En su casa otra vez
Voy en busca de aquello que había descubierto en su cama.
Llegaba hasta su casa cada tarde de verano, tocaba el timbre y con ansias esperaba que me abriera para poder ingresar por él, esa era mi búsqueda ahi
Él me hacía esperar un poco, daba vueltas entre las habitaciones de aquella casa, sabiendo que iba dispuesta a hacer lo que él pidiera, incluso a esperar
Comenzaba el desfile de órdenes que yo obedecía sin chistar, sácate la ropa, arrodíllate y su pene buscaba refugio en mi boca ardiente posándose sobre mi lengua caliente que comenzaba a gozar aquel maravilloso trozo de carne duro, comenzaba a sentir que le pertenecía y lo que es peor, él sabía que me tenía.
Me hacía acostar boca abajo, desnuda y con las piernas abiertas, su labor de penetrar y taladrar mis agujeros comenzaba sin muchos gestos de amor, ni de cariño, solo me tomaba, porque yo me había ido a ofrecer a su casa, dispuesta a entregarme y a entregar todo de mí.
Su pene, abría mi vagina y solo eran insultos los que salían desde su boca, mientras yo me calentaba al máximo sintiendo como su palo grueso me daba un placer indescriptible, su voz ronca y sus palabras vulgares me gustaban, todo lo que me decía, cada insulto, cada concepto de lo que él decía era yo en realidad, una puta, su perra, una maraca, dispuesta a todo con tal de recibir su premio, él dispuesto a darme con gusto lo que a gritos o en silencio mis carnes le pedían, no había miramientos y tampoco yo media mis ganas de estar ahí, todo podía salir mal, que su mujer nos sorprendiera o que por jugar a ser puta terminara embarazada y avergonzada, sin poder decirle a nadie que él era el dueño de mi cuerpo, su pene en realidad.
Nos olvidamos, en aquella pieza blanca, del parentesco, mi primo era exquisito a la hora de montarme, de tratarme como un salvaje, sus brazos apoyados a un costado de mi cabeza y su cuerpo en un vaivén que parecía no tener fin, eso esperaba yo, que aquel momento fuera eterno, que su pene caliente siguiera haciendo su trabajo de darme placer, parecía que sufría cada vez que él me hundía el pico hasta las entrañas, pero era lo que yo deseaba cada día cuando llegaba hasta su casa suplicando un poco de pasión.
No le bastaba mi vagina, el quería tomar mi ano, era el postre que reservaba para sí, poco le importaba lo que yo buscaba, pero era tal el dominio que ejercía sobre mi cuerpo, que no resistía cuando de golpe su pene entraba en mi culo, lo necesitaba donde el quisiera que estuviera, sentir su leche en mi boca, sentir que su aroma impregnaba mis agujeros, el título de propiedad sobre mí.
Así fue cada tarde, durante algunos meses, yo busqué disfrutar su cuerpo sobre mí, no había nada que reclamar, alguna vez me compartió con un amigo o me llevó hasta la casa de otra mujer para ver como nos penetraba a las dos, nunca tuvo un gesto de cariño hacía mí, era solo sexo, era un par de hoyos que sin reclamar nada, él podía usar a su antojo, yo lo quería, siempre lo quise, pero me decidí una tarde a buscar en otra parte más de lo que él me daba con humillación.
¡Esos primos! ¡Cogen delicioso…!