Igual que fruta fresca
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por virtual.
Aunque el sol todavia no apretaba, ya sentia el calor del animal entre mis piernas.
¡Siempre monto a pelo, siempre!. Ese vaho que me sube por el cuerpo, me gusta.
Conduje a Favorito hasta el rio, como deslizandose en un ligero trote, y de pronto la vi. Alli, inclinada hacia el agua, estaba ella.
De rodillas, con las sugerentes nalgas seductoras, respingonas, provocativas a mas no poder. Redondas, como dos pelotas de futbol. Un tanto separadas, y su falda, haciendo un pliegue, justo en medio de su hermosa grupa.
¡Casi me tiro del caballo! Inmediatamente, mi miembro endurecio. De tal manera, que hasta me dolia.
Cuando oyo el piafar del bruto, volvio la cara. Envuelta en una melena oscura, semejante a una fiera sorprendida, se incorporo. ¡Envarada!.
Y entonces, me baje de un salto.
Su mirada, fue directamente a mi pantalon. ¡Era tan evidente… ! mi ereccion se notaba.
Yo, no podia mirar sino a sus pechos. ¡Dios! La blusa entreabierta… ¡porque se salian de ella! ¡Era sublime! ¡Toda ella era sublime!
Me acerque, sorprendido. Casi temblaba, cuando cogi sus manos. Nos miramos, y en un acto reflejo, meti mi mano entre su pelo para acariciarla, y descubrir su bonita cara.
No hablamos. No era necesario.
Lo que mis ojos vieron al apartar su enmarañada melena, hizo aumentar el dolor.
¡Que ojos!… ¡que cara!… ¡que piel!… ¿era seda?… ¡no!… ¿algo divino?… ¡probablemente!
¡Mi pantalon, se rompia! La atraje hacia mi, y al notar mi dureza rozando su monte, y sus tetas pegadas a mi pecho, el calambre fue un relampago. Senti como su espalda se erizaba. Y por mi espina, recorrio el fragor de aquel rayo.
La bese con hambre. ¡Me apetecia tanto… ! Igual que una preciosa pera madura, bañada por el rocio de la mañana. Estabamos en abril, y todas las flores gritaban.
Su lengua, al principio timida, empezo a explorar mi boca. Luego, mi cuello… mis oidos… Arranco de cuajo todos los botones de mi camisa, convulsiva, lamiendome los pezones, con pequeños y avidos mordiscos. ¡Hervia!
Se resbalo por mi cuerpo, quedandose arrodillada en la fresca hierba. Mi aparato, ya estallaba al sentir su aliento a traves del pantalon. Casi frenetica, como desesperada, me solto el cinturon, dejando al descubierto mi pene, en todo su esplendor.
¡Me parecia que iba a reventar!
Se lo trago literalmente, porque deje de verlo. Note su caliente boca, envolviendolo, al mismo tiempo que lo sorbia con ardor. Su pasion, y el desenfrenado deseo, me recorria el cuerpo de punta a punta. ¡Que placer! ¡Podria morir, en ese momento!
La saliva, fluia de su carnosa y ardiente boca, y resbalaba, babeando de placer. Mientras, sus manos amasaban mis testiculos, durante un tiempo, que me fue imposible controlar.
Soltando mis trastos, se dejo caer, indolente… extasiada, y respirando con fuerza. Su excitacion, aun me calentaba mas.
Me incline a su lado, y, despacio, muy despacio, fui desabrochando su blusa. Debajo de aquella tela, solo las dos manzanas.
¡Eso me parecieron sus tetas! Dos manzanas en sazon, sugerentes y surgentes;… turgentes… desafiantes. Las rosetas, alrededor de sus magnificos pezones, erectos y gloriosos, hacian enmudecer. ¡Sin palabras, para describirlo!
¡Las tenia duras… apretadas… empinadas, insultantes! Tumbado ya, del todo, hundi alli mi boca, y … le mordia y chupaba los pezones, de uno a otro, arrancando de sus labios pequeños gritos y gemidos, que aun me volvian mas loco. Era, como una gata en celo… ¡casi agresiva!
Baje la mano entre sus muslos… ¡santo cielo! ¡Su sexo, estaba como una esponja, recien sacada del agua!
Empece a tirar de sus bragas, torpe, muy nervioso. Lo hacia con dificultad, porque al mover sus piernas para ayudarme, conseguia lo contrario. ¡Terminaron por romperse!
Oi resoplar a Favorito y al mirarle de reojo, vi que estaba armado, ¡el muy cabron!. Sin poderme contener mas, pase a la accion directamente.
Aquel triangulo de musgo; negro, suave, rizado hasta la maxima expresion; abundante, humedo… meti mi lengua hasta asfixiarme. Con mis manos en sus caderas, traia su sexo hacia mi cara. El precioso y redondo culo, rozaba en la hierba con fuerza.
Creo que se corrio, porque estuve a punto de ahogarme.
Fui subiendo entre sus piernas, hasta cuadrar nuestros cuerpos… y la penetre. El alarido que solto, consiguio hacerme gemir, como en lo mejor del extasis. Lo habia metido muy despacio, casi con cuidado, pero cuando llegue adentro, aprete con fuerza. Con rabia y con pasion a la misma vez. ¡Queria fundirme con ella!
Su jugosa almeja, succionaba mi miembro en contracciones continuas y acompasadas. Igual sensacion que cuando lo chupaba, multiplicada por mil.
Empujando nuestros cuerpos, como si quisieramos pegarnos, la bese introduciendole la lengua, hasta rozar su campanilla.
Mojados de sudor, y de saliva, me incorpore. Cuando ella, retorciendose, busco con su pecho el frescor de la verde alfombra. Y se quedo vuelta, con el prodigioso trasero mirando hacia arriba.
¡Eso no se podia dejar! Cogiendola por la cintura, alce su pompa, y la penetre por detras. Al estilo perro. Su vulva, en esta postura, aun succionaba mas. Doblado al maximo su talle, para levantar el culo todo lo posible. Asi, la penetracion era total.
El caballo, relinchaba, balanceando la enorme verga, que golpeaba irremisible su barriga.
Aquella cintura entre mis manos, y su culo entrando y saliendo de mi polla, me hacian follarla como si estuviese poseido. Ella, balbucia entre gritos, <como le gustaba sentir el golpeo de mis huevos en su clitoris>
Era tanto el desenfreno, que me dolian cuando daban en el. Creia que tambien, entrarian detras de mi aparato.
Las tetas le botaban amenazando su boca, y se agachaba para rozarlas con el subido cesped.
No se, cuantas veces debio correrse, porque sentia bajar el flujo entre mis piernas.
¡Ya no podia mas! Sus gemidos… las palabras entrecortadas… calientes… la postura, con aquel hermosisimo culo, entre mis manos…! ¡Me vacie como un loco!
El caballo, pateaba la tierra con coraje.
No podria recordar el tiempo que estuve corriendome, mientras no paraba el movimiento de penetrar y sacar. Hasta que ya, no me obedecian las piernas.
¡Nunca podre averiguar, como pude aguantar tanto!
Quede tumbado en el suelo, sintiendo como la humeda capa de verde, amortiguaba el calor de mi agotado cuerpo. Tenia los ojos vueltos… aquello… ¿era el cielo?… ¿donde estaba?
¡Ay, aquella mujer! Por mucho tiempo que viva, jamas olvidare aquel polvo. Ni su cuerpo. Ni su cara. Ni como sintio… ¡Era maravillosa!
Por cierto ¿como se llamaba…?
Autor: virtual
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