ELVIA. EN LA CAMIONETA DE MI YERNO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ese mismo domingo me subí a la camioneta de mi yerno.
Había pasado por mí a la comunidad.
Yo iba enojada con él.
Ya adentro sentada, lo miré seriamente y le dije:
– “Que sea la primera y última vez que me marca a mi celular cuando esté en el templo, por su culpa se interrumpió el servicio”
-“Discúlpame Elvia, no volverá a suceder” Respondió
-“Ahora, dígame, ¿para qué quiso verme? Le pregunté muy enojada
Él me vio molesta y me dijo, “quería verte, platicar contigo”
-“Eso lo puede hacer en la casa, ya vámonos.
¿Sabe mi hija que está usted conmigo?”
No me respondió, encendió la camioneta y empezó a manejar.
Recordaba la exhibida que nos habíamos dado esa mañana, veía claramente como me mostraba la verga descaradamente en el mueble y como yo le había puesto mi figura en plena cara.
Me le había mostrado toda peluda, vestida muy insinuante.
En cierto momento tomó mi mano mientras manejaba, yo iba nerviosa, pensaba que estaba mal el estar con él en su camioneta.
-“Elvia, tienes las manos sudadas” Me dijo
Yo me solté y le dije:
-No me toque, lléveme a la casa, mi hija me espera.
Para no hacer el cuento largo, ya iba manejando y me llevaba de la mano.
Yo ya no la quité, me la acariciaba y apretaba y yo también.
-Qué bonitas manos tienes Elvia, delgadas y largas
-Ya cállese loco.
Le respondí.
-Qué bonita te veías esta mañana, así deberías vestirte más seguido.
Yo sonreí,
-Mi hija también me dijo lo mismo pero no puedo hacerlo, la comunidad religiosa nos prohíbe muchas cosas.
Se estacionó en un lugar al que llaman “Los Enamorados”, un lugar cubierto de árboles, muy bonito.
Había unos cuantos autos estacionados aquí y allá.
-Y ahora por qué me trajo aquí?
-“Es un lugar bonito para platicar, me respondió.
-Pues a mi no me gusta ehhh.
Le dije con una sonrisa.
Ya estacionados le dije:
-Y bien de que quería hablar conmigo?
El me seguía tomando de la mano,
Entonces entre plática y plática él se sentó de una manera en la que otra vez le podía ver la verga.
El pantalón se le metió entre los testículos y el tronco estaba hacia la izquierda, lo podía ver claramente.
Voltee hacia otro lado, veía por la ventana, disimulaba.
Mis manos empezaron a sudar.
-Elvia te siguen sudando las manos.
Me dijo apretándolas.
Entrelazó sus dedos con los míos.
-Ya lléveme a la casa por favor.
Diciendo esto baje la vista y le seguí viendo el tremendo tronco.
“Espera” me dijo.
Me quitó los lentes y me volvió a decir “qué bonitas cejas tienes suegra” me las acarició con sus dedos.
Yo me dejaba, estaba nerviosísima, más de veinticinco años sin hombre me tenía así.
Me quitó la liga del cabello.
-“Nooo que hace!!!” Le reprendí.
No me hizo caso, mi cabello cayó como cascada por mis hombros y mi espalda, me lo alborotó un poquito, pasaba sus manos por mis oídos, me acariciaba las cejas y volvía a mi cabello.
Cuando me lo había alborotado más, volteó el retrovisor y me dijo:
-“Mira qué bonita te ves”
Ahí estaba yo sin lentes, mis pestañas rizadas y mi cabello alborotado, lo voltee a ver.
-“Estás preciosa Elvia”
Ya no me dio tiempo de nada, tomó mi cara y me dio un beso en la mejilla,
-“Estás bien chula suegra”
Y fue ahí donde me beso los labios.
-“Qué hace?” Atiné a decir, pero ya su lengua estaba entrando en mi boca, yo la cerré pero ya era demasiado, medio abrí mis labios y buscó mi lengua, yo se la di tímidamente, me acariciaba todo mi cabello, me mordía los labios
-“Ahhh suegra…Elvia qué rico besas”
Yo recuerdo que cuando me besaban siempre fui muy “lenguona”, tanto tiempo sin sentir una boca, un cuerpo junto a mi.
Poco a poco le fui dando mi lengua, al poco rato ya lo estaba besando a más no poder, le pasaba la lengua por su barbilla, le lamía la nariz, lo estaba lengüeteado todo, nuestra saliva se derramaba por nuestra boca.
Me separé y me recargué en la puerta de la camioneta, estaba jadeando, sudada, mi vista nublada.
Con mi respiración agitada lo vi a los ojos.
-“Lléveme a la casa por favor, esto no está bien”
Él me acarició el cabello, se limpió la boca con la otra mano.
-“Suegra, no pensé que besaras tan rico”
-“Qué rico ni que nada, ya vámonos, no debemos estar aquí”
Se volvió a acercar a mi y me volvió a besar, yo me dejé.
Me dio la lengua y se la empecé a chupar, chupaditas de “paleta”.
De vez en vez le daba mordiditas.
Yo sentía mis pezones duros, tiesos, mi cuerpo sudando y mi entrepierna mojada.
-“Suegra te veías tan rica esta mañana”
Se me repegó más y empezó a acariciar mi brazo, después subió a mi cuello y llegó a mis senos, los apretaba y amasaba.
Senos pequeños pero firmes.
Me acarició mis pezones encima de la blusa, yo ya estaba con la lengua de fuera, dándole unos besos húmedos.
Me empezó a retorcer los pezones.
-“Elvia, que duros los tienes”.
Me abrió la blusa y los sacó del brasiere.
Se les quedó mirando
-“Que ricas tetas suegra, esos pezonzotes chocolate, duros como pasas”
Mis tetitas al aire hizo que mis pezones se pusieran del tamaño de una fresa.
Ya no podía más.
Estaba toda recargada en la puerta de su coche, con las tetas de fuera y bien caliente.
Bajó su boca y me dio una mamadota de tetas.
Yo solo gemí
-“Ahhhh que ricoooo”
Me las chupó, yo me dejaba, me abandoné, les pegó una mordida y fue cuando sentí que una gran cantidad de caldo empezó a escurrir entre mi pantaleta.
Me estaba viniendo, una venida fuerte, mi pantaleta debía estar muy húmeda.
Como pude lo quité de mis tetas y seriamente le dije
-“Ya por favor, ya estuvo suave”
Pero no hice nada, estaba muy agitada, me recargué en el asiento, ni me acordé de guardar mis senos, veía a mi yerno a los ojos, me puse seria.
-“Se da cuenta de lo que hemos hecho?”
Él no dijo nada, solo me miraba.
Bajé la vista hacia su entrepierna y le vi el bulto inflamado, el pantalón todo mojado, no sé si se había venido o era su propio lubricante.
Me apretó un pezón y lo rechacé.
-“Ya déjeme, esto no está bien”.
Voltee hacia los árboles, estaba empezando a caer la noche, aunque aun estaba claro.
Mi blusa abierta y las tetas de fuera.
Si me hubieran visto los hermanos de la comunidad religiosa a la que asisto, de seguro me hubieran expulsado.
-“Suegra, no había visto que tenías los pezones muy velludos, mira nada más, que ricos se ven”
-“Ya cálmese” le dije guardando mis tetas dentro del bra.
Hacía como que me abrochaba la blusa pero le veía su impresionante verga por el pantalón.
“Cómo la tendrá?” Pensé.
Me carcomía la duda pero debía contenerme, a pesar de la venida que tuve, aun seguía caliente.
-“Lléveme a la casa” le dije mirando hacia fuera de su camioneta.
-“Elvia mira” Lo que vi me puso ansiosa.
Se había sacado la verga del pantalón.
Una vergota gruesa, morena, con la cabeza mojadísima.
Se le balanceaba de un lado a otro, las venas parecían a punto de explotar.
Tomó mi mano y la llevó hacia ese pedazo de carne.
Lo rodee con mi mano, estaba esponjosa, dura, fibrosa, le pasé la mano a la cabeza y sentí sus jugos, le embarré el lubricante por todo el tronco.
-“Ay suegra que rico”
-“No, no está bien, esto no puede ser”
Abrí la puerta y me bajé de la camioneta.
– “Me voy” le dije.
Cerré la puerta y empecé a caminar.
Llevaba la mano mojada, mientras caminaba iba oliendo sus jugos.
Él me alcanzó a medio camino.
-Elvia, espera, está bien, te llevo a la casa”
Me tomó de la cintura y me subió a su camioneta.
Ya adentro, cómodamente sentados, me preguntó que qué me pasaba.
Yo no respondí solo atinaba mirarlo a los ojos.
Y es que después de veinticinco años volví a sentirme mujer, a desear.
En estos años de soledad, cuando me llegaban las ganas sexuales, tenía que tomar baños de agua fría, no me permitía tocarme ni a mi misma.
Así era yo de reprimida.
Había noches en las que sentía volverme loca de deseos, ansiosa de volver a sentir una verga dentro de mi, lloraba de deseo, de frustración.
-“Elvia, ¿qué pasa? Dímelo”.
-“No, no pasa nada le respondí”.
-“Esa reacción tuya después del rico fajecito que nos dimos no es normal.
¿Por qué saliste corriendo?”
Yo continuaba mirándolo a los ojos, de pronto solté en llanto, mis lágrimas resbalaban por mis mejillas.
-“Ay, es que no tengo porque contarle cosas que tal vez a usted ni le interesen” seguí llorando.
Él me pasó el brazo por mis hombros y me recargó en su pecho.
-“Está bien Elvia, si no me quieres contar, yo entiendo, pero no llores”
Yo recargada en él, hecha un mar de lágrimas, mi yerno me acariciaba el cabello, mis mejillas.
Yo movía mi cara, no quería que me tocara.
Me quedé recostada en su pecho, como niña buscando amor, protección.
-Tal vez un día le cuente algunas cosas, por el momento es mejor asi”.
-“Está bien, como quieras Elvia”
Ya no me moví, en esa posición en la que él me tenía recostada, tenía a mi vista la preciosa carne de mi yerno entre sus pantalones, el no podía ver que yo le miraba la verga por la posición en la que estaba.
Me empezó a acariciar mi cabello, larguísimo, una melena muy poblada, ya pintada con varias canas.
Me lo alborotaba, yo sentía deliciosa su mano entre mi cabello, solo me estremecía.
Me daba masaje a mi cabello, mi nuca, mi cuello, yo sólo me encogía de hombros cuando me masajeaba el punto exacto en mi cuello.
-“¿Te sientes mejor suegra” me preguntó.
-Solo asentí con la cabeza “Mmju” le dije.
Yo estaba obsesionada con el tronco, estaba a escasos veinte centímetros de mi cara, se lo media con mi mente.
Mientras él poco a poco empezó a tocar mis hombros por debajo de la blusa, me los apretaba, los acariciaba.
En un movimiento hizo a un lado el tirante de mi brasiere y lo deslizó por mi brazo, yo no dije nada.
Metió su mano y me agarró mi pezón, lo apretó, después empezó a jugar con mis vellos que rodean la areola, los jalaba, los agarraba con sus dedos y los estiraba, luego volvía a retorcerme el pezón.
-“Elvia, que ricos pezones tienes, mira como se erectan”.
Agarró mi seno y lo empezó a masajear.
-“Suegra, que rico, que delicia de tetita”.
Yo ya no sabía de mi, bufaba de caliente.
Le agarré la verga por el pantalón y se la empecé a tallar, sobadas largas.
El se quiso desabrochar el pantalón y le dije:
-“No la saque, así déjela, así guardadita”
Le empecé a apretar la verga, fuerte, con desesperación, le pasaba la mano por todo el tronco.
Estaba parada, mojada.
Se la agarré y la agité con furia dentro del pantalón, la movía de un lado a otro.
Él me jalaba los vellos de mis pezones, los pellizcaba,
-Aahhh mamiiii” gritaba mi yerno.
Yo arrecié las sacudidas de su verga, la apretaba sin piedad, ese gordo pedazo de carne me estaba sacando lo que en verdad era, una mujer caliente, reprimida.
Alcé la vista mientras se la puñeteaba, lo vi a los ojos y más le daba jalones a esa rica masa de carne.
Mi yerno sólo saltaba de su asiento, mirándolo a los ojos le pregunte: -“¿Le gusta?, ¿le gusta así?” Le enseñaba como se la movía, “le gusta cómo se la mueve su suegra?
Él solo ponía los ojos en blanco, yo le daba de manazos a su hermosa verga.
-“Ande, véngase, enséñeme cómo puede vaciarse”, me levanté de su pecho y le di la lengua.
“Deme leche”.
Le daba besos húmedos, nos pasábamos la lengua, la saliva.
– “Oh Elvia así, así” jadeaba.
-“¿Así papi?, ¿Así?” Le enterré las uñas al tronco.
-“Uyyy mamita”
Se empezó a sacudir, yo lo tenía bien apretado, con las uñas enterradas en esa verga esponjosa, con mi boca en la suya le dije:
-“Démela toda, démela”.
Bajé la vista a su pantalón y le empezaron a salir borbotones de leche, se la agité más y cuando pensé que lanzaría el chorro más intenso le volví a enterrar las uñas, le mordí los labios.
-“Así mi rey, vacíese así, todo, saque todo lo que tenga”.
Mi mano quedó mojada, había tenido una venida intensa, el pantalón todo mojado, un gran círculo de caldo manchaba su entrepierna.
Él estaba como ido, recargado en su asiento.
Me separé de él y me chupé los dedos.
-“¿Le gustó?”
-“Sí Elvia, fue delicioso”
-“Ahora sea buenito y lléveme a la casa”
Trató de levantar mi falda pero se lo impedí.
-“Quiero que te vengas tu también” me dijo.
Yo le respondí, “¿y quien le dijo que no me vine? Estoy bien escurrida.
Lléveme a la casa, su mujer y su hijo nos esperan.
En el trayecto a casa le dije:
-“Ahora que lleguemos a casa les voy a decir a mi hija que me acompañe a la tienda con mi nieto, así usted entra y se cambia el pantalón, mire que lechoso lo lleva.
Déjeme a dos cuadras para que no vean que llegamos juntos.
Llegamos, se estacionó, abrí la puerta para bajarme pero antes le di un beso de lengua, cortito, y un apretón de verga.
-“Gracias yerno.
No se tarde”.
Me bajé de la camioneta y sentí mis muslos mojados, la pantaleta pegada a mi panocha.
Iba yo muy pero muy mojada.
Entré a la casa, “hija acómpañame a la tienda… reiniciaba mi vida sexual.
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