HASTA HACER QUE TE DERRITAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por paquitochocolatero.
Empezar la cena con unos entrantes suaves, que entren bien, acompañado todo de un buen vino, delicado pero que te sirva para ir entonando la noche, seguido de algo de marisco para que empieces a trabajar con las manos y que no siente mal para el ejercicio que tengo previsto que hagamos, seguido de un postre de fresas con nata, pero dejando un poco de nata por si luego nos hace falta.
Terminada la cena, nos pegamos en un baile lento, sensual, al son de la música, acompasando nuestros pasos hasta lograr ser uno sólo, con tu cabeza apoyada en mi hombro, sintiendo cómo te tengo bien sujeta con mis varoniles brazos pero dejándote libertad para que te puedas seguir moviendo cual sirena en el mar.
Una vez que ya hemos logrado unirnos en un mismo son, irte llevando lentamente al dormitorio, sin casi te des cuenta, o por lo menos intentándolo, dejando que cada vez se oiga menos la música y solamente se oigan nuestros cuerpos, el cual tiene encendidas las luces de las mesitas, pero con unos velos rojos para poner el toque que el lugar necesita, fundirnos en un beso lento, apasionado, primero solamente los labios hasta que nuestras lenguas se empiecen a buscar desenfrenadamente, para seguidamente, de forma muy suave, irnos quitando la ropa pero sin despegarnos, al tiempo que te tiendo en la cama.
Una vez desnudos, hacer que te tumbes boca abajo en la cama permitiéndome que te tape los ojos con un lazo, para que no sepas lo que te voy a hacer, y a continuación, hacerte un masaje por toda tu espalda con aceites aromatizados, suave pero contundente a la vez, para ir bajando cada vez más hasta entretenerme un rato donde la espalda pierde su nombre, y darte un aperitivo de lo que a continuación voy a hacerte, para seguidamente bajar por tus piernas y darte la vuelta.
Besarte, ante tu incertidumbre por no poder verme, suave, lentamente la boca y el resto de cara y cuello, para continuar con tus pechos, primero uno, luego el otro, para a continuación, empezar a usar las manos, las cuáles también están pendientes de que no bajes las tuyas y simplemente te dejes hacer, cogerte del cuello, apretarlo suavemente, y bajar para hacer lo mismo con tus pechos, y vuelta a empezar, para continuar por tu línea alba hasta tu ombligo, para que mi lengua se entretenga entre éste y tus caderas haciéndote unas suaves pero deliciosas cosquillas, mientras mis manos, después de haberte logrado excitar tus pezones, acompañan a mi boca hacia tu sexo.
Ya llegados a este punto, empiezo a sentir el olor de una auténtica hembra en celo, que, con tus ojos vendados y todavía sin mi permiso para usar tus manos, para concentrarte en el resto de tus sentidos, no sabían qué hacer. Hacía ya un rato que cambiabas tu silencio por leves suspiros, yo empiezo a trabajar tu sexo, primero con mi lengua, alternando con una mano, luego uno la otra a la fiesta, no necesito humedecer mis dedos, tú ya lo estás de sobra, combino lengua y dedos, dedos y lengua, hasta lograr que ya no puedas aguantar más y te evadas por unos momentos de este mundo con un largo y controlado, por mi parte, orgasmo.
Tú te desplomas, te relajas, estás concentrada en todas las sensaciones de placer que tu cuerpo te transmite, mientras yo trepo por tu cuerpo hasta lograr que el mío se acople perfectamente al tuyo, entonces tú te encorvas y sueltas un gemido sordo, no ha habido problema, estabas dispuesta a que entrara dentro de ti sin ningún problema, entonces te quito la venda de los ojos, y con éstos abiertos como platos me miras, pero mis manos sujetan las tuyas y no te dejo que te muevas, pero tus piernas entonces quedan libres y me agarras fuertemente, acompasando entonces tus movimientos a los míos, empiezo a besarte, ya apasionadamente, casi con violencia, a lo cual tú respondes casi de una forma más violenta, pareciera que hasta nos quisiéramos morder, de hecho, se escapa algún mordisco sensual a los labios, pero yo estoy encima, controlo la situación, y por eso subo y bajo a mi antojo, me dedico a derretir tu cuello y pechos, y tú, mientras, intentas zafar tus manos de las mías, aunque sin éxito, mientras tanto, me voy dando cuenta que cada vez me aprisionas con tus piernas con más fuerza, por lo que descubro que estás a punto de llegar a otro orgasmo, y no me equivocaba, de repente, suelto tus manos, las cuales se agarran fuertemente con sus uñas a mi espalda, dejándomelas marcadas por tanto placer, gimes, suspiras, te arqueas, estás disfrutando con otro orgasmo, el cual sigo controlando con mis acometidas minuciosamente estudiadas, espaciadas, lentas, sintiendo cómo cada centímetro de mí entra y sale, como a cámara lenta.
Tú te quedas fuera de sí otra vez, repitiendo todas las sensaciones anteriormente vividas, y yo me relajo disfrutando con tu disfrute, lo cual tú aprovechas, una vez vuelta en sí, a darle la vuelta a la situación para ponerte cual jinete encima de su caballo, dispuesta a darte un laaaargo paseo por todo tipo de caminos.
Te sientas encima mío y las tornas se cambian, tus movimientos, muy bien acompasados, hacen que mi relajación anterior desaparezca rápidamente, me coges las manos, me las sueltas, me estiras del pelo y me arañas el pecho mientras voy notando que tus movimientos se vuelven cada vez más frenéticos, parece que estuvieras montando un potro salvaje, que es en lo que no tardas mucho en convertirme, entonces entro en acción, empezando a levantarte de mí con mis embestidas, para volver a caer encima mío con más fuerza, apretando ya sin contemplaciones tus pechos, los cuales también trabajan mi boca y lengua, porque no me podía quedar tendido tranquilamente en la cama, subo, bajo, tú haces lo mismo, esto ya se ha convertido en sexo frenético, los dos sudamos, jadeamos, intentamos tomar cada uno las riendas de las embestidas, pero tú juegas con ventaja, moviendo tu cuerpo para que mi falo sepa que ahora está en territorio hostil, que como no se porte bien, puede salir mal parado, entonces, yo te doy todo lo que me pides con tus movimientos. Me incorporo y nos ponemos los dos sentados uno enfrente del otro, quedando nuestros cuerpos a la misma altura, entonces, cada una de mis manos agarra cada una de tus nalgas y las empiezan a mover arriba y abajo, ya sin ningún tipo de concentraciones, como si pareciera querer que, en cada embestida, me fuera a meter entero dentro de ti, del mismo modo que tu cuello es todo mío, tú me lo has ofrecido y yo le dedico toda mi atención, lo cual hace que sientas escalofríos, tú atacas mordiéndome la boca, con mordiscos que duelen, pero que aportan un placer indescriptible, entonces, empiezo a sentir los movimientos que delatan que estás a punto de volver al clímax, del mismo modo que yo también los empiezo a sentir, y sincronizándonos como dos relojes suizos, logramos llegar a un orgasmo bestial, sin censuras, haciéndote yo disfrutar con mis movimientos y tú haciéndome lo mismo con los tuyos.
Estamos exhaustos, inertes, inmóviles, lo único que se mueven son nuestras bocas fundidas en un lento, profundo, imperecedero beso, hasta que lentamente, nos tumbamos los dos en la cama, tú dándome la espalda, pero invitándome a fundirme contigo en uno sólo con mis brazos y piernas, y dejando que el Dios Morfeo nos tape con su manta de sueños.
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