En la preparatoria
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Si supieran lo culona que era la chica que estudiaba conmigo en la preparatoria, no me creerían.
Ustedes mismos se hubieran sorprendido si hubieran tenido la oportunidad de verla.
Era alta, con un cuerpo de princesa, una carita ángel, unas caderas bien colindeantes, un trasero enorme, donde dichoso era el hombre que se perdía; en síntesis una modelo de las mejores que jamás se haya visto.
Y no exagero.
Todos en la preparatoria, cuando llegaba al aula la miraban con unos ojos al borde de la desesperación, unas expresiones pervertidas que solo esperaban a que la chica pasara por su lado para mirarle el trasero y emocionarse con el excitante pantalón jeans que siempre llevaba ajustadito.
Todos la deseaban.
Pero había un problema extraordinario: parecía que ella no se interesaba por nada ni nadie en el aula.
Muchos la tomaban como indiferente cuando ya se hizo muy notable, porque pasado un mes y medio de ingresar al aula se sentaba en la misma carpeta durante cinco largas horas, no se levantaba para nada, y no hacía ningún ademán de reconciliación con alguien del aula.
¿Existía milagros? Sí.
De las pocas veces que levantaba los ojos para mirarnos nos visualizaba como gusanos esóticos y repugnantes.
Esta claro que el milagro no venía completo.
Todos lo tomaron así, como si fueran inferiores a la chica y, por ende, nunca les haría caso porque no estaban a su altura, sin embargo, yo lo interpreté en otro sentido: la chica quería amigos pero como su forma de ser, intimidaba a cualquiera por más macho que sea, nadie se le acercaba.
Me di cuenta que ahí estaba el meollo de la situación.
Fue así como empecé a planear una solución practica: hablarla.
Llevarla a la cama no estaba en mis planes, era un hecho casi imposible para mi, con semejante bom bom era fantasiosa esa idea.
Esperé a que acabaran las clases, aun recuerdo que era viernes de luna y redondeaban las 8 de la noche.
Al salir ella del aula, indiferente y distraída como siempre se fue al baño.
La seguí.
Ella no se dio cuenta puesto que el alumnado era demasiado y me perdía como grano de arena entre ellos.
Cuando salio del baño, mi corazón estaba temblando y latiendo a mil, me había fijado que el alumnado había disminuido y que, entonces, era el momento preciso para hablarle.
Si no lo hacía ahí, no lo iba a hacer nunca, pensaba.
Nunca en mi vida me había encontrado en circunstancias tales, la miré de espaldas y me turbó semejante culo que se manejaba.
Decidí por un momento dejar de impacientarme y fue en esos instantes en que la cogí por encima de los hombros.
Y me presenté.
– Hola, soy Silvio, estudió en tu aula.
Estaba saliendo del lavabo y te vi ¿Qué haces a estas horas por aquí, sola?
– Hola Silvio salía del baño – me respondió sensualmente, luego con una mirada confundida añadió – primera vez que alguién me habla así directamente.
Creo que ahuyento a los hombres ¿tú crees eso?
– Todo lo contrario, a mi me haz atraído desde el primer día que te vi.
La chica no se sonrojó, ni mucho menos.
Solo dió una sonrisa sarcástica como de humillación.
– Que pena amiguito, tengo enamorado, lo siento.
Ya me voy, adios – se despidió, dejandome la palabra en la boca, mudo de la sorpresa, pero con los ojos dichosamente fijos en su trasero, sin embargo, tras unos segundos regresó inauditamente- Oye me acordé que tu eras uno de los más inteligentes en el aula ¿me puedes enseñar este curso de Historia? Es que no lo logró relacionar bien los hechos y de repente tú sí.
– Sí, claro, como no.
Mi cuarto esta a una esquina.
Con mucho gusto, puede ser cualquier.
– no me dejó terminar-.
– ¿Enserio? ¿Así de cerca? Entonces vamos ahora hasta las diez, luego cojo un taxi hacia mi casa.
La miré estupefacto por la inmediatez de sus actos.
Solo atiné a decirle <vamos>.
Al subir las escaleras hacia el cuarto piso, mi pene estaba erecto.
Ella estaba dos escalones arriba mio y ver su trasero junto a mi rostro me excitaba en demasía.
Quería tirarmela de una vez aunque por ratos pensaba que era demasiado pronto pensar en eso, es más era una fantasía, estaba alucinando y delirando.
– Qué bonito cuarto, se nota que eres independiente y no vives con familia – manifestó muy afable-.
Le respondí amenamente y luego saqué el libro de historia y nos pusimos a estudiar.
Yo la enseñaba el curso de Historia, luego le miraba a los ojos fijamente, hablaba y hablaba, luego ella me miraba como maravillado hasta que llegó las diez de la noche.
Para ese entonces ya había agarrado mucha confianza con ella.
– Quédate, es muy peligroso ir de noche por las calles, te vayan a violar jaja.
– Sí tienes razón me vayan a violar jaja, pero.
no habría diferencia porque.
aqui tu me tirarías.
Dicho esto, se me acercó deliciosamente y me agarró con sus largas uñas el rostro pálido que tenía.
Me besó lentamente, un beso realmente apasionante, un beso enorme con su labios rojos que me excitaron hasta el infinito, un beso a más no comprender.
Llegado este beso al límite de mi excitación, me liberé de la estupefación y saqué a flote mi sensualidad.
La cogí por la cintura y la atraje hacia mi candente cuerpo, ahora junto mío lo primero que hice fue cogerle su inmenso culo.
No se si me creerán pero su culo era durito, con anchas caderas donde me perdía como si fuera un laberinto sin escape, y a la misma vez suavecito donde parecía que tocaba el cielo.
Cogí con mis manos sus dos anchas nalgas y la alcé en peso.
Ella riéndose como una niña me dijo: <me encanta que me lo cojas así, papi>.
Le acaricié su culo muchas veces y luego intenté desabrocharle el botón de su pantalón jeans cuando ella me detuvo <me lo saco yo, no te tomes la modestia.
>.
Se lo quitó sensualmente como si estuviera bailando en un night club, y luego, terminado este, se sacó su blusita roja que llevaba.
Estaba más bella que nunca, con un sostén y un calzoncito turquesa que le vestía como modelo A1.
Le cogí sus pechos y luego la empujé hacia mi cama, me subí encima de ella y besé sus tetas varios minutos.
Después bajé a su ombligo, baje un poco más y ahí estaba su vagina.
Uhmm.
Le bajé su calzoncito y lambí su vagina vehementemente; era deliciosa, suavecita, riquisima, nunca me lo creerían.
Hundí mi boca hasta el cansancio en su vagina y terminado de recorrer cada rincón de su sexo, la voltee y su gigantezco culo hacía presencia en escena en esa tirada que hasta el día de hoy recuerdo como real.
Sin perder el tiempo metí mi rostro entero en su laberinto sexual y pasé mi lengua varias veces en el centro de su trasero, hasta darle beso negro.
Ella feliz.
Si se enteraran de lo rico que es chupar hasta el último resquicio de sus nalgas y si supieran que mucho más rico aún se hacía cuando ella misma se deleitaba en ese acto.
Después de este hecho saqué mi animal de la jaula y con rapidez se lo enseñé.
Ella encendió sus ojos y disgustó con su lengua pasandolo por sus labios.
– ¿quiéres comerlo? – le pregunté excitado.
– Sí, unas cuantas chupaditas por favor – respondió con un gesto de fiereza.
– Esta bien, juega con él, dale las chupadas que quieras.
Y ella chupó, y chupó, y chupó, mordiéndolo por ratos y acañirandolos en otros.
Yo tuve que resistir lo más que pude la eyaculación para, después de un rato, tener que penetrarla.
Pasados cinco minutos le dije que había llegado la hora de cacharla bien duro y ella feliz.
Dejó de chupar mi pene con sensación de aflicción y se volteo, poniéndose en cuatro patas como pose de perrito, y la penetré, por fin, por primera vez.
– Uhmm.
Ah, ah, ah despacito oye, ah, ah, por favor corazón – me dijo pidiendo misericordia.
– Esta bien, te lo tendré dentro para que te acostumbres.
– Sí, Ah.
gracias, Uhmm.
se siente rico que me lo tengas dentro Uhmm.
Cógeme las tetas mi amor.
Cogí con muchas fuerza sus tetas desde atrás, las estrujé y paralelo a esto decidí comenzar a penetrarla.
La di bien duro, en ese culazo deseado por todos y cogido por nadie, claro cogido solo por mi jejeje, y le metí mi pene ansioso sin compasión.
Ella gritaba y gritaba misericordia como si fuera su primera vez pero hice oido sordos a sus lamentos y le seguí dando cerca de diez minutos con furia de toro enardecido.
– Cállate mi perrita, estoy solamente calentando.
Así que acostumbrate ya.
– Sí, sigueme dando papi Uhmm.
Uhmm.
, rompeme el culo.
No me tengas compasión.
Ah, ah, ah.
– Sí que te lo voy a romper mi perrita.
Le seguí cogiendo bien duro como una locomotora en su rico poto y como para inventar algo novedoso le cambie de posición: me eché boca arriba sobre la cama y le dije que se siente en mi pene.
Así lo hizo, se sentó cogiendo mi pene y ubicandolo en su orto y comenzó a mover su culo como meneandolo y después como dando saltitos.
Le agarré sus dos nalgas y así le seguí dando hasta el cansancio, momento en que estuve a punto de eyacularla.
Rapidamente – cuando estaba al limite de la eyaculación – me levanté agarré sus pelos y la dirigí hacia mi dichoso pene, hice que la metiera en su boca sin preguntas y por fin morí en paz.
La eyaculé.
Ella como si fuera leche lo pasó todo y disgustó con su lengua pasandoselo por sus labios.
– Ummmmm riquisimo.
La mejor cachada que me han dado y el mejor semen que he probado.
-me manifestó con una sonrisa aniñada en sus labios blancos.
Luego añadió- Hoy me voy a quedar a dormir en tu cama.
Como me quieres, calatita o con ropita para dormir contigo.
– Calatita mi amor.
Y se quedó tal como estuvo: desnuda, yo también no hice cambios, Después de haber terminado de conversar nos dormimos apretaditos, yo agarrandole las nalgas y ella recostada contra la pared.
Eran las once de la noche aun lo recuerdo con ansiedad.
Cuando de repente abrí mis ojos y ya era de madrugada, el tiempo se había pasado volando.
Ella estaba aún junto a mi, y dormilaba serenamente.
La vi, la besé en su boca y le estrujé sus tetas.
Ella volvió y me miró con deleite.
No había modo de no preguntarle.
– ¿la repetimos? -.
Ella no atinó a decir algo, solamente movió su poto y con un gesto de sensualidad me lo entregó.
La hice mía y la tiré bien rico toda la mañana.
A partir de ese momento, les cuento, me convertí en la total y absoluta envidia de todos mis compañeros de la pre.
Cuando yo quería la llamaba y ella bien obediente venía y se sentaba sin timidez en mis piernas.
Mis compañeros me miran anonadados y como si estuvieran tratando de asimilar lo que había pasado mientras yo trataba con la chica como quería.
Ella a partir de ese entonces se me entregaba cuantas veces yo quería, algunas veces en mi cuarto otras veces en el suyo pero siempre mantuvimos durante mucho tiempo ese tipo de comunicación sexual donde cada uno de nosotros, acostumbrados ya al otro, lo transformamos en una especie de vicio u obsesión donde lo requeríamos a cada momento.
Fue en esos episodios cuando para satisfacer nuestras locas necesidades de sexo terminabamos cogiendo bien rico hasta en los baños y otros establecimientos públicos más.
Ahora me doy cuenta que mi teoría fue cierta.
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