Juegos matinales.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Subo al tren y me siento dónde acostumbro hacerlo siempre que está libre. Hoy tengo suerte, definitivamente es el día, estoy sentado con visión directa a la puerta de entrada dónde espero con cierto nerviosismo llegar a la parada en la que ella sube cada día.
Llega el momento, el corazón me empieza a palpitar con fuerza, por un momento deseo que hoy falte a su cita. Pero no, allí esta ella con su falda corta tejana y su camiseta de tirantes subiendo lentamente al tren y acercándose para quedarse delante mío, como suele hacer.
Nos miramos distraídamente como solemos hacer, es una forma de darnos los buenos días. Pero de hoy no pasa, hoy va a haber algo más que miradas perdidas y sonrisas al aire.
Hoy mi mirada ya es diferente, hoy no hay nadie más que ella en el vagón y nada que esconder, la repaso de arriba a abajo escrutando la plenitud de su cuerpo, joven, sensual, perfecto. Esos pechos pequeños y puntiagudos, luchan por salir de la ropa que los aprisionan. Ella se da cuenta enseguida y lejos de cortarse, me mira con cara de deseo.
Repentinamente pieso que estoy equivocado, que todo son imaginaciones, pero me da igual, no tengo nada que perder.
Seguimos mirándonos con deseo un rato indeterminado de tiempo, por lo que ya no puedo esperar más y con la vista le indico la puerta del aseo. Tengo miedo de que no entienda mis intenciones aunque esa duda se disipa enseguida cuando ella asiente levemente con una mirada pícara.
Llega el momento por lo que me levanto y voy directo al aseo, aprieto el botón, se abre la puerta, entro y se cierra al momento. Espero… espero que pase lo que tenga que pasar, hoy estoy listo.
En poco tiempo, oigo unos tímidos golpes en la puerta, abro rápidamente, apartándome de otras miradas ajenas. Allí está ella, entra sin perder tiempo, su bolso cae al suelo y ya la tengo entre mis brazos. Nuestras lenguas se entrelazan y juegan con pasión, mis manos atrapan sus nalgas y las suyas las mías. No hay tiempo que perder, le subo la falda y entro mis manos por sus bragas de atrás hacia adelante mientras mi lengua busca sus pezones con ansia.
Ella se baja los tirantes y sostén mientras ya tiene la mano dentro de mis calzoncillos. Está muy mojada y yo trempado como nunca. Bajo besando y lamiendo todo su cuerpo, el espacio es justo pero perfecto, le como la vagina como si fuera lo último que iba a hacer en vida. Se corre y yo corro a taparle la boca con la mía. Me sienta de un empujón en la taza, me bajo bien los pantalones y calzoncillo y se sienta encima de mí penetrándola en esa posición. Los movimientos son alocados al principio pero se van acompasando a un ritmo más relajado, jadea, se relame en cuanto la dejo respirar, está a punto, yo también, empieza a temblar, es inminente y se vuelve a correr, sus flujos caen por mis piernas, no puedo aguantar más y exploto como un volcán en plena erupción.
Nos relajamos sin mover un músculo en la posición en la que estábamos, seguimos besándonos como si quisiéramos volver a empezar, pero no hay tiempo, lo sabemos.
Se levanta se limpia, se sube las bragas, se baja la falda, coge el bolso del suelo, me dedica una sonrisa y sale. Yo sigo allí sentado inerte unos minutos más, saboreando el momento e intentando inmortalizarlo en mi memoria.
Ya tengo ganas de que vuelva a ser mañana.
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