Grabando a la sirvienta (2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por astaroth.
Buenas las tengan y mejores las pasen, damas y caballeros, ésta es la continuación de la primera parte de ésta historia, para los que no la hayan leído, pueden hacerlo en el link de abajo, ya que es ahí donde inicia todo y presento a los protagonistas de la historia. Continúa nuestro trato de silencio, y continúo yo viendo la forma de hacer más y más con ella…
http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-30781.html
No tuve oportunidad de repetir la experiencia más que una sola ocasión en las dos semanas siguientes, pues le habían hecho notar que faltaba de hacerse bastante limpieza, y verdaderamente no nos convenía a ninguno de los dos que se levantaran sospechas. Mi oportunidad llegaría sin embargo, en un sábado que mis padres se irían a visitar unos parientes que ni siquiera sabía que tenía, dejando la casa sola todo el día. No hubo mucha ceremonia más que el tradicional “cuídate” y “no hagas fiestas”, y al menos los obedecería en lo de cuidarme, si bien la “fiesta” que tenía planeada no tendría más que dos asistentes…
Durante la semana había estado viendo uno que otro video, para “pasar el rato”, y por casualidad vi entre los top un “upskirt”, en el cual las chicas ocultaban bajo la falda todo tipo de sorpresas, desde panties de encaje, culotts y tanguitas que dejaba poco o nada a la imaginación. Una cosa llevó a la otra, fui siguiendo el hilito y terminé con una excelente idea para ese sábado que gozaríamos juntos.
“Qué onda Tere, cómo andas?” le pregunté mientras la abrazaba por detrás.
“Espérate, no ves que me van a regañar si otra vez dejo tirado el quehacer”
“Tú tranquila, mis jefes no regresan en un buen rato, no te dijeron? Aparte hoy te voy a esperar que acabes primero, si me haces un favorcito”
“…qué quieres pues” respondió con aire de resignación, nunca se hubiera imaginado lo que seguía.
“Que te pongas esto”
Me saqué del bolsillo la diminuta prenda que había comprado el día anterior en una sex shop. Nada fuera de lo común, el modelo clásico de tanga en color negro, con una V de tela cubriendo el pubis que se convertía en un hilo, que no se ensanchaba hasta salir por completo de entre los cachetes y acabando en el conocido triangulito que algunas preferían lucir de fuera. La sola idea me causaba ya una erección que no dudé en frotar contra ella, por si no la había notado.
“Eh!? Qué es eso que quieres que me ponga?”
“Un hilito, para que te veas más guapa, más nalgona. Nada más póntelo y ya, te dejo seguir en tus cosas”
“No joven, esto sí ya es mucho” se quejó mientras contemplaba la diminuta prenda, posiblemente era la primera vez en su vida que tenía una en sus manos.
“Qué tiene? Ni que te hubiera dicho que te salieras a la calle así, va a ser aquí adentro, debajo de la falda, y nada más tú y yo vamos a saber…”
“Es que no… éstas modas son para escuinclas prontas, que les gusta andar con la cola pelada”
“No te creas, muchas mujeres de tu edad y más grandes también usan tanga, dicen que se sienten más cómodas”
“Ellas, una qué”
“Tú hazme caso y póntela Teresita, mira que si lo que te importa es tu cola, tienes mucha que te pisen…”quizás lo único que le faltaba era un poco de incentivo, así que le recordé indirectamente su situación.
“No seas malo… en serio me vas a hacer que me ponga estos hilos?”
“Para eso te la traje” mi mano le acariciaba ya el trasero y comenzaba a levantarle la falda; ella sólo soltó un breve suspiro y me dejó hacer.
Tras subirle la falda, deslicé mi mano bajo el elástico de sus panties, blancas y sin chiste, apurándome a bajarlas para reemplazarlas por la provocativa prenda. Primero sobre una pierna y luego la otra, la tela era bastante elástica, indudablemente para ajustarse mejor al contorno de quien la trajera, lo cual me venía de lo mejor. Efectivamente se sentía un poco apretada conforme iba subiendo por el área de los muslos, pero nada que me impidiera ajustársela bien, asegurándome de que el hilito le quedara bien oculto entre los cachetes, con el coqueto triangulito asomando encima, y tras ajustar un poco los bordes, le di una nalgada.
“Ya ves Tere, si te luce muy bien”
“Cual luce bien… si esos hilos ni se han de ver…”
“Pues lo poquito que se ve, te luce muy bien. Pero ya, no te quito tu tiempo, síguele en lo que estabas. Y ni se te ocurra quitártela, eh?”
La dejé seguir un buen rato, pero de cuando en cuando me daba una vuelta para ver cómo iba y claro, darme un “taco de ojo” con su nuevo atuendo. Ciertamente la prenda no era algo que pudiera ignorar u olvidarse, pues cada vez que la veía se estaba acomodando la falda o caminando distinto; apenas y podía esperar a que terminara…
“Todo bien Tere?” le pregunté mientras le levantaba la falda para asegurarme de que seguía mis indicaciones.
“Hasta qué horas me vas a hacer traer ésta cosa puesta? Se me mete bien feo entre las pompas”
“Tú aguanta, ya falta menos, nada más hasta que acabes y yo mismo te la quito”
“Cómo hasta que acabe, me falta bien harto…”
“Bueno, si no te puedes esperar tanto me hubieras dicho antes…” mis dedos jugueteaban ya con aquel hilo que desaparecía entre sus voluptuosas nalgas, y poco a poco lo fui sacando de entre ellas, pero si pensaba por un momento que era para quitársela, estaba muy equivocada; “te puedo ir dando un adelanto de lo que te tengo guardado para cuando acabes”
No se había dado cuenta de que ya venía yo preparado, con un forro puesto mi erecto miembro que estaba más que listo para entrar en ella ni bien me bajé los pantalones. Apenas hice a un lado la tanguita sin quitársela y terminé de subirle la falda, comencé a frotarme contra su entrada, húmeda y calientita, quizás por verse forzada a vestir aquella provocadora prenda por tanto tiempo.
“No joven, yo no decía eso. Aparte cómo aquí?” intentó quitarme, y por respuesta tomé sus brazos y la hice apoyarse de frente sobre la barra de la cocina, quedando empinadita en una posición más que perfecta.
“Hmmmmm, qué tiene, aquí merito chula, un rapidín para que puedas chambear a gusto, que cojas fuerzas y acabes antes”
Sus reclamos fueron inútiles, y al poco rato me encontraba cabalgando con gusto sus caderas, sujetándola de la cintura mientras disfrutaba de aquella vista: el contraste de su falda simple y sin chiste, con la sexy y elaborada prenda enmarcaba a la perfección su culito que, sin ser de modelo, lucía de lo más tentador en ese momento. Ella trataba de disimular, mordiéndose el labio para ahogar sus gemidos, pero era obvio que al menos, estaba sintiendo aquella cogida, y yo me encargaría de que la sintiera mucho más.
“Qué tal? A poco no te gusta así?”
“Hmmmm… ya pues, apúrate…”
“Y entonces así?”
Antes de que pudiera hacer nada, mi mano se deslizó bajo el diminuto triangulito de tela que cubría su intimidad y nada más, buscando inmediatamente el sitio que compartíamos. Ella quiso detenerme, pero yo había recargado mucho de mi peso sobre de ella, y apenas movió su mano sintió que el peso la vencía y por instinto volvió a apoyar su mano para sostenerse, lo cual aproveché para comenzar a masturbarla mientras continuaba con la cogida.
“Ahí no joven, no seas malo, ya no me estés manoseando…”
“Cómo que ahí no Teresita, si ahí es donde se siente más rico…” para ese entonces, mis dedos ya habían encontrado su clítoris, que comencé a acariciar suavemente, haciéndola gemir; a pesar de sus quejas, se encontraba ya erecto y ansioso de recibir placer.
Lejos de detenerme, mis caricias se hacían cada vez más intensas, pasando de acariciar los costados a frotarlo directamente, con mi dedo empapado de sus jugos. Ella gemía y se quejaba, moviendo sus caderas de un lado a otro, como tratando de quitarlo de mi alcance, sin saber que sólo conseguía excitarme más, hasta que la abracé con fuerza contra mí, y comencé a torturarla sin misericordia, sobando su entrepierna con mis dedos para después aprisionar su botoncito de placer entre mi índice y anular, frotándolo con el medio hasta que no pudo más…
No lo dijo y tampoco lo hubiera admitido, pero la hice experimentar un orgasmo como estoy seguro, no le habían dado en mucho tiempo. Su interior se tensó con fuerza alrededor de mí, mientras un ahogado chillido escapaba de sus labios, que apretaba con fuerza tratando de contenerse lo más que podía; si con mis caricias se encontraba húmeda, ahora estaba empapada, tanto que algunas gotas alcanzaron a resbalar por sus muslos y los míos; sus piernas le temblaban y le costaba mantenerse en esa posición, ya sólo faltaba algo.
“Qué tal chula? A poco no sentiste bien rico?”
“Y… ya acabaste verdad? Para que me dejes seguir…”
“Ya merito chula, pero si quieres que me apure me apuro”
A propósito, y a sabiendas del estado en el que se encontraba, la sujeté de la cintura para empezar a culearla rápido y duro, moviendo sus caderas y empujando también yo con las mías, entrando y saliendo de ella a toda prisa, obligándola a hacer un esfuerzo sobrehumano para mantenerse de pie, pues tras aquel intenso placer, todas esas sensaciones se multiplicaban en ella.
“Ay, ay, espérate joven, no tan recio! Despacito!” felizmente había logrado mi cometido, aquel orgasmo la había dejado tan sensible, que cualquier roce la enloquecía.
“No siempre me estás diciendo que me apure? Ahora resulta que te gusta despacito” y efectivamente bajé un poco el ritmo, pero seguía siendo mucho más de lo que podía soportar.
“No me des tan duro, que no aguanto, es en serio” y ciertamente sus piernas parecían abandonarla en cualquier instante, de manera que me detuve por completo.
“Sale pues chula, entonces tú escoges qué tan duro quieres, mátate sola” y dicho esto la sujeté de la cintura, sin hacer ningún otro movimiento.
No de muy buen agrado, comenzó a hacer un suave movimiento de adelante atrás mientras suspiraba un poco. A ratos trataba de acelerar el paso, para después regresar a un ritmo más calmado mientras yo no tenía que hacer más que disfrutar. Cuando sentí que ya no podía más, la sujeté con fuerza, empujando hasta asegurarme que ni un milímetro de mi erección había quedado fuera mientras disfrutaba de aquel orgasmo, que ella misma, aunque fuera a regañadientes, me había provocado. Su interior se sentía caliente y estrecho, todavía sin recuperarse por completo y quizás incluso ya se había venido una vez más; le di un par de embestidas fuertes pero lentas, acompasadas a los chorros de semen que brotaban con fuerza de mi miembro. Por un momento me hubiese gustado no llevar condón y haberla llenado de leche, pues hubiera hecho aún más interesante lo que seguía.
“Ufffff! Qué rico coges Tere, me cae que así nos vamos a divertir mucho al ratito. Pero por lo pronto tú síguele, ya no te interrumpo”
Dicho esto salí de ella, chorreando todavía los restos de su orgasmo que me limpié sobre sus nalgas y le acomodé la tanguita en su lugar, asegurándome de pegarla contra su intimidad, y de que el hilo se metiera entre sus cachetes tanto como fuera posible. Le bajé la falda, le acomodé la blusa y le di un par de nalgadas, como diciéndole que por el momento ya estaba satisfecho
“Cómo crees que así! Voy a cambiarme”
“Qué cambiarte ni que nada, así como estás síguele, si no, no vas a acabar”
“Es que estoy llena toda de… y ésta cosa se me está pegando”
“Qué tiene, así merito. Y para que no tengas malas tentaciones aquí te voy a estar echando ojo”
Soltó un suspiro de resignación, al darse cuenta de que no tenía más opción que continuar con su quehacer, mientras yo la vigilaba. Me senté en una de las sillas a observarla y verdaderamente era todo un espectáculo, pues era evidente que no estaba para nada cómoda usando la tanga, y menos aún con los restos de su orgasmo pegados a su entrepierna. Mientras limpiaba, de cuando en cuando se llevaba la mano a su trasero, tratando de acomodarse el hilo o de sacárselo un poco, cosa que evidentemente nunca conseguía, pues al poco rato hacía un nuevo intento.
En cuanto a mí, aquel espectáculo me resultaba de lo más excitante y no tardó mi miembro en demostrarlo con una nueva erección que, lejos de ocultar, me desabroché el pantalón y tras limpiarme, comencé a tocarme suavemente mientras la observaba, no lo suficiente como para venirme, sino apenas un placer agradable para hacer más amena la espera. Ella se dio cuenta desde el principio pero fingió no notarlo, sólo dejó de intentar acomodarse el hilo, como tratando de que dejara de verla, pero era igualmente excitante verla sacudiendo las nalgas con el mismo fin de estar un poco más cómoda. Tras disfrutar del espectáculo algunos minutos más me retiré, pues si seguía ahí iba a seguir hasta venirme.
Una o dos horas pasaron, entre esperar y “revisarla” para que siguiera mis instrucciones, hasta que por fin terminó con el quehacer de la casa, y no habría ya sospechas de lo que haríamos después. No dudó ella en ser la primera en informarme que su trabajo estaba hecho.
“Ya acabé, ya me puedo quitar ésta cosa?”
“Cómo no chula, te lo prometí no? Que yo mismo te la iba a quitar, y claro que te cumplo”
Le quité primero la falda, dejándola caer alrededor de ella, para poder juguetear a gusto con aquella prenda. Verdaderamente le lucía bien, aunque un poco extraña por el vello que le asomaba por encima del triangulito, pero ya después me encargaría de eso. Deslicé mis dedos bajo el elástico y comencé a bajarla despacio, sin prisas, disfrutando cómo poco a poco se iba despegando de su intimidad, que felizmente seguía húmeda y lista para más. “Levanta ésta piernita” le pedí, acariciando su muslo derecho, y le saqué el hilo de ese lado, pero si creía que ahí terminaría todo… le esperaba una sorpresa.
Sin avisarle nada, me lancé sobre su tibia intimidad con mi lengua, saboreando el fruto de su orgasmo mientras ella, sorprendida, intentaba cerrar las piernas y empujarme.
“Ay no! Qué me haces, no me chupes la pucha!” indudablemente la sorpresa había roto con su habitual lenguaje, mucho más recatado, y por toda respuesta recibió una chupada de clítoris que la hizo temblar; “no, eso no, no seas cochino!” continuó forcejeando y haciéndose hacia atrás.
“Qué tiene Teresita, si sabes bien rico” le respondí relamiéndome.
“No joven, esas cochinadas no. Si me quieres culiar pues culiame, ya qué, pero eso de quererme chupar ahí ya es mucho”
“Ya, no te hagas Teresita, si se ve que bien que te gustó. A poco aquel nunca te la mamó sabroso?”
“No joven, ni él ni nadie, esas son cochinadas”
“Pues serán cochinadas pero se siente bien rico, vas a ver, cómo te va a gustar”
“Que no… no me gusta”
“Ya te han hecho?”
“No, ni quiero que me hagan”
“Entonces cómo sabes que no te gusta?”
“Porque esas cosas no me gustan, y aparte a qué me quieres chupar ahí, si ha de saber bien feo”
“Todo lo contrario Teresita, a mí me encanta cómo sabe, y más cuando me acuesto y se me ponen así, en cuclillas y con las piernitas abiertas… hmmmmm, todo el día me lo podría pasar así, chupándotela rico”
“No seas cochino, cómo dices esas cosas”
“Es neta Teresita, me encanta. Es más, si te me pones como te digo y te dejas que te la mame sabroso ya con eso me conformo ahorita. Ni culiamos ni te vuelves a poner la tanga ni nada, por hoy me doy por bien servido”
“…me lo prometes?”
“Te lo juro, dejas que te la mame y te vistes va?”
“Pero en serio? Nomás esto y ya eh?”
“Cuándo te he quedado mal?”
Nos dirigimos a la comodidad de mi cuarto, ella prácticamente desnuda de la cintura hacia abajo, pues su falda seguía levantada, y las panties y la tanga las llevaba yo en un bolsillo, a fin de tener las manos libres para irla agasajando en el camino. Ni bien cruzamos la puerta la desvestí a toda prisa, relamiéndome ya los labios, listo para saborear aquel delicioso postre, arrojando su ropa a donde cayera como la primera vez, hasta dejarla completamente desnuda, para después acostarme en mi cama boca arriba y listo para recibirla.
“Conste que nomás esto y ya…” me dijo bastante nerviosa, sin saber muy bien qué hacer.
Poco a poco se fue poniendo en cuclillas sobre mí, que la esperaba ansioso y con una erección que apuntaba al techo, y la verdad era que razones no me faltaban: además del excitante aroma que cada vez se acercaba más, la vista era bastante agradable, pues sus grandes pechos lucían de lo más apetecibles desde abajo. Finalmente ella terminó en la deseada posición “sit on my face” y yo terminé de acomodarme justo debajo de su intimidad; la sujeté de las caderas para irlas bajando los pocos centímetros que la separaban de mis labios y comencé a darme gusto.
Empecé despacio, sin prisas, decidido a aprovechar al máximo aquella ocasión, apenas dando suaves besos sobre su húmeda intimidad mientras mis manos le acariciaban el trasero. De los besos pasé a recorrer su intimidad con mi lengua, haciéndola temblar al principio y soltar un breve suspiro, que pronto se convirtió en una respiración lenta y pesada. Quizás era por la excitación del momento, pero su sabor me estaba encantando y mi lengua no podía parar de buscar más, acariciando su interior cada vez con más ansias. Mis labios pasaron entonces a apresar su clítoris que, muy a pesar suyo, estaba ya erecto y ansioso de recibir atención que gustoso le di.
“Mhmmmm!” sin almohada para ahogarlo, su gemido fue mucho más evidente al sentirme chupando y lamiendo aquella zona tan sensible. Quiso levantarse un poco, pero mis brazos rodeando su cintura se lo impidieron y decidí “castigarla” por intentarlo, dándole a su botoncito de placer fuertes chupadas que la hacían jadear de gozo. No tardó el placer en ser más fuerte que ella, obligándola a terminar en mis labios con otra dosis de su néctar de placer que devoré gustoso, metiendo mi lengua tanto como me era posible mientras ella temblaba y jadeaba para respirar, pero si pensaba que iba a ser tan sencillo… estaba muy equivocada.
Una vez más aprovechándome de aquel estado tan sensible en el que se encontraba, continué con la tortura sobre su clítoris, acariciándolo una y otra vez con mi lengua mientras ella temblaba, incapaz de soportar tanto placer de junto. Nuevamente intentó levantarse, y con bastantes más ganas que antes, pero yo la tenía firmemente sujeta con los brazos y encima, las piernas estaban dejando de responderle, por lo que no tuvo más remedio que seguir forcejeando hasta que le arranqué otro orgasmo igual o más intenso que el anterior que la obligó a gemir de gozo, regalándome más de aquella delicia que desde luego, no dejé que se desperdiciara.
Las piernas le temblaban y era ya incapaces de sostenerla, así que me moví un poco, apenas lo suficiente para que pudiera sentarse sobre mi pecho a descansar un poco, y si bien me pesaba y dificultaba respirar un poco, no hubiese cambiado mi lugar por ningún motivo. Apenas podía respirar entre jadeos, y finas gotas de sudor la cubrían por todos lados; entre sus piernas escurrían algunos tibios restos de su orgasmo que poco a poco bajaban a mi pecho, una bienvenida adición al calor que irradiaba su entrepierna. Sobra decir que mi erección era tal, que se me pegaba al ombligo y ésta vez, no dudé en masturbarme hasta acabar, lo cual me tomó casi nada, arrojando fuertes chorros de semen hacia mi vientre y su espalda, latiendo de gozo mientras disfrutaba de aquella excitante situación.
“No hay prisa Teresita, aquí te puedes quedar todo el día si quieres” le dije mientras le acariciaba el trasero.
Por desgracia no aprovechó mi ofrecimiento tanto como yo hubiera querido, y apenas pudo se levantó de mí, al menos para acostarse al lado a descansar, lo cual aproveché para empiernarnos, frotando mi miembro y los restos de nuestros orgasmos contra ella y por qué no, gozar un poco de aquellos reconfortantes pechos.
Nos quedamos así un rato, ella jadeando para respirar, y yo frotando mi erección contra ella, mientras me deleitaba chupando sus pezones y metiendo mi cara entre sus pechos, mis manos sobándole a gusto el trasero. Apenas tuvo fuerzas se paró y comenzó a vestirse, empezando con sus aburridas panties que tenía separadas junto a su ropa. Ganas no me faltaban de saltar sobre ella y hacerla mía, pero ella había cumplido tan bien con su parte, que el no cumplir la mía simplemente no era posible, de manera que sólo me limité a observarla.
“Qué barbara eh Tere? Estuvo riquísimo, a poco no?”
“Ay Migue…” era la primera vez que me llamaba por mi nombre; “te pasas de veras eh?” y sin embargo, sus palabras no me sonaban a reclamo.
“Qué tiene? A poco no te gustó a ti también”
“Ya te dije, que esas son cochinadas”
“Pero te gustó o no te gustó?”
“Ash… te pasas eh?”
Decidí dejar el asunto por la paz, al menos por el momento, y acompañarla a la puerta, así desnudo como estaba. No puso objeción a que la tomara de las manos para guiarla, aún cuando bajando la escalera, me puse detrás de ella y me puse sus manos en la entrepierna, incluso me acarició un poco.
“Sigues de pinche jarioso verdad?” sus manos apretaron mi miembro, ni por asomo con suficiente fuerza para lastimarme, pero sí para saber que no era por accidente.
Llegamos a la puerta y finalmente, fue momento de despedirnos. Fiel a mi costumbre intenté despedirme con un beso de verdad, y para mi sorpresa, ésta vez no apartó sus labios, dejándome darle un pico y un poco más, pero apenas intenté continuar, hizo hacia atrás la cabeza.
“Ya pues, dijiste que me hacías tus mamadas y ya”
“Sí claro, éste es nomás el besito de despedida”
“Sí cómo no… ándale pues ya suéltame que me están esperando”
“El socio di?”
“Ash, qué te importa metiche” verdaderamente era refrescante la familiaridad que sólo un par de buenos orgasmos podían causar.
“Sale pues Tere, te lo cuidas eh!” una nueva nalgada me ganó ésta vez un manazo, más sonoro que doloroso.
“Deja ahí tentón!” me dijo antes de irse.
A partir de ese día, nuestros “encuentros” se volvieron más frecuentes y bastante más placenteros, pues casi siempre me las arreglaba para cuando menos, disfrutar un “rapidin” en la cocina, sala o donde pudiera cogerla por sorpresa; sorpresa que cada vez recibía de mejor agrado. No siempre me dejaba hacerle oral, y definitivamente nunca cuando aún tenía trabajo pendiente, pues cuando lo hacía, le arrancaba orgasmos tan intensos que luego la que no podía continuar era ella.
Pronto las ocasiones en las que nos visitaba se me hicieron pocas, primero porque, como tenía que limpiar la casa para no despertar sospechas, el tiempo que nos quedaba para disfrutar no siempre alcanzaba, y segundo porque no siempre que venía estábamos solos, por lo que le propuse que nos viéramos fuera de la casa, en un motel…
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