El repartidor
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Conversación iniciada el viernes 11 de Septiembre de 2015 a las 21:15
Anónimo1:Hola Sandra.
Sarita21: Quién eres?
Anónimo1:Alguien que te conoce, gatita.
Sarita21:Cómo sabes mi nombre?
Anónimo1: Quizás deberías cerrar bien la ventana esta noche.
Sarita21:Por qué?
Anónimo1:Tú hazme caso, gatita.
Sarita21:Anda ya, quién ERES???
Anónimo1 se ha desconectado a las 21:19
Observé la pantalla del ordenador un tanto acongojada. Aquella persona me conocía, pues me había llamado por mi nombre real pero no tenía ni idea de quién era. Lo más probable era que uno de mis amigos quisiese gastarme una broma. Ellos me la tenían tomada desde el día de los inocentes y desde el principio de la conversación había sospechado que era uno de ellos pero… ¿y si no eran ellos?
Dirigí la vista a la ventana y me relajé cuando vi la persiana bajada. Me acerqué a ella y comprobé que estaba cerrada. Era una tontería hacerlo, ya que vivía en un tercero.
Caminé hasta la cocina y busqué algo en la nevera para preparar la cena. Empecé a cocinar y casi se me cae la cazuela cuando alguien tocó el timbre.
Activé el telefonillo y pude ver a un chico de veinte años con una caja de pizza en la mano.
-¿Qué quiere?
-Traigo una pizza a nombre de señorita Daniela González.
-Daniela no está. Hoy no iba a cenar aquí creo que se ha equivocado.
-Mire señorita, la pizza ya está pagada y este es la dirección correcta ¿lo ve?- dijo enseñándome una libreta con la dirección de la casa.
-Si, lo veo pero Daniela no ha pedido nada hoy porque se ha ido a casa de sus padres. Sería estúpido pedir que te lleven un pizza y pagarla cuando no la vas a comer.
-Señorita, la pizza viene con una nota incluida. ¿Se la leo?
-Adelante.
-La nota dice: "Sandra, no hace falta que me des las gracias por librarte de cocinar", está claro que la pizza es para usted ¿verdad?
-Sí, suba- contesté mientras pulsaba el botón que habría el portal.
Me dirigí a la puerta y la abrí. No tardé en ver al muchacho, que ahora ya no parecía tan muchacho, salir del ascensor.
-Buenas señorita. Aquí tiene, necesito que firme aquí para que conste que ha recibido el pedido. ¿Tiene un bolígrafo, al mío ya no le queda tinta?
-Tengo varios en mi dormitorio. Los iré a buscar espere -dije mientras me alejaba de él.
-¿Le importa si la pongo en la mesa? Es que tengo los brazos molidos.
Asentí y entré en mi habitación en busca del bolígrafo. Rápidamente tomé uno y firmé el resguardo al chico.
Guardé todas los alimentos y me senté a comer en una de las sillas.
Mientras comía oí un ruido que provenía de mi espalda y lo siguiente de lo que fui consciente fue de una mano en mi boca para que no gritase.
-Ni se te ocurra hacer ninguna tontería, gatita- dijo una voz masculina mientras me sujetaba las manos con la única que él tenía libre.
Entonces la persona que me tenía inmovilizada me inyectó algo en el brazo y perdí la consciencia.
Cuando desperté estaba en un cuarto desconocido para mi. No había casi claridad en el interior y deduje que era de noche. Al intentar mover mis brazos noté que estaba atada a la cama, desnuda y el repartidor de pizzas estaba allí, desnudo también y excitado.
Al darse de cuenta de que estaba despierta encendió la luz. Su polla atrajo mi atención no tenía mucha experiencia pero se notaba a la vista que era la típica promedio, estaba depilado y eso me gustó. Subí la vista por su abdomen marcado y su pecho depilado hasta que llegué a su cara. No entendí por qué mi coño se humedeció al ver aquel cuerpo. Me removí un poco y me di cuenta de que la humedad de mis muslos iba en aumento:
-No te preocupes por eso- dijo él entonces al notar mi incomodidad-, te he administrado un afrodisíaco lo suficiente potente como para excitar a un caballo mientras estabas dormida.
-¿Qué me vas a hacer?- pregunté nerviosa.Yo tenía recién cumplidos los dieciocho y debido a mi físico, que no era el más agraciado, continuaba siendo virgen.
-No te voy a hacer nada que no me hallas pedido tú antes.
Supe exactamente lo que haría. Esperaría a que el afrodisíaco hiciese efecto. Entonces yo le pediría justo lo que él deseaba.
-¿Cómo te llamas?- pregunté mientras él se acercaba y se sentaba conmigo en la cama.
-Alex.
Así que el chico, que visto ahora sin la gorra de la pizzería aparentaba unos 30, se llamaba Alex. Nunca había oído aquel nombre y no tenía ni idea de quien era aquel hombre que me tenía esposada a su cama.
-¿Por qué haces esto?
-Me gustas, gatita- contestó él como si fuese lo más normal del mundo-. Y además, tu nula vida sexual me frustra.
-¿Cómo sabes eso?
-Si no tuvieses una nula vida sexual, no te tocarías todas las noches- comentó acariciando mis mejillas que momentáneamente tomaron un color rosado-. Tampoco es que me queje.
-No puedo hacer nada para que no… follemos ¿verdad?
-No, gatita- respondió juntando nuestros labios.
-Entonces ¿te puedo pedir algo?
-Tu pide, otra cosa es que te conteste.
-¿Me sueltas? No quiero que en mi primera vez esté atada.
Él me miró buscando algún indicio de un intento de huida:
-Quiero que sepas que esa puerta está cerrada con llave. Si por un milagro consiguieses abrirla, detrás hay otra puerta cerrada y la llave está escondida. No tienes oportunidad para escapar, ¿lo entiendes, gatita?
Respondí afirmativamente y empezó a soltarme las cuerdas. Mientras lo hacía acariciaba suavemente mis muñecas provocando que mi coño se humedeciese más. Cuando me soltó se acercó a mí y me volvió a besar.
Este no fue un beso tierno, como el anterior, sino un beso pasional, rudo. Nunca me habían besado de aquella manera.
Él se colocó encima de mi y extendió una mano hacia la mesita de noche donde había un condón.
Se lo colocó y se posicionó entre mis piernas.
-Puede que esto duela un poco, gatita. El afrodisíaco disminuirá el dolor. Pero tranquila, seré cuidadoso.
Pude ver cómo tomaba su verga en la mano y la guiaba a a mi interior. Puso la punta en la entrada y empezó a crear presión. Noté como entraba y tuve una sensación de incomodidad. Cuando ya la tenía media ensartada me miró a los ojos y se metió completamente en mí.
Sentí un dolor momentáneo que comenzó a remitir mientras él estaba quieto. Entonces, no sé si fue el afrodisíaco, algo en mí quiso que se moviese rápido fuerte ensartándose en mi profundamente y saliendo para luego volver a entrar con más fuerza.
Como él no se movía, yo empecé a moverme contra él.
Alex entendió que ya no me dolía y empezó despacio, moviéndose rítmicamente, hasta que yo le pedí:
-Hazlo fuerte, por favor.
Él entendió lo que quería y se movió rápidamente, fuerte, moviéndose justo como yo lo necesitaba. Cuando estaba a punto de acabar bajo la mano y empezó a masajear, sobre mi clítoris y yo finalmente me corrí. Dos estocadas más tarde él llegó y derramó su semen en el condón.
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