El suegro de mamá
Desde pequeña siempre me gustó ver a los hombres más grandes. Pero no pensé que el padre de mi padrastro lograría adentrarme al inicio de mi sexualidad. .Mamá me dejó en casa de su suegro porque mi padrastro quería ir a una boda y no podían llevarme. Yo tenía 13 años de edad y era algo testaruda pero ingenua, pero no quería quedarme ahí, con un hombre aburrido mayor que conocí desde que nací pero no me consideraba su nieta. Prefería ir a ver a los amigos de mi madre y aprovechar la vista, que estar con un hombre como el señor Abel que no me parecía atractivo o que me serviría para satisfacer mis fantasias y masturbarme a la hora de dormir. Pero cuando me dejaron con esa persona solo trate de suprimir mis lágrimas y trate de ser amable con aquel hombre viejo.
El hombre era alguien pasando los 60, un hombre alto, con un poco de barriga, cabello grisáceo y pequeña barba. Pero nunca me gustaron los hombres maduros, mis fantasias siempre estuvieron en hombres más jóvenes con cuerpos bien trabajados y miembros fáciles de poner duros.
Después de que mamá desapareció me coloque a ver televisión mientras el hombre se mantenia en el patio arreglando una camioneta vieja ya que se creía mecánico. Pero como alguien facil de distraerse me acerque a donde estaba para ver lo que estaba haciendo, aunque el lugar ya estaba oscuro y solo estaba la luz del garaje cerrado. Aunque la vista que me lleve hizo que me remojara los labios y cambiará mi opinión sobre los hombres maduros para siempre.
El señor Abel estaba sin remera y algo sucio, cambiando todos lo malo que sucedió como quedarme aquí. Mantuve mi mirada en su miembro a través de aquel pantalón mientras apretaba mis piernas a través del vestidos y ví como el señor Abel salió de abajo de la camioneta para mirarme.
— ¿Que haces aquí? Este no es un lugar para niñas.
— Es que me aburro señor Abel.
— Está bien, siéntate ahí en la mesa y no me distraigas.
Asintiendo hice caso, me senté en la mesa, pero mantuve mi vista en su pantalón, en el bulto que ni siquiera era el verdadero tamaño, y trate de memorizarlo para está noche, sabiendo que no debería imaginar los gemidos de mi padrastro. Separando un poco mis piernas subi un poco la falda por simple morbo, notando que cuando el hombre salió de abajo miró hacia mis piernas. Quería saber que es capaz de hacer con una niña como yo. Entonces ví su mirada, parecia haber cambiado su mirada para mí por siempre y me sentiia tan caliente ¿Que me haria este señor?
— Maya, ven ¿Quieres aprender algo?
— Si
Bajandome de la mesa sentí mi vaginita un poco húmeda, pero me acerqué hasta el señor Abel quien me ayudó a subir un poco para ver algo dentro del capot. Agachandome para ver mejor donde me señalaba y me decia que era, sentí una mano en mi espalda, cerca de mi culito, pero no dije nada, solo sentí una rica sensación, queriendo que tocará bajo de la tela del vestido.
— Espera, no te muevas, subiré un poco para mostrarte algo.
La voz del hombre se volvió un poco más grave y el hombre se movió para ponerse detrás de mi sintiendo como se movía y su bulto se apoyo descaradamente en mi culito, presionando, pero tampoco dije nada. Sintiendo como me señalaba algo mientras presionaba más, apretándome en la camioneta, haciendo que mi respiración se sintiera más pesada al ver su presión, abrí un poco mis piernas sintiendo la presión apretando mis labios. Ya no podía más.
— Está bien, todo ya está, ahora vamos a probar la camioneta ¿Que dices?
— Si.
Me ayudó a bajar y se subió en el asiento, me quedé mirando hasta que me hizo sentarme en sus piernas. Pude sentir su respiración alteradas y su bulto en mi vagina. Al encender la camioneta se produjo un brusco movimiento que me hizo saltar sintiendo una gran sensación en mi entrepierna, dejando escapar un gemido y a él también.
— Que buena niña, las niñas como tú son hermosas. Por eso daremos una vuelta y te compraré helado.
— Gracias señor Abel.
La camioneta salió después de que el portón eléctrico se abrió y dando saltos, haciéndome saltar en las piernas del señor Abel, salimos por la calle. Lo único que se escuchaba era el ruido raro del motor y nuestras respiraciones. A cada rato el señor Abel apretaba mis caderas en su miembro mientras el suspiraba y yo igual, mi vaginita estaba mojada y estaba comenzando a transpirar porque quería más.
Al frenar en un cruce de tren, ya que este venía, el señor Abel fue a más, sus manos bajaron a mis piernas y subió una hacia mi pechos a medio desarrollar y la otra movió mi bombachita para meter su dedo. Asustada, extraña y excitada comencé a retorcerme mientras sus manos me invadian y sus dedos se adentraban haciéndome doler un poco.
— Mm… que rica niña, que hermosa mi princesa, toda mojado mm.
Haciendo que me parará un poco pude sentir que desabrochó su pantalón y lo bajo y bajo mi calzon para que me sentará en su verga calienta y mojada. El tren pasando no quitaba que escucharán sus gemidos, yo no podía evitarlo, sus manos, sus dedos volviendo a invedir mi interior y los moviendo de salto de la camioneta.
— No puedo más, quiero cogerte putita, que seas mía.
Mirándome, girandome de lugar y quedando frenta a él me beso de forma salvaje, sin dejarme respirar mientas movía mis caderas hacia arriba y la acomodaba en su verga para bajarme de a poco. Pero me dolía, quería que lo sacará.
— Ayyy… Ayyy duele, sácalo, me duele señor Abel.
— Solo un poco más te va a gustar.
Llorando le suplicaba pero las paredes de mi vagina se seguían llenando de esa caliente y grande verga que se sentía que iba a partirme en dos si no fuera por lo mojada que estaba. Volviendo a besarme me bajó hacia el sintiendo como su verga entraba lentamente y con ello movia de nuevo la camioneta cuando el tren deja se pasar. Ahora el dentro de mi y la camioneta moviéndose asi hizo que se comenzará a sentir rico, así comencé a moverme aferrada al cuerpo del hombre que pensé que era aburrido pero que me estaba dando una buena cogida. Mi primer cogida.
— Así mi niña hermosa, cabalga en tu macho, ahora soy tu macho… Agh.
La forma en que me hablaba me encendía, y al ver que se detenía en un lugar oscuro de luces pude sentir sus manos en mi cadera moviéndose en su verga, haciendo que entrara, saliera a velocidad rápida, a veces lenta, pero profunda, invadiendome por completa. Tenía que aferrarme a sus hombros mientras gemía, me sentía como mamá cuando cogía con mi padrastro por la noche.
Su lengua paso por mi cuello, mi mandíbula, y apretaba mis caderas hasta que escuche como dejaba escapar un gran gemido y algo llenando mi interior haciéndome caer hacia atrás y gemir igual que el, aunque no tan fuerte.
Después de eso el señor Abel me hizo que volviera a la otra posición y condujimos a casa, sin ponernos nuestra ropa y como una de sus manos seguía acariciando mi pechos causando escalofríos. Al entrar el caraje y que el portón se cerrará me hizo que me sacará el vestido y me cargó a la mesa, está vez desnudos ambos, notando cómo su verga ha vuelto a levantarse, con algunas manchas de mi virginidad sacada.
— bebé, chupame la verga ¿Si?
Su verga se hizo larga, su voz se volvió ronca, me miraba con súplica y no pude negarme, este hombre maduro me había hecho cambiar de decisión y saber que ellos también podían tener lo suyo, después de todo era mi primer hombre en mi corta vida. Comencé a lamer la punta, con ignorancia y después pasar la lengua por el falo hasta llegar a la gran manta de pelo. Un sabor extraño pero rico me motivo a mover mis manos hasta aquellas bolsas y masajear, pero el señor Abel me agarró del pelo para llevar mi boca a la punta y me dijo que lo meta sin raspar con mis dientes.
El señor Abel era brusco, metía haciendo que me hiciera arcada mientas trataba de respirar, pero su respiración y sus gemidos no se detenidas causando muchos sentimientos.
— Mmh… Que rico Mmh… Que rico que lo haces putita, serás bien putita Mmh…
Entonces su verga salió de mis labios y un líquido golpeó mi cara bajando hacia mi pecho. Pero el señor Abel no se conformo me levantó y me acostó en la mesa para darme una recompensa, metió su cabeza entre mis piernas y su lengua se movió en mi vaginita haciéndome alucinar, era algo que era imposible explicar, se sentía mejor que masturbarse. Moviéndose al mismo ritmo sentía que iba a desmayarme, se sentía increíble hasta que me orine pero el no dejo de lamer hasta que las convulsiones y el líquido dejó de salir. Entonces el señor Abel se relajo mientras sacaba su cabeza y me miraba.
— Esto recién comienza, mi pequeña Maya. Aún nos queda muchas horas por pasar juntos.
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Estás son fantasias que tuve con distintas personas en mi vida. Algunas fueron realidades, las otras solo imaginación. Encontré esta página gracias al destino y quiero trasmitir todo lo que tuve desde pequeña por mi mente. Gracias por leer.
Buena, espero no tardes en seguir comentando más.
¡Ay, qué me pasó! Recordé que mi tío me trajo así en su automóvil. ¿Por qué se me había olvidado? Sólo recuerdo que me bajó los calzones y él los pantalones, pero no me lo metió. Lo bueno es que él aún vive. Voy a tratar de averiguar bien…
Deberías de intentar escribir tu experiencia, que me prendió de solo imaginarlo.
Rico leer tus fantasía y que las lleves acabo aquí y las compartas.
Qué buen manejo de la prosa. No es exagerado como otros con sus riatas de 20cm jajaja. Espero tus siguientes relatos. Deberías recalrcar cuál es real y cuál es solo fantasía. Me encantó y me la jalé con tu historia