Intentando retomar algo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Parsifal.
Esta historia comienza hace unos meses, cuando ella y yo tuvimos algunos problemas. Estuvimos bastante distanciados desde entonces. En ese tiempo, ambos nos dimos cuenta de nuestros errores y con el tiempo, comenzamos nuevamente a hablar…hablar, hablar, hablar mucho nuevamente y sobretodo, sincerarnos el uno con el otro. Después de este distanciamiento ella me propuso que nos viésemos un fin de semana. Al principio me mostré reacio, pues mi confianza en ella había disminuido, pero poco a poco, después de reflexionar y de intentar comprenderla y comenzar a hacerlo, decidí aceptar. Concretamos un fin de semana quince días después y ella decidió el modo de hacerlo: una ciudad de España, eligiendo ella el hotel y avisándome el mismo día que llegase. Yo no sabría el hotel hasta ese mismo instante, donde ella me esperaría. Al principio no comprendí esa forma de proceder, pues me ofrecí varías veces para recogerla en la estación, pero acabé comprendiendo sus motivos de hacerlo así, no era ni por engañarme, ni por desconfianza, sino porque ella no tenía muy claro que yo fuese a ir o no a la cita, a pesar de haber decidido yo ya acudir, y prefería esperar a verme llegar o no en la habitación que en una estación de tren, de autobús en una calle, a la puerta de un hotel. Era su modo de afrontar la situación.
Durante los días previos al encuentro, fuimos retomando poco a poco la relación a base de hablar. Al principio se me hizo raro y la notaba distanciada de mí, pero no quise pensar en ello y me dejé llevar. Me dije a mi mismo que estaría a su lado y cerca de ella, sin hacerme mas preguntas, hacerle ver que podía confiar en mí, que la quería y que no tenía ninguna duda respecto a ella y respecto a nosotros. Volví a confiar en ella poco a poco. La verdad que nunca tuve motivos reales para hacerlo, pero cuando me di cuenta de ello, ya era demasiado tarde. Quizás había que pasar por ello y aprender a superar los problemas para poder estar juntos. Lógicamente, ambos teníamos nuestras dudas, pues ella no sabía que haría yo, si iría y aceptaría o simplemente lo dejaría pasar. Y en el caso de yo ir, que sucedería después con nosotros. Y las mías el saber que pasaría después. Me torturaba la idea de no volver a verla más después de ese fin de semana. Recordé una cita de David Copperfield: "Nunca dejes que las dudas entren en l camino de tus sueños", y decidí aplicarme el cuento, pues mi sueño era volver a sentirla mía y volver a estar a su lado después del fin de semana.
Llegó el día de antes y ella me dijo que ese mismo viernes iría la cita, que me avisaría cuando estuviese en el hotel esa misma noche y que entonces me diría a donde acudir. Me puse nerviosísimo, después de tanto tiempo sin verla, no anhelaba más que poder contemplarla, abrazarla y besarla nuevamente. Aunque tenía mis reservas de poder hacerlo.
Llegó tan ansiado día para mí. Lo pasé sin poder estarme quieto y con el nerviosismo de un niño en el día de Reyes. Ella me pidió que no la llamase ni le escribiese, que confiase en ella y que esa misma noche nos veríamos. No me hacía falta confiar, sabía que estaría. Decidí no alterar mi rutina diaria. Me levanté a la misma hora de todos los días, me duché y a trabajar. Intenté mantener mi cabeza ocupada constantemente. A la tarde salí a correr y conseguí dormir un poco. Quería estar descansado para esa noche. Llego la noche y seguía sin saber de ella. Estaba impaciente pero tranquilo. Por fin recibí su llamada. Me dijo que había llegado bien, que me esperaba en el hotel "X", el número de habitación y que había dejado mi nombre en recepción para que me permitiesen subir. Cogí mis cosas y llamé a un taxi, estaba impaciente por llegar, el camino a pesar de corto, se me hizo eterno. Iba pensando que haría, que le diría nada mas verla…
Llegué por fin al hotel, pasé por recepción y subí. Llame a la puerta, tardó un rato en abrirse y…ahí estaba ella, con su mirada, dulce, cálida, tierna. Llevaba el pelo recogido y un vestido negro, corto, que dejaba entrever su figura. Me quedé quieto, sin poder pronunciar palabra, no sabía que decir ni que hacer. Ella se me acercó, me cogió de la mano y me hizo pasar. Cerró la puerta tras de mi, se acercó y me abrazó. Yo la abracé fuertemente y noté como ella refugiaba su cara en mi cuello, notando su respiración acelerada. Se me hizo eterno y por un momento quise que no acabara ese momento. Me separé, acerqué mi mano a su cara y la acaricié suavemente, ella en ese mismo instante, bajó la mirada, sé lo que significaba eso…me acerqué despacio y la besé. Llevaba mucho tiempo deseando sentir sus labios. Fue un beso lento, húmedo, dulce.
Sin mediar palabra, me fue empujando hacia la cama. Al llegar al borde, se separó, me miró y comenzó a desnudarme. Primero me quitó la camisa, botón a botón, lentamente. Me hizo sentarme, se agachó y me quitó los zapatos y los calcetines. Se incorporó, me desabrochó los pantalones, me arqueé y me los quitó junto con los bóxers, dejándome desnudo. Volvió a besarme y me hizo tumbarme en la cama, dejándome la espalda apoyada sobre el cabecero de la misma. Se alejó, fue hacia los pies de la cama y se puso frente a mí. Mirándome fijamente comenzó a quitarse el vestido. Debajo llevaba un precioso conjunto, el cual se puso en uno de nuestros primeros encuentros, para ser exactos en el primer encuentro en que se entregó por completo a mi, física, mental y emocionalmente. Ella buscaba contemplar mi reacción, saber cual iba a ser mi respuesta a su ofrecimiento. Lentamente, se acercó a la cama, se subió a ella y se fue acercando a mí, subiéndose encima de mí, sentándose sobre mí, inclinándose y besándome. Mi boca la esperaba ansiosa y su lengua buscó la mía con ansia, devolviendo yo el beso con tanta o más intensidad. Sus labios se cerraban sobre los míos mi lengua jugaba en su boca, bailando con la suya. Poco a poco fue bajando el ritmo y el beso fue más largo, sostenido, mientras la boca y su saliva y la mía se mezclaban. Mis manos pasaron de su cintura a sus caderas y de ahí a su culo. Lo agarré con fuerza, clavando mis dedos. No podía parar de acariciarlo mientras la atraía hacia mí fundiendo nuestros cuerpos igual que nuestras bocas. Su boca bajó por mi cuello, lamiéndolo, besándolo, mientras mis manos recorrían sus muslos. Con mi boca, incorporándome, comencé a buscar sus pechos.
Mis manos liberaron sus tetas y por fin pude tener en mi boca esos pezones… duros, hinchados. Oscuros y erectos los atrapé entre mis labios y los chupé con fuerza, tirando de ellos, mojándolos con mi saliva, rozándolos con mis dientes. Mi boca iba de uno a otro de sus pechos como si quisiera devorar sus tetas, sus pezones duros en un único mordisco.
Mis manos recorrían sus muslos una y otra vez, subiendo y bajando, rodeándolos sin que mi boca se distrajera un segundo de sus pechos, eran grandes, pero no demasiado y sus pezones parecían a punto de explotar cuando los tenía en mi boca. Su piel era suave, estaba tibia y fresca a la vez. Si el tacto pudiera sentirlo diría que era una piel dulce bajo las yemas de mis dedos.
No aguantaba mas…mi boca bajó por su vientre mientras me arrodillaba y ella se recostaba en la cama. Me detuve un momento en su ombligo. De rodillas entre sus muslos pude contemplar sus ingles, sus muslos, que comencé a besar inmediatamente, la sensación en mi boca coincidió con la de mis manos… suave, dulce… Separó un poco más sus piernas y mi lengua subió hasta donde terminaban sus muslos. Parte de la tela del tanga había desaparecido engullida por los labios de su vagina y no pude resistirme a lamer. Toda mi lengua subió desde su culo hasta su pubis, apretando, y por fin pude sentir en mi boca el calor que emanaba, el olor, el sabor…Arqueó su espalda, levantando sus caderas contra mi cara mientras sus manos me sujetaban la cabeza y un gemido largo y profundo surgió de su garganta. Agarró mis manos y las colocó sobre sus pechos. Yo no quería perder el tiempo y seguí lamiendo a la vez que mis manos masajeaban sus pechos, fuerte, pellizcando sus pezones a la vez. Sus dedos se interpusieron entre mi boca y la tela, la retiró. Puse mis labios en su coño. Empapado, abierto, chorreando flujos que no dudé en beber y lamer.
Movía mi lengua sin parar, recorriendo cada pliegue de los labios de su coño, cada vez más húmedo, más suave con un sabor y un olor que me excitaban más y más. Atrapé su clítoris entre mis labios, lo chupé, lo froté con la punta de mi lengua, haciendo que sus jadeos subieran en ritmo e intensidad. Mi lengua se deslizó hasta su culito… lo lamí suavemente, sus flujos lo habían inundado todo, y subió hasta introducirse dentro de ella. Mi boca se lleno. Pero yo quería más y moví mi lengua en su interior, haciendo círculos mientras ella movía las caderas cada vez más fuerte.
Comenzó a masturbarse, su mano justo delante de mis ojos acarició su clítoris. Mi boca cada vez estaba más llena de sus flujos y comencé a follarla con la lengua que entraba y salía sin parar haciendo que sus jadeos se convirtieran en un único y prolongado gemido. Agarró una de las manos que tenía en su pecho y la llevó a su boca, mordiéndome el canto de la palma con fuerza, ahogando un grito, su otra mano seguía entre sus piernas moviéndose sin parar, atrapó mi cabeza entre sus muslos y sentí como explotó…porque fue una explosión, sus flujos se desbordaron en mi boca y yo intenté lamer cada gota mientras sentía las convulsiones de los músculos de su coño… Cuando paró sus piernas se relajaron liberando mi cabeza y besé sus dedos, su clítoris, su pubis, mientras se dejaba caer de espaldas en la cama.
Me incorporé con mi polla tremendamente dura, me dolía, y solo pensaba en penetrarla, en sentir lo que habían intuido mi boca y mi lengua. De repente, se incorporó y se quitó el tanga. Poniendo sus manos en mi pecho, me hizo volver a acostarme. Comenzó a acariciarme por el pecho, los brazos y las piernas. Cerré los ojos y me dejé hacer. De repente sentí su lengua en mi polla, poco a poco fue engulléndola toda. Sus labios rodearon el tronco de mi pene y creí sentir el fondo de su garganta. Su saliva resbalaba cada vez que su cabeza subía y bajaba a la vez que su lengua no paraba de acariciarme. Intenté incorporarme para acariciarla, pero me impidió hacerlo lanzándome al mismo tiempo una mirada de negación y de deseo. Ella sabía lo mucho que me cuesta dejarme hacer y cederle el control. Mis manos se clavaron con fuerza en la cama para evitar volver a tocarla y ella continuó jugando con su boca y lengua en mi polla. Sabía que no aguantaría mucho sin correrme, era demasiada excitación, todavía tenía su sabor en la boca y no paraba de pensar en su coñito… en cómo había quedado de mojado, de abierto, como reclamando mi polla. Todo ello sumado al calor de su boca, el movimiento de su lengua…cuando notó que iba a correrme, se retiró, se volvió a sentar y su mano sustituyó a su boca. Comenzó a masturbarme. Mi polla estaba lubricada con su saliva y la mano subía y bajaba cada vez más rápido, más fuerte. Sentía las venas de mi polla como si fueran a reventar…hasta que eyaculé en su mano, mientras ella no dejaba de moverla, exprimiendo hasta la última gota. Continué con los ojos cerrados disfrutando del momento.
Abrí los ojos y pude contemplarla frente a mí, mirándome con una gran sonrisa y unos ojos de gata que casi me hipnotizaron. Su mirada siempre ha sido lo que mas me ha excitado siempre. Tienes unos ojos expresivos, con ella no son necesarias las palabras. Sus ojos expresan todo lo que quiere decir y sus sentimientos.
Su mano acarició mi vientre, subió hasta mi pecho y recorriendo mi cuello llegó hasta mi boca, lamí la punta de sus dedos cuando rozaron mis labios y coloqué mi mano en su muslo.
-No – dijo con voz autoritaria – te voy follar, así que estate quieto.
Retiré mi mano y ella continuó su juego; su mano recorrió todo mi cuerpo, sentirla entre mis mulos, apenas rozando mis testículos, junto con su mirada de deseo, provocó que mi polla volviera a estar totalmente dura.
-Estoy deseando que me folles- le dije.
Sin decir nada se tumbó sobre mí y comenzó a besarme, su boca hizo el mismo recorrido que su mano un par de minutos antes. Cuando sentí su aliento en mi polla y al instante el roce de su lengua coloqué mi mano sobre su cabeza y acaricié su pelo. Paró y me miró de modo amenazante pero excitante a la vez. Entendí lo que quería decirme, así que volví a clavar mis manos en la cama.
Volvió a deslizarse sobre mí, su vientre aplastaba mi polla, sus muslos rozaban los míos y sentía sus pezones clavarse en mi pecho. Comenzó a mover las caderas. Sus mulos se deslizaban arriba y abajo por mi pierna, haciéndome sentir ese calor y esa humedad que deseaba sentir en mi boca, que deseaba hacer explotar. Se colocó sobre mi vientre, al levantar la cabeza la vi, dominándome, la suave piel de sus mulos rozaba mis costados y su coñito estaba más y más mojado. Repitió el movimiento deslizándose por mi pecho. Yo agarraba las sábanas con fuerza, quería sentirla bajo mis manos, sentir como su coñito se abría al paso de mi polla, agarrar sus caderas y que folláramos como bestias, pero me controlé.
El olor de su sexo llegaba a mi nariz, sentía el calor que despedía en mis labios cuando se colocó a horcajadas sobre mi cabeza, con su coño abierto y brillante a un par de centímetros de mi boca. Despacio bajó hasta sentarse sobre mi cara, recibí sus flujos en mis labios, mi lengua comenzó a moverse arriba y abajo mientras sus caderas hacían círculos, pasando su coño por mi cara. Mis manos se lanzaron a sus caderas como si tuvieran vida propia y la sujeté fuerte, quería que mi lengua saboreara todo aquello que me inundaba.
-Te advertí – dijo separándose.
De la mesilla sacó dos pañuelos y ató mis manos al cabecero, no opuse ninguna resistencia, estaba deseando que me follara, que hiciera conmigo lo que quisiera de una vez. Cuando estuve atado volvió a tumbarse sobre mí.
Se deslizó de nuevo hacia abajo. Esta vez no sentí su roce ni su aliento. Sentí su boca que engullía mi polla y como comenzaba a comerme la polla. Su lengua acariciaba la punta, mientras su boca se movía sin parar subiendo y bajando. Yo cerré los ojos y me concentré en disfrutar. Su boca no paraba, su mano acariciaba mis huevos y el único ruido que se oía en la habitación era el de su boca húmeda en la que desaparecía mi polla una y otra vez.
De repente dejó de jugar con mi polla. Se paró en seco, haciendo que levantará la cabeza y mirará a sus ojos buscando una explicación. Se levantó y se puso de pie frente a la cama. Yo no podía creérmelo. Estaba excitado como hacía tiempo, pero solo podía forcejear con unos pañuelos que me mantenían preso. Después de unos segundos que me parecieron eternos volvió a mirarme esa mirada…De nuevo se sentó a mi lado. Su mano desapareció entre sus mulos y sus dedos surgieron brillantes, empapados. Pasó sus dedos por mis labios para que yo los lamiera.
Mientras cerraba los ojos para saborear sus flujos ella se puso de pie en la cama, con las piernas abiertas y poco a poco fue flexionándolas. Cuando estaba en cuclillas con su coño justo encima de mi polla se detuvo.
-¿Qué quieres? – preguntó. -Que me folles. -¿Qué quieres? – volvió a preguntar con una sonrisa en los labios. -Que me folles como una puta – casi grité.
Sin que hubiera terminado la frase se dejó caer y toda mi polla entró en ella, que jadeó mientras yo arqueaba la espalda y me concentraba en no correrme en ese mismo momento. No se detuvo y comenzó a moverse de forma salvaje. Subía y bajaba sin parar, haciendo que mi polla entrará y saliera de ella una y otra vez. Notaba como los músculos de su vagina atrapaban mi polla y como resbalaba hasta casi salir cuando se incorporaba. Jadeaba, gemía, casi chillaba mientras me montaba sin parar. Para mi sorpresa sentí las contracciones de su vagina que anunciaban que iba a correrse. Sentí la explosión de su interior, sus músculos cerrándose sobre mi polla y como ella cesaba su movimiento. Se dejó caer sobre mí, dándome un beso en los labios.
Movió sus caderas liberando mi polla y comenzó a deslizarse una vez más sobre mi cuerpo. Ahora podía sentir sus flujos sobre mi piel mientras frotaba su coño contra mí y cuando estuvo una vez sobre mi cara no tuvo que decir nada. Comencé a lamer, a chupar, mi lengua entraba y salía de su coño totalmente abierto, intentaba atrapar su clítoris con mis labios mientras sus flujos resbalaban por mi barbilla. Busqué cada gota entre los pliegues de sus labios con la punta de mi lengua, pero cada vez estaba más y más húmeda. Levanté la cabeza y volví a penetrarla con mi lengua, sus manos agarraron mi pelo y sacudió mi cabeza mientras yo lamía como un loco, comiéndome su coño que seguía chorreando. Cuando conseguí atrapar su clítoris lo sentí hinchado, muy caliente y como cada vez que mi lengua le daba un pequeño golpe ella soltaba un pequeño grito. Sabía lo que iba a pasar y lo deseaba. No pensaba en mi polla a punto de reventar, notaba como si las venas me fueran a explotar, pero solo quería sentir su calor en mi boca, sentir como se corría de nuevo. No tardó mucho. Aplastando mi cabeza contra el colchón sentí en mi lengua lo que había sentido en mi polla. Su orgasmo, pero esta vez inundó mi boca.
Poco a poco sus músculos se relajaron y sin decir nada se sentó al borde de la cama. Al cabo de unos segundos se incorporó y se levantó. Se lió un cigarro y lo fumó, delante mía, mientras me dejaba atado.
Cuando terminó, sin mediar palabra. Se sentó sobre mi vientre y movió sus caderas suavemente adelante y atrás. Mi polla quedó atrapada entre sus muslos. Sentía su coño abierto, todavía húmedo y como se restregaba contra mi polla. Pensé que me correría sin entrar en ella. Pero con un movimiento de su cuerpo mi pene volvió a entrar hasta el fondo de su coño. Sabía que esta vez no aguantaría mucho, pero ella también volvía a estar muy excitada.
Levanté la cabeza y vi como mi polla era tragada una y otra vez por su coño. El ritmo fue aumentando lentamente a la vez que nuestros gemidos, ya no pensaba controlarme, solo quería correrme, que ella sintiera mi polla llenándola. El movimiento de sus caderas ya era imparable y yo notaba que estaba a punto de explotar.
-Me voy a correr – dije.
-Hazlo – ordenó ella.
La visión de su cuerpo, de su cara, de sus tetas, de sus caderas, de su coño abierto en el que mi polla entraba y salía sin parar fue todo lo que necesité. Me corrí con un grito animal. Mientras sentía mi semen saliendo a borbotones de mi polla ella seguía moviéndose. Estaba claro que no pensaba parar hasta tener otro orgasmo. No tardó mucho, a los pocos instantes volví a sentir su coño temblando cuando un largo gemido escapó de su boca.
Por unos instantes nos quedamos quietos, jadeando. Mi polla salió de ella acompañada de mi semen y sus flujos y tumbándose junto a mí me desató. Inclinándome sobre ella la abracé y hundí mi cara en su pelo y en su cuello.
Al poco nos quedamos dormidos. Cuando desperté ella seguía allí, tumbada boca abajo a mi lado, desnuda. La habitación olía a sudor, a tabaco, a sexo. Me deslicé fuera de la cama y me dirigí hacia el baño, me lavé y bebí agua. Al volver ella seguía en la misma postura. Su piel reflejaba suavemente la luz que se filtraba por las rendijas de las persianas. Sin poder evitarlo me acerqué y comencé a acariciar su culo, al poco estaba inclinado besándolo.
-Mmmmm… buenos días – dijo desperezándose. -Chisssst… – fue toda mi respuesta
Acariciaba sus caderas, su piel era tan suave como recordaba y sentía en mis labios. Ella se removió en la cama, hundiendo su cara en la almohada. Mi lengua se deslizó entre sus nalgas, bajando hacia su coño. Separó sus piernas instintivamente y mi lengua pudo profundizar un poco más. Mis manos acariciaban sus costados y subían por su espalda mientras mi lengua continuaba moviéndose. Poco a poco noté como volvía a excitarse, un ligero escalofrío la recorrió cuando mi lengua pasó nuevamente sobre su culito. Hundí mi cara un poco más y mi lengua se movió por el espacio que había entre su culo y su coño. Sus caderas empezaban a moverse en pequeños círculos, pero yo la sujeté con mis manos para que mi lengua pudiera seguir jugando.
Mi polla comenzaba a ponerse dura una vez más y me tumbé sobre ella acomodándola entre sus nalgas. Me movía despacio, deslizándola entre sus nalgas húmedas por mi saliva.
-Ahora seré yo quien mande – susurré en su oído.
Ni siquiera respondió.
Volví a arrodillarme entre sus muslos y mi lengua encontró esta vez el coño mucho más húmedo y decidí saborearlo lentamente. A la vez que mi mano se deslizaba bajo su pubis. Mi dedo pulgar comenzó a describir pequeños círculos sobre su clítoris muy suave, hasta que noté mi mano mojada y comencé a apretar un poco más. Mi lengua jugaba en su culito. Arrebujé la colcha y la coloqué bajo su vientre. Ahora estaba totalmente a mi disposición. Mi lengua podía recorrer libremente sus nalgas, su culito, su coño, llegar hasta tu clítoris.
Seguí haciéndolo hasta que el ritmo de sus caderas fue más fuerte, sus gemidos más altos y sus flujos volvían a manar hacia mi boca. Empecé a usar mis dedos. Los pasé por su coño hasta que estuvieron mojados. Y sin avisar mi dedo índice entró en ella. Su gemido fue instantáneo. Lo moví en su interior mientras ella empujaba su culo contra mí como si quisiera que llegara más y más dentro.
Saqué el dedo de su coño y lo llevo hacia su culo, mi lengua lo había dilatado lo suficiente como para que la punta de mi índice pudiera entrar y lubricado por sus flujos como estaba no tardó en deslizarse dentro lentamente.
Mi dedo ya estaba dentro de su culo y mi lengua seguía recogiendo su humedad. Lentamente lo deslicé fuera y volví a introducirlo, esta vez casi sin resistencia. Repetí el movimiento una y otra vez.
-Fóllame – Me dijo. -Ahora mando yo – dije, y di un azote en su culo que la hizo soltar un gemido. Volví a azotarla, intercalando el lado de los azotes, con cada uno de ellos soltaba un gemido cada vez más fuerte.
Estaba desando follarla, pero quería prolongar el juego un poco más. Me puse de rodillas detrás de ella y pasé mi polla, ya totalmente dura, por su culo. La froté contra su culo, contra su coño.
Su mano apareció entre los muslos y comenzó a masturbarse.
-No – dije retirando su mano.
Mi polla volvió a recorrerla. Ya no podía esperar más. Quería follarla. Sin más la penetré de golpe. Hasta el fondo, hasta que mis huevos chocaron contra su culo. Su coño pareció abrirse de golpe y luego cerrarse con fuerza sobre mi polla. La saqué casi del todo y volví a embestirla de golpe, otra vez hasta el fondo. Ella boqueaba como sin aliento y repetí una vez más. Esta vez agarré sus caderas clavando mis dedos con fuerza y continúe mi movimiento, entrando y saliendo.
Sus jadeos, el movimiento de su culo me excitaba de una forma casi animal y seguí sin parar. De repente, se quedó quieta, me pidió que parase. Ella, sin dejar de moverse, se incorporó a cuatro patas.
-¿Te gusta follarte a tu perra? – dijo.
Sus gritos me indicaban su nivel de excitación, parejo al mío, y continué embistiendo con más fuerza, volví a dar un azote en su culo y deslicé mis manos bajo su cuerpo para agarrar sus tetas, inclinándome sobre ella. En un momento concreto la agarré del cuello y le giré un poco la cabeza, mientras le apretaba un poco el cuello para que sintiera mi autoridad, porque se me antojaba chuparle los labios y el cuello. Fue en ese momento que le vi un brillo de lujuria en los ojos que junto el ruido que se oía de mis embestidas, de mi cuerpo al chocar con el suyo, el de su coño empapado, el de mi polla entrando y saliendo sin parar, se mezclaban con nuestros gritos.
Me dejé llevar y un estremecimiento recorrió mi cuerpo cuando eyaculé y sentí como su coño se contraía y un grito ronco salía de su garganta….Ahora sé que además de sentir que la quiero, lo que quiere es sentirse objeto de mi deseo.
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