KARINA Y SU FAMILIA – 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola todos.
Quiero contar una historia que me sucedió hace algunos años mientras estudiaba mi carrera.
Primero me presento. Vivo en Manizales, Colombia; tengo 25 años y soy médico. En consonancia con lo que trata el tema tengo que decir que conocí el sexo desde muy temprano y he tenido la oportunidad de disfrutar de muchas cosas, pero esas historias serán de otros relatos. Mido aproximadamente 1.80 de estatura, un cuerpo atlético, nada raro, y me considero afortunado con las mujeres, pienso que muchas veces estoy en el lugar correcto y la ocasión correcta para que las cosas pasen
Esta historia se remonta hace unos 6 años cuando estudiaba mi carrera e iniciaba mi práctica con pacientes en hospitales. Por aquella época buscaba un nuevo lugar donde vivir debido a que en parte estaba algo aburrido donde vivía pues consideraba que me cobraban mucho para una habitación y conocía amigos con más comodidades pagando menos, y en parte al hecho que los sitios de práctica me quedaban muy lejos.
Decidí por lo tanto buscar cerca de los barrios alrededor del hospital. La búsqueda fue difícil, miré muchas opciones pero la verdad no me atraía ninguna. Una tarde, tras salir de clases, casi sin querer caminaba por calles cercanas a la facultad y observé un letrero de "se arrienda habitación" en una casa de dos pisos que se veía muy bien. En seguida decidí preguntar. Llamé a la puerta y quien me atendió primero fue un niño pequeño quien tras explicarle qué venía a preguntar por la habitación corrió hacia adentro de la casa a llamar a alguien. Salió una señora que se veía bastante joven para ser ama de casa y me recibió muy amablemente, me hizo entrar hasta el interior para explicarme las condiciones y mostrarme el sitio. Al llegar me pareció muy bonito, la pieza que se alquilaba era una de la parte baja, muy cerca a la cocina y el patio de ropas, amplia y con baño propio.
La mujer, confesó que idealmente preferiría que fuese una mujer quien la alquilara, pero que de todas maneras estaba a mi disposición si quería. Me dijo que se llamaba Susana, tenía 35 años y dos hijas, Lucía de 14 años y Karina que acababa de cumplir 12 años, el niño que me abriera era su sobrino Juan Pablo hijo de su hermana que cuidaba algunas tardes en su casa. Era casada pero su esposo trabajaba fuera de la ciudad debido a que era profesor en un municipio cercano, y sólo venía algunos fines de semana.
Me comentó las condiciones, que también incluía la comida y el arreglo de ropa, el precio era muy conveniente, me gustó el trato y decidí aceptar, me mudaría en un par de días. Me dijo entonces que debía conocer el resto de la casa, que me sintiera como en familia. Subimos a la segunda planta, pude ver que era una joven mujer, con un cuerpo muy conservado y proporcional, quizás algún kilito de más y una sonrisa muy cálida. Mientras subía veía sus blancas piernas bien formadas y unos pies muy lindos. Al llegar a la segunda planta, oí el ruido de la televisión y las voces de las niñas. Al llegar a la alcoba principal me presentó a sus hijas. Ambas muy lindas. Lucía tenía 14 años, aún estaba en el uniforme del colegio, era de tez trigueña como su padre, su carita era muy angelical y se veía como una niña muy mimada. Karina, su hermanita, era blanquita como su madre, acababa de cumplir 12 años y parecía más vivaz que su hermana mayor, tenía una carita de niña inquieta y curiosa y no paraba de hacerme preguntas. Doña Susana me invitó a tomar el algo, que es como llamamos nosotros a la merienda, y me quedé un par de horas hablando sobre distintos temas, mi familia, la carrera, etc. Creo que les caí muy bien y acordamos en dos días pasarme.
Llegué un sábado, tardé un poco pues el carro tardó más de lo previsto, no eran muchas cosas pero sí las suficientes como para tener que contratar al menos uno pequeño. Llegué pasado el medio día, estaban terminando de almorzar y me recibió doña Susana con un beso en la mejilla, me invitó a pasar y me presentó a su esposo, Carlos, era 5 años mayor que ella, bajito y de bigote, me saludó efusivamente y me invitaron a la mesa antes de acomodar las cosas. Durante la conversación, bajo la mesa sentía las piernas de doña Susana muy cerca, a ella no parecía importarle, y por el contrario parecía querer rozar cada vez más sus muslos a mis rodillas, esto me turbó un poco pero no le di importancia. Fui a mi cuarto y empecé a ordenar y acomodar mis cosas. Más tarde llamó una amiga, salía de práctica en el hospital e iba a visitarme en mi nuevo cuarto, al llegar la presenté a todos y charlamos un rato y fuimos a tomar algo, en la noche llegué a cenar y ese día transcurrió sin más que mencionar.
El domingo por la mañana estuve estudiando, y las niñas fueron a ciclovía, por la tarde salí a un centro comercial cercano, saqué dinero y fui a casa a pagar mi primer mes. Al llegar don Carlos preparaba para irse, me dijo:
– Siéntase como en casa y cuide muy bien de todas estas mujeres.
– Claro que sí – Le dije, miré a doña Susana y me sonrió.
Mi horario era bastante flexible dependiendo de las materias que uno tomaba, quedaban algunas mañanas y algunas tardes libres así que pasaba algún tiempo en casa en esos momentos, estudiaba, veía televisión o escuchaba música. A veces aparecía doña Susana para brindarme algún cafesito, o Karina retozaba a veces por el cuarto y me preguntaba cosas como qué tal era la medicina, si no me daban miedo los muertos, si me tocaba ver muchos y cosas por el estilo. Lucía era un poco más parca y permanecía mucho tiempo fuera en casa de sus amigas por lo cual mi relación con Kari era más fuerte.
Cierta tarde, estaba descansand, tenía un sillón cómo en el que me recostaba, veía un partido de la Champions League. En eso entra Karina.
– ¿Puedo buscar una tarea en tu computador?- Me preguntó.
– Sí, sigue – le dije- nada más enciéndelo.
Tenía un computador portátil, compañero inseparable de una carrera como esta. Buscaba Karina una tarea sobre geografía y tenía una enciclopedia de donde podría obtener información. Pasó un rato revisando cosas en el PC y al final fue por algunos cuadernos y se acomodó en la alfombra, a mis pies. Vestía su uniforme del colegio, usaba una blusita de fina tela blanca, se marcaban sus senitos apenas floreciendo. La falda era de cuadros rojos y negros. Se había quitado los zapatos y andaba en medias blancas. Se sentó en la alfombra dándome la espalda y a los pocos minutos ya estaba acostada en el piso, con su colita levantada, sus piernitas moviéndose de arriba hacia abajo mientras dibujaba cosas en su cuaderno.
Veía un partido de fútbol de la Champions, no recuerdo cuál era. Sentado en mi sillón apenas podía quitar la vista de esas hermosas piernitas. Yo estaba con ropa normal, me había quitado los zapatos y estaba en calcetines. Casi imperceptiblemente, un deseo por acercar cada vez más mis pies a sus piernas me impulsaba. Disimuladamente mi pie derecho entró en contacto con la parte interna de su rodilla izquierda, en medio de las dos, y apenas lo había movido un poco. A ella no pareció importarle y seguía moviendo sus piernitas. Así yo también empecé a mover mi pie un poco a hasta mitad de su muslo, donde ya no me dejaba ver más su faldita colegial, y con un movimiento repetitivo lo acariciaba, sin intentar subir más. Ella ya más acostumbrada bajaba mucho más sus piernitas hasta entrar en contacto con las mías en lo que se convirtió en un juego muy morboso. Llegó un momento en que me quiso preguntar algo acerca de su tarea, se movió un poco hacia mí, al hacer esto quedó mucho más cerca, de tal modo que cuando volvió a acomodarse había quedado más cerca y mis pies podían alcanzar fácilmente su colita, uno de sus pies lo bajó y reposó en el borde del sillón haciendo contacto con la cara interna de mis muslos. Esto me volvió loco, a Kari le estaba gustando lo que hacíamos!, me puse más cachondo aún cuando ella empezó a mover su piecito. Yo no perdí la oportunidad y subía más el mío por debajo de su falda hasta tocar su entrepierna, pude notar que enseguida dio un pequeño saltito y noté como respingaba más la colita y apoyaba la carita en la alfombra dejando sus cuadernos a un lado. Empecé un movimiento en el bode de de sus tanguitas y a veces haciendo pequeña presión sobre su entrepierna, podía ver como ella, tan niña, tan inocente, tan linda, cerraba sus ojitos y movía su colita rítmicamente. Esto era casi un ensueño, pero de pronto se vio interrumpido cuando oímos que su mamá la llamaba y escuchamos cómo se acercaba al cuarto, Kari sobrealtada, como descubierta se levantó casi saltando y se acomodó recogiendo sus cuadernos para ir a mi escritorio antes de entrar doña Susana al cuarto. Nos dijo que fuéramos al comedor pues nos había preparado una pequeña merienda. Al salir, Karina dirigió una mirada hacia mí, y tras un breve silencio dio un par de carcajadas. Podía ver sus mejillas encendidas y un brillo muy especial en sus ojos.
Desde aquel día noté como Kari permanentemente hacía todo lo posible por mantener contacto físico conmigo, bajo la mesa me tocaba con sus piecitos, al pasar cerca de mí hacía chocar su cuerpito contra el mío, me abrazaba y me decía que me quería, yo además aprovechaba para ocasionalmente tocarle la colita y las piernitas sólo para ver que dibujaba su sonrisa en el rostro. En una ocasión incluso Lucía, su hermana mayor nos vió, se sonrojó pero luego sonrió ella también y todos reímos.
Así también sucedía varias veces en mi cuarto cuando por las tardes irrumpía con la excusa de querer hace tareas. Recuerdo una vez muy bien cómo estando yo sentado en frente del computador se sentó en mis piernas. Venía con su faldita de colegial, la del colegio el Rosario de aquí de Manizales, y empezaba a buscar cosas en el computador y yo le ayudaba. En un momento le dije que me sentía incómodo y le pedí que se acomodara, cuando lo hizo so colita quedó justo apoyada sobre mi verga que la tenía ya de un tamaño considerable. Empezamos a ver unos videos graciosos que tenía en mi PC por lo que se reía y movía su colita. Me estaba volviendo loco. Yo aprovechaba además para deslizar mi mano por sus muslos bajo la falda.
– Te ves tan linda cuando te ríes – Le dije.
– En serio crees – me preguntó con una sonrisa.
– Claro, no sé cómo es que andas sin noviecito… jajajaja.
Ella también se carcajeó. Le dije que tenía que acomodarla mejor. Se levantó un poquito y yo aproveché para subirle la faldita desde la parte posterior dejando que se sentara sobre mí sin el contacto de la tela de su falda, cuando lo hizo empezó a moverse en circulitos y hacía rozar mi verga por toda su colita.
– Ya te estoy creyendo cuando dices que te parezco linda – me dijo mientras me miraba de soslayo con una sonrisa pícara que saben hacer las mujeres desde niñas cuando están muy cachondas.
Esa noche no lo soporté y tuve que al menos masturbarme dos veces recordando esos momentos. Karina cada vez me ponía más loquito. Estaba descuidando mis deberes en la facultad y no lograba concentrarme. Además mis relaciones sociales mermaron pues sólo quería ir hasta la casa para encontrarme con esas mujeres que tanto me hacían sentir también, y en especial por Karina.
A veces pensaba también que todo estaba mal, que esto no era correcto. No obstante un deseo irresistible me movía, no sé por qué pero estos instintos eran más fuertes que cualquier reflexión, me consolaba con pensar que Kari parecía también disfrutarlo y que todo se iba dando sin mayor presión. Cabe destacar que de cualquier manera si era sorprendido, por ser ya mayor de edad podría incluso pagar con cárcel así Karina dijera que siempre fue con su consentimiento, pero como digo estas razones no me movían a dejarlo y por el contrario a veces buscaba que las ocasiones aparecieran, lo que afortunadamente no era muy difícil.
Una noche de viernes llegué con una sorpresa a la casa. Había alquilado una película estrenada hacía poco, se llamaba “El Último Samurai” con el fin de verla en el nuevo DVD de la casa. Todas se emocionaron con la idea e incluso doña Susana empezó a preparar palomitas de maíz. Fuimos hasta la alcoba matrimonial para verla y todos nos acomodamos como pudimos en la cama. Yo quedé al borde izquierdo, a mi lado estaba Kari, después seguía su mamá y por último Lucía. Nos cubrimos con las cobijas y empezamos a ver el film.
Tenía mi brazo extendido y en él se recostaba Karina dócilmente, sin embargo mi mano contactaba con la cabeza de su madre. De manera casi mecánica, como por un impulso irresistible empecé a acariciar suavemente el cabello de doña Susana mientras notaba como Kari ponía su piernita sobre la mía. Vestía un largo pantalón de pijama y yo estaba con igual prenda. Me sorprendió lo bien que me sentía, doña Susana parecía muy a gusto con el masajito que hacía en su cabello y transcurrió la película tan cómodamente para todos que fácilmente nos quedamos dormidos.
Aún somnoliento deslicé mi mano derecha por debajo de la blusita de Kari y empecé a sobarle la barriguita, palpando esa piel suavecita de melocotón que tenía. Pocos minutos más tarde, ella, que tenía su cabeza mirando hacia su madre, volteó, con sus ojos abiertos me miró fijamente y sonrió. Tan cerca estábamos que sentía su aliento en mi rostro y me enloquecí, me acerqué solo un poco para darle un pequeño besito en sus labios. En seguida su rostro cambió, bajó sus ojos y pareció cerrarlos solo para que yo nuevamente la besara pero esta vez durara un poco más. No pasó mucho tiempo para que ella también empezara a mover sus labios. Me sentía en el cielo, estaba súper exitado y creo que ella lo notó con una de sus piernitas. Sin embargo, estaba al lado de su madre y podíamos ser descubiertos.
– Vamos hasta mi cuarto – le dije.
Ella miró alrededor, y afirmó con su cabeza. Con mucho cuidado nos bajamos de la cama y sigilosamente bajamos las escaleras hasta mi cuarto. Ella misma retiró las cobijas para meterse entre ellas a lo cual yo la seguí.
Nos metimos en las cobijas y empecé a versarla esta vez más apasionadamente, ella también me respondía con cálidos besos y trataba de seguirme metiendo su lengüita en mi boca. Yo estaba disfrutando al máximo. Ella respiraba cada vez más ruidosamente mientras introducía mis manos para tocar sus senitos apenas en nacimiento o para acariciarle la colita y la entrepierna. Ella se dejaba hacer y no hacía sino disfrutarlo.
– Te quiero mucho – me decía – quiero que hagas esto siempre por mí.
– Vale Kari, pero nadie se debe enterar.
Comencé entonces a quitarle su blusita, pude ver esos senitos hermosos con sus rosaditos pezones apenas brotando. Bajé mi rostro hasta ellos y comencé a besarlos, pero ella un poco sonrojada me volvió a subir para continuar besándonos. Me coloqué después boca arriba en la cama, me quité la camisa para poder sentir su piel y la acomodé justo encima de mí.
– Abre las piernitas – susurré- para que estés más cómoda.
Abrió sus piernas que quedaron a cada lado de mi, su entrepierna la podía sentir en contacto con mi verga que ya estaba a reventar. Mientras nos besábamos sucedió lo que esperaba, ella empezó como la otra vez en el escritorio o mover su colita para rozar contra mi verga su virginal chochito. Yo seguía besándola como enloquecido y tocando esos senitos hermosos que apenas asomaban. ¡Estaba tan excitado! Lo recuerdo y quiero ahora llamarla para verla de nuevo.
Bajaba lentamente la tira del pantalón de su pijama y tocaba sus nalguitas. Le dije que quería sentir sus piernitas y fue así como los dos nos quitamos los pantalones. Ella cayó sobre mí nuevamente en la posición en que estábamos y comenzó nuevamanete a moverse, sentía como sobre mi verga se deslizaba más suavemente y además algo de humedad lo facilitaba todo.
– Ya es hora –atiné a decir- te voy a hacer mujercita. Obviamente ni peguntar a su edad si ya había tenido relaciones sexuales, eso sonaría además ofensivo.
Con mis brazos la coloqué a ella ahora en la cama boca arriba y le quité sus pantaleticas, yo hice lo mismo con mis bóxers y salió mi verga totalmente erguida y tan caliente estaba que destilaba un líquido transparente y filante. Me puse sobre ella y empecé a rozar mi verga sobre su rajita.
– ¡Ah, qué rico! ¡Qué rico se siente Kari! –Le repetía.
– Hum… con cuidadito, con cuidadito.
Acomodaba la punta en su agujerito pero siempre resbalaba. Ella estaba hecha un mar de lo mojada que estaba y agarraba mi verga y la acomodaba en la entradita, pero si no resbalaba ella se corría hacia atrás y se quejaba que le dolía. Así pasaron varios minutos hasta que le empezó a doler mucho y me dijo que no quería más. Me conmovió que tras esto se tapó la carita y derramó un par de lágrimas.
– Perdóname, soy una boba –me dijo aún sin poder mirarme fijamente – Perdóname, perdóname.
Yo la tranquilicé mientras le daba besos en su linda carita.
– Tranquila, ya pasará. En otro momento lo podremos hacer, eso pasa a veces, no te preocupes.
Intentaba consolarla y ya más calmada le dije que si me dejaba darle besitos allí abajo. Al escuchar estos sus chispeantes ojos se abrieron y quedó como aturdida, me decía que no, que le daba mucha vergüenza. Pero tras rogarle mucho aceptó.
Bajé hasta su chochito y tímidamente me abría sus piernitas pero con sus manos se cubría su entrepierna llena de una castidad que me encantaba. Inicié dándole besitos en su monte Venus que ya tenía algo de volumen y luego baje hasta empezar a darle besitos en la parte superior de su rajita y pasar mi lengua por su clítoris, a esto ella gemía y alcanzaba su blusa para colocarla sobre su boca y apagar esos gemidos, sin embargo permanecía quieta y tensaba sus músculos. Con el paso de los minutos y mientras intensificaba mis caricias linguales empezó a relajarse más. Sus manitos ya las tenía a los lados de mi cabeza y parecía que la tomara de ambos lados.
– Ah, Ah… espera… Ah… Ay Diosito…Ah… espera –decía entre gemidos apagaditos y con una voz sigilosa.
Tras esto ella misma me tomó un poquito más fuerte de la cabeza y empezó a mover su pelvis de tal manera que pasaba toda su rajita por mi boca una y otra vez. Yo a esto no hacía sino intensificar mis lengüetazos hasta que lanzó un gemido profundo y de golpe se retiró.
– Espera, espera, ya, para, ya estuvo, para … Ah… Hum… Ay Diosito…
Miré y con sus ojos cerrados hacía una carita mezclada de placer y aturdimiento, sus mejillas encendidas y sus pestañas húmedas de alguna lagrimilla por ahí desfilada.
Me acomodé junto a ella y la besé. No quiso mirarme, me dio la espalda y se cubrió con la cobija. No pasaron cinco minutos antes de que sin mediar palabra saliera de mi cuarto hasta el suyo.
FIN DE LA PRIMERA PARTE.
Próximamente enviaré las partes siguientes, espero que mi trabajo me otorgue el tiempo suficiente para hacerlo rápido.
Si desean compartir experiencias o pensamientos me pueden escribir.
Ufff que delicia muy buena historia 🤤🤤