Gracias al accidente laboral de mi marido, ahora soy la amante de su jefe
El marido de una mujer tiene un accidente laboral, debido a que se encuentra anestesiado, su jefe le hace el favor de llevarlo a su casa, donde su esposa en agradecimiento se torna en la amante del jefe de su marido. .
Gracias al accidente laboral de mi marido, ahora soy la amante de su jefe.
Recientemente mi esposo, sufrió un accidente, en el taller que trabaja, el muy bruto se puso a soldar sin usar la máscara que le dan, y que por que es muy incómoda mucho.
Por lo que después de estar casi todo el día soldando, sus ojos se le inflamaron, es más parecían un par de huevos fritos.
La inflamación fue tal, que su mismo jefe lo llevó a la sala de emergencias, por los fuertes dolores, y la gran inflamación que presentaba.
Yo me encontraba en casa, y terminaba de salir de la ducha, cuando sentí que tocaron la puerta.
Por la prisa e ignorando de que se trataba, solamente me puse mi bata de baño, al abrir la puerta estaba mi esposo con los ojos vendados, y su jefe al lado.
Asustada pregunté que había sucedido, y fue mi esposo quien me dijo que, por no usar la máscara protectora, se le inflamaron los ojos.
Hasta ese momento su jefe había permanecido en silencio, sin decir nada, yo por lo asustada que estaba, ni cuenta me di que mi bata se había abierto, al escuchar a mi marido decirme eso.
De inmediato les pedí que pasaran, y fue cuando el jefe de mi esposo me comentó que lo mejor era que lo llevásemos a la cama, ya que le habían dado unos calmantes, y tranquilizantes para que se relajase, y lo más probable era que se comenzara a quedar dormido en cualquier momento.
Después de eso fue que se presentó, y fue cuando me di cuenta de que mi bata estaba abierta, y el jefe de mi marido no apartaba la mirada de mi cuerpo.
Ya en esos momentos me encontraba ayudando a caminar a mi esposo en dirección a nuestra habitación, por lo que lo menos que me importaba era que aquel tipo me estuviera viendo casi desnuda.
Apenas entramos al cuarto las piernas de mi esposo comenzaron a fallarle, y su hablar resultaba enredado y confuso, como si estuviera bien borracho.
Su jefe me comentó sin dejar de estar viéndome, ya comenzaron a hacerle efecto los medicamentos, ahora según me dijo el médico, dormirá de doce a quince horas seguidas, al despertarse no debe quitarse la venda de los ojos, y cuando eso suceda se debe tomar unas pastillas que me dieron.
Finalmente acostamos a mi marido en la cama, y salimos de la habitación, la verdad es que ni me acordaba de que mi bata estaba completamente abierta, hasta que el jefe de mi esposo me comentó, con cierta picardía en su voz, y sin apartar sus ojos de mi coño. “Yo no sabía que él tuviera una mujer tan bella como tú.”
Sus palabras de inmediato me sonaron a que él estaba más interesado en mí persona que, en la salud o el bienestar de mi esposo, y continuó diciendo. “Es una lástima que debido a que el accidente lo causó él, por su insensatez al insistir ponerse a soldar sin mascara, no pueda recibir los beneficios del seguro.”
Yo me quedé sin saber que decir, ya que mi esposo pasaría varios días sin poder ir a trabajar, y su jefe remató diciendo. Además, ahora debo buscar a un soldador que lo sustituya, y ya sabes cómo es eso, si el sustituto lo hace mejor que tu esposo, vamos a tener que despedir a tu marido.”
Ya en ese momento, yo había cerrado la bata, y lo único que se me ocurrió preguntarle, fue. “¿Y qué puedo hacer para que mi marido no pierda su empleo?”
Su jefe, sonriendo de manera descarada me dijo. “Yo puedo informar al seguro que el accidente se debió a que la máscara se había roto, y él no se había dado cuenta, y también puedo suspender temporalmente ese proyecto hasta que tu esposo se recupere, y regrese a la planta, ¿Pero a cambio que puedo recibir yo?”
De inmediato capté la indirecta, y algo raro que me sucedió, fue que en lugar de molestarme e indignarme por las palabras del jefe de mi marido, me di cuenta de que él deseaba acostarse conmigo.
Y eso a la vez me produjo una gran excitación, por unos segundos me quedé en silencio, sin decir nada, pero al ver que yo no respondía.
Su jefe reflejando una gran decepción en su rostro, le volví a preguntar, pero de manera sensual, y dejando que la bata se me abriese. “¿Y que puedo hacer yo por ti?”
El rostro del jefe de mi esposo se iluminó, sus ojos brillaron, y nuevamente se clavaron en mi coño.
Al tiempo que él, acercándoseme y tomándome entre sus brazos, me dijo. “Podemos ponernos de acuerdo, y ya sabes, hoy por mí, y mañana por ti.”
Yo en ese instante dejé que la bata se deslizara hasta el piso, quedando completamente desnuda entre sus brazos, pensando que mi marido se encontraba al otro lado de la puerta, lo que a la vez hizo que me sintiera morbosamente más excitada.
Su jefe dirigió sus labios a los míos, y comenzamos a besarnos de manera salvaje, él introdujo su lengua dentro de mi boca, y sus manos acariciaban mis nalgas, así como todo el resto de mi cuerpo.
Por un buen rato permanecimos así, de pie besándonos y dejando que me acariciara toda, frente a la puerta de nuestro dormitorio.
La verdad es que no me preocupaba que mi esposo se diera cuenta de lo sucedido, ya que estaba tan drogado por los medicamentos, que a los pocos segundos que lo colocamos en la cama comenzó a roncar profundamente.
Su jefe continuó besándome y acariciando mi cuerpo, hasta que tomamos un pequeño respiro y tras dar unos cuantos pasos, nos sentamos en el sofá de la sala, donde él continuó pasando sus manos por todo mi cuerpo, en especial por mi húmeda y caliente vulva.
Yo gemía a medida que el jefe de mi esposo dejó de besarme, para dedicarse a chupar mis senos, instintivamente separé mis piernas, mostrándole todo mi abierto y recién depilado coño.
El que no dejaba de acariciar con sus dedos, pasándolos por los labios de mi vagina, e introduciéndolos suavemente, arrancándome placenteros gemidos.
Yo esperaba que, de un momento a otro, el jefe de mi marido sacara de su encierro su viril miembro, y sin contemplación alguna me lo enterrase dentro de mi caliente vulva.
Pero para mi mayor sorpresa, en lugar de enterrarme su verga, enterró su cara entre mis muslos, y frenéticamente comenzó a lamer y chupar mi clítoris, haciendo que yo viera estrellas de placer a medida que seguía chupando, lamiendo y hasta mordisqueando divinamente toda mi vulva, en especial mi clítoris.
Por un buen rato permanecí con mis piernas bien abierta, disfrutando como una loca del placer que me provocaba aquel hombre con su boca.
Mis gemidos se convirtieron en chillidos, y gritos, pidiendo que no se detuviera, hasta que sin poder controlarme coloqué mis manos sobre su cabeza, y comencé con fuerza a restregar toda su cara contra mi caliente coño.
En mi vida hasta esos momentos, había disfrutado de lo que llaman un húmedo orgasmo, pero fue tal mi excitación, que al momento en que alcancé el clímax, de mi vulva salió un cálido chorro, quedando por unos momentos en una especia de éxtasis.
No fue hasta que él retiro su cara de mi coño, que pude volver a tomar aire, y sin pérdida de tiempo, bien deseosa de que me penetrase, lo ayudé a que se abriese la correa del pantalón y sacara su ya erecto miembro.
Que, aunque un poco más pequeño y menos grueso que el de mi esposo, a mí en esos momentos me pareció majestuoso.
El jefe de mi esposo en pocos momentos quedó tan desnudo como lo estaba yo, yo mantuve mis piernas bien abiertas en todo momento, hasta que él comenzó a penetrarme divinamente.
Fui sintiendo como aquel caliente y duro pedazo de carne se fue deslizando dentro de vulva, los chillidos de placer que comencé a dar como si fuera una loca, hicieron que yo misma me tapase la boca, temiendo que mi marido, que se encontraba acostado en nuestra cama, a pocos pasos de nosotros se despertase y nos oyera.
Pero rápidamente caí en cuenta que más que dormido se encontraba anestesiado, prácticamente drogado, por lo que, riéndome de mi misma a carcajadas, seguí disfrutando del placer que el jefe de mi esposo me proporcionaba, en esos instantes.
Yo movía mis caderas, como hacía tanto tiempo que no lo hacía, no por falta de sexo, sino más bien por falta de algo que no sé cómo llamarlo.
Mientras mi esposo seguía durmiendo y roncando a pierna suelta, yo restregaba mi vulva contra el cuerpo de su jefe, quien a su vez no paraba de decirme lo puta y caliente que yo soy.
Cosa que lejos de hacerme sentir mal, como que me gustó mucho el escucharlo en esos momentos de sus labios, que de cuando en cuando se dedicaban a chupetearme las tetas, y mordisquear mis parados pezones, sin parar de seguir metiendo, y sacando su miembro de mi abierto coño, sin consideración alguna.
Yo no para de chillar, gemir, o reírme, a medida que él no paraba a su vez de penetrarme una y otra vez divinamente.
Sobre el sofá de la sala, en cierto momento sentí que él, extrajo su verga, solo para que yo me colocase boca abajo, y nuevamente sentir como me enterraba nuevamente dentro de mi coño su pedazo de carne, al tiempo que con una de sus manos me comenzó a apretar divinamente mi clítoris.
Haciendo que disfrutase de un placer infinito, a medida que continuaba sintiendo como su miembro me taladraba mí ya super lubricada vulva, y su boca me chupaba, y mordisqueaba mi cuello.
Mi marido y su jefe llegaron a eso de las seis o siete de la tarde, y finalmente cuando se vino marchando ya eran cerca de las doce de la noche.
No les diré que estuvimos casi seis horas teniendo sexo de manera seguida, lo que, si se es que en más de una ocasión disfruté de múltiples orgasmos corridos, como nunca antes los había disfrutado, ni con mi marido, ni con otros hombres con lo que me he acostado, y tenido sexo, eso sí antes de irme a vivir con mi actual marido.
Por mi parte esa noche, en más de una ocasión, voluntariamente me puse a mamar su verga, ya cuando se marchaba nos volvimos a besar, y fue cuando, al meter su mano en el bolsillo de su pantalón, se acordó de las pastillas que le debía dar a mi marido al siguiente día.
Yo coquetamente le dije, que si él lo prefería podía dárselas el mismo al siguiente día, y sin hacer más comentarios, se las volvió a guardar en el bolsillo.
En ningún momento hizo falta que me dijera que era casado, ya que desde que entró a la casa, acompañando a mi esposo, noté su llamativo anillo de bodas, además mi esposo en más de una ocasión me comentó que la mujer de su jefe estaba embarazada.
Durante el tiempo que permaneció convaleciendo, su jefe estuvo visitándonos casi a diario.
Muy preocupado por la salud de mi marido, mientras que yo cada vez que él se marchaba, comenzaba a sentir remordimientos por la manera tan puta que me comporto con él, ya que además de todo lo que hicimos y seguimos haciendo, en ocasiones me da divinamente por el culo.
Y es cuando recuerdo que, mi esposo me conoció en el burdel en la que yo trabajaba, desde que llegué a la ciudad.
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