Grabando a la sirvienta
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por astaroth.
Comenzaré presentándome, para ésta historia me llamaré Miguel, y realmente no podría decir que soy un hombre fuera de lo normal. Alto, eso sí (1.80), moreno claro, un poco menos que mi familia y con alguno que otro kilito que quizás debería perder. Ni atlético ni fornido, pero suficiente volumen para imponer algo de respeto en la calle, o levantar un mueble pesado según sea el caso, pelo negro, ojos castaños y como dato curioso, poco vello en cualquier sitio que no sean las piernas.
La chica que protagoniza conmigo ésta historia se llama Teresa, aunque quizás lo de chica ya no lo esté tanto. Es nuestra “muchacha” que más bien tenía el apelativo por costumbre que por otra cosa, pues estaba más cerca de los cuarenta que de los treinta y sin embargo… todavía se defendía bastante bien. Una mujer morena de cabello oscuro, cara más bien redonda y facciones no tan finas, pero de ningún modo toscas y ciertamente femeninas. Ya una vez que la conocí “íntimamente” me di cuenta de que era la suertuda poseedora de un generoso par de pechos con forma de papaya, grandes y para su edad, bastante firmes y bien formados. No era muy acinturada o caderona, pero sí se distinguía claramente una silueta femenina, con piernas bonitas a secas y un trasero que sin ser su mayor atractivo (que se encontraba un poco más arriba), tampoco estaba para pasarlo por alto.
Al principio no le puse demasiada atención, pues siempre la veía en ropa holgada y deslavada, sin arreglar y simplemente haciendo las tareas domésticas. Ella llegaba a casa cerca del medio día, y en ocasiones que no tenía clases en la carrera nos topábamos, pero no pasaba del clásico “buenos días” y cada quien por su lado. Todo cambiaría un día que salí temprano de clases.
No acostumbro anunciar mi llegada o partida si no es estrictamente necesario, así que entré a casa en silencio y ya que estaba ahí decidí pasar a la cocina a ver si había sobrado algo de comer. Cual no sería mi sorpresa, al encontrarme con que un albañil que habíamos contratado hacía unos días estaba en casa y lo que es más: se estaba beneficiando a Teresa.
La tenía manos contra la pared, como en cateo policial, con la falda levantada, las panties bajadas y la blusa arremangada sobre los pechos, que le manoseaba descaradamente, y ciertamente motivos no le faltaban para hacerlo, pues de tamaño y forma no estaban nada mal, quizás una copa C o incluso D, pues apenas le cabían en las manos a su amante, que gustoso los acariciaba mientras continuaba dándole duro, haciéndola gemir.
Sobra decir que en una oportunidad como esa, no había cosa que hacer más que colocar la lente de mi celular donde pasara desapercibida y grabarlos. Cuando llegué calculo ya irían poco más allá de la mitad, pero aún así me dieron material más que suficiente (poco más de cinco minutos de “acción”). Al terminar se acomodaron la ropa y ella se arregló un poco el pelo, mientras que yo aprovechaba para retirarme del lugar sin ser notado, y desde luego, respaldar los importantes datos.
Ya en la pantalla de mi laptop, se apreciaba bastante mejor la acción, e incluso se escuchaban de vez en vez los gemidos de Teresa cuando su amante le hacía algo bien. La verdad era que nunca la había visto así (metafórica y literalmente), y siendo sinceros aquellos generosos pechos eran motivo más que suficiente para antojarme. Pensé muchas cosas en muy poco tiempo, incluyendo publicar el video o hacerme una buena paja en su honor, pero me contuve de ambas: estaba decidido a que sería ella quien me hiciera ese honor o al menos, le daría la opción de no ser estrella porno amateur.
Pasaron un par de días que verdaderamente me tenían impaciente, antes de que ella tuviera que venir nuevamente, días que desde luego, me contuve de cualquier cosa para estar más que preparado. Ese día en particular sí tenía clases por la mañana pero poco me importó, lo que tenía pensado era mucho más interesante. Desde la ventana de mi cuarto vi el auto de mi padre, quien no hizo más que llegar, abrirle la puerta e irse, dejándonos sin saberlo solos. La dejé acomodarse algunos minutos mientras yo no hacía más que pensar en aquellos enormes pechos, ansioso ya de tocarlos, chuparlos, morderlos y mucho más. Cuando estaba ya en la cocina bajé y la llamé.
“Oye Tere, ven, necesito que veas algo”
“Qué cosa joven”
“Esto” le dije mientras le mostraba mi celular, que se encontraba ya reproduciendo el video del cual era ella protagonista, desde luego con el sonido a todo volumen; a pesar de que era morena, en ese momento su rostro perdió todo el color.
“Jo… joven… yo no…”
“A eso vienes Tere? A cachondear?”
“…ya se lo enseñaste a tus papás verdad?”
“No Tere, tampoco soy tan gacho. Te lo quise enseñar a ti, para primero oírte. O quieres que se los enseñe a ellos?”
“No, por favor, no se los vayas a enseñar. Te lo juro que no vuelve a pasar”
“Así de fácil? Aquí no pasó nada y ya?”
“Sí joven, en serio te lo juro que no vuelve a pasar, pero no le enseñes eso a nadie porfa. Yo hago lo que tú me digas, pero borra eso” finalmente habíamos progresado hacia donde yo quería ir…
“Lo que yo te diga Teresita?”
“Sí pues, pero no les vayas a decir nada a tus papás”
“Ok Tere, entonces súbete la blusa”
“Cómo!?” exclamó sorprendida mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho; ciertamente no esperaba que le pidiera eso.
“Por éste favorsote, es lo menos que me debes no? Mira que te conviene…”
“Es que no…”
“No que lo que yo dijera?”
“Ta’bueno pues…”
Más a fuerzas que por ganas, se arremangó la blusa hasta poco más abajo del cuello, dejando al descubierto un vientre con algunas lonjitas que eran de esperarse, pero más esbelto que lo que yo creía, con una cintura bien marcada, algo de pancita y el premio mayor: un par de pechos más que generoso que lucía aún más apetecible en persona que en el video, cubiertos apenas por un brasier de algodón blanco. Ella tembló un poco cuando mis manos fueron directamente sobre esas cumbres y quizás haya querido detenerme, pero sólo respiró hondo mientras yo acariciaba por encima de la tela, lo cual tampoco duraría mucho…
De sus pechos, mis manos pasaron a su espalda, siguiendo el camino hasta hallar el broche del sujetador. Pocos hombres son buenos soltando esas cosas y no me incluyo entre ellos, pero felizmente aquel cedió sin demasiada ceremonia, liberándose la tensión casi de inmediato y dejando libres aquellos deliciosos pechos, que no tardé en volver a acariciar, pasando sus pezones entre mis dedos mientras los apretaba suavemente.
“Qué guardadito te lo tenías Tere… estás bien guapa”
“Cuál guapa… tú lo que quieres es manosearme y ya verdad?”
“Bueno, más que guapa, estás bien buena”
Me pegué más a ella, para continuar deleitándome con aquellos exquisitos senos, ésta vez chupándolos cual niño de brazos, llevándome de inmediato uno de sus pezones a la boca, mordisqueándolo suavemente mientras mi lengua se paseaba sobre él. Ella no decía nada, pero tan cerca de su pecho podía sentir claramente su respiración, que se aceleraba y claro, sus pezones comenzaban ya a levantarse.
Mis manos pasaron de sus senos a su trasero, primero por encima de la falda que de inmediato comencé a subirle, y rápidamente se colaron bajo sus panties, apretando con gusto sus cachetes mientras continuaba chupando y lamiendo sus pechos, haciéndola soltar algunos ahogados gemidos de vez en vez. Sus nalgas no eran de concurso ni muy grandes, pero sí bastante suaves al tacto y en ese momento, de lo más apetecibles para deleitar mis manos en ellas. Para ese entonces, tenía desde luego una erección que no dudé en pegar contra ella, que seguramente la notó aún por debajo del pantalón.
“Vente, vamos a mi cuarto…” le susurré al oído mientras continuaba dándome gusto.
“No… ya cálmate… ya me manoseaste mucho…”
“Esto fue puro cachondeo Teresita… nos falta lo mejor” y por si le quedaba duda de a qué me refería, la sujeté con fuerza de las nalgas, jalándola hacia mí mientras frotaba mi erección contra ella.
“No joven, eso no… cómo contigo y en tu cuarto”
“Qué tiene, vas a estar más cómoda ahí que como estabas ayer parada”
Aquel recordatorio de lo que la motivaba fue más que suficiente para que me siguiera y claro, durante todo el camino fui metiéndole mano por todos lados, más que nada disfrutando de aquellos exquisitos pechos, pero también de vez en vez, le metía la mano entre las piernas, acariciándola por encima de las panties.
Apenas llegamos a la puerta de mi cuarto, y ya la tenía a medio desvestir, con la blusa encaramada sobre sus pechos,, el sostén colgando de un solo brazo y la falda más parecía mini que otra cosa. Todos en casa trabajaban a esa hora y no esperaba a nadie, pero por si las dudas tranqué la puerta tras de mí para evitar interrupciones y finalmente la senté en el borde de mi cama, mientras iba preparándome.
“Ponte cómoda Tere” y por si no entendía mi insinuación, le quité el bra y lo arrojé a los pies de la cama.
No tardé en quitarme la camisa y arrojarla a donde cayera, para después tirar al piso pantalones, ropa interior y zapatos al mismo tiempo, quedando completamente desnudo casi de inmediato. Busqué entre mis cajones y extraje una tira de condones, poniéndome uno y dejando el resto sobre el buró para tenerlos a la mano. Ella solamente me observaba atónita, como no creyendo que en verdad fuéramos a tener sexo, así que me tocaba darle un amable recordatorio.
“Ya lista? Puedes o te ayudo?” fuera del brasier que le había quitado yo, seguía casi completamente vestida.
No esperé respuesta y comencé a desnudarla yo mismo, empezando por su blusa que corrió la misma suerte que su sostén, dejándola desnuda de la cintura hacia arriba. Busqué a tientas por dónde se abría la falda (si bien admito que busqué mucho sobre sus nalgas) hasta hallar un cierre que bajé, y deslicé mis dedos bajo el elástico de sus panties para bajarle ambas prendas al mismo tiempo; ella se cubrió con las manos pero me dejó hacer y al final terminó desnuda igual que yo.
Sobraban las palabras, y simplemente me lancé sobre ella, o más concretamente sobre aquellos enormes pechos que volvieron a sentir las caricias de mi lengua mientras la acomodaba sobre mi cama; ella jadeaba suavemente, y soltó un ahogado gemido acompañado de un escalofrío cuando bajé mi mano hasta el espacio que había entre sus piernas, sin rasurar pero ya comenzando a mojarse, a lo cual le ayudé sobando suavemente su clítoris con mis dedos, haciéndola temblar.
No quería, pero tuve que dejar sus pechos por la paz para abrirla bien de piernas y colocarme entre ellas, frotando lentamente mi miembro contra su entrada, disfrutando aquella tibieza contra la punta hasta que me acomodé y comencé a empujar. Mis caricias habían dado buen resultado, y la habían dejado bien lubricada, permitiéndome avanzar sin dificultad, disfrutando de esa piel suave, húmeda y tibia acariciando mi miembro mientras la penetraba hasta que mis huevos chocaron contra sus nalgas, y de ahí me sujeté de sus hombros y empujé con fuerza hasta que entraron como decimos en mi rancho “hasta los pelos”.
“Mhmmmmmm!” la obligué a gemir al sentir cómo la penetraba tanto como me era posible, no pude evitar repetirle la dosis, haciéndola soltar otro gemido que disimuló un poco mejor que el anterior.
Ganas no me faltaban de romper las patas y la cabecera de la cama con ella, pero preferí contenerme un poco y tomarme mi tiempo para disfrutar, entrando y saliendo de ella con calma, gozando de su cálido interior, que con cada embate se iba poniendo más y más húmedo mientras ella apretaba las sábanas entre sus dedos, y su respiración se iba agitando.
La situación verdaderamente me resultaba de lo más excitante, y no tardé en sentir que estaba cerca de venirme, así que me detuve, y mientras descansaba volví a darme gusto con sus pechos, lamiendo y chupando a mi antojo mientras mi miembro latía gustoso en lo más profundo de ella; a ratos le daba uno o dos empujones para después seguir disfrutando aquellas cumbres mientras ella ya jadeaba para respirar.
“Ya joven… te falta mucho?” preguntó en un suspiro.
“Uy Tere, mejor ni hagas planes de aquí a las tres” (pasaban unos minutos de las doce).
“Cómo de aquí a las tres?”
“O si prefieres me vengo y le paramos, pero a las tres les enseño a mis jefes qué andabas haciendo”
“No joven eso no, no seas malo conmigo”
“Quién es malo Teresita, al contrario, yo quiero ser bueno contigo, y tratarte bien; muy, muy bien” y con ésta última frase la jalé de las caderas, empujando tanto como me era posible y haciéndola soltar un gemido ahogado; “tú flojita y cooperando y vas a ver qué bien te va”
Ya un poco más descansado continué con bastantes más ganas, y entonces sí me di rienda suelta con ella, pistoneándola rápido y fuerte, gozando con aquella excitante situación, mordisqueando de vez en vez aquellas tetas que desde que las vi me tenían loco hasta que no pude más. Con un fuerte gemido tensé todo mi cuerpo, empujando tan dentro de ella como me era posible, mientras un fuerte chorro de semen era disparado de mi miembro, seguido de otro, y otro más, que se sentían como si fuese a derretirme en su interior; hacía ya un buen rato que no tenía un orgasmo tan intenso como aquel, que traté de prolongar tanto como me fue posible, dándole embestidas cortas y rápidas hasta que no pude más y me desplomé sobre ella, recargando tanto peso como pude sobre mis codos y rodillas para poder seguir dentro de ella sin aplastarla.
Exhausto, sudado, jadeando y completamente satisfecho, finalmente me faltaron fuerzas y me vi obligado a salir de ella para descansar un poco, tumbándome al lado suyo; desde luego para aprovechar el tiempo, la jalé hacia mí y continué dándome gusto con su anatomía. Siempre me ha gustado disfrutar de un buen beso francés tras un orgasmo y claro, intenté hacerlo con ella, sin embargo lo más que pude besarle fueron el cuello y las mejillas, pues movía su boca tan pronto la mía se acercaba, por lo que tuve que “conformarme” con lamer y chupar sus pechos, mientras mis manos se daban gusto con sus nalgas y le metía una pierna entre las suyas.
Con el intenso cachondeo, nunca perdí por completo la erección, y apenas me sentí listo de nuevo, me puse otro condón y volví a la acción, ésta vez de perrito, lo cual me permitía acariciarle los pechos y el clítoris mientras seguía cogiéndomela. No sé si por las caricias extras, o la postura, pero en esa posición la hacía gemir con mucha más facilidad, gemidos que ahogaba en mi almohada mientras su interior se contraía deliciosamente alrededor de mí cada vez que acariciaba su botoncito de placer. No me quedó duda de haberle causado al menos, un orgasmo, pues cuando más concentrado estaba en las caricias, su interior me apretó deliciosamente mientras ella trataba inútilmente de disimular un gemido bastante largo, para después quitar mi mano de entre sus piernas con la suya, pues seguramente había quedado por demás sensible.
Contrario a lo que hubiese podido esperar, duré (o al menos sentí que duré) menos que la primera vez, quizás debido a la excitación y a la prisa de querer disfrutarla tanto como me fuese posible antes de que se acabara el tiempo, quizás porque haberla hecho gemir de placer me tenía excitado a mí también. Nuevamente me vacié (casi) dentro de ella, sujetándola con fuerza de las caderas mientras una nueva oleada de placer me invadía, empezando en mi miembro y siguiendo por todo mi cuerpo, acabando con toda la fuerza que pudiera tener.
Ésta vez el cachondeo fue haciendo “cucharitas”, lo cual me dejaba manosear sus pechos a mi antojo, apretando sus pezones entre mis dedos mientras cubría sus senos con mis manos tanto como podía y con mi pierna, la jalaba hacia mí, frotando mi erección justo donde la espalda pierde su nombre. Nos quedamos así un buen rato, hasta que mi mano bajó entre sus piernas que de inmediato intentó cerrar, pero con una de las mías en medio le resultó imposible, y tuvo que soportar mis caricias sobre aquella sensible zona, que todavía estaba lo bastante húmeda para empaparme los dedos que me llevé a los labios… y eso fue todo.
Una tercera vez, más por lujuria que otra cosa, nuevamente en posición de misionero y ésta vez mucho más relajada. Pasaban ya de las dos en el reloj, por lo que sabía que sería la última (al menos del día), así que decidí ésta vez tomarme mi tiempo para venirme, gozando de aquella atmósfera de lujuria y placer que se respiraba en el cuarto.
Ésta vez simplemente pasé mis brazos bajo los suyos, y con mi cabeza al lado de la suya, comencé con un ritmo lento y pausado, frotándome contra su piel y sus pezones mientras respiraba hondo, disfrutando de cada embate mientras el tiempo perdía cualquier significado. Ese último orgasmo fue radicalmente diferente al primero, pues a cada latido de mi miembro dentro de ella, me sentía más tranquilo y relajado, tras finalmente haber disfrutado con ella a mi antojo. Ganas no me faltaban de una última sesión de cachondeo, pero el reloj continuaba su marcha y no nos convenía a ninguno que se despertaran sospechas.
“Vamos a vestirnos Tere, antes de que llegue alguien” y le di una última nalgada al terminar la frase.
“No les vas a enseñar nada verdad?”
“Cómo crees Tere, promesa es promesa”
Como realmente era ella la que importaba más que estuviera vestida, comencé a pasarle su ropa que se encontraba tirada por todo el cuarto. El sostén desde luego la ayudé a ponérselo y acomodárselo, al igual que la blusa que me aseguré, le quedara en su sitio y bien acomodada, sobre todo en la parte de los pechos. Faltaban veinte minutos para las tres cuando terminó de vestirse, y aún le temblaban un poco las piernas cuando se levantó para bajar las escaleras y así no levantar sospechas.
“Tú tranquila Tere, te juro que nadie se va a enterar de nada, y te digo algo? La neta coges bien rico” un último “arrimón” acompañó ésta frase, y no la solté de la cintura hasta llegar a la escalera.
El contraste con el aire de afuera me hizo darme cuenta del intenso olor a sexo que se respiraba en mi habitación, así que tuve que encender el ventilador y abrir las ventanas para no despertar sospechas. No tenía nada de particular el encontrarme dormido por las tardes, así que nadie sospechó nada tras una pequeña siesta hasta las cinco, de la cual desperté claro, con una erección que me bajé recordando aquella intensa sesión de sexo. Aquello había empezado muy bien, y sólo podía mejorar…
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