Enamorado de la pequeña Liliana (I)
Un profesor debe dar clases en una escuela rural pero no contaba con que su vecinita de 9 años se volvería una tentación irresistible.
Cuando terminé mis estudios universitarios, fui aceptado para el puesto de profesor, sin embargo, debía cumplir un año de trabajo dando clases en una secundaria rural en otra ciudad antes de que se me otorgara un contrato formal en mi ciudad.
Me mudé a una pequeña comunidad humilde, no tenía muchos habitantes, la mayoría era gente mayor y algunas madres solteras con niños, pues, a falta de fuentes de empleo, muchos migraban a los estados unidos o a ciudades más industrializadas para buscar trabajo de obreros. No diría que era un lugar de pobreza extrema, pero sí de escasos recursos, tenía los servicios básicos y a duras penas llegaba la señal para redes móviles.
Renté una casa sencilla apenas amueblada, cama, una mesa para trabajar, un cacharro para colocar mi ropa y poco más, la verdad no necesito de mucho. La primera semana fue de organizar la casa, conocer la escuela en la que daría clases, el camino, etc. Uno de esos días al regresar a mi casa me topé con una vecina, una señora de sesenta y tantos, nos presentamos, me dijo que se llamaba María, le hablé en resumen la razón de mi llegada a la comunidad y me comentó que ella se dedica a lavar ropa ajena, limpiar algunas casas y ese tipo de trabajos por si me interesaba. La verdad no me interesó, al yo tener muy pocas cosas, ordenar y mantener limpio era muy fácil.
Cierto día, vi a la señora entrar a su casa con una niña, vestida con un suéter y falda larga de uniforme escolar, algo sucia por jugar en la tierra imagino, de lejos realmente no llamaba mucho la atención, la mujer llevaba una bolsa con verduras, arroz, huevo, etc. Al ver eso tuve una idea y fui a su casa y llamé a la puerta y la señora.
Sra. María: Hola buena tarde
Yo: Buena tarde señora, la vi entrar a su casa, se me ocurrió una idea y quiero saber qué opina. Me da mucha pereza cocinar y por ello soy capaz de comer lo mismo todos los días, se me ocurrió que yo podría comprar comida para ustedes y para mí y usted se encarga de cocinar.
Sra. María: Claro, con gusto, pero siento que estoy abusando de usted.
Yo: No se fije, para mí la comida casera es algo que no tiene precio.
Cerramos el trato, yo cada semana iba a la ciudad a comprar comida y cosas del día a día, la ciudad queda a 45 minutos en automóvil aproximadamente. Al principio ella me daba mi comida en recipientes, pero a los pocos días me tuvo confianza y me dijo que comiera con ellas en su casa, además, yo no tenía un comedor propiamente, comía en la misma mesa en la que trabajaba.
Al entrar a su casa me percaté de que muchos de sus muebles ya eran viejos, era una casa muy humilde, me hizo sentarme en el comedor, los platos y vasos eran de plástico, era un lugar limpio, pero no se daban lujos.
Mientras ella terminaba de preparar la comida, yo conversaba con ella y bebía un vaso de agua, en ese momento su hija apareció, una hermosa niña de 9 años, morena clara, cabello lacio hasta la mitad de la espalda, delgada, de cara fina y bonita. Llevaba puesto un short de mezclilla algo desgastado muy cortito y ajustado, una blusa blanca que ya era más bien un grisáceo por ser vieja en la que se notaba un dibujo de princesas ya borroso. Tenía un culito redondito y unas caderas curvilíneas para su edad, su pecho totalmente plano y un abdomen sexy y hermoso que cualquier modelo de 20 años envidiaría, si llevara un piercing en su ombligo nadie pensaría que es el abdomen de una nena.
Seguramente fue un segundo o dos, pero me quede hipnotizado, embelesado, a la fecha desconozco si la señora o la niña se dieron cuenta, en ese lapso de tiempo pudo haber entrado un grupo armado, matarme a tiros y yo no me hubiera dado cuenta de que me mató. Me gustan las mujeres de todas las edades, honestamente entre 16 y 20 años son las que miro más lindas, alguna puberta me ha robado miradas pero nada que me haga perder el control. Definitivamente reaccione como un tonto ante semejante imagen deslumbrante. Trate de volver en mí y ordenar mi mente y mi cuerpo y solo le dije:
Yo: Hola, ¿Cómo te llamas?
Ella: Liliana
Su madre atinó a decirme que los padres de Liliana fallecieron cuando era muy chica y que ella se quedó sola con ella, por lo que la cuida y la lleva a la escuela. Ya en privado tiempo después me contaría que en realidad su hija estaba involucrada con un hombre que estaba metido en malos pasos por lo que ella los abandono para irse con él a darse una mejor vida. En parte la señora hizo lo posible con quedarse con la bebé, pues tenía miedo del tipo de vida que le esperaría si se quedaba con sus padres.
La cena transcurrió con normalidad, conversamos y reímos, mi mente ya estaba tranquila y lo pasamos bastante bien, sin embargo, en mi la semilla de la lujuria estaba plantada, dentro de mi había nacido el deseo prohibido de fornicar con esa niña.
Llegue a mi casa y me prepare para ir a dormir, tenía tiempo que no me masturbaba, empecé a acariciar mi pene y al tiempo que la sangre fluía hacia él, la imagen de Lili aparecía: sus piernas, su culito redondito marcado en su shortcito, su espaldita, sus hombritos y su cabello. Mientras con mi mano apretaba duro mi miembro como si lo quisiera arrancar, en mi mente besaba, lamia, y chupaba cada parte del cuerpo de esa tierna nenita.
Así pasaron tres semanas aproximadamente, solía ir a comer con las vecinas una vez al día, el desayuno y la cena. Suelo comer cosas sencillas y fáciles de preparar en mi casa, no todos los días eran conversaciones interesantes o animadas, a veces solo comíamos en silencio cruzando dos o tres frases del día lo que tampoco era incomodo, la niña no siempre comía con nosotros, a veces prefería seguir jugando en la calle con otros niños en lugar de sentarse en la mesa, a su abuela la señora Mari no parecía importarle, la verdad se notaba que por su edad ya no tenía la energía para dedicarse a la maternidad, por lo que en algunas cosas le daba igual lo que hiciera Lili.
Por mi parte, el deseo sexual por esa niña se mantenía, pero no siempre me topaba con ella, a veces traía uniforme escolar, overoles, o ropa que realmente pareciera diseñada en hacerla ver mal, la verdad, por más que lo pensaba, creo que sería imposible que algo pasara entre nosotros. Si bien ella ya me tenía confianza y me saludaba con alegría, no me pedía jugar con ella, nunca platicábamos a solas, estaba muy distraída en sus jueguitos.
Eso cambiaria un viernes, la señora Mari me dijo que su hermano padecía pie diabético y había riesgo de que lo tuvieran que amputar, debía ir a verlo, pero a duras penas tenía dinero para ir, por lo que tendría que dejar a la pequeña. Mi lado oscuro le dijo: No se preocupe si no tiene con quien dejarla yo la cuido, y mi lado bueno terminó: Además no creo que sea bueno que una niña esté presente en una situación tan negativa.
Mari: Si tiene razón, me da muchísima pena con usted enserio no quisiera molestarlo
Yo: No se preocupe, no es ninguna molestia para mí, recuerde que yo doy clases, se tratar con niños
Mari: Está bien hablare con Lili y mañana se la traigo
Yo: Claro, cualquier cosa tiene mi celular
En cuanto la señora Mari se fue, toda la sangre de mi cuerpo se concentró en mi miembro, era una sensación de miedo, nervios, euforia, excitación, pasaría un fin de semana o quizás más con una sexy niña de 9 añitos, si jugaba bien mis cartas, sería el hombre más suertudo del mundo.
Continuara…
Se quedó interesante, leeré con atención la siguiente parte!
Perdón, pero no entiendo que una mujer de sesenta y más años tenga una hija de 9 años.
Si ella tiene 69 tuvo su hija a los 60 lo que es imposible. Podría ser su nieta, deberías corregir eso.
No erraste, pero tampoco es ciencia exacta. Hay casos de madres con 60 años y más.
Busca. No comentes en modo «científico» que dice sin saber.
Uff juega bien las cartas? Habrá algo de exhibicionismo? La harás andar por ahí en calcetas escolares y sin zapatos?