El Taxista
Enrique volvió a la realidad, tapó con una mano su erección y se agachó a rebuscar en el cajón sin perder de vista la entre pierna de Laura.
Ahora si tenía una perspectiva perfecta de sus nalgas redondas y paradas que se separaban como dos montañas en los que se escondía el canon del sexo de la chica.
¡Ay! En esta posición me ha dado un tirón en la nalga. Sin detenerse a pensarlo, recogió una pierna y así quedaron parcialmente expuesto sus labios gruesos coronados por una hilera de pelos ensortijados que rodeaba la grieta.
Quieres que te dé un masaje, mis pacientes de fisioterapia dicen que soy muy efectivo.
¿Eres fisioterapista también? ¡No sabía!
El Taxista
¡Lléveme a la calle 53 con cuarta por favor!
Estoy muy cansado, avíseme cuando estemos cerca si me quedo dormido.
Enrique se sentó tras el conductor que había solicitado por Uber, Alan, un hombre delgado que tenía acondicionado su auto con todos los artilugios modernos, sonido de multi-parlantes en donde se dejaba escuchar música de jazz, vidrios polarizados que impedían que los conductores de otros autos curiosearan el interior, y un vidrio grueso que separaba la cabina del conductor de la de los pasajeros.
¡Es por seguridad! Esta ciudad es peligrosa de noche.
Aseguró el conductor.
Si necesita algo oprima el interno, le aviso cuando estemos cerca.
A esta hora con los trancones desde aquí puede ser una hora larga.
¿Está bien la temperatura? Si quiere puede ver el noticiero de las 7 o puede escoger un video.
Enrique se repantigó y se detuvo a recrear los momentos que un poco antes había pasado con Laura su compañera en la oficina.
Laura era su compañera desde unos meses atrás por quien desde el inicio había sentido atracción.
Lo único es que era felizmente casada y a pesar de su constante coqueteo parecía que solo era por mantener atentos a los varones de la oficina pues no dejaba de dejar pasar un momento sin comentar lo bueno que era su Juan en la cama.
Laura acostumbraba a usar una falda amplia que se ajustaba a sus caderas y que cuando se empinaba sobre la mesa revisando planos dejaba entrever sus piernas largas que terminaban en unas nalgas poderosas.
Trabajaban en equipo desde hacía varios meses y bien: al grano, sin tours de personalidad y en un ambiente de cordialidad.
¿Enrique qué opinas del corte de esta sección?
Tras un silencio, Laura volvió la cabeza y se dio cuenta que Enrique le miraba ensimismado las piernas entreabiertas.
Cerró las piernas un momento, pero luego se inclinó hacia adelante y al empinarse las abrió un poco más.
Por la cara de Enrique se dio cuenta que había hecho bien en ponerse ese día los pantis trasparentes que dejaban ver la silueta abultada de su boca vertical rodeada de bellos castaños.
Enrique se sobaba discretamente entre las piernas y seguía callado
¿Enrique, me puedes ayudar con esta sección? Y diciendo esto, se empino sobre la mesa de dibujo y abrió las piernas e hizo como si quisiera anotar algo.
Pásame la calculadora y la regla, están en el cajón de abajo de mi escritorio.
Enrique volvió a la realidad, tapó con una mano su erección y se agachó a rebuscar en el cajón sin perder de vista la entre pierna de Laura
Ahora si tenía una perspectiva perfecta de sus nalgas redondas y paradas que se separaban como dos montañas en los que se escondía el canon del sexo de la chica.
¡Ay! En esta posición me ha dado un tirón en la nalga.
Sin detenerse a pensarlo, recogió una pierna y así quedaron parcialmente expuesto sus labios gruesos coronados por una hilera de pelos ensortijados que rodeaba la grieta.
Quieres que te dé un masaje, mis pacientes de fisioterapia dicen que soy muy efectivo.
¿Eres fisioterapista también? ¡No sabía!
Bueno en realidad soy Kinesiólogo aficionado, y ayudo a los de mi equipo de deportes.
Tengo unas técnicas que te pueden ayudar contener el dolor.
Muéstrame como
Enrique se puso en pie, sin intentar ocultar la carpa que se levantaba en el frente de su pantalón.
¿Y eso es por mí?
Enrique se sonrió estúpidamente, y mientras levantaba la falda de Laura la carpa se alzó aún más.
Tomo los bordes de las pantaletas y los remango a lo largo de las nalgas diciendo
¡Creo que es mejor sin estos!
La chica alzó la grupa para facilitar la tarea y se abrió a los ojos de Enrique una boca vertical que se burlaba al sacarle una pequeña lengua y el hermoso ciclope ciego que le guiñaba su único ojo.
¿Estoy bien así?
Si muy bien, túmbate relajada.
Enrique saco de su escritorio un escritorio un aceite que facilitaría el masaje de las piernas y tomando un poco empezó a masajear de arriba a abajo a lo largo de las piernas y cuando llego a las nalgas las amaso abriendo y cerrándolas y poniendo el antebrazo en la raja que las separaba.
Después con sus dedos aceitados se concentró en el ano de Laura y en los labios de su vagina.
Laura abría y cerraba las piernas tratando de controlar la situación, pero de manera involuntaria alzaba la grupa y su ano y vagina al encuentro de los dedos.
Enrique no se contuvo más y clavó su nariz en él, las paredes de las nalgas rodearon sus mejillas y su lengua salió al encuentro de la de ella.
Primero sintió un suave olor a sudor y a sexo sin lavar que le forzó a lengüetear el ano para limpiarlo y tras ello, regreso a la abertura de su sexo.
Laura balanceaba las caderas tratando de darle más espacio a la lengua juguetona del compañero; hacía mucho tiempo que alguien le dedicaba tiempo a darle gusto a su agujerito trasero.
Por temor a asustar a Enrique y que pensará que ella se lo ofrecía a todos sus amigos, contuvo el aliento todo lo más que pudo.
Su marido amaba su raja y parecía que nunca tenía suficiente de ella, pero a su culo casi no le dedicaba tiempo.
Finalmente, no pudo más:
Ay no, ¿qué me pasa? ¡Me estoy viniendo!
¿Tan rápido? Murmuro Enrique entre sus nalgas.
Y echando la mano hacia atrás agarró a Enrique del cuello y lo empujo con fuerza hacia el hoyo negro de ese universo que en ese momento se expandía y contraía en convulsiones que a Enrique le recordó la forma como describía Segan el Big Bang.
Tras ese primer orgasmo, Laura se relajó y permitió que Enrique sin aliento retirará la cara.
Una película mezcla de saliva, los humores de la chica y sudor cubrían la cara feliz del chico.
Los recuerdos hicieron que una carpa creciera entre sus piernas cuyo mástil Enrique sin recordarse en donde estaba empezó a masajear.
Con una rápida mirada verifico si desde el ángulo del retrovisor lo podían ver y cuando creyó que no era así, abrió la cremallera de su pantalón y toco su verga sobre los calzoncillos.
Alan no necesitaba el retrovisor, la pequeña cámara de seguridad registraba un video de cada pasajero, y ahora mostraba los manoseos de Enrique sobre su verga.
Cuantos había visto.
De maduros y de adolescentes, hombres y mujeres, todos grabados y los mejores conservados en un archivo en su computador.
La verga madura de Alan se endureció, no era muy larga, más bien corta pero cabezona adornada de un par de bolas grandes que siempre estaban llenas.
Enrique entretanto rememoraba como Laura se había dado vuelta y montado sobre el acomodo su dura verga en la entrada de su vagina y bajando lentamente sobre ella exclamaba:
¡Ay que larga!
Y cuando desapareció dentro de ella
¡Mira me la trague toda!
Enrique sintió el calor de la vagina en su verga y no se movió, dejo que la chica manejará la situación asintiendo sin musitar palabra.
¿Quieres ver cómo la meto de nuevo?
Y de un golpe de cadera la saco.
Enrique sintió el frío y que su verga había abandonado esa cueva tibia y con la mano trato de colocarla en la abertura.
¡No! ¡No la toque!
Laura con sonrisa pícara se concentró en buscar con su agujero la punta del apéndice y cuando lo enganchó, de un golpe de cadera magistral ensarto la cabeza y luego lo empujo violentamente hasta que lo sintió tocando su cérvix.
¡Ay que rico!
Y de allí fue un cabalgar cada vez más acelerado en que lo único que se oía era el chocar de las pelvis, el chirrido de los muelles de la silla en donde Enrique estaba sentado y el gemir de la pareja.
Enrique deslizó su dedo medio entre las nalgas buscando el hoyo trasero de la chica y cuando Laura lo sintió fue como un choque eléctrico.
Sus caderas se detuvieron un momento, con cara sorprendida negó con la cabeza, pero sus ojos se pusieron en blanco empezando unas convulsiones en todo el cuerpo, sus caderas se movían sin control de arriba hacia abajo y solo atinó a decir:
¡Me vengo! ¡Por favor no te vengas dentro!
Enrique hizo de tripas corazón y contuvo sin saber cómo su orgasmo hasta que la chica dejo de moverse y cuando se detuvo lo saco y con la mano lo guio al otro agujero donde con un par de estocadas se vino entre sollozos a grandes chorros en medio de las nalgas de Laura y sintió como los goterones recurrían entres sus bolas.
Enrique sonreía atontado masajeando la cabeza de su verga mientras que Alan que había observado todo manejaba lentamente para no perder detalle y no tener un accidente.
Gracias a sus amplios pantalones saco sin dificultad su verga corta por la abertura de botones de su pantalón y como no usaba calzoncillos esta quedo a la mano inmediatamente de manera que con una mano sostenía el volante con la izquierda rodeaba el bastón de su pene y lo masajeaba al ritmo de vals.
¿Disculpe señor ya vamos a llegar quiere que me pare en un sitio seguro para que pueda venirse tranquilo?
Enrique se sobresaltó, pero siguió batiendo su verga que por lo despatarrado en el asiento ahora estaba a la vista de Alan.
Ay disculpe es que estoy reviviendo la cogida que le di a una compañera en la oficina.
Por mí no se haga problema, siga jalándosela, pero no manche el asiento.
Hay unas toallas higiénicas en el respaldar de mi asiento.
¿Necesita ayuda? Si quiere le ayudo, pásese adelante.
Enrique atontado por el deseo aprovechando la oscuridad paso al asiento de adelante y para que no lo vieran recostó la cabeza en las piernas de Alan y de esa manera sintió la esencia de la verga del chófer y supo que la tenía cerca.
Mientras estaba de cabeza sintió que el chófer lo ayudaba hábilmente apoyando la mano sobre el culo y un par de dedos se habían escabullido entre las nalgas y empujaban hacia el para poder cerrar la puerta.
Enrique solo les había permitido esa libertad a sus parejas femeninas, pero a estas alturas del juego no le pareció mal, así que se acercó al conductor, sintió que la cabeza de la verga le daba entre los labios y sin pensarlo más, saco la lengua y la lengüeteo para finalmente, metérselo en la boca y darle un fuerte chupón.
Alan empujo la cabeza de Enrique contra su verga y casi sin aliento pregunto:
¿Hay algún sitio tranquilo y seguro cerca?
Enrique soltó la verga que en ese momento ocupaba su atención
Hay un parque en la quinta con 60 allí podemos conversar y contarle lo que paso.
Enrique se sentó de medio lado asomado por la ventana para darle direcciones y de esta manera, el culo y sus nalgas quedaron expuestos al manoseo de Alan.
Aquí a la izquierda y la próxima esquina a la izquierda otra vez, y sigue el sendero.
Ahí encontrarás otros autos con parejas y grupos buscando intimidad.
El primer auto no tenía vidrios polarizados, una joven abierta de piernas tenía una cabeza entre las piernas y nos miró con ojos vidriosos cuando pasamos a su lado, trato de incorporarse, halar del cabello a ese monstruo al que estaba daba dando luz, pero no pudo y se resignó a sonreír y hacer adiós con los dedos.
Se detuvieron al lado de un auto blanco del que emergió una chica maciza quien se subió la falda, y agachó para dejar escapar un chorro abundante de orines que por el frío de la noche levantaban vapor al golpear el suelo y salpicaban las nalgas de la joven.
Un culo blanco y redondo que escondían una raya morena y lampiña y una tetas pequeñas de pezones negros que con la luz momentánea de los halógenos del auto parecía una aparición celestial.
Cuéntame que paso.
Enrique se recostó en las piernas de Alan y dejo que este le sobará la verga flácida que abultaba los calzoncillos y por cuya bota metió Alan la mano hasta tocar suavemente debajo de los huevos del muchacho.
La verga de Alan aún sobresalía de su bragueta y Enrique al sentirla golpeando sus labios los entreabrió para que su lengua saboreara los líquidos salados que se escapaban por la boquita del cabezón glande.
Nunca he hecho esto dijo Enrique sacando la verga dura de su boca
Yo sí y sin más, Alan se abrió los pantalones y bajo y se encaramo sobre la verga erguida de Enrique y se dejó caer lentamente
Mira me la estoy tragando
Era la tercera vez que en unas pocas horas la verga de Enrique había penetrado un orificio, los dos de Laura y ahora el de este desconocido
No sé cómo te llamas
Ah Ah soy Alain dijo este a medida que la barra entraba en su culo.
¡Ya está adentro!
Al oír esto, Enrique no podía discernir si la sensación en la verga era diferente.
Ciertamente, Laura era más linda con dos grandes tetones de rosados pezones que se balanceaban frente a él, dos nalgas gigantes cuya piel era suave al tacto y un delicioso olor a perfume.
La piel del lampiño Alan era suave pero sus nalgas eran más pequeñas, el pecho era plano y un olor a sudor se desprendía de su cuerpo.
La sensación en el pene sin embargo era la misma.
¡Que interesante! Exclamo Enrique.
¡Interesante es esto!
Alan empezó una rotación como lavadora de ropa dos a la derecha y dos a la izquierda con media verga metida en el culo y luego dos metidas y sacadas rápidas hasta los huevos.
Enrique no lo podía creer y para guiar los movimientos agarró la verga corta de Alan y la manejaba como un joystick cuyos botones eran las bolas cargadas del taxista las manipulaba como bolas chinas.
En esto estaban cuando la chica del auto pudo dar a luz la cabeza de un joven a la que ella llamo la atención sobre lo que pasaba en el auto de al lado.
Apuntando la linterna de reglamento del auto de policía a la acción, los dos agentes Jorge y María se dedicaron a observar y animar a los del taxi mientras se pajeaba mutuamente.
Dale arriba y abajo y rotación de derecha a izquierda
La chica halaba la verga de su compañero, un tubo moreno coronando con prepucio que al deslizar hacia abajo dejaba ver un cabezón rosado oscuro y mientras él le daba un masaje de clítoris a su raja sin pelos.
Después sin darle tiempo a reaccionar, se lo comió hasta la raíz y con la lengua le daba vueltas a la cabeza.
Las caras y gestos de los hombres indicaban que el clímax estaba cerca y al notarlo la chica acelero la velocidad y presión en la verga de su compañero y el al sentirlo manipuló la abertura de la chica de modo más intenso.
¡Ya, ya me vengo! Gritaron todos al unisonó.
Chorros de semen saltaron por los aires y una catarata empezó a bajar entre las nalgas de la chica.
Incluyendo la chica que después de orinar se había quedado al lado de la ventana del auto tocando un pizzicato.
Al terminar todo volvió a la calma.
María apago la lámpara mientras se recomponían la ropa.
¡Papeles señores!
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