amo tus nalgas, Nohemí Andrade Morán te amo. Nohemí te amo. Te amo Nohemí, Te amo, te amo, te amo. Me encanta tu vagina.
Al menos eso fue lo que entendí, ya que su español no es del todo claro.
Cuando estaba a punto de la eyaculación, observé que su pene se puso muy duro. Lo vi enorme; es decir más grueso de lo que había estado todo ese rato, hasta se le resaltaron unas venas muy gruesas. Lo vi muy, pero muy hermoso y más grueso de lo que estaba. Es imponente.
Para describirlo, solo se me ocurre decir que es como el brazo de un hombre muy musculoso que hace pesas. Es mas enorme y hermoso de lo que puedo describir con palabras.
Me moría de deseo porque me penetrara y me destrozara por dentro.
Con todas mi fuerzas de voluntad tuve que contener ese deseos de que me partiera por la mitad.
Si fuera por la vagina o por la colita, estoy segura que me habría tenido que hospitalizar.
Ese tercer brazo verdaderamente está enorme y muy grueso; además, las venas que le resaltan en su máxima erección lo hacen ver hermoso, precioso, maravilloso, fascinante, muy tentador pero más que todo: imponente.
Abrazar y besar ese pene, sí que es un placer.
Wow. Su leche caliente salió de manera muy abundante, seguramente de manera normal en proporción a su corpulencia y tamaño del pene y testículos, pero para mí, sin exagerar, creo que de haberla recolectado en un recipiente, estoy segura que habría sido poco menos de medio litro.
Me roció como con una manguera llenándome la cara, senos, abdomen y vientre, sin contar la que se derramó en la cama por el movimiento al masturbarse.
Me dio la impresión de que se hubiera caido el traste de leche del refrigerador.
Literalmente me bañó de leche y hasta me pringó mucho el cabello.
Una vez que se masturbó y vació sobre mí, enseguida me incorporé para quitarle el pene de las manos y lo tomé con las mías para tratar de introducirlo en mi boca y chuparlo. Aún quedaron algunos pequeños disparos que lanzó dentro de mi boca; los bebí y saboreé con mucha lujuria. Habría deseado beber toda la leche que expulsó, pero por la cantidad y lo espeso de su semen seguramente me habría ahogado y entonces sí me tendrían que hospitalizar por cerrarme la garganta.
Cuando mis clientes eyaculan me gusta mucho sentir como el pene se pone flácido dentro de mí hasta que sale por la misma naturaleza del cuerpo, sea en la colita o en la vagina; claro que con condón, pero en este caso, ese pene que es enorme, al ponerse flácido solo se adelgaza un poco y su tamaño no varía mucho; más bien solo queda colgando, pero el tamaño es casi el mismo que cuando se pone en erección.
En su flacidez solo se le esconden las venas y se cuelga como moco de elefante.
Cuando sentí que se puso blandito, lo seguí succionando hasta exprimirlo y cuando supe que ya no quedaba una sola gota, todavía le di varias succionadas más mientras le apreté los testículos con bastante fuerza. Apretándole fuertemente los testículos le di una larga succionada hasta que sentí que se le aflojaron las piernas. De hecho se le doblaron y se cayó sentado hasta el piso.
Nos carcajeamos mucho.
Una vez que se sentó en la cama a lado mío (a mi izquierda), con discreción tomé su pene con mi mano izquierda y solo con el dedo pulgar le hice caricias en formas circular en el ojito que estaba bien lubricado por el semen mezclado con mi saliva. Esto lo estuve haciendo mientras cruzamos las miradas con sonrisas de satisfacción. Todo en completo silencio.
Me levanté y me puse de pie frente a él. Puse mis manos sobre mi nuca de manera sensual para sacudirme el cabello mientras le dije:
-¿Será que este regalito se le va a olvidar o lo va a recordar para siempre, hermano?
-Oh, hermana Nohemí. Este es y será el mejor regalo de toda mi vida habida y por venir.
Es lo que logré entender, ya que su español no es del todo claro.
Me fui al baño para lavarme, estando bajo la regadera y con la puerta abierta, le pedí que se acercara. Dije:
-Hermano, quiero que me mire como deseaba hacerlo hace rato en mi recámara.
-Ay, hermana Nohemí: ¿A poco de verdad cree que estaba con los ojos cerrados? Ja, ja.
-Pues sí, se supone que no debía mirarme. ¿A poco me vio?
-Ay, hermana, si pensé que ese era mi regalo.
-Ja, ja, ja. Lo sospeché. Sabía que sí me miraba.
-Hermana Nohemí, me pone usted a nadar en el mar y me pide que no me moje. ¿Pues cómo?
Quise asearme sin mojarme el cabello, pero como tenía que lavarme la cara que estaba llena de semen. No supe si mojarme completamente o solo lavarme la cara en el lavamanos. Así lo hice. Sin mojarme el cabello, me lavé la cara aunque se me fue también el maquillaje. El cabello me lo limpié con una toalla húmeda para quitarle el semen que ya se había secado y parecía como si tuviera grumos de gel para peinar.
Por sus palabras de admiración hacia mi persona por la belleza de mi cuerpo, me hizo sentir halagada y le agradecí con un beso en los labios y una caricia en el pene.
Una vez me sequé completamente le dije:
-Dicen que untarse semen en el rostro es bueno para la piel. No pensé que fuera usted a derramar tanto, si no para sacárselo y guardarlo en mi refrigerador e irlo utilizando cada día. Ja, ja.
-Pues, hermana, (dijo con una sonrisa de picardía) los días qué voy a estar aquí, con todo gusto se lo ofrezco.
-Eeeehhh. ¿Qué dijo? No crea que todos los días le voy a dar regalitos. Ja, ja, ja. Recuerde que será solo una vez al año para que no nos haga daño; además, para mantener la limpieza de mi rostro y mis partes íntimas, me lavo con jabón de leche de cabra o de burra.
Nos reímos juntos en una ligera carcajada.
Mientras él tomó la ducha, aproveché para vestirme y maquillarme.
Ya que nos alistamos para regresar a la colonia, me sentía arrepentida de no haber tenido ese enorme y hermoso pene dentro de mi vagina y de mi colita. Así que desde ese momento decidí que antes de que se fuera para su país, teníamos que volver a estar juntos y darle su muy bien merecido regalo de despedida, porque este fue de bienvenida. Ji, Ji.
Pensé: esta vez iré preparada con condones de esos que ya mencioné en mi segundo relato (mi primera experiencia como yesex). Aunque dudo mucho que un condón logre cubrir todo su tercer brazo, pero al menos que le proteja el glande para hacerlo disfrutar las contracciones de mi vagina que han dejado fascinados a mis clientes, y que pueda terminar dentro de mí; pero más que todo, para que no haya contacto interno y así no haya algún contagio de algo que pueda traer de aquel continente.
Sí que lo hicimos, pero esa es otra historia que les platicaré en otro de mis textos.
Para quienes me siguen en Facebook, pueden verme en la fotografía donde estoy con él. Obviamente que no con mi vestido rojo, sino con ropa de la iglesia. Nos identificarán por la gran diferencia de estaturas y color de piel.
Gracias por leerme.
Esperen mi siguiente relato.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!