Infierno 1⁰ parte
Claro, aquí tienes una breve introducción que puedes usar para contextualizar el relato: — Introducción: A veces, basta una noche para que lo que parecía una rutina se rompa en mil pedazos. Esta historia transcurre entre la culpa, el deseo y la soledad disfrazada de libertad. Un hombre casado,.
Parte 1: Encuentro inesperado
Estaba en casa de mi mejor amigo en la capital. Era fin de semana. Él viajaba al sur para ver a su hijo, y yo me quedaría solo en una ciudad enorme, sin amigos. O al menos, eso pensaba.
Eran las ocho de la noche de un sábado cuando me acordé de ella. Una mujer que había trabajado conmigo por un corto período durante el verano, cubriendo un reemplazo. Aún conservaba su número.
Yo: —Hola, ¿cómo estás? Estoy en la capital y pensé que podríamos salir a tomar algo.
Ella: —¡Qué bien! Justo tengo una junta con tres amigos: dos chicas y un amigo gay. ¿Te molesta que sea gay?
Yo: —No, para nada. Siempre he respetado la libertad de expresión y pensamiento.
Ella: —Qué bueno. Llamaré a la anfitriona y te envío la dirección por mensaje.
En ese momento, empecé a pensar qué le diría a mi esposa, que estaba a 500 kilómetros de distancia. Pensaría que buscaba sexo, y no que mi única intención era espantar el aburrimiento de esa noche.
Tomé el teléfono y la llamé.
—Hola, amor. ¿Cómo estás? ¿Todo bien?
—Sí… pero cansada. El trabajo, la casa, nuestra hija… ya sabes, lo mismo de siempre. ¿Y tú?
—Algo similar. Viajando al trabajo y volviendo a la capital… me tiene agotado.
—Te entiendo, amor. Descansa.
Colgué. A los pocos segundos llegó el mensaje con la dirección. Llamé un taxi. En poco tiempo estaba frente a un edificio alto. Departamento 609, sexto piso. No me pidieron identificación en el lobby. Solo tomé el ascensor y subí.
Cuando se abrió la puerta, me recibió una mujer de curvas generosas y mirada penetrante. No la conocía, y ella tampoco a mí. Me observó con una mezcla de curiosidad y sonrisa cálida.
—Hola, soy Andrés. Virginia me dio tu dirección y…
—Pasa, sí, me lo dijo. Estamos amenizando. Toma asiento. Me llamo Ignacia.
Me abrazó y besó en la mejilla. Un saludo habitual, pero en esta ocasión me dejó pensando un segundo. Al fondo, reconocí a Virginia, acompañada por una mujer y un hombre. Supuse que él era el amigo gay que me había mencionado. Su vestimenta y actitud lo confirmaban.
—Hola, un gusto conocerlos. Me llamo Andrés.
La mujer se levantó y me saludó con dos besos, uno en cada mejilla. Su acento español resaltaba.
—Bienvenido, me llamo Ana. Que disfrutes.
El hombre se me acercó con paso tambaleante, ya pasado de copas. Me abrazó sin reparos.
—¡Pero tío, qué guapo eres! Por favor dime que eres uno de nosotros, que con eso que llevas abierto ya me has derretido. Me llamo Miguel.
Me besó en la mejilla. Fue la primera vez que un hombre me saludaba de esa forma. Me quedé quieto un segundo, pero al recordar que era gay, traté de tomarlo con naturalidad.
—Gracias, Miguel. Pero tengo que decirte que soy heterosexual. No tengo nada contra la comunidad LGTB. Los respeto, y también espero ser respetado.
—Coño… ya me había hecho ilusiones cuando te vi entrar, con esa chaqueta de cuero y la camisa entreabierta… ¡me has revolucionado las hormonas! Y ese lindo paquete que llevas “ahí”, suerte para las brujas… —dijo, lanzando un suspiro teatral—. Me cayó como un balde de agua fría. Tanta carne, y yo con hambre.
Las amigas se rieron a carcajadas. Pronto abrimos una botella de vino y llenamos las copas, incluyendo la mía.
Miguel seguía mirándome como si quisiera devorarme. Para calmar el ambiente, decidí hablar de nuestras vidas. Les conté que estaba casado y tenía una hija. Ignacia mencionó que tenía un hijo, que esa noche estaba con su abuela. Ana dijo que era soltera, sin hijos. Miguel lo mismo. Finalmente, Virginia dijo también estar soltera.
Pensé que al hablar de mi familia, Miguel dejaría de verme como un trozo de carne, y al parecer funcionó. Las copas seguían pasando, el vino bajaba, la música flotaba en el ambiente y las conversaciones se hacían más íntimas.
—
¿Te gustaría que siga con la siguiente parte? ¿Quieres que mantenga este equilibrio entre lo emocional y lo descriptivo también en las escenas íntimas, o prefieres que suavice aún más?
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