Historia de Amor.
El amor, las coincidencias y las casualidades hicieron de nuestro amor lo más hermoso de nuestras vidas. .
Esta historia está basada en un hecho real, las ubicaciones, nombres y relatos son ficticios, pero basados en un relato real comprobado.
Estaba en tercet año de la universidad, tenia que estudiar muy duro por lo que no salia a fiestas los fines de semana, pero el sábado siguiente estaba de cumpleaños la hermana de mi amigo y compañero de curso, con el que estudiábamos juntos. Había conocido a su hermana cuando fui a estudiar a la casa de mi compañero. También conocí a sus padres, muy amables y gentiles.
La chica, de 18 años era muy bonita y me di cuenta que yo también le gustaba. Pero no tenia tiempo para esas cosas. En la fiesta ella estaba más hermosa aún, estaba radiante, me recibió con un abrazo y un beso en la mejilla que nos dimos mitad mejilla y mitad labios. La sensación que me quedó de sentir el calor y la humedad de sus labios revolvió todas mis hormonas. Luego saludé al padre con un apretón de mano y con un beso en la mejilla a la mamá.
– Hola tía – le dije y de nuevo sentí la misma sensación de los labios suaves, cálidos y húmedos en mi mejilla. Ella era joven aún y muy hermosa, pero ella me quería porque era el mejor amigo de su hijo, no piensen otra cosa, el problema conmigo, era que hacía mucho tiempo de la última vez que tuve sexo con una amiga. Las otras veces me ayudaba con la mano.
– Te presento a mi amiga Ingrid – me dijo Helena. Al darme vuelta me topé con unos ojos hermosos en los cuales me hundí profundamente. Quedé paralizado, no atiné a nada y ella tampoco, sólo nos mirábamos a los ojos.
– Ustedes se conocían? – preguntó Helena.
– No, hola, mucho gusto – le dije extendiendo mi mano.
– Hola, el gusto es mio – me dijo con una sonrisa luminosa que iluminó mi alma. Nunca antes me había pasado algo parecido, sentía como que ya la conocía. Al final de la fiesta me preparo para retirarme. Me despido del dueño de casa, de la tía con otro beso en la mejilla y luego de Helena.
– Ya te vas? Tan pronto? – preguntó ella.
– Si, ya es tarde y además el lunes tengo una prueba y tengo que estudiar – respondí, otro beso en la mejilla boca y mi amigo me acompañó a la puerta.
– Oye, tu podrías acompañar a Ingrid que también se va? –
– Claro, con el mayor gusto – dije después de tragar saliva.
– Ingrid, mi amigo también se va, porqué no se van juntos, es más seguro para ella –
– No te preocupes, no me va a pasar nada y no quiero molestar – dijo Ingrid.
– No, no es ninguna molestia, todo lo contrario, para mi será un placer – le dije con el corazón dando botes.
– Bueno, vemos entonces – dijo , nos despedimos de mi amigo y salimos a la calle, caminamos por la vereda y ella pisa mal con su taco y se afirma de mi brazo, instintivamente afirmó mi brazo y pongo mi otra mano sobre su mano.
– Casi me caigo, pise mal – dijo ella.
– Estas bien? Te puedes afirmar de mi brazo –
– Ok, si no te importa –
– Para nada – dije, sentí su mano suave y cálida afirmandose de mi bíceps. Caminamos como una cuadra en silencio, no sabía qué decir.
– Qué edad tienes? Perdona la pregunta, se me olvidó que a las mujeres no se les pregunta la edad –
– Tengo 18 somos compañeras de curso con Helena –
– Realmente pareces de menos edad – le dije
– Que edad creías que tenia? –
– No sé, unos 16 – dije.
– Si, siempre me pasa lo mismo, tengo que presentar mi carné para demostrar que soy mayor de edad – la miré de reojo prestando atención a otras cosas aparte de sus ojos, tenía una nariz fina algo respingada que le daba un aspecto de seguridad, sus pestañas largas y arqueadas, sus cejas rectas hacia con una leve inclinación hacia arriba formando un ángulo hacia abajo al final. Su pelo de color castaño claro, tirando a rubio en algunas partes, más sus ondas que caían sobre sus hombros haciendo el conjunto perfecto de una diosa. No era más hermosa que Helena, eran casi iguales de hermosas las dos, pero Ingrid tenía algo especial, una especie de áurea que brillaba a mis ojos.
– Ya? Terminante? – me preguntó sorpresivamente.
– Ah? Qué? Yo? – no sabía que decir.
– Me estabas escudriñando – dijo
– Ah, si, perdóname, pero es que no puedo quitar mis ojos de ti, eres tan hermosa, que siento que eres la mujer perfecta para mí – dije casi tartamudeando.
– Cómo que soy la mujer perfecta, acaso tienes una lista de bondades? No me conoces – dijo molesta.
– No, perdona, pero siento como si te conciera –
– Qué pasa entre tú y Helena? –
– No pasa nada, es la hermana de mi amigo y sólo somos amigos –
– Porque yo también siento que te conozco, ella me ha hablado mucho de ti –
– No lo sabía, espera – dije tomándola de la mano para cruzar por una alcantarilla y sé que a las mujeres se les atrapan los tacos en ellas. Terminamos de cruzar la calle de la mano y después seguimos caminando pero no la solté de la mano.
– Oye, a dónde me llevas? – me detuve de inmediato.
– No sé, dónde estamos? – dije, en realidad no había prestado atención a las calles, no había nadie a la vista y eran más de las dos de la mañana.
– Pensaba que tu sabías? – me dijo.
– Dónde vives tú? – le pregunté, me indicó su dirección, era totalmente opuesta a la mía y bastante lejos.
– Está bien, esperemos aquí un taxi y te voy a dejar –
– No es necesario, puedo irme sola –
– Por favor, déjame ir a dejarte, no me voy a quedar tranquilo, además me va a servir para disfrutar tu compañía. En el asiento trasero del taxi ella apoyó su mano en el asiento, puse mi mano sobre la de ella, me miró sorprendida pero me hice el loco mirando por el vidrio hacia afuera. Ella no hizo ningún ademán de quitar la mano, unas cuantas cuadras etrecrucé mis dedos con los de ella, mi corazón latía tan fuerte que me sacudía. El taxi bajó la velocidad y se internó por una villa, después de doblar en una esquina ella dijo:
– Pare por aquí, en esa casa – indicó.
– Me bajó a acompañarte hasta la puerta? – le pregunté.
– No, gracias, no es necesario – se volteó a despedirse y sin querer nos besamos en los labios, mi mano seguía atrapando la suya.
– Mi mano – dijo sonriendo.
– Ah, perdona, de verdad que es tuya – dije con una sonrisa. Ella se sonrió, solté su mano.
– Cuándo voy a volver a verte? – le pedí.
– Llámame! –
– No tengo tu número – le dije.
– Pregúntale a tu amigo – dándome otro beso en los labios se bajó del auto. Esperamos que ella entrara y le di la dirección de mi casa al taxista, el auto se puso en movimiento y yo me hundí en el asiento pensando en todo lo que había pasado.
Ése día cambió mi vida.
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