Kim y Jois: Dos putitas intercambiadas por sus novios
Entramos al motel, Kim caminaba a mi derecha y a la izquierda de Armando, Jois caminaba a mi izquierda..
Entramos al motel, Kim caminaba a mi derecha y a la izquierda de Armando, Jois caminaba
a mi izquierda. Mi mano se metía descaradamente por debajo del corto vestido de la novia
de Armando, apretándole el culo y levantándole el vestido a cada paso que dábamos.
El sonido de una nalgada contra el culo al aire de Kim se escuchó junto al sonido de los
tacones de ambas; Armando le había castigado las nalgas por encima de su entallado
micro-vestido violeta. Kim rió nerviosamente, y Jois sonrió en complicidad frente a mi rostro.
Llegamos al pie de la recepción, y pagamos una única sola habitación. Nos alejamos hacia
el pasillo del elevador y Kim aprovechó para acomodarse la tanguita con todo el descaro,
subiéndose el vestido a la cintura y mostrando el culo completamente. Lo más probable era
que la persona de recepción pensase que éramos dos hombres con dos prostitutas recién
contratadas, sobre todo por la apariencia lascivia de ambas chicas y su forma de vestir.
Los tacones de Kim eran de muchos centímetros de alto, tenía experiencia usándolos por
supuesto, pero eran un letrero descarado de «puta». Con su esbelta figura y los tacones,
Kim era capaz de disimular sus dieciséis años de edad. Jois por su parte, vestía un vestido
de una pieza, color turquesa y de un resplandeciente brillo como de seda. Los transparentes
tacones de la novia de Armando adornando sus pies, me habían provocado una erección
desde el primer momento. Jois tenía diecinueve años y era de un semblante muy coqueto.
El elevador se abrió y se cerró con nosotros dentro. No perdí la oportunidad y comencé a
besar a Jois, sus brazos desnudos se estremecieron mientras estrujaba su culo y mordía
sus labios.
Kim reía cachonda a mis espaldas, y oí el sonido de sus labios color carmesí que debían de
estar consintiendo hambrientos a Armando, aunque de espaldas me era imposible verlos y
estar seguro.
Le di la vuelta a Jois, besándole el cuello, girándome hasta quedarme el panorama de Kim y
Armando visible por encima del hombro de Jois. Mi prima y Armando, casualmente, hacían
lo mismo. La boca de Kim jadeaba mientras Armando le lamía y besaba el cuello. La
diferencia era que Kim tenía el vestido subido hasta más arriba del vientre, su tanga de
encaje blanca era mostrada en todo su esplendor, tanto que Armando jugaba con ella
encajada en su rajita.
Como pudimos, caminamos por el pasillo solitario hasta llegar a nuestra habitación.
Cerramos por dentro y caminamos hasta la cama. Kim se sacó sus tacones y yo preferí
dejar a Jois así. Abrí de piernas a la novia de mi amigo y le saqué la tanga hasta verla
enredarse en sus tacones.
—Disfruta a mi putita, yo disfrutaré a la tuya —le dije de reojo a Armando.
—Voy a cogerme durísimo a Kim —respondió Armando, montado encima de Kim, quien lo
envolvía con sus piernas enfundadas en medias negras de seda.
Las putitas no tuvieron tiempo de dar su opinión. Armando ya le bajaba los tirantes del
vestido a Kim, y comenzaba a comerse sus tetas desnudas. Yo por mi parte tomé la tanga
de hilo dental de Jois y se la metí en la boca. Acto seguido comencé a lamer el coño de la
novia de mi amigo, mi lengua se hundía en el surco que sus amplios labios dibujaban.
—Te la quiero mamar —escuché a la distancia, era la voz ganosa de Kim.
Yo no giré mi vista, estaba saboreando a Jois que me tomaba del cabello y se frotaba el
clítoris mientras yo le mamaba el coño. Aún así estaba segura que Kim ya debía estar
haciendo su esfuerzo para saborear verga.
Aún desde mi posición, me desabroché el cinturón y me bajé los pantalones, tenía la verga
ya erecta y me la comencé a jalar mientras el sabroso sabor a vagina invadía mi boca.
—Ven —indiqué a Jois, la hice sentarse sobre la cama y le saqué el vestido completamente.
La zorrita de diecinueve años me miró pícaramente mientras se acomodaba el cabello
revuelto.
—No me va a caber —rió nerviosamente, mirando y tocando con su mano mi verga
punzante.
—Hay que probar —respondí, manoseando sus tetas medianas y apretándole los pezones.
No hubo más palabras, tumbé a Jois en la cama, metí una almohada bajo sus caderas y
espalda y me eché sus piernas al hombro. Mi verga cayó sobre su rajita y me froté contra
ella, ambos reímos nerviosamente, sería la primera vez que se la follarían frente a su novio.
Cuando me hundí en Jois de un empujón, Kim ya se oía gemir bastante fuerte. Giré el
cuerpo completo de Jois sobre la cama, reacomodé las almohadas sin sacarle la verga, y
ahora sí tenía la vista de Kim y Armando frente a mí.
Mi prima estaba montada sobre Armando, brincaba sobre su verga y me veía lujuriosa como
tantas veces la muy zorrita. Amando quedaba con su rostro viendo hacia el otro extremo,
con la cabeza de Jois a centímetros de la suya, así que no podía ver exactamente su
expresión de placer provocada por mi prima. Pero sí notaba sus manos estrujar y manosear
las nalgas y piernas de Kim con deseo.
—¿Te gusta, papi? —preguntó con su voz coqueta Kim a Armando.
Armando tardó en contestar, señal de que estaba en el paraíso con el diminuto coño de
Kim. Durante ese lapso solamente los sonidos de mi cuerpo impactando contra el de Jois se
escuchaban.
—Kim —dije llamando su atención—, ¿le ofreciste el retardante a tu machito de hoy?
—tenía la duda de si lo había hecho.
Normalmente los hombres con que había compartido a Kim no habían podido aguantar
mucho con el ritmo de Kim y la forma de su coñito infantil, por eso comenzamos a ofrecerles
retardante para ayudarlos a durar más. Fue una casualidad el usarlos, ya que algunos de
ellos al ser cornudos tenían eyaculación precoz y teníamos que ofrecerles retardantes para
masturbarse ellos solos. Pero vimos que podíamos ofrecer el retardante a cualquiera y así
Kim se podía divertir más.
—Mmm… Tal vez no —respondió sonriendo Kim.
—No seas traviesa, ofrécele —repetí.
—¿No quieres retardante verdad, baby? —dijo Kim besando a Armando y sentándose hasta
el fondo en la verga de él—. ¿Verdad que me quieres dar lechita? —añadió, convenciendo
al macho bajo de ella.
Armando negó con la cabeza y siguió metiendo con frenesí su verga dentro de mi prima, mi
novia. Kim me vio por un instante, mientras sus cabellos danzaban al ritmo de las
penetraciones. Con tal de probar leche rápido, prefería convencer de todo a un hombre.
—Suerte aguantando esa panochita de niña —reí.
—Destroza a mi puta, y yo a la tuya —respondió Armando, enamorado de los placeres de la
carne de mi prima.
Los dejé entregarse al placer, y por fin volví toda mi atención a la sumisa y callada zorrita
que tenía debajo de mí. Las tetas medianas de la nena mostraban sus pezones erectos. La
sujeté del cuello con mi mano izquierda y comencé un bombeo ahora sí más intenso.
El coño de Jois no era tan estrecho en forma como el de Kim, pero sí se notaba menos
experimentado. Le hundí tan adentro la verga que la vi ahogarse y abrir la boca en busca de
algo más que aire. Se la saqué lentamente y la sentí temblar al roce de cada milímetro
recorriendo el camino hacia afuera de sus paredes vaginales.
—Mmm… —gimió la muy zorrita de Jois.
—¿Te gusta coger con otro? —le pregunté.
—Mmm… síí —respondió después de un rato de pausa.
Sus nerviosas manos recorrían mi espalda y me estrujaban los brazos cada que se la
clavaba hasta el fondo.
—Vamos a ir un poco más duro, aguanta y haz gozar a tu novio con tus gemidos —le
ordené a Jois.
Le alcé las piernas hasta sus hombros y comencé un entrar y salir muy violento. Por breves
instantes Jois hacía muecas de dolor o desesperación, sus manos empujaban mi torso sin
mucho resultado, la verga seguía entrando como un pistón dentro de ella. Con casi odio
penetré una y otra vez a la puta señorita, sintiendo su coño contraerse muchas veces.
Algo en su rostro me hizo reducir mis incesantes bombeos, sus ojos estaban tan en blanco
que parecía drogada, dos segundos me tomó darme cuenta que estaba teniendo un
orgasmo. A diferencia de Kim, el cuerpo de Jois estaba totalmente desfallecido, solamente
su coño daba espasmos sobre mi verga. Fue poco el líquido que de su vagina brotó, o por
lo menos no tanto como estaba acostumbrado con Kim.
Cuando Jois recuperó el control de su cuerpo, temblaba y trataba de balbucear, me sujetaba
erráticamente de los brazos y se mordía los labios.
—¿Sigo? —pregunté sonriente, de igual forma me importaba poco su respuesta.
Asintió con su temblorosa cabeza y nuevamente mis manos visitaron su cuello. Con largos y
pausados, pero profundos bombeos, me clavé una y otra vez en su cálido interior vaginal.
Ya sentía la fricción escocer sobre el contorno de mi verga de tan buen sexo.
—Mmm… Más duro, bebé… —gimió en voz alta Kim, llamando mi atención.
Se veía muy entretenida montando a Armando como una perra en celo. Sus caderas se
meneaban danzando rítmicamente con todas las penetraciones. Con sus propias manos
Kim ofrecía sus pechos a la boca de su macho y este los mamaba como el mejor fruto.
Unos minutos me mantuve viéndolos, Kim incansablemente dejándose caer con todo su
peso sobre su verga, como en un bucle constante. Yo mismo seguía enterrando mi verga en
Jois sin parar. Lo primero que rompió el trance fueron los chirriantes gemidos de Kim,
obviamente el orgasmo la visitaba.
—Ahyy… Dale, dale… Me vengo, papi —gimió Kim, meneandose más intensamente.
—Mmm… Putita, qué rico —gruñó Armando, enloquecido por los sexuales e intensos
meneos del cuerpo de Kim.
Instantes después Kim tembló y perdió un poco el equilibrio. Los chorros de líquido tibio
impactaban contra el estómago de Armando mientras la putita de mi prima se venía de
gusto sobre su verga. Aquello me calentó demasiado y la que gozó de mi calentura fue Jois,
quien gemía más fuerte al sentir mis nalgadas y mis penetraciones violentas.
—Más… más… —repitió Kim, conocida para mí era su insaciable sed de sexo y lo adicta
que era a los orgasmos.
—Ahh… —gimió Armando, sintiendo los incansables sentones del bien formado cuerpo de
Kim ir sin tregua en busca de su segundo orgasmo.
—Duro, papi, más duro… —repetía sin aliento Kim.
Esta vez se frotó un poquito el coño y enseguida llegó al objetivo: explotó nuevamente
sobre la verga de Armando. Las contracciones dentro de esa panochita debían estar siendo
imposibles de aguantar.
—Ahh… Zorra, te voy a llenar de leche —gritó Armando, jalándola del cabello y sujetándole
los brazos.
—Sí, así… Mmm… —replicó Kim, mordiéndose un labio del deseo—. Lléname de lechita,
eso quiero.
Kim y su sensible coñito explotaron primeramente en su tercer orgasmo, y la verga de
Armando segundos después escupió su semilla dentro de Kim. Ambos temblaban víctimas
de su orgasmo combinado.
Kim masajeó con sus caderas la exprimida verga de Armando, hasta levantarse ligeramente
y dejarla salir, chorreando semen sobre el propio vientre de él.
—Limpia, puta —instruyó Armando, llevándola del cabello hasta su vientre.
Kim lamió con gusto, tragando el aún tibio semen que había manchado su piel. Lo mismo
hizo saboreando su verga como una paleta dulce.
❤❤❤
❤ La insaciable Kim
—Era mejor con retardante, te advertí —comenté a Armando.
—Esta putita está muy deseosa de semen —respondió él.
—Con tal de tragar leche hace todo, ¿verdad mi amor? —cuestioné a Kim.
—Tu concentrate en tu putita, mírala cómo goza, que no se tape la boquita jaja —bajé mi
mirada, y Jois cubría su boca para no gemir más fuerte.
Tomé sus manos, las dejé arriba de su cabeza y ahora Jois me veía fijamente mientras
gemía con fuerza. Saqué mi verga, la froté contra su clítoris y la vi retorcerse de gusto. Sus
ojitos en blanco la evidenciaban en un segundo orgasmo.
Aún en medio de su orgasmo, le volví a clavar todo el contorno venoso de mi tranca. La
putita chilló con gusto y sus ojitos en blanco volvieron en sí con la sola penetración.
—Ven, bebé. Vamos a ver cómo se cogen a tu novia mientras se recupera tu verga —dijo
Kim a Armando—. Te la mamo para que se te pare rápido.
Así hizo, Kim se colocó entre el rostro de Jois y la verga semi-erecta de Armando y
comenzó a jalar y mamar su verga con detenimiento.
Kim hizo una pausa, y besó con deseo a Jois. Jois correspondió, ahogando sus gemidos
contra la boca de mi prima. Sus lenguas jugaban como divas del sexo, eso me calentaba
más y me hacía bombear a Jois aún más fuerte.
Kim pellizcó los pezones de Jois, después los suyos propios, y finalmente volvió a la verga
de Armando. Escupió como guarra la saliva compartida entre ella y Jois contra la verga de
él. Y comenzó a mamar buscando nuevamente su total erección.
—Mmm… me vengo… no aguanto… —gimió Jois, empujándome.
No hice caso, la bombeé hasta sentirla estallar con poco líquido alrededor de mi verga.
—Cuidado con tus orgasmos, putita —le dije a Jois—. En uno de ellos me vas a sacar la
leche y te puedo embarazar.
Jois no respondió, se dedicó a gozar de las placenteras y constantes penetraciones.
Armando también parecía encantado de la boca de Kim, tomándola por la cabeza y
llenándole de verga la boca hasta que la respingada nariz de Kim se clavaba contra el vello
púbico de su entrepierna.
—Mghm… —Se escuchó la boca de Kim al liberar la verga de Armando—. Ya la tienes bien
dura, bebé. Qué prefieres, ¿condón o retardante? Esta vez quiero que aguante más, papi
—preguntó Kim, sosteniendo un preservativo en una mano y un pequeño tubo de retardante
en la otra.
—Retardante, condón contigo no quiero, perrita —respondió Armando, dándole una
cachetada en las tetas a Kim.
—Perfecto, bebé —replicó Kim—. Deja te lo pongo con mi dedito.
Mientras los dedos suaves como la seda de Kim untaban el transparente gel retardante
sobre el glande expuesto de Armando. Yo hacía venir a su novia en el enésimo orgasmo de
la noche.
—Ponte en cuatro —ordené a Jois.
Obedeció levantándose lentamente de la cama, girándose y separando las piernas. La hice
bajar algo la espalda y, apoyando mi mano sobre sus nalgas, coloqué mi verga en su coño y
me volví a hundir en ella.
Kim hizo lo mismo, se puso en cuatro, de frente a Jois, con sus rostros encimados,
momento que aprovechó para besar a Jois. Meneó las nalgas invitando a Armando a
penetrarla. Él no esperó más y se la hundió hasta los huevos.
—Mmm… Eso, sin piedad, papi —gimió Kim.
Comenzamos a bombear a ambas putitas en cuatro, ambas gemían delicioso en un canto
de sirenas sexual y desquiciante. Jois animada y desinhibida por los intensos gemidos de
Kim, se daba valor y gemía a todo pulmón mientras yo la sujetaba de ambos brazos y su
torso flotaba en el aire.
Las dos muñequitas sexuales rebotaban presas de sus machos. Usadas como juguetes
sexuales al placer de sus hombres que las llenaban de verga. Dos putitas compartidas
cogiendo con otro que no era su novio, y haciéndolo frente a sus novios.
Las dos putitas se besaron en un largo beso que duró minutos. Ambas estallaron al mismo
tiempo en un nuevo orgasmo. La cara de Kim era de lujuria total, la de Jois me era difícil
verla desde la posición, pero su culito se meneaba deseoso de más y más.
—Hora del anal —indiqué.
Saqué mi verga y unté sus fluidos sobre el culito cerrado de Jois. Escupí para humedecerlo
más, y comencé a puntearla con mi glande. Era estrecho.
—Por mi culito, bebé —pidió Kim a Armando.
Él ganoso sacó su verga y la puso contra el culo de Kim. No hubo lubricación,
probablemente Kim ya se hubiese lubricado antes mientras se masturba y se la mamaba a
Armando.
—Mmm… Fondo, a fondo dame —exhaló Kim, cerrando los ojos y mordiéndose los labios.
Kim con deseo tomó el rostro de Jois por las mejillas, separó sus cabellos y besos sus
labios con hambre de sensaciones.
—Miguel, la estás haciendo sufrir, mira como llora —rió Kim, viendo de cerca los ojos de
Jois—. ¿No serás virgen del culito?
—Mmm… ¿Lo es? —Vi de frente a Armando, y le cuestioné.
—Diles tu misma, zorrita —ordenó Armando a su novia.
—Ahh… Sí, mi culito es virgen… —respondió hundiendo las uñas sobre la cama.
—Eras, chiquita —dije, dejándole ir media verga en el culo, correspondido por un grito de su
boca.
—Ay sí —comentó Kim—. Qué rico te están rompiendo el culo frente a tu novio, perrita.
Kim misma comenzó a empujar su culo en forma de corazón contra la verga de Armando.
—Dale, bebé, párteme duro como Miguel a tu novia… Mmm… —pidió Kim a Armando.
Mientras yo desvirgaba a Jois del culo, Kim rogaba por verga a Armando. La boca de Kim
se envolvía sobre la de la putita sumisa que yo clavaba centímetro a centímetro.
Dos putitas baratas se entregaban analmente a los placeres del sexo que sus machos
tenían para ellas.
—Ahh… —gemí al sentirme atorar de verga hasta el tope el recto ya no virgen de Jois.
—Mmm… Qué rico culo, así lo había soñado, Kim princesa —gimió al mismo tiempo
Armando.
Ambos estábamos encantados de someter a esas dos niñas y sodomizarlas sin reparo
alguno. Y la noche de sexo duro anal, estaba apenas por comenzar. Esas putitas saldrían
de esa habitación con el culito reventadísimo y sin poder caminar bien de tanto coger. Sus
nalgas ya mostraban ese inicial castigo; trato de putas, para unas putas.
FIN.
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