hija de la noche
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por oli.77.
Siento tu pecho velludo sobre la espalda, tus caricias rudas y toscas estimulan mis senos mientras la barba me raspa en la nuca cuando me dices: “que rico te mueves putita, voy a llenarte de leche por zorra”.
El acre olor a sudor y cerveza que desprendes son el aroma que inunda mis pulmones opacando mi mente, tus embates son cada vez más rápidos y fuertes; tu mano se estampa en mis nalgas dejando una marca rojiza, tus labios recorren mi cuello.
Mi razón aún no entiende qué me motivó a aceptar tus propuestas, tu pinta clásica de macho vulgar y fanfarrón, tus brazos fuerte o el bulto entre tus jeans, sin embargo ahora que te tengo dentro de mi cada movimiento tuyo es un grito de placer que mi vientre utiliza como lenguaje para decirme: “esto es lo que nos hacía falta desde hace muuuuucho tiempo”.
No recuerdo cuando fue la última vez que, en un bar de carretera, acepté la compañía de un camionero; seguro han pasado años de eso, la plática sobre tus proezas sexuales y tu entrepierna mostrando el deseo, por ello no me opuse cuando enfilaste hacia un lugar discreto y alejado de donde estuvimos bebiendo.
En la cabina de tu vehículo llegamos al escondido hotel que te sugerí, en cuanto entramos a la habitación me arrojaste sobre la cama; mientras te desabotonas el pantalón y liberas tu instrumento “mira lo que tengo para ti” anuncias a la par que tomas mi cabeza y la diriges hacia tu miembro erecto.
Es una verga gruesa, brillante por la lubricación que ya sale de su cabeza, las venas henchidas son una red que la cubre y que invita a recorrerla con la lengua, comienzo a lamerla despacio, saboreando cada centímetro, sintiendo como mi tanga se moja con los jugos de mi vagina.
Antes de que pueda meterla en mi boca y disfrutar de su grosor, me tomas del cabello y nuevamente me arrojas al lecho.
“encuérate y ponte de perrita”.
No espero repetición y me desnudo rápidamente mientras haces lo mismo; estoy ansiosa y mojada por sentirme invadida por tu vigoroso pene.
La sensación de tu vello, de tu lengua en mi cuello, tus manos toscas apretando mis pechos son muy estimulantes sin embargo rompes el contacto por un instante (dejando las paredes de mi vagina hambrientas), solo para colocarme en posición de misionero; hundes tu cabeza entre mis muslos y tu lengua se recrea en mi clítoris enrojecido, mi depilada vagina escurre ríos de licor, mis manos se prenden de tus caderas y las aproximan a mi boca.
Disfruto mi sabor a través de tu grueso miembro, chupo despacio tu glande circuncidado, me deleito lamiendo las venas que parecen a punto de estallar; mi respirar se agita, mis caderas se mueven, me siento próxima al orgasmo.
Te separas de mi, adoptas una nueva postura y me tomas por los tobillos, los colocas en tus anchos hombros y lames mis pies, una gota de sudor escurre por el vello de tu pecho y no puedo evitar el deseo de beberla; con un poco de esfuerzo lo hago y aprovecho para juguetear con tu pezón usando mi lengua.
Nuevamente me penetras con tu caliente herramienta, haciéndome sentir inundada por esa fogosa y firme virilidad, los resortes de la cama del motel barato rechinan al mismo ritmo que mis jadeos; tu rostro enrojece, en tu grueso cuello se destacan las venas plenas de sangre y vigor.
Nuestra respiración se agita a la par, el sudor es una leve película que nos hace brillar con la luz que se filtra a través de la persiana cerrada; mi diestra acaricia mi sensible botón y la izquierda pellizca rudamente mis propios pezones.
Finalmente estallas en un intenso orgasmo, antes de que pierdas vigor, mis piernas te aprisionan y muevo mis caderas frenéticamente buscando alcanzar yo también ese pequeño paraíso.
Un gemido es la señal de que alcancé la meta, tardas un instante en salir de mi y colocarte de lado dándome la espalda, poco después comienzas a roncar estruendosamente; el esfuerzo del encuentro pasional y el alcohol que bebiste te han derrotado.
Acaricio tus nalgas duras y redondas, te mueves un poco, acerco mi lengua a tu ano y comienzo a lamerlo; sin embargo no logro obtener respuesta de tu dormido miembro.
Aprovecho ese momento para morder, con mis largos colmillos, tu vibrante yugular; ¡adoro esas noches en las cuales primero deleito al cuerpo y después al paladar!.
Abres los ojos sorprendido, pero no tienes capacidad de resistirte, emito un silbido y mis hermanas, en forma de quiróptero, se asoman por la ventana; listas para compartir el festín de tu sangre de semental.
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