¿Juego de Niños? Pt3
Adan tiene encuentro más cercanos con su prima…..
Paso unos días después de que me vine en las nalgas de Heidi.
Ya era costumbre, ella sabía que yo me mantenía en el cuarto, solo o a veces con mis otros primos, y ella buscaba la manera de que quedáramos solos.
Si no mal recuerdo, en una ocasión, ella se aseguro que nadie estuviera cerca, para mí suerte, mi tía la había dejado ya que tenía que hacer cosas en el centro, mis otros primos estaban en la escuela, es decir… Solo estamos, mi abuela, Heidi y yo, por lo que era un momento exacto para empezar nuestras fechoría.
Heidi se metió al cuarto, nos empezamos a fajar, le chupaba su cuello lentamente, llevaba puesto una especie de falda y sin dudarlo la coloqué en una especie de buró.
—Abre tus piernas y mueve tu calzon.— le dije,
Heidi sin dudarlo lo hizo, y empecé a comerme su pequeña conchita, la cual sabe igual a saladita, a orines, coloque mi pequeña verga en la a entrada de su conchita pero quizás fue por la mala posición, o el miedo de ser cachados, así que no pude penetrarla. Paramos después de unos minutos y ella se salió del cuarto.
Dos semanas después de ese encuentro, estaba tirado en uno de los cuartos con mis otros primos. Sabía que Heidi se quedaría a dormir, así que me hice el dormido para que no me movieran al otro lado.
A eso de la 1:00 de la mañana me levanté. Por suerte, Heidi estaba en la orilla de la cama; yo detrás de ella y, pegados al rincón, los demás. La abracé con las dos manos y empecé a acariciarla despacio, recorriendo su cuerpo. De pronto se incorporó, medio molesta.
—Oye, ¿qué haces? —susurró.
—Vamos a hacerlo —le dije bajito.
—Espera, se pueden despertar.
Pero no paramos. Metí la mano dentro de su pants, directo a su conchita chiquita de nueve años. Ella empezó a mover el culo contra mi verga, que ya asomaba por el short. Sus movimientos eran como si me rogara que la penetrara. De repente se volteó y nos besamos… sí, mi prima de nueve y yo de catorce, comiéndonos la boca como locos, sin importar nada. Mis manos apretaban sus nalguitas mientras nos besábamos con una pasión que me quemaba.
—Vamos al piso —le susurré.
—Mejor no, se van a despertar —me contestó Heidi, con la voz temblorosa.
—No haremos ruido, te lo juro.
Pasaron unos segundos eternos. Al final asintió.
Nos deslizamos hasta el suelo, justo al lado de la cama, donde la oscuridad nos tragaba. Heidi se quitó el pants de un tirón; quedó solo con su calzoncito rosa. Sin decirle nada, lo corrió a un lado. Era una señal clarísima: quería sentirme dentro.
Saqué la verga, dura como piedra, y la puse en la entrada de su conchita. Empujé… pero solo entró la puntita. Estaba tan estrecha, tan cerrada, que supe que no iba a caber más. Aun así, empecé a sacar y meter ese poquito, despacio al principio. Heidi gemía bajito, casi sin aire.
—Me gusta… —susurraba entre jadeos.
Aceleré. El roce era delicioso, me quemaba. De pronto me vine, adentro de su conchita, aunque no hasta el fondo. La sensación fue brutal. Heidi se levantó de un salto y corrió al baño a limpiarse, sobre todo para que no quedara rastro en el calzón.
Volvió en un par de minutos y se metió de nuevo en la cama. Los demás primos seguían roncando.
—Esa cosa blanca estaba bien caliente —me dijo al oído.
—Sí —le contesté—. Eso siempre tiene que ir adentro tuyo.
Heidi solo me miró, me abrazó fuerte y se pegó a mí.
Después de esa noche, los encuentros fueron poquísimos, cada vez que coincidíamos y había chance. Hasta que se tuvo que ir del país y perdimos contacto.
Hoy ella tiene dieciocho, yo veinticinco. Nunca hemos hablado de lo que pasó. No hay nada sexual ahora, solo recuerdos que guardo en un rincón de la cabeza.


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