Historia de Amor. C-6
Finalmente Ingrid y Angi se conocen..
Después de mucho insistir por parte de mi hermana y mucho de pedirle a Ingrid, por fin la llevé una tarde a mi casa.
– Si estamos de novios y nos vamos a casar, es lógico que mi familia quiera conocerte – le dije a Ingrid mientras conducía hacia mi casa.
– Si, lo sé, es que estoy nerviosa. Saben que vamos? –
– Si, obvio, les dije que venia a buscarte, te estarán esperando – como casi todos los sábados, que pasaba a buscarla a su casa y saludar a Katy con un beso, salíamos al mall, al cine, o cenar, esta vez la llevaba a mi casa.
– Voy a estar bajo el escrutinio de toda tu familia – me dijo.
– No seas así, la que más insistió fue mi hermana, la Angy, no logra entender como llevamos casi dos años de novios y ella no te conoce. Te conoce por lo que le he contado, pero quiere hacerlo en persona, por ella misma y no por lo que le cuento.
– Y qué la has contado? –
– Nada, de como eres y como te amo – respondí, guardó silencio.
– Ingrid, esta es mi hermana Angy.
– Angy, ella es mi novia Ingrid – dije. Se miraron a los ojos, después Angy le tomó las manos un momento y después se abrazaron.
– Qué gusto conocerte – le dijo mi hermana.
– El gusto es mío – dijo Ingrid. Después se besaron en las mejillas y se separaron. Me gustó la forma como se dieron las cosas.
– Hola mi niña – dijo mi mamá abriendo los brazos. Después del abrazo mi madre le dió un beso en cada mejilla y le acarició el pelo.
– Hola tía – dijo Ingrid.
– Eres más linda de lo que me imaginada, que gusto conocerte – dijo mi madre sosteniendo su mano.
– Estoy encantada de conocerla – dijo Ingrid y levantando la mano de mi madre le dió un beso en el dorso.
– Ven, vamos a sentarnos – dijo mi madre llevándola de la mano hasta la sala de estar.
Nos sentamos los cuatro, mi mamá con Ingrid en el sofá y mi hermana y yo en un sillón cada uno a los lados del sofá.
– Hija, trae bebidas – dijo mi mamá.
– Yo voy – dije antes de que Angy se parara, quería dejarlas solas a las tres. Me demoré un rato, porque a demás de bebidas, llevé otras cosas que mi madre había preparado para comer. Puse en la mesa de centro la bandeja con los platillos y las bebidas. Serví las bebidas y me llevé la bandeja a la cocina. Ahora Angy estaba al otro lado de Ingrid dejándola en medio. Me serví un trago, una bebida con licor, ahora era yo el que estaba nervioso. Salí a la terraza y me senté en el sofá, di un trago largo y dejé el vaso en la mesita. Casi no fumo, muy pocas veces y generalmente en actos sociales, cuando bebo un trago, pero ahora lo necesitaba. Después de inhalar profundo, voté lentamente el humo del cigarrillo. Bebí otro trago y me recosté en el respaldo del sofá cerrando los ojos, no estaba nervioso ni mucho menos, pero quería que las cosas se dieran al natural.
– Aquí estás – dijo mi hermana sobresaltándome.
– Ah? Qué? – dije sorprendido.
– Te habías quedado dormido amor? – preguntó Ingrid sentándose a mi lado y acariciando mi mejilla.
– No, no estaba durmiendo, sólo descansaba un rato – dije sin saber cuanto tiempo había pasado.
– Bueno, el pobre con todo lo que tiene que estudiar casi no tiene tiempo ni para dormir – dijo mi hermana.
– Si, lo sé, por eso no lo molesto, le digo que vaya a verme cuando pueda – dijo Ingrid.
– Pero igual va todos los fines de semana, después llega a estudiar de noche – dijo mi hermana.
– Lo que pasa es que estoy terminando la carrera y además tengo que preparar la tesis – dije.
– Pasen a la mesa! – llamó mi mamá. La velada pasó muy rápido, casi no me di cuenta de la hora.
– Ya es tarde amor, porqué no me vas a dejar – dijo Ingrid.
– Y porqué no te quedas? – le preguntó mi hermana.
– No quiero ser una molestia, además de que no le dije nada a mi mamá – dijo Ingrid. Me paré y le ayudé a ella.
– Mamá, me voy a quedar allá, nos vemos mañana – dije dándole un beso en la mejilla. Luego abracé y besé a mi hermana en la mejilla. Mi mamá hacia lo mismo con Ingrid. Después de las despedidas nos fuimos con Ingrid, ya era pasada la media noche.
– Los estaba esperando, no sabía si iban a volver – dijo Katy con un beso en la mejilla a Ingrid. Las últimas semanas me estaba quedando a dormir con Ingrid los sábados por la noche, ya no íbamos a moteles, me gustaba amanecer con ella a mi lado.
– No nos dimos cuenta fe la hora – dije abrazando a Katy besando su mejilla, me gustaban los abrazos de Katy, suaves, cálidos y apretados, su perfume agradable y envolvente me revolucionaba las hormonas, ella lo sabía, lo sentía y le gustaba. Creo que debe ser por estar tantos años sin abrazar a un hombre, entonces seguramente le despierto sus instintos dormidos.
– Cómo estuvo hija – preguntó Katy ansiosa. Mientras yo me servía un whisky, me gustaba tomar un trago antes de acostarme, en la casa no habían tragos hasta que llegué con una botella.
– Bien, super bien, la mamá de Carlos es una dama, muy amorosa y cariñosa, me cayó muy bien. Y la hermana, Angy, es muy parecida a mi, nos caímos bien desde que nos vimos, estoy feliz de conocerlas – dijo Ingrid.
– Que bueno hija, me alegro por ti. Ahora me voy a acostar tranquila – dijo Katy despidiéndose con un beso a cada uno.
– Cada vez ne gusta más tu cama – le dije a Ingrid haciéndole cariño en su mejilla y besando sus labios.
– A mi también me gusta, pero me gusta más cuando estas tú – dijo dándome un apretón en mi miembro que tenía en su mano. Continuamos besándonos y lentamente me subí arriba de ella mientras abría sus piernas.
– Te amo – dijo tomando mi cara con sus dos manos y besándome en la boca, mientras mi miembro llegaba lentamente hasta su útero. Me gustaba disfrutar ése momento previo a lo que venía después, un amor apasionado, lo que al principio tratamos de suprimir, para no hacer ruido y no despertar Katy, ahora ya no importaba.
– No se preocupen, cuando me quedo dormida no escucho nada – dijo una vez Katy porque a Ingrid le cuesta tapar sus gemidos.
– Y cuando no estoy dormida, me gusta escucharlos, me hacen rejuvenecer – me lo dijo cuando le expliqué lo difícil que era no hacer ruido. Son esos momentos en que abrazarla me sale por instinto y sentir su cuerpo pegado al mío, como muy poca ropa, como esa mañana en la cocina. Su uñas se clavaron en mi espalda cuando sintió mi erección contra su pelvis, mis bóxer delgados con una tela sedosa, era como si estuviera desnudo, esperé a que ella me soltara, lo que ocurrió después de un par de minutos y su respiración agitada. Aveces me culpaba por hacerla sentir así, pero también sabía que ese era un momento especial en su vida y que no tendría otro igual en ninguna otra parte.
– Oye, tu le revuelves las hormonas a mi mamá, nunca la había visto así – me dijo un día en la cama Ingrid.
– Lo siento, no es mi intención… – dije
– No te preocupes, no me molesta, todo lo contrario, ahora la siento mas viva, hasta la escucho cantar en la ducha, cosa que antes no hacía – me dijo mirándome a los ojos.
– No sé qué puedo hacer? – le pregunté.
– No hagas nada, sólo déjala ser feliz – talvez algún dia la haga feliz de verdad, porque lo necesita, y mucho – pensé, pero por ahora todo estába bien, las cosas como lo habíamos planeado.
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