Ella
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El timbre abrumador de la alarma de mi teléfono, gritaba insolente a que me levantara. La rutina del día empezaba otra vez como tantas veces, en esa soledad que solo se consolaba con el recuerdo del amor lejano en la distancia, pero tan cercano, como la piel, como la sangre y las entrañas. Otro día, otro momento para reanudar los momentos, que quedaron en suspenso la noche anterior. Pensando en lo que debía hacer y lo que faltaba en el trabajo. Que los insumos, los empleados de la finca, el ganado, la siembra, el agua y tantas otras cosas, que aunque muchas, no me abstraían de contar el tiempo, las semanas, los días, las horas y las noches, que aún quedaban para que la soledad muriera. Creo que el amor por una mujer, es algo de lo más bello que un hombre puede disfrutar. Porque se disfruta del trabajo, los logros, los amigos, los momentos contados en los que la vida nos sonríe, pero no hay nada comparado, al dormir acompañado por nuestra mujer desnuda a nuestro lado. Su piel, su calor, su aroma, el sabor de su espalda, la luz de su mirada, sus gestos al hacer el amor y las fantasías que en nuestras mentes se gestan, al verlas gemir de placer antes del orgasmo. Penetrar en su cuerpo abierto, tan profundo y oírla gemir con cada embestida. Verla suspirar a medida que se penetra en ella, sentirla necesitada de nuestro cuerpo entrando en el suyo y la explosión de placer que desprende al terminar en un orgasmo, que no solo la satisface a ella, sino a uno en la mente, mucho mas potente, que en el cuerpo. Pero esos eran solo pensamientos y recuerdo, de otras noches, en las que amanecía abrazado a ella, como las raíces de un árbol abrazan en la selva, tesoros enterrados. Solo recuerdos, que me hacían desear que el tiempo, volara como vuela un águila, y pasara a mi lado tan veloz, que sin sentirlo pudiera otra vez, abrazar su desnudo cuerpo. Para mientras, no me quedaba otra que seguir trabajando y esperando ese momento. Los días pasan, aunque pasan lento, los días terminan, aunque se sientan eternos. Mi mente urde fantasías imposibles de aventuras prohibidas, en las que ella y solo ella, es la protagonista. Aventuras en las que su mente no es su mente y sus ideas no son sus ideas, en las que piensa y siente, como yo espero que lo haga. Ropas escazas y reveladoras, faldas cortas y tacones altos, los mismos gestos, los mismos suspiros, el mismo cuerpo desnudo, necesitando ser penetrado, pero yo solo un espectador, disfrutando verla y disfrutando ese orgasmo, más en mi mente que en mi cuerpo. Ella con el cuerpo abierto y otro disfrutando su humedal, ella pidiendo más, mas adentro, más profundo. Ella viendo, ella suspirando, con su cuerpo abierto y por otro cuerpo penetrado. Pero ella está lejos, ella no esta cerca ni de mi cuerpo, ni de mis fantasías, ella aunque esté a mi lado, no puede estar en ese mundo, ni quiere estar allí, ni para intentar, o probar o por lo menos para imaginar una fantasía inexistente, ese otro cuerpo que no existe, esa aventura que no existe. La vida sigue y los días se acortan y el momento de regresar ya es evidente, en la distancia ya veo su cuerpo. Estoy todavía a 500 kilómetros de ella, pero ya siento su aroma, ya siento su calor y palpo su piel, su espalda, sus piernas. Estoy lejos, pero ya siento su humedad en mis dedos, oigo su respiración profunda y veo sus espasmos de placer. Al llegar a la casa, todo es alegría. Los abrazos, los besos, las sonrisas de mis hijos y de ella. Me cuentan de un gato que se metió al patio y la perra lo mató, del susto que les dio y del miedo que tuvo ella al ver al pobre animal muerto. Una escena típica de una familia al reencontrarse…¡digo yo! Pero mi sangre hierve con cada rose, con cada caricia, con cada mirada que se quedo en suspendo en la ultima noche de amor, en el ultimo instante de ver sus ojos, de disfrutar sus gestos y oír sus gemidos de placer. Todo a mi lado es una fiesta, mis hijos me hablan, bromean, y narran sus historias. Oigo sus palabras, comparto sus momentos, río de sus bromas y sueño sus sueños. Me llenan de ilusión, y esperanza, me llenan de amor y alegría pero…no hayo la hora de estar a solas con ella, en nuestro cuarto, en nuestra cama. Las horas pasan, las historias se acumulan y el sueño se apodera de ellos y nosotros caminamos ansiosos, a nuestro nido, al lugar donde somos hombre y mujer, al sitio donde ella se transforma en ardiente y yo en el agua para calmar su fuego. Los besos apasionados se desatan como manada de caballos salvajes y las caricias como bandada de mariposas rosa, viajan por el universo de su cuerpo con mis manos. Tras los besos, ella ya casi sin ropa, se detiene y me habla. Dice que se siente fea, que su cuerpo no le parece que sea atractivo. ¡Su cuerpo! Ese que me apasiona, que me transporta en la distancia a su cama, ese que me excita, que me hace hervir la sangre. Ese cuerpo que me enciende y me obliga a soñar sueños imposibles, a tener fantasías eróticas con ella. Ese cuerpo que me transforma de cuerdo a loco y ya en la locura a desear verlo a ese cuerpo, disfrutando sin mi. Sus pechos al aire, sus pezones hinchados, sus labios rojos y la boca entreabierta, respirando profundo. Sus amplias caderas y sus preciosas piernas ya abiertas. Mis manos vuelan sobre su cuerpo, buscando el tesoro de entre sus piernas y le digo que no es cierto. Le digo que es tan bella, que mis sueños son de ella, que mis deseos y mis fantasías, se construyen sobre ese cuerpo al que ella llama feo. Le digo que cualquiera, querría estar en ese momento acariciando el tesoro entre sus piernas, cualquiera querría tener la dicha, de tener sus dedos dentro su húmeda cavidad, cualquier hombre querría tener sus pezones entre su boca. Veo como que se excita por lo que le digo, claro, eso no es posible, ella no gusta de esas fantasías. Ella suspira y abre mas su tesoro, sus cadera preciosas, empiezan un movimiento leve y acompasado, mientras mis dedos le rozan. Veo como se pone su piel eriza, mientras le aseguro, que si ella no tuviera ese escudo, en el que dice, ¡deténgase que soy señora!, ya varios habrían disfrutado de su cuerpo, ya varios habrían probado ese tesoro que por su decisión, solo ha sido mío. A lo mejor es mi imaginación…seguro si, es mi imaginación, porque ella no gusta de esas charlas, no gusta de esas fantasías. Pero veo que cada palabra que le hablo, cada vez que le digo que podría haber ya dado su tesoro para ser compartido, su fuego se acrecienta y su cuerpo se incendia de ganas de tener mi cuerpo dentro de su cuerpo. Le beso las caderas, le beso las piernas, me quito la ropa y me recuesto en ella. Ya en medio de sus piernas, le sigo diciendo, que cualquiera pudría haber disfrutado del paisaje que estoy viendo en ese momento y ella dice que no es cierto. Yo le repito lo que pienso y le aseguro, que si ella no tuviera ese escudo, ya habría a muchos complacido. Sus caderas se mueven, como buscando el alivio del fuego que le quema entre las piernas. Yo le pongo su medicina muy cerca, ella se mueve para alcanzarla, mientras le digo que cualquiera, disfrutaría de tenerla así y que ella disfrutaría con cualquiera que la tuviera así. Se mueve con mas fuerza y logra sentir mi miembro que ya esta duro y preparado para calmarle su cuerpo. Me pide que se la meta y yo no se la meto, mientras le digo que quiero verla suplicando que alguien mas se la meta, mientras yo veo y tomo fotos. Claro, a ella no le excita lo que le digo, a ella no le interesa lo que sueño, ella no quiere que nadie la penetre, mas que yo. Por eso se que no son mis palabras las que la tienen con tantas ganas. Ganas de ser penetrada, ganas de sentir alivio entre sus piernas, ganas de que un hombre le cure su necesidad. Se enloquece y me suplica que se la meta, y mientras la penetro de un solo empujón, le aseguro que en la calle habrá mas de uno que ha soñado con ese momento, pero nunca se ha atrevido, pues ella los disuade con su actitud de dama, de mujer fiel, de esposa de un solo hombre. Me dice que me calle y que le de duro. “¡Dale duro! “, “¡metemela!”, “¡asi!”, “¡más duro!”, “¡dale, dale, dale duro!”, “¡duroooo!” grita, mientras una explosión intensa, se transmite de entre sus piernas a todo su cuerpo. Se tensa toda, como que fuera víctima de un ataque de epilepsia. Su boca entre abierta, las venas, de su cuello estirado y retorcido para un lado, saltadas, sus piernas intentando cerrarse, atrapan mi cuerpo como en un abrazo potente de deseo, sus pechos y sus pezones endurecidos por la excitación y su respiración interrumpida por un grito gutural que le sale de lo mas profundo de sus pulmones. Pero no, dice ella, no son mis palabras, aunque mi imaginación me hace creer que lo que le digo la excita, aunque mi imaginación me juega una broma y me engaña, creyendo al ver su cuerpo y sus reacciones, que a ella le excita pensar que alguien más, pudiera estar sobre ella, que alguien más, pudiera tener el deseo de penetrar su cuerpo y que ella desea que cualquier otro, le calme sus ganas y la haga sentir lo mismo que conmigo siente. Pero repito, se que no es así, se que a ella no le gustaría tener dentro de ella, un grueso y duro trozo de carne, que no fuera yo. La verdad, quisiera saber que es lo que la excita de esa manera, que la hace reaccionar así, pues aunque de casualidad, las veces que así ha reaccionado, son las veces que le he hablado de eso, se por sus palabras, que no es por eso que se excita tanto. Otras veces, la mayoría de veces, aunque llega al orgasmo, no llega de la misma forma, ni termina con tanta intensidad, ni se mueve, gime y suspira de la misma forma. Se que no puede ser, pero me excita la falsa idea de que así es. La verdad, no creo que en realidad yo quiera que se acueste con otro, la verdad, no creo que ella se atreviera a hacerlo y que yo no me atrevería a permitirlo…creo. Pero si me gustaría que le gustara la idea de pensar que alguien más, alguien desconocido, alguien sin rostro, sin identidad, alguien que no existe, pero otro, tocara su cuerpo como lo toco yo, la deseara como la deseo yo, y le llevara las ganas como las que le llevo yo. Se que ella dice no querer y que no le atrae hacerlo con otro. Pero no quiero que lo haga con otro, con que disfrutara de la idea, conque se excitara imaginando que mas hombres se excitan al verla, con que ella aceptara y se permitiera disfrutar de la idea de que otros ojos, otros cuerpos, otros miembros, penetraran sus ojos y su cuerpo, sabiéndose deseada y capaz de hacer gozar a cualquier otro o a otros. La mañana llega esplendorosa, sus ojos cafés y su cuerpo de señora, brillan a mi lado y mi corazón revive, sabiendo que por aunque sea unos días, amaneceré a su lado. La soledad me extraña a lo lejos, pero yo no la extraño a ella y esperó que los días sean largos, para disfrutar de su amor, su presencia y su cuerpo, en un lapso de tiempo corto, pero tan grande, que llene cada célula de mis ojos con su imagen, cada rincón de mi olfato con su aroma, cada espacio de mis oídos con su voz y cada átomo de mis manos con su piel. Un mes es mucho tiempo, cuándo vivir por ella es la meta, cuando dormido y despierto ella es el sueño, cuando su cuerpo es alimento y sus besos agua fresca para beber. Pero una semana deberá ser suficiente, para llenar mi vida de ella y lograr sobrevivir la eternidad de un mes.
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