Historia de Amor. C-3
Es difícil de explicar y de entender, un amor como el nuestro fuera tan profundo y apasionado. .
El Motel
Debido a mis estudios me era difícil vernos entre semana y ella lo entendía. Entonces nos veíamos una vez por semana, los sábados por la tarde noche.
El sábados siguiente la fui a buscar y me estacioné donde siempre. Ella llegó hermosa y vaporosa, recién duchada y con un perfume frutal exquisito. Soy malo para los perfumes, prefiero el aroma de un cuerpo normal recién salido de la ducha sin perfumes. Los aromas fuertes me ahogan, no puedo respirar.
Nos saludamos como de costumbre, con un beso en la boca, no muy apasionado porque ella no quería que la vieran besándose con un hombre en un auto, eso era grave para las vecinas curiosas.
– Dónde vamos ahora? –
– Al mall, tengo que comprar algunas cosas, no te importa? –
– Para nada, me encanta ir de compras – dijo riendo. No tenis que comprar nada, sólo quería andar con ella como cualquier pareja de la mano. Recorrimos varios pasillos, mirábamos una vitrina tras otra.
– Pero qué estás buscando? – me preguntó al ver que yo miraba todo.
– No lo sé, cuando lo encuentre te lo digo – le respondí. Llegamos al cine y le pregunté si quería ver una película, dijo que si, pero la más próxima comenzaba en una hora más tarde.
– Vamos a comer algo, te parece bien? – mirándola a los ojos.
– Me paré estupendo, ya estoy cansada y tengo hambre –
Después de comer unos sándwich y bebida, volvimos al cine. La película no tenía nada de extraordinario, nos sentamos en la última fila y nos dedicamos a besarnos y tocarnos cuando se podía, sin miradas curiosas. Salimos del mall y me dirigí a un motel que ya había estudiado previamente.
– A dónde vamos? – preguntó al ver que la ruta no era la del drive-in.
– Vamos a un lugar que te va a gustar – con su cabeza en mi hombro acariciaba mi pierna.
Al llegar al motel me indicaron una dirección, tomé por una calle llena de cabañas con una luz roja encendida. Una persona me hacía señas con una linterna, al llegar me indicó una cabaña con luz verde, entré al estacionamiento y el tipo cerró el portón detrás nuestro. Entramos a la cabaña y cerré con llave la puerta.
– Que lindo, me gusta dijo ella. La habitación era perfecta, con una alfombra mullida de muro a muro, una cama de dos plazas muy bonita, una música ambiental suave y unos apliqué en la pared detrás de la cama. Ella se tiró a la cama y yo también.
– Qué rica la cama – dijo.
– Te gusta? –
– Todo me gusta – respondió.
Sonó el teléfono del velador y lo contesté.
Me saludó una señorita muy amable, me dio la bienvenida y me preguntó si deseaba algo, dos tragos estaban incluidos en el precio de la cabaña, pedí dos combinados. Al poco rato sonaron unos golpes en la pared, me acerqué a una pequeña puerta, está se giró y dejó al descubierto una bandeja con dos vasos altos llenos de bebida. Saqué los vasos y puse sobre la boleta el valor de la habitación, la puerta se giró nuevamente llevándose el dinero.
Comenzamos a besarnos y desnudarnos, las caricias recorrían todos nuestros cuerpos desnudos. Ahora que la veía completamente desnuda era más hermosa, ella se agachó hasta mi miembro.
– Da la vuelta, yo también quiero besarte – le dije, ella se dió la vuelta y quedamos acostados uno para cada lado.
Comencé a lamer sus labios y su clitoris, ella saltaba con cada lamida, succionaba mi miembro como si quisiera tragarme, mi lengua recorría toda su vulva hasta la entrada a su vagina, chupé sus labios y su clitoris, todo sabía como néctar, introduje mi lengua en su vagina mientras mis dedos jugaban con su clitoris, jadeaba y jemia, sacaba su pelvis y luego me empujaba con ella.
– Espera, espera, lo quiero adentró – me suplicó, tomé del velador uno de los condones que habían y me lo puse, ella me esperaba con su piernas abiertas. Rocé mi miembro a lo largo de su vulva, jugué con su clitoris, ella vibraba.
– Estas lista? – le pregunté con mi miembro a la entrada de su vagina.
– Si, estoy lista – dijo ansiosa.
– Estás segura? –
– Sí, mételo ya! –
La penetré lentamente, para que fuera disfrutando cada centímetros, se quejó un poco, tenía que presionar par abrirme paso, hasta que finalmente llegué al fondo. Me quedé quieto un momento para que ella recuperarse el aliento ya que había gemido en todo el viaje de ida y ahora me tocaba la salida. Los saqué lentamente igual que antes, lo saqué entero, lo pasé por su clitoris y después volví a entrar lentamente, ella jemia y se quejaba, fui aumentando la velocidad, mi pelvis chocaba con la suya hasta que sentí una especie de chillido largo.
Me di cuenta que había tenido un orgasmo, yo estaba tan preocupado de que ella gozará que en ningún momento llegué a pensar en acabar.
Ella quedó con la cara hacia un lado con los ojos cerrados, los brazos y las piernas abiertas, yo seguía encima de ella aplastándola con mi pelvis y toda mi erección adentro. Después de que recuperó el aliento me sonrió, me tomó por el cuello y me besó.
– Terminaste? – me preguntó.
– No, quería que tu lo hicieras – ella comenzó a moverse lentamente de abajo hacia arriba mirándome a los ojos.
– Te gusta? – preguntó.
– Si, mucho – respondí. Ella comenzó a moverse con más ganas y yo también, de nuevo los gemidos, la respiración agitada hasta el clímax. Junto con su segundo orgasmo me descargué completamente. Me quedé quieto un rato y después saqué mi miembro de dentro de ella sujetando el condón. Salió con unos hilos de sangre. Me saqué el condón y le hice un nudo.
– Voy al baño – le dije.
– Yo también ‘ dijo ella.
– Tiré el condón al papelero mientras ella orinaba.
– Me voy a dar una ducha corta – dije
– Yo también –
Nos duchamos y nos fuimos a la cama, caminé detrás de ella para ver como se movían sus firmes nalgas. Tomé el vaso del velador y ña di un sorbo, tenía sed de manera que tomé otro más largo.
– Está fuerte – comentó ella riendo.
Nos acostamos abrazados sintiendo nuestro cuerpos desnudos.
Tres veces más se repitió la operación, nos besamos todo el cuerpo, hasta chupé su ano, tanto le gustó que me hizo lo mismo y lo sentí rico. Pero lo que más me gustó es que no había ninguna barrera más entre nosotros.
Salimos del motel como tres horas después, era la una de la madrugada. Me fui directo a su casa.
– No quiero bajarme – dijo mientras nos besábamos.
– Si quieres me acuesto en tu cama – le dije en broma.
– Ya! Pero tenemos que entrar en silencio, el único problema es que ella no se acuesta hasta que llegó.
– Era broma, espero que duermas bien –
– Tu también, te amo – dijo y se bajó. La verdad es que estaba muy cansado, al llegar a mi pieza me desnudé y me acosté.
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