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Fantasías / Parodias, Heterosexual

EL VECINO 1

Para nosotras, las mujeres solitarias y deseamos lo contrario..
Mi nombre es María, ya tengo mis 45 años, separada hace mucho y con un precioso hijo que ya se realizó como médico. Ahora está haciendo su SECIGRA en medicina en la selva y no regresara en un año para obtener su colegiatura. Un día, llamo y dijo que le ofrecieron plaza para medico en el hospital de Moyobamba. Hasta allí, flores. Había cumplido como madre. Pero con los días, semanas y meses empecé a tener el corazón vacío como mi casa. Bueno, casa amoblada hay, pero el calor familiar de sentirme útil, el que alguien me dijera bien hecho, gracias, te amo; no, ya no había. Pronto me sentí como otro objeto más dentro del depa’. No tenía con quien compartir una comida, ni por quien sonreír o cuidar la casa. Hasta que caí en una depresión y peor, cuando oía los chismes de las vecinas. Y sus tropelías con sus familiares en casa. Quería al menos uno de sus hijos o su esposo para sentirme útil con alguien que me valorara. Ya ni siquiera comía mucho. Baje de peso al final. Utilidad, si bueno podría empezar a trabajar, decía mi vecina, pero yo ya estaba trabajando. Y cuando regreso solo veo una casa vacía. Lo bueno es que podía pajearme sin miedo que mi hijo me oyese. Si, tenía miedo, a que se entere como su madre necesitaba un hombre entre sus piernas. Me suena vulgar si meto a mi hijo en estas líneas que escribo. Pero si, me siento sola, abandonada, sin utilidad, vacía por dentro. ¡Y si, está bien! Estaba angustiada por sexo, ya no me hacía efecto mis pajas ni mirando la porno de la internet. Quería sentir alguien dentro de mí. Y que me dijera lo hermosa que soy, que me hiciera cumplidos por la comida y que hermosa casa aseada tenia al volver de su trabajo.

Un día mientras regresaba del mercado de en frente. Vi un señor que paseaba su perro en la misma acera a la vez que recogía botellas plásticas. No lo conocía ni presentado. Solo por los chismes, supe que era un viudo del condominio. Yo nunca lo había visto antes o si lo vi lo tomé por un necesitado. Y según las vecinas no sale mucho excepto para comprar en el mercado y pasear al perro.

—Buenas —me saludo sobresaltándome un poco y sacándome de mis pensamientos—¿podría regalarme su botella? —pregunto, dándole la botella que llevaba paseando en mi mano. Ni me había dado cuenta de la botella vacía. —Gracias —agradeció, retirándose con el perro.

El hombre es alto, moreno con pocas canas, bien parecido, me llevaba una palma más de mi altura de tés trigueña. Pero su ropa, no estaba rota ni hecha mugre, solo necesitaba una ligera lavada. Así que volví por mi camino girando la mirada hacia él, pero ya se había ido. Me tarde mucho en mis pensamientos, creo.

Ya, enfrente de mi puerta. No sabía si entrar o no. El solo tratar de buscar la llave me sonaba a cansancio. Como… digo, como puedo hacer lo mismo sabiendo lo que encontrare queriendo que sea distinto. Digo, se lo que encontrare al abrir mi puerta, un depa  sin nadie que me reciba, pero aun así, entro como si alguien me recibiría. Empuje la puerta y no veía nada, a pesar que todo estaba en su lugar, pero lo sentía igual de vacía. Quería llorar así que ingresé y cerré la puerta. Llamar a mi hijo para llorar no era una opción, él tenía su camino. Yo sería un peso a sus aspiraciones y como toda madre no le haría eso. Y como todas las madres, siempre tratamos de enseñarles el triunfar en la vida. Llamarlo sería negar lo que le había inculcado. No soy una abuelita, aun puedo correr, saltar, bailar, trabajar, pero…

Al día siguiente, pararme, bañarme, vestirme, un café y al trabajo. Ni siquiera cene anoche y no recuerdo si almorcé ayer. No me digan que vaya al hospital, porque no me gustan esos lugares. Siempre me cure sola. Conozco mi cuerpo y sus achaques. Gracias a Dios no se me cruzaron. Lo máximo que me hizo ir fue una neumonía que estaba formándose. Soy fuerte como un toro, versión femenina. De regreso a mi depa’ después del trabajo, me volví a encontrar con esa persona. Estaba igual de vestido como ayer. Ahora que lo veo, me pregunto si está en las mismas que yo. Con ese abrigo parece más fornido. Miraba por todas partes buscando botellas tiradas. ¿Cómo vive?, no creo que reciclando botellas le deje para vivir bien, pensé mientras el cruzaba la calle.

Estando en el trabajo, fue el día de una mis amigas. Y todas fuimos a un café donde le cantamos su cumple. Y de allí nos invitó a seguirla en su casa. Cuando llegamos los familiares de ella empezaron con los saludos y me dio el ataque de lo sola que estaba en tanto veía la miel que se desbordaba en esa casa. Me senté apartada del grupo. Hasta que mi amiga Gladys me abordo algo tomada.

—María —llamo con su vaso de licor en su mano y otra que me trajo —Porque no te unes? Deberías conseguir un enamorado para que te alegre.

—Ya tuve suficiente —le dije tomando un sorbo del vaso que me trajo.

—¿suficiente de qué? —insistió Gladys —no tienes marido. Consíguete otro, aunque sea un amigo con derechos.

—Si mamita —afirmo otra media pasada, Meche —tengo una vecina de la cuadra que tiene uno, así como dice Gladys.

—Oye meche, ¿y cómo les va? —pregunto curiosa Gladys por esa relación.

—Bueno, ya van años. Según dicen fue un ex de la tía. Se encontraron y siguen ahora juntitos. Jajaja —contesto Meche, riéndose las amigas del chisme. Pero a mí me estaba hormigueando el tema.

—Como, ¿ya viven juntos? —pregunte tomando otro sorbo de la cerveza.

—Pues claro que no, se ven a escondidas en un punto y salen pa’ otro lugar. La tía tiene sus hijos. No va hacer sus cochinadas enfrente de ellos, ¿No? —explico Meche, borracha con una mueca de desaprobación —es una buena solución para ti María. No hay obligaciones con él, solo se juntan para pasarla bien, como los días de San Valentín, navidades, fin de año y cumpleaños de ambos.

—Buena solución para mujeres de edad solas —sentencio Gladys con tremenda sonrisa en la cara. Yo, soy de la selva y no hay nadie que se acerque a lo mencionado por Meche. Y no voy estar quitando maridos a las vecinas que conozco. Y que recuerde alguno, todos están panzones. Y ese ex, es un desconocido en ese barrio excepto para la tía mencionada en la relación. Pensando bien, no tengo a nadie de confianza para tal aventura. No, no hay nadie en mi mente. Tal vez…

Gracias a un taxi llegue a casa. Me tiré a la cama ebria, y bien sedada me dormí. Menos mal que no tenía que trabajar mañana. Esa noche todo medio vuelta entorno a lo conversado con las ebrias del trabajo en mi sueño. No se cómo llegue a tener como personaje al vago del vecindario y una rosa que florecía. Sentía que la rosa era yo. Cuando desperté eso era todo lo que pude recuperar de lo soñado. No recuerdo ni la introducción de la escena, ni el ambiente que nos rodeaba, ni si hablamos. Debería consultar con una bruja para que me lo explique, pero ándale que no creo en esas cosas. Mas lo veo como una sugestión metida por mis amigas en mi cabeza borracha.

Los días siguieron y la rutina era la misma, solo que en mi mente daba vueltas mi sueño. No se iba ese sueño de mi cabeza. Y comenzaba a imaginarme al vecino y recordar detalles de él. Poco a poco el vago comenzó a cambiar en algo mucho mejor. Como el cuento de hadas del Sapo y la princesa. Con un beso se convierte en un príncipe.

—¡Jajaja! —me salió una riza furtiva, sentada en el bus que me regresaba a mi depa´. Y seguí el viaje con una sonrisa en mis labios.

Algunas veces nos cruzábamos en el camino. Y esas veces me grababa su estampa en mi memoria para seguir analizándolo al llegar a mi depa´. Se convirtió en mi entretenimiento o afición mezclándolo con mi sueño. Hasta que moje mi panty. Ya no lo vi como el patito feo. Ahora llegue hasta masturbarme con él en mi cabeza, en mi vagina y culo. Si, lo imaginaba como personaje principal en mis masturbaciones. Que me penetraba, me lamia y en diferentes ambientes.

Así que…, ¿Cómo empiezo?

—Buenas tardes —salude, deteniéndose enfrente mío. Pronto dirigió su mirada algo sorprendido, supongo por lo intempestiva que lo salude.

—¡Ah buenas! — devolvió el saludo —¿como esta?

—Bien, veo que junta botellas —le dije mirando su bolsa —yo tengo en mi casa una cuantas ¿no quisiera recogerlas cuando tenga tiempo?

—¡Claro! —confirmo moviendo su cabeza con una sonrisa en sus labios.

—mi departamento está en la torre 8 departamento 502 —le indique con mi dedo dentro del condominio

—¡Ah!, vaya, somos vecinos entonces —dijo sorprendido mientras que mi corazón parecía resucitar por lo que estaba por emprender.

—¿Podría venir mañana a las nueve de la noche? —le pregunte, a la vez que sentía que estaba yendo muy rápido, como forzando la relación.

—No hay problema, pero ¿sirve su interfono? —pregunto.

—Sí, …funciona. Yo le abro —respondí nerviosa, creo —No se preocupe estaré pendiente a las nueve —trate de quitar todo problema y me despedí. —¡Gracias vecino!

Me quede lela aun caminando hacia la entrada al condominio. Me sentí como una adolescente en su primera cita, esta vez con un desconocido. La emoción inundaba mi mente. Dios, me reí, y apuré mi paso. Al llegar me puse a buscar botellas por el depa’, arregle y limpie alegre esta vez.

Al día siguiente cargaba con todas las botellas vacías del trabajo, y las junté con las pocas que reuní ayer en casa. Prepare una crema instantánea de sobre con papas y fideos por si acaso. A todos los hombres se les llega por el estómago, ¿no dicen eso? Después me fui a bañar. Y me enjabone la cara mis senos, abdomen, culo y piernas hasta que llegue a mi panocha. Estaba tan tupida como una selva virgen. Así que la desforeste hasta el último árbol y arbusto que tuviera allá abajo y para que los de Greepeace no se quejen, deje un botoncito arriba de mi raja. Me quedo mono. Ahora la tenía tersa como traserito de bebe. Y vi los bordes de mis labios vaginales asomar por mi rayita. No podía creer que me comportara como una colegiala. Me reí de gusto por el suspenso. Traté de buscar mi ropa interior, pero me di cuenta que no tenía nada sugerente en mi cajón. Solo me quedaba ponerme un buzo sin nada adentro puesto. Di una revisada y esperé.

¿Porque me comporto así?. Ya soy una mujer madura que trabaja, un hijo profesional, con un depa’, 45 años y sola, … muy sola, necesitada. Ya les dije el royo antes.

Ding dong, sonó el timbre que acelero mi corazón. Nerviosa me pare del sofá. Me acerque al interfono y pregunte.

—Sí, ¿quién es?  —pregunte algo acelerada

—Buenas, soy el vecino con quien coordino para recoger unas botellas vacías. —dijo el hombre

—¡Oh sí!, suba por favor —apretando el botón de acceso para que se abriera la reja del primer piso de la torre. Cerca de un minuto toco la puerta y abrí.

—buenas noches Señora —me saludo inclinando un poco la cabeza.

—Pasé por favor —le pedí, ingresando hasta la sala trayendo de la cocina una bolsa con envases vacíos.

—¡Oh!, gracias —agradeció el hombre mientras le daba la bolsa.

—Tengo una sopa de crema que hice hace poco —inicie mi plan, aun temerosa que me diera una negativa, pero el solo miro a donde indicaba.

—Bueno, gracias. —dejando la bolsa a un lado —hace mucho que no pruebo una crema. —comento sonriendo.

—Por favor siéntese ya se lo traigo —le pedí, yendo a la cocina contenta de que aceptara la invitación. Puse los pisos sobre la mesa y traje los platos de crema. Humeaban los platos, dándome la oportunidad de conversar un rato —Por la prisa del momento, no pude presentarme. Mi nombre es María Celis.

—Mucho gusto señora Celis —dijo ante la presentación con una sonrisa —el mío es Andrés Barrios y vivo en la torre 1 departamento 502.

—Dios, tenemos el mismo número de departamento —dije asombrada por la coincidencia en los números de nuestros departamentos, que prácticamente me pareció la intervención de Dios. Una señal que con este hombre pudiera llenar ese vacío a estas alturas de mi vida. “Por favor”, pensé para mis adentros.

—Huele deliciosa su crema Señora. —me alago, dándole vuelta con la cuchara a la crema. —Desde cuando vive en el condominio? —me pregunto mirándome con rostro sonriente.

—Tres años —respondí, tocando mi cuchara para tantear la temperatura de la crema. —vine a Lima con mi hijo desde Moyobamba después de mi divorcio. Antes vivíamos por Surco y nos pasamos aquí. ¿Y Ud?.

—Pues, creo hace 6 o 9 años. —me conto cerrando sus ojos como tratando de buscar algo casi olvidado —vine desde Moyobamba también. Como dicen, la educación universitaria esta en Lima. —me quede por poco con la boca abierta por la repetida coincidencia. —antes trabajaba en la selva como vendedor hasta administrador de una sucursal en Nueva Cajamarca.

—¿De qué era la empresa? —Le pregunte curiosa por saber si existía tanta coincidencia.

—La empresa era motos Honda, Selva RBJ que estaba por la entrada de Moyobamba—sonrió al decirlo, pareció que la paso bien donde trabajaba. —pero ya cerro, tenía sucursales en Tarapoto, Moyobamba, Nueva Cajamarca y Chachapoyas. Me gustaba trabajar allí. El ambiente siempre cambiante, no era estar encerrado en 4 paredes. Aun siendo administrador tenía que hacer trabajo de campo.

—¿Y cuántos hijos tiene? —le hice una pregunta picante que por lo general en mis tiempos rehuían en contestar.

—Tengo dos a punto de terminar —me respondió con dejo de orgullo —cuando terminen ya le abre cumplido a mi esposa. —agrego con tono quedado, contemplativo, de tristeza y de fallo. Ya ni de preguntar por su esposa, si ya lo sabía. Pero así me llego al corazón de recordar la promesa a ella. Mostrándome que es un hombre responsable. Tome unos sorbos de mi menjunje y le iba a preguntar por la sopa, pero se adelantó.

—¿Y su hijo? —pregunto, sacando una sonrisa de orgullo por mi brote.

—Bien, ya termino lo académico y está pasando por su SECIGRA en salud —conteste alegre, contándole sobre mi hijo como si fuera una fan. Andrés me oyó con paciencia dejándome descargar toda mi historia sobre mi hijo querido. Vi que este hombre ponía atención en mi relato y en lo que me atormentaba.

¿Porque me siento bien contándole mi historia a esta persona?, ¿es acaso que me siento identificada con él por las repetidas coincidencias en nuestras vidas?. Si, somos dos personas solitarias sin pareja con amor y esperanzas puestas en nuestros hijos, pero con ganas de ver una luz en esta soledad. Le conté como me sentía, como la llama de una vela que esta por apagarse. De pronto apoyo su mano encima de la mía en consolación por lo que le rebele. Pero lo que no me di cuenta era que estaba llorando. Si, tenía mis ojos humedecidos ¿Acaso estoy mucho más destrozada por dentro que saque mi alma y corazón frente a un extraño que recién trataba de conocerlo?.

Pues sí, estaba a cántaro roto, llorando como si hubiera roto una presa en mi interior. Con miedo, inservible.

—No estás sola —me dijo parándome y abrazarme. Me parecía que me faltaba el aire para seguir llorando. ¿Es que estaba tan estresada? —relájate y respira profundo, bota despacio. Solo, cálmate ya pasara. La vida es así, lo bueno es que los hijos no nos olvidaran. Algo bueno nos vendrá.

Y así fue, ya me estaba recuperando, pero no de la vergüenza. Creo que fui muy apurada en las cosas.

—voy a llamar a la ambulancia —dijo, pero me negué. No quería ese coro de chismosas hablando sobre nosotros. Me ayudo a llegar a mi dormitorio y me acostó.

—Siento mucho lo ocurrido —le dije acongojada por lo sucedido. —no sabía que tuviera este problema tan grande.

—No se preocupe —me consoló palmeándome la mano —yo también lo tuve. Son cosas reprimidas dentro que buscan su momento en salir. Son cosas que ningún masajista te lo quitara sino lo hablas. Como en este caso. Necesitas un masajista mental y no hay como tú para abrirte. Así que bótalo todo, te oiré.

Y, con miedo seguí relatando. En algunas partes nos reíamos y empezábamos a bromear sobre nuestras historias. Ambos estamos muy comprometidos con el futuro de nuestros hijos, aunque él no temía cuando se fueran yo le expresé mi tristeza ante ese horizonte que ya empezaba a caminar. Hasta que vio la hora en su celular e imagine que llego el final. Así que le pedí que se quedara conmigo. Mire sus ojos como de alma a alma.

—¿Cómo me veras mañana? —pregunto pasando su dedo por la línea del destino de mi mano. —No sé si te importara lo que digan de ti, pero a mí no. Para ellos seremos como la bella y la bestia o algo parecido. Ya estoy acostumbrado, pero tú eres una dama —Uy me estaba mojando por esas palabras que expresaban preocupación por mi reputación.

—No me importa! —le dije intempestivamente aprisionando su dedo que paseaba por mi mano. —estoy sola. Armemos un teatro, déjamelo a mí. —dije emocionada por la sensación de la aventura de montar una escena para seguir la relación que recién había plantado —si estas preocupado por mi honor, claro —le agregue mirándole a los ojos esperando su complicidad en el asunto.

—La dama y el vagamundo —dijo el nombre de una película riéndose por nuestro caso. —veamos hasta donde llegamos. —y medio un besito de piquito y siguió al confirmar mi aceptación con uno como Dios manda. Sentí su lengua juagar con la mía propiciándome un sentimiento olvidado que respiré melancólica.

Dios mío. Me sentí poseída por su toque y sus besos. Otra vez sentí ser querida, cuidada, protegida. Bese su cuello y ayude a abandonar su casaca, como si le quitara la armadura de mi caballero protector que me llevara de regreso a esos recuerdos olvidados. Me estaba excitando de tal forma que no había comparación con algo pasado y que ya había olvidado. Desabroche su cinturón mientras nos besábamos a ciegas, y me sentía como si fuera mi primera vez con un hombre. Andrés me levanto el sueter descubriendo mis senos que toco antes de devorar uno de mis pezones erectos. Mi cuerpo se contraía por cada toque de sus manos sobre mi piel. Finalmente quedamos desnudos, el parado a lado de la cama y yo sobre la cama en cuclillas exponiendo mi desnudes ante sus devoradores ojos. Espero gustarle ante sus aguileños ojos que volaban por mi cuerpo, por favor dime algo que soy digna, deseada…

—tiempo que no veo una buena hembra ante mis ojos —me dijo interrumpiendo mis pensamientos de inquietud por su aprobación levantando mi vista a su rostro. Así que acaricie su vientre hasta llegar a su falo que reacciono palpitante a mi toque mientras seguía mirándolo —¿llene tus expectativas? —me pregunto alegre por el ritual que le hice con mis manos. Ambos nos reímos por nuestras mutuas inquietudes corporales.

Ingreso a la cama a mi lado y me abalance sobre el besándole mientras mis pezones se frotaban contra su pecho incrementando mi pasión sobre ese vago. Andrés aprovecho y tomo mis glúteos apretándolos hasta llenar sus manos, aireando mi ano y vagina mucho tiempo encerrados. Dios si, que rico es sentir sus manos de panadero amasar mi trasero abriendo un canal clausurado por la rutina. Estaba tan, tan desconocida que le besaba la frente ojos mejillas boca y mordía con mis labios su lóbulo. Y entrelace mis dedos entre sus cabellos por un rato. Quería hacerlo sentir dichoso, quería sentirme deseada. “Ayúdame señor”, pedí un deseo al de arriba.

Estando el recostado y apoyado en el cabezal de mi cama, monte sobre su pene circuncidado y lo humedecía con mis flujos que ya me goteaban. Empecé balanceando lento mis caderas cerrando mis ojos para concentrarme en mis movimientos. Esto lo vi en la porno de internet, creo que la llaman paja árabe. Andrés observaba como mi raja mojaba su miembro arrojando sonidos húmedos a sus oíos. Comencé a jadear y aumenté mis vaivenes. Exhalé, gemí lamiendo esa verga con mis labios vaginales. Me estaba acercando, ¡si!, mas, mas, mas.

—¡Oooh Ah aah aaah aaaah, Dios! Me corrí Aaaaah —Jadié, me faltaba el aire, pero seguí masajeando el objeto de mi placer bajo mío. Quería repetir esas sensaciones casi olvidadas. Me apoyé sobre la cama besando su pecho y seguí moviendo mis caderas. Andrés me apoyaba pellizcando mis pezones cuando los tenía a su alcance. Yo ya seguía gimiendo tratando de no descarrilarme del placer frotando nuestros genitales. Gemí como loca y caí sobre mi pareja de cópula exhausta.

—Ahora déjame a mí —dijo Andrés, comprensivo de mi estado, maniobrando para un 69 conmigo abajo. Lamio mi bajo vientre hasta succionar mi clítoris frotando con su lengua sus alrededores. Lamentaba no hacerle buena paja, pero estaba de gemido en gemido hasta correrme seguido. Dios, mi cuerpo se tensaba tanto que emitía ligeros jadeos repetitivos, cogía mi cubre cama como queriendo sujetarme a algo y jadié repetidas veces hasta quedar en trance. Mejor que masajes y otras cosas. Estaba en el limbo del placer con un experto que levanta botellas vacías en la calle. No recuerdo con cuanto goce o me corrí, hasta pensé que se me colgó el Windows. Un borrado parcial de mis recuerdos de hace unos minutos. Pero este hombre ni siquiera se corrió ni me penetro. Solo pensarlo me llena de lujuria y morbo. ¡No!, es morbo, de que pasaría si me penetrara. Dios, no estoy segura en esta cama.

Estando tendida, con mi cuerpo aun procesando lo pasado. Él se colocó frente a mis piernas abiertas. Mi encharcada intimidad parecía llamar lujuriosa su atención. Paso su pulgar en mi vulva mientras con su otra mano masajeaba su mal atendido falo. Vio mi cara y sin darme cuenta me introdujo su virilidad poco a poco. Eso me basto para abrirme los ojos y mi boca, lanzando un gemidito que fue creciendo cada vez que ahondaba en mi profundidad. Lo mire, pero estaba atendiendo con interés algo más abajo.

Levanto su vista al techo y siguió penetrándome, más y más profundo. Y yo, ni corta ni perezosa, me desataba en gemiditos y jadeos que subieron de tono. No recuerdo si alguna vez mis labios salieran sonidos tan lujuriosos, que provocaban a mi vagina masajear ese intruso en mi interior. El lo sintió, lo vi en su rostro. Imagino sus pensamientos, ¿cómo esta pasa seca succiona su verga? Pero si, yo igual estaba curiosa, pero no pensaba en ese momento, solo quería sentir sus embates contra mi vagina. Solo quería más y más, sentirme una mujer totalmente activa. ¡Chao, vieja!

El jadeo. Acomodo mis caderas y levanto una de mis piernas y me introdujo su totalidad en mi interior ocasionándome un grito de dolor. No se amilano y siguió, hasta desaparecer esos gritos en innumerables gemidos de placer. Ya tenía toda su verga dentro besando mi útero. Lo sentía con cada embate furioso. Estaba a su merced y no temía. Estaba gustosa de recibir su agresividad. Con los pechos al aire y bailando, en mi mente me decía, “soy una mujer, soy su mujer”. Tratando esta vez, de apropiarme voluntariamente de su vergota en mi interior. Ya sudaba, increíble. Vi su bajo vientre ondular contra mi templo del placer casi hipnotizante a mis ojos, mientras me suministraba descargas de placer a mi cuerpo. Dios, me hacía gemir con los ojos cerrados y mi boca jadeando. Hermoso. Luego me soltó para escupirme su semilla caliente sobre mis senos y vientre mientras frotaba su pinga hasta la última gota. Acaricie mis senos y vientre esparciendo por mi cuerpo esa calidez hasta mi vagina. Limpio su punta pervertida con mis labios vaginales y mi vulva contrayendo mi interior por su frote. Mi vagina se contraía y soltaba como si tuviera hambre cada vez que Andrés frotaba su pene sobre ella. Yo manoseaba mis senos y apretaba mis pezones resbaladizos él descanso su falo sobre mi monte de venus aspirando aire para recuperarse de este round. Me dio la impresión que no la veía mucho tiempo.

—me gusta lo que veo —dijo alegre por cómo me acariciaba mis pechos echada sobre mi cama.

—A mí me gusta tu forma de espantar mi soledad —dije lasciva mientras sentía sobre mi monte su leche tibia saliendo de su pene. Gateo sobre mí y nos besamos. Su punta cosquillaba mi vientre con cada beso que me propinaba. Me consideraba afortunada de ser mujer junto a este hombre que se preocupaba por mis sentimientos y necesidades. Y mi febril mente imaginaba tonterías que no sabría cómo lidiar a estas alturas de nuestras vidas. Pero que se resolvería con solo preguntarle. Cosa que no sucederá. Ahora lo tenía sobre mí, besando una olvidada boca con ganas de devorar cada iniciativa suya.

¡Aaah!, esa linda sensación de pertenecernos mutuamente. Quisiera estar con este vago atrapados en una isla, desnudos. Sin los formatos de la sociedad que nos aprisionen. “¡Oh! Mi Tarzán, me estoy mojando otra vez”, pensaba. No tendrá el cuerpo cubierto de músculos a la vista, pero si tiene uno que es prominente para mí. Tampoco soy una gelatinosa caída. Ni bien se acomodó a lado mío hice lo mismo apoyando mi cabeza sobre su pecho y mi pierna sobre las suyas besando su tetilla derecha. Estuvimos así un tiempo acariciándonos. Oía su corazón palpitar a la vez, en ocasiones, besaba su cuerpo. Era mi nuevo juguete y no quería que se fuera.

—¿Cansado? —pregunte mirándole desde mi posición. Viéndole reír un poco.

—Eso debería preguntarte —respondió devolviéndome la mirada —ven, móntame —pidió y nos acomodamos sin antes mamarle bien su cosa y sentarme sobre eso. Lo metí poco a poco.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Aah! —gemía mientras me sentaba sobre su erecta verga. —¡Oh, Siiii! —exclame mientras movía mis caderas en círculos y para adelante y atrás.

Sonreí de placer con los ojos cerrados sintiendo ese musculo dentro mío, que inducia escalofríos de placer por mi columna. Con esa verga podía casi ponerme en cuatro para luego sentarme de nuevo. Al hacerlo su pepota de palta frotaba mis paredes vaginales arrancando de mi boca jadeos y gemidos que complacían a mi macho oír. Dios, perdóname, pero no me voy a detener, me dije mordiéndome los labios y abriéndolos al sentir mi punto. Andrés se satisfacía complacido por las muecas de placer en mi cara. Es que no podía rechazarlos. Me topé con una verga grande y gruesa que bien podría follarme estando ambos parados. Solo podía decir, gracias Dios. Con razón siempre lo veía con pantalones de buzo holgados para ocultar esa verga.

Andrés comenzó a sobar mis tetas pellizcando suave mis pezones. Sus manos bajaron a mis caderas para luego acariciar mi botón para volverme loca y correrme

—Aaaaah aaaah uhm mmmmh auuhmmm —gemí sin perilla de volumen, mientras le oía reírse de mí y jadear por como sujetaba su glande en mi interior. Oh si, se lo estaba masajeando.

—me vengo! —dijo sacándome de mi montura y rociarme su leche en mi cara y senos. Le salieron tres chicotazos de leche que me dejaron ciega y lista para ir a bañarme. Ya tenía el champú encima, pensé. —abre la boca —me ordeno complaciéndolo y recibiendo su semilla. Mame esa verga y me trague todo lo que me ofrecía. Me limpie la cara y mis senos para luego comérmelo. Y así, no satisfecha mame su verga, mientras lo veía tambaleándose de placer. Apague las luces y nos dormimos desnudos.

PD: Por favor, estaria agradecida de recibir sus comentarios que son mi motor para seguir. Gracias.

15 Lecturas/9 octubre, 2025/0 Comentarios/por berlith
Etiquetas: amiga, cumpleaños, hijo, madre, madura, recuerdos, sexo, vecina
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