El sabroso ano de Florencia, la estudiante de Química
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Además de docente, doy clases particulares en casa, cosas que ya conté en un relato anterior, someramente.
Así llegó Florencia, estudiante de Ingeniería Química, hace dos años, a ser más que mi alumna, por un breve e intenso período de tiempo.
Yo moreno de 34 y ella todo lo contrario: además de piel blanquísima y delicada, unos hermosos ojos marrones, cola llamativa, imponente, pechos similares a una tabla, pero 18 embriagantes añitos en aquel tiempo.
Fue, creo, en la tercera clase que intenté seducirla.
A fuerza de verdad, no soy amante de las adolescentes, es más, prefiero la antítesis: mujeres mayores, sin embargo, lo atrayente de Florencia, era que detrás de su cara inocente-sumisa, se escondía una terrible ninfómana.
El día en cuestión, cuando comencé a acecharla, Florencia vestía una calza negra brillosa de lycra, ajustada, sublime, una remera tipo musculosa, que resaltaba su esbelta figura, por lo que no aguanté más, y en el medio de la clase le dije:
-Perdoname que te lo diga, pero estás terrible.
Agachó la cabeza.
Se sonrojó.
Pidió ir al baño.
La esperé.
Luego:
-No quise ofenderte, me salió.
Está bien, respondió.
Se arrojó a mis brazos, entonces la besé suavemente, sin lengua.
La rodeé fuertemente con mis brazos, uniendo nuestras pelvis a rabiar.
Mis besos eran progresivamente agresivos, ahora con lengua.
Empecé a manosearla por todos lados, sus nalgas estaban duras, como acostumbradas al ejercicio.
El timbre, por la llegada de otro alumno, nos interrumpió.
El día siguiente se transformó en un manojo de ansiedades; no sabía si la muchacha vendría o no.
Estuvo puntual, despampanante también.
Directamente la llevé a mi habitación.
Arrancamos con besos y abrazos, a los diez minutos, la tenía en la cama en ropa interior, de un rosa claro que le quedaba fascinante.
Tenía un hermoso cuerpo y yo estaba a punto de gozarlo.
Bajé su cola less, y poniéndola en cuatro, comencé a chuparle la concha, a morder sus blancas nalgas con inocentes mordiscos, hasta llegar al ano, que ante un estímulo externo, lo contrajo, claro está.
He aquí que quiero detenerme.
porque es la razón de mi relato.
Hice muchos, muchísimos besos negros, sin embargo, el ano estrecho de Florencia tenía un no sé que, un sabor dulzón, simbiosis de fluídos naturales e .
inocencia tal vez.
Confieso haberme sorprendido por tal ligereza con la que llegamos a esta situación en un tiempo récord.
Comprendí que el carácter sumiso de la chica, sumado a un deseo florecido de probar el sexo, fueron el combo que nos llevó a esto.
Me entregué al culo dulce de Florencia, metiendo dedos, dilantado lentamamente su ano.
Por la entrepierna le brotaban ríos de flujos, producto de su excitación.
Estábamos a mil, ella gozando (veía sus expresiones a través del espejo) , yo limpiando a lengua, esos jugos fantásticos.
Y ahí nomás, le introduje mi pene morocho, en aquel travieso agujero.
Gimió.
Pidió por favor, que por ahí no.
La convencí a través del argumento del no embarazo.
Aceptó, diría yo, a la fuerza, de prepo.
La cogí durante diez o doce minutos, hasta venirme dentro de ella.
Gritó cuando me vine.
Un poco me asusté.
Luego me explicó, lo novedoso que había sido todo esto para ella.
Esto se repitió en cada clase, durante casi un mes, hasta que ella rindió el primer parcial en la universidad.
Sólo una vez la cogí por la concha y como no podía ser de otra manera, en cuatro patas.
Cada cogida era introducirla en un mundo desconocido para ella, aunque también apetitoso a la posteridad.
Recuerdo que estando dos alumnos, además de ella, incluso habiéndola cogido antes, me tocaba la pija, por lo bajo de la mesa.
Yo lejos de amilanarme, tocaba su vulva por debajo de su minifalda.
Se me ocurrió buscar con ella unos libros en el fondo de mi casa, excusa para cogerla, sentada ella encima mío, mordiéndose para no gritar, porque mi pija la taladraba mal.
La hice cabalgar a ella desde luego, con lo que acabé dentro suyo, otra de tantas veces.
Una sola vez me hizo sexo oral, de manera torpe la última vez que cogimos.
A Florencia, eso no le gustaba, le gustaba el sexo anal.
Sus "así", "no parés", "dale, hacelo fuerte", aún resuenan en mi cabeza, como la vez que la vi, al tiempo, de la mano con un pendejo como ella, ignorándome totalmente.
Lo importante es que su culo es por lejos el más sabroso que probé, no sólo desde lo gustativo, por eso la connotación del título, de este relato que he querido contar.
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