En el trastero 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ajuas.
Tras ese primer polvo, decidí que había llegado el momento de intentar si me dejaba penetrarla por su otro agujero. Ella aun era virgen por allí, y yo ansiaba desvirgarlo, pero cuando lo había intentado me decía que la hacía mucho daño y tenía que parar. La puse con la espalda doblada sobre un montón de cajas y la penetré por detrás.
Su vagina estaba húmeda y muy caliente, y la notaba como nunca. Un conglomerado de sus jugos y mi semen salía de su coño, escurriendo por sus muslos. Con una mano la empecé a acariciar el clítoris, mientras con la otra cogí parte de esos jugos que se le escurrían y los lleve a su ano, lubricándolo. Primero metí un dedo, despacio, dejando que se acostumbrara. Lo dejé un rato dentro y ella no dijo nada. Pero, cuando metí el segundo y empecé a hacer fuerza para abrirla cada vez más, empezó a sospechar lo que tenía en mente.
* Por favor, no. Me harás daño… aaaaaggggg.
* ¿Acaso no te gusta lo que te estoy haciendo, no estás disfrutando con mis dedos en tu culito?
* Sí, pero…
* Confía en mi y relájate.
Saqué mi polla de su coño, completamente empapada de sus jugos, y la llevé hasta su culo. Mientras, la mano que había mantenido en su clítoris adoptaba aquella postura que leí en un libro y que tanto placer le daba y, por extensión, también a mi. Clara estaba nerviosa, pero mis caricias hicieron que, poco a poco, se dejara llevar. Apreté un poco y mi polla empezó a deslizarse en su interior. Cuando mi capullo entró en su culo, dejó escapar un gritito, mezcla de dolor y placer. Lentamente, muy lentamente, me deslicé en su interior, hasta metérsela por completo. ¡Qué pasada, lo había conseguido! ¡Por fin poseía ese culito que me volvía loco!
Dejé pasar un par de minutos antes de empezar a moverme lentamente. Mientras, mi mano derecha seguía en su coño y la izquierda la había llevado a sus tetas, pellizcando sus maravillosos pezones. Estaba seguro que, si había alguien por allí, podía oír perfectamente sus gemidos y gritos de placer, y pensar en ello me excitaba todavía más. Aumenté el ritmo del bombeo poco a poco, conforme veía que su culo se adaptaba a mi pene. Mi polla entraba y salía de su recto, provocándole gemidos de placer que se unían a los míos en un coro maravilloso de placer y gusto. Noté un par de veces como su coño se contraía en una nueva serie de orgasmos que le hicieron temblar las piernas. Me recosté sobre ella, buscando sentir su cuerpo pegado al mío.
Ella se levantó, diciéndome que le dolían las piernas. Sin sacarse el miembro de su ano, me sentó en las cajas donde ella había estado apoyada y empezó a cabalgarme con mi pene en su culo. ¡Era una pasada! Su coño se contrajo y sus líquidos escurrieron por mi pene manchando ligeramente la caja donde estaba sentado. Aquello fue demasiado, y aceleré el ritmo moviéndome yo también para acabar corriéndome en su culo, mientras sentía que su coño seguía contrayéndose en nuevos orgasmos.
Tras esto, estuvimos descansando un rato. Mi polla fue perdiendo su fuerza y salió sin problemas de su trasero. Luego, abrazados, repasamos lo que habíamos vivido. Ella se levantó y cogió una toalla que había por allí y comenzó a limpiarse como pudo. Mientras, me contaba que varias veces pensó que podía haber alguien oyéndonos y que eso la excitó aun más. Desde ese día, follamos en varios sitios públicos, hasta el momento que me dejó. Pero guardo un grato recuerdo de aquellas aventuras.
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