Erika
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por itzy.
Había pasado la primera fase de nerviosismo después de que Sergio la llamara, para k fuera a su casa. Sergio. Aquel chico que siempre le había llamado la atención de una forma especial, no era como cualquier otro. Salieron un par de veces hace años, pero no pasó absolutamente nada. Pero ella lo deseaba desde siempre, no le avergonzaba pensarlo.
En realidad no sabía qué esperar de aquella “cita” o como quisiera llamarlo, pero pensó que era una buenísima oportunidad para vestirse con sus mejores galas. Íntimas, sobre todo. Solo…por si acaso.
También se había puesto un vestido precioso, nada formal, pero insinuante. Caía sobre sus caderas como un guante, sedoso, sobre su piel suave.
Ahora estaba allí, en la puerta de su casa, y estaba en la fase de inseguridad. A lo mejor se había pasado con el vestido, o a lo mejor el solo quería tomar un café amigablemente. Pero, ¿En su casa? Se preguntaba.
Al final decidió entrar, si pasa algo pasa, y si no pues se irá a su casa ardiendo por dentro y jugará sola en la penumbra de su habitación.
Llamó. Que nerviosa estaba, hacía mucho que no lo veía.
La puerta se abrió y apareció Sergio. Erika se quedó mirando sus ojos miel sin pensar que Sergio estaba esperando a que saludase, al menos. Al final reaccionó.
Al mirar aquellos ojos se había encendido por dentro, tenían una fuerza especial, una pasión que la llamaba, algo que la empujaba y que nunca había sentido. Ese chico le encantaba, pero con el paso de los años, aun más.
Sergio le indicó que siguiera hacia el salón, que estaba preparando un cóctel para ella. Parecía confiado y seguro de sí mismo. Pero en realidad Sergio también estaba nervioso, aunque menos que ella, pues estaba en su casa. Pero al verla…se sentía muy afortunado porque ella accediera a su “cita”. Quería verla, saber de ella. Se había convertido en toda una mujer. Le llenaba de deseo. Y ese vestido, le encantaba, una delicia en aquel cuerpo.
Sergio entró en la estancia y Erika estaba risueña, parecía menos nerviosa, ya estaba cómoda.
Bebieron, hablaron y rieron. Varios años contados por los extraños en los que se habían convertido el uno para el otro, en una conversación, en un solo día. Pero en esa conversación surgía algo, una especie de atracción que a medida que avanzaban hablando, se precipitaban hacía el deseo. Ambos lo querían.
En un momento dado, Sergio se acercó a Erika. Se acercó a su cuello, y la besó. Erika sintió un escalofrío por todo su cuerpo, estaban empezando las sensaciones, un cúmulo, necesitaba descargarse.
Sergio olió el perfume de ella, tan suave, como su piel. Su pelo también olía bien. Y le caía graciosamente por la espalda. La necesitaba.
Empezaron a besarse al principio lentamente, pero esos besos dieron paso a otros más frenéticos, ansiosos y desesperados, un cuerpo quería a otro y viceversa.
Sergio decidió ir a su habitación, estarían más cómodos que en el sofá. Cogió a Erika suavemente de la mano y la dirigió a su habitación.
La sentó. La deseaba muchísimo. Su cuerpo había reaccionado desde hace rato, y estaba deseando liberarse de la opresión.
Comenzó a besarla a la vez que la empujaba suavemente y la echaba en la cama. Besó de nuevo su cuello, su escote, sus pechos que sobresalían al estar echada. La piel de Erika se erizaba.
Sergio desabrochó los tres botones que había en el vestido a la altura del pecho para admirar la belleza de su dueña. Descubrió una lencería que lo puso aún peor. Erika había acertado. Transparencias y encajes negros. Besó su pecho sin prisa pero sin pausa, con frenesí pero con dulzura. Sentía los pezones de Erika en su boca a través del sujetador. Los mordisqueaba.
Le quitó el vestido. Dejando a Erika sólo con esa belleza de lencería que traía y la admiró por un momento.
Erika se incorporó. Le ardía todo el cuerpo, vibraba en su interior. Necesitaba besar, ser besada, necesitaba el cuerpo de su amante. Le quitó la camiseta y le beso el vientre, las caderas…Pasaba su lengua de vez en cuando para aumentar la sensación, y Sergio notaba su respiración acelerada cada vez más.
Ella le desabrochó el pantalón. Pero él le dijo que esperara un poco, quería disfrutar de todos los detalles y todas las sensaciones. Le desabrochó el sujetador, liberándose así unos pechos turgentes, unos pezones erectos. La volvió a echar. Esta vez pudo besarla sin problema de la lencería. Lamió sus pezones hasta la saciedad haciendo gemir a Erika, que estaba muy excitada.
Después siguió hacia abajo y besó todo su cuerpo, a la vez que la acariciaba, la tocaba. Erika se arqueaba por el placer que le producía. Le bajó la braguitas suavemente y se las quitó. Le abrió las piernas y se hundió en su sexo. Erika gemía y se agarraba a las sábanas. Estaba en un mundo aparte, el placer era intenso, la llevaba hasta sitios insospechados.
Sergio se recreaba y saboreaba el sexo de Erika a medida que introducía algún que otro dedo para hacerla disfrutar más. Lo cierto era que él ya no podía aguantar.
Los dos se incorporaron. Erika estaba tan excitada que casi le arranca el pantalón a Sergio por el deseo que sentía de tenerlo dentro de ella, de que la hiciera suya. Pero antes quería saborearlo ella a él también. Le bajó los pantalones descubriendo una gran erección que se precipitaba a salir de la ropa interior. También se la quitó. Ante sus ojos un miembro que la llamaba, y estaba dispuesta a responderle.
Se acercó y lo cogió y comenzó a lamer desde la base hacia arriba. Sergio empezaba su delicada música del placer. Llegó arriba y siguió lamiendo mientras lo movía. Pasaba su lengua húmeda por todo el exterior de su miembro para mojarlo, y acto seguido se lo metió en la boca. Sergio pegó un leve respingo y gimió. A partir de ahí Erika lamia, succionaba, movía, tocaba, se relamía…
Sergio la paró. Estaba que se salía y la tendió. Esta vez con impaciencia.
Se colocó justo encima de ella y la beso con desesperación. Por fin la penetró. Ambos gimieron fuerte. Erika estaba tan excitaba que temblaba, se sentía llena. Ese vaivén la llevaba al paraíso, era indescriptible lo que sentía. Sergio también se moría, la penetraba con fuerza pero con cuidado a la vez, el sexo de Erika estaba muy húmedo, aquello era…tan suave…El contacto con su piel lo volvía loco, y las manos de Erika agarrándole con fuerza la espalda, ese delicado cuello…sus gemidos…
Erika se arqueaba, se movía, hincaba sus dedos en la espalda de Sergio, no podía más…. No podía…Erika estalló en el que parecían un sinfín de gemidos estrepitosos y su cara era puro placer y relajación cuando hubo terminado.
Sergio al escucharla predijo que iba a terminar el también en cuestión de segundos y empujó fuerte y decididamente, los músculos del cuello y la espalda se le tensaron y el también gimió estrepitosamente, llenando a Erika de su vida.
Cayó extasiado. Había sido tremendamente genial. Se había hartado de besarla, de tocarla, de acariciarla, de hacerle el amor. Estaba satisfecho de poder haberla hecho disfrutar.
Ella se acomodó a su lado, y lo besó tiernamente en la frente. Cuando se tranquilizaron, empezó a estar soñolienta. Sergio la miró echada, con su cara en calma, con los ojos cerrados y el pelo un poco despeinado pero gracioso. Fue feliz. No pensaba en que iba a pasar a la mañana siguiente entre él y Erika pero ahora mismo con verla allí a su lado, le era más que suficiente.
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