Escena del papá con su estrellita
Hoy fui con “papi”, mi amante, varios años mayor que yo, y desde que llegué me trató como si yo fuese su hija. ¡Qué delicia! Estas son las cogidas que más me gustan porque mi amante sabe todo lo que yo deseé a mi padre, aunque nunca me atreví a seducirlo, ¡por mogigata!.
Toco la puerta del departamento de José y este me abre la puerta poniendo una cara de alegría abrazándome y estrechándome contra su cuerpo.
–¡Qué bueno que mi nenita regresó de la escuela! –dice José abrazándome y sus manos bajan hacia mis nalgas para presionar nuestros pubis.
–Ya llegué de la escuela papi –le contesto dándole un beso antes de cerrar la puerta después de entrar.
–Dame tu mochila –dice tomando mi bolso después de cerrar la puerta.
–Tómala, papacito –le digo cediéndole mi bolso– ¿Y mami?
–No está, fue al mercado, pero a ella ya le tocó amor en la noche, ahora te lo daré a ti. ¿Quieres que te haga como a ella? –me pregunta, en alusión a que yo los veía escondida cuando hacían el amor.
–Sí, papi, quiero tu trancota dentro de mí en posición de perrito, como le hiciste a ella que aullaba con tanto amor que tenía entre sus piernas –le contesto comenzándolo a desvestir.
–¡Me gusta mi mujercita!, quien ya creció por todas partes –dice al quitarme la blusa y sacar una teta de mi sostén para mamarla.
–Mámame las dos, papito –le digo quitándome el sostén–. Yo tomaré mi biberón con la lechita que me gusta –le digo al tratar de bajarle el pantalón y la trusa de un jalón, pero ésta queda atorada en su erección.
Mi papi se deshace se toda su ropa, y de la mía, arrumbándolas en el sillón de la sala y me carga hacia la recámara. Me acuesta y se acomoda en posición de “69” para darme lo que mi marido se niega. Chupamos desaforadamente. “¡Qué rica miel tienes, mi niña!”, dice abrevando los flujos que brotan de mis orgasmos. Yo sorbo el presemen que sale de su glande; con una mano bajo y subo la piel del templado tronco y con la otra masajeo sus huevos. Siento que la barra de carne se pone tensa y papi me suelta en la boca el primer chorro de semen. Lo paladeo y le jalo el escroto antes de responderle “¡Qué leche tan rica le das a tu hija, papacito!”
Aún con la verga tiesa, me acomoda en cuatro patas para perforarme la vagina.
–¡Qué rica panochita tienes, mi niña! – me dice al oído antes de comenzar a moverse y, después de escuchar mis gritos del placer que me causan los orgasmos, el eyacula– ¡Vas a ser madre, estrellita!, y yo abuelo… –exclama al lléname la vagina.
–¡Sí, papi, embaraza a tu hija consentida! –le contesto en pleno frenesí y mi mente se va a revivir una de las mejores fantasías que tuve al pajearme al haber regresado a mi cama después de haber disfrutado del coito que papá y mamá tenían.
Quedamos yertos. José sobre mí y yo con sus 80 kilos encima, tratando de respirar todo lo que mi agitación obligaba. Papá se da cuenta y se resbala hacia la cama liberándome de su peso. Al poco tiempo se acomoda para abrirme las nalgas y lamer mi ano. Siento que estoy en el Cielo, pero ya sé lo que mi papi va a hacer. En efecto, toma el frasco de lubricante y, entre besos a mis nalgas y mi cintura, me prepara para una penetración anal. Yo lo dejo que lo haga, desde la primera vez que él tomó esa virginidad me encantó.
–Mi hija quería una tranca, ahora la tendrá –dice con la seguridad de que el Viagra le responde y me desliza su glande, abriéndose paso en mi esfínter.
Yo resisto el dolor, sé que es pasajero y luego se transforma en un placer diferente al que gocé unos minutos antes. Sigo bocabajo y con los brazos extendidos. Mi papito taladra y se mueve con ritmo; comienzan mis orgasmos nuevamente y percibo su pene más duro pues está a punto de eyacular.
–¡Estrellita! ¡Mi niña linda! ¡Toma otro poco de mi amor! –grita eyaculando, poco, pero lo siento en mi intestino…
José se queda sostenido por los puños a los lados de mis tetas que sobresalen del torzo y con las rodillas al lado de mis nalgas en las que siento los vellos de sus piernas. Yo aprieto mis nalgas, tratando de exprimir su verga que poco a poco se pone flácida y sale de mí. Él se acuesta a mi lado, me besa la oreja y lame el lóbulo de ésta.
–¿Le gustó a mi nena cómo la trató su papá?
–Sí papi, así no le hiciste a mami…
¡Ay, Ishtar! Con estos relatos haces que me moje pensando en mi papá. No te extrañe que un día me lo tire. Lo he estado calentando a fuego lento… Pero él será quien me lo pida o, simplemente me coja. (No se lo pediría yo, pero mis tetas y mis nalgas ya no le son indiferentes.)
Hazlo, Mar, yo no me di la oportunidad.
Aunque yo no soy de esa onda incestuosa, me encanta cómo logras la fantasía padre-hija con tu amante. También me gusta que en pocas líneas lo describas tan bien.
No sé si deba, pero te lo cuento: el otro día le mostré a Saúl la foto de tu WhatsApp y agarrándome las tetas me dijo «Se parece tanto a ti…» La verdad me puse muy celosa, pero tú no tienes la culpa, amiga, no te molestes, le gustan las chichonas.
Seguramente, no todas las personas tienen deseo incestuosos, pero creo que somos mayoría.
¡Ja, ja, ja…! Saúl es como todos los hombres. Si quieres te mando una foto para que se la enseñes, aunque quizá se decepcione porque mis pezones son pequeños (en eso sí te envidio, los tuyos son normales).
Si le hubieses dado esa llave a José hace años, ¡claro que te hubiese embarazado!
Él, en su papel de «papi», te hace como quiere.
Ya conoces la foto de las tetas de Tita, ¿las tuyas compiten con las de ella?, guardando la distancia del tiempo. No síli Saúl, sino muchos somos adoradores de las chichonas.
Según sé, ya conoces en foto las de Vaquita y Tita, además de las de Mar en tercera dimensión, sabor, olor y color. Te mandaré una mía, aunque mis pezones son pequeños.
Lo cuentas tan bien que irremediablemente me pregunto sobre mi padre, tan amoroso conmigo… Por más esfuerzos que hago, no logro saber si alguna vez me vio como mujer, o como niña-mujer… Sí me topo con invenciones de mi mente, pero sé que no son reales y lo que más me sorprende es que no me sienta mal.
¡Eres una perversa!
Pues, si ya no lo tienes, ya no sabrás…