KIRA (Amante 6yo). Capítulo 10. Doble Penetración.
Kira disfruta su primera doble penetración.
KIRA (Amante 6yo). Capítulo 10. Doble Penetración.
Esta es la décima parte del inusual romance entre Gerardo, un viudo de 37 años, y Kira, su hermosa hijastra de 6 años, de cómo se conocieron, cómo se hicieron amantes, y sus primeros encuentros sexuales.
Kira estaba haciendo la fila para abordar el bus escolar e ir a casa. Había sido una jornada extensa, con retos matemáticos, juegos didácticos, una terapia médica muy especial, y antes de eso, un bello amanecer que marcó el ritmo que seguiría este día tan especial muy alegre. Kira no esperaban más sorpresas, pero, justo entonces, su profesora apareció, la tomó de la mano y le dijo que la acompañara. —Pero, maestra. El autobus— replicó la niña un poco confundida. La profesora sonrió cariñosamente, le dio un abrazo y le dijo al oído —Confía en mí, Kira. Te espera un transporte muy especial y te vas a divertir mucho—.
El sol de mediodía brillaba reflejado en la cabellera rubia de la niña. Kira caminaba elegante y alegremente detrás de la joven maestra, luciendo su uniforme escolar y cargando un bolso lleno de útiles. La chica se preguntaba de qué se trataba ese transporte especial, aunque una sonrisa traviesa demostraba que ya sabía de qué se trataba (como ya supondrán los fieles lectores de esta serie). Kira había tenido otro transporte especial a su casa ayer; el doctor Vargas la había llevado en un auto lujoso a su casa. Kira suponía que seguramente sería algo parecido. —¿Será nuevamente el doctor Vargas?— pensó la niña y un súbito cosquilleo le invadió el recto y se hundió en el fondo de sus intestinos al recordar al doctor Vargas haciéndole el amor por detrás durante su primera sesión de tratamiento. Por su mente pasaron varias imágenes de aquel hombre de barba blanca y aspecto bonachón que parecía una especie de Santa Claus; vio un centelleo de dedos hurgando, lenguas rozando, un pene monstruoso entrando y saliendo. Escucho por una fracción de segundo escuchar sus propios gemidos de placer, de deseo, de alegría y casi pudo sentir el olor de los cuerpos sudorosos y el sabor del orgasmo cremoso del doctor derritiéndose dulcemente en su boca. Kira sonreía feliz como siempre, pero una chispa brillaba en sus ojos mientras pensaba —La lechita que más me gusta es la del doctor, sabe dulcecita. Y tiene el pipí más grande que todos. jijiji. Sabe hacer cosas muy ricas. Es mi favorito, después de Gerardo—. El doctor Vargas había sido el segundo hombre en tener sexo con Kira. Vargas la penetró analmente un día después de que su padrastro la desvirgó por atrás. Pero ¿cómo logró un gordito canoso disfrutar de tal maravilla? Eso no era un hecho fortuito; Vargas y su colegio seguían de cerca a sus posibles candidatas, estudiaban sus perfiles, les hacían seguimiento casi a nivel de inteligencia militar y así lograban identificar las chicas más predispuestas al sexo y las incluían en sus programas de entrenamiento para convertirlas lo más pronto posible en virtuosas del placer. Pero, esta operación no hacia parte de ninguna una red de maltrato ni mucho menos. Por el contrario, el doctor Vargas, el creador y líder de este programa de entrenamiento, se oponía a cualquier coerción. Vargas había aprendido que la única forma para que alguien hiciera algo bien, era que realmente quisiera hacerlo, por eso era muy importante que todo fuera consensual, aunque lentamente iba empujando los límites de cada estudiante. Desde muy chico, Vargas sintió gran interés por el sexo, pero pronto sufrió el rechazo de la sociedad que parecía empecinada en castrarle sus deseos naturales. Por eso Vargas creo un pequeño mundo donde el amor fuera libre. Así que Vargas buscaba que sus chicas simplemente disfrutaran de sus cuerpos libremente. Además, Vargas quería que sus estudiantes consiguieran todos sus sueños, no solamente sexuales, sino las metas de sus vidas: ser empresarias, abogadas, deportistas, cualquier cosa.
Volviendo a Kira, Vargas también había sido el segundo en darle orgasmos y fue el segundo hombre en eyacular en su boquita. Desde sus primeras experiencias amorosas con su padrastro, Kira descubrió un gusto por dar placer oralmente, y pronto desarrolló gusto por el semen, algo que la haría tan adorada por los hombres que tuvieron la dicha de amarla. Para Kira era el semen al final de cada encuentro sexual como un postre luego de una comida exquisita, algo que le añadía aún más placer al placer. En poco más de 24 horas desde su primer encuentro con Vargas, Kira se había tomado ya tres corridas del doctor. La primera vez en su consultorio, cuando fue por un pequeño examen porque el día anterior había hecho el amor analmente con su padrastro y aún le dolía un poco la colita. En esa consulta, Kira resultó teniendo sexo anal con el doctor y al final de esa follada probó por primera vez un semen diferente al de su padrastro y descubrió que la leche de sus amantes tenía distintos sabores, aromas y texturas; era como ir a una tienda de postres y probar un sabor nuevo cada vez. Después de esa primera consulta y al terminar la jornada escolar, Vargas llevó Kira en un coche lujoso de regreso a casa. De camino, Kira le hizo sexo oral al doctor; también era la segunda vez que la niña tenía sexo en un auto. Kira nunca había tenido una ruta escolar tan entretenida; ella estaba fascinada con el doctor, aunque él no era un hombre apuesto, sí era encantador; la hacía sentir muy cómoda, segura de sí misma, apreciada, y era un amante generoso que la dejaba satisfecha. Kira, a medio camino a su casa, tenía la boquita llena de semilla masculina, y no se hizo rogar para beber otra dosis del dulce néctar del doctor. Esta mañana, hace unas pocas horas, en su segunda terapia, como llamaban a las sesiones de entrenamiento de la niña, Kira recibió otra bocanada del generoso doctor. Vargas tenía como objetivo procurarle todo el placer sexual posible a Kira y mantenerla en un elevado nivel de deseo sexual, lo cual no era difícil gracias a las inclinaciones naturales de la nena.
Kira bajó unas escaleras y pensó—¿O será que mis transporte especial es con Santi? —, y otra especie de aire le sopló en el anito, haciéndola sonreír. —Santi es apuesto, se viste muy bien, y me lo hizo muy rico— pensó la nena. Kira aún no sabía expresar muy bien todas esas sensaciones nuevas, pero el sexo le recordaba una montaña rusa: emocionante, a veces vertiginoso, a veces lento, pero siempre te hacía sentir viva.
La bella Kira, con su nariz fina, sus pómulos marcados y sus ojitos de miel, era una dulzura a la vista. Siendo tan tierna, joven y hermosa, nadie pensaría al verla bajar la escalera que iba pasando saliva pensando en actos sexuales tan libres, que a pesar de ser tan hermosos son casi aberrantes para nuestra sociedad hipócrita, pero que la hacían tan feliz. Aquello que Kira estaba descubriendo, la hacía muy feliz y hacia feliz a otros, por eso nunca vió nada mala en ello.
Kira pensaba Santi, o Santorini como se llamaba el empresario amigo del doctor Vargas. Kira apenas lo había conocido esta mañana en la oficina de Vargas hace unas cuatro horas, cuando ella fue a la segunda sesión de su tratamiento. Santorini era un hombre de edad media, alto, y afortunado, tanto que tuvo la fortuna de ser el tercer amante de nuestra hermosa Kira. Hace apenas unas horas, Santorini disfrutó del angosto esfínter de la chica. Y por si no podía ser más afortunado, fue el cuarto hombre en darle a beber esperma. Kira había disfrutado de una terapia anal fabulosa gracias a la participación del empresario.
—Qué rico que se siente por atrás. Es más rico que por delante. Santi me hizo muy rico por atrás—recordaba excitada la chica. No es tan extraño que una chica prefiera el sexo anal. Todo depende de las primeras experiencias y de lo que pase por su mente. Kira había tenido la fortuna de ser entrenada por su padrastro con paciencia y verdadero amor, esa fue la clave. —¿O será que no son Vargas ni Santi sino el chofer alto y delgado?— Kira sintió un sabor fuerte en el paladar recordando a Jean Luc, el chofer de Vargas. Jean Luc era un hombre alto y solitario, un poco rudo y reservado, o al menos así lo hacía lucir su trabajo. Ayer, de camino a casa en el auto de Vargas, después de saciar su sed con el médico, a la chica le quedaba espacio en la barriguita y aún faltaban algunos minutos para llegar a su casa. Por eso Vargas la hizo pasar adelante para que se entretuviera con el chofer hasta llegar a su casa. Kira, encantada con ese otro juguete largo y cabezón, puso sus mandíbulas a trabajar. Justo al frente de la casa de Kira, como el tiempo se había acabado y Jean Luc no terminaba, el hombre tomó a Kira y le folló la boca como si fuera una vagina. La niña lo resistió valientemente hasta recibir su cremita. Ansiosa por beber, Kira no veía la hora de tomar y aun más cuando ese sabor era el más fuerte que había probado hasta ahora, pero el chofer no la dejó tragar, sino que la hizo caminar hasta la casa con el semen en la boca. Kira realmente nunca se había tomado del tiempo de saborearlo realmente; esa fue su oportunidad de hacerlo. Kira solo bebió hasta llegar a su casa. Caminando detrás de su maestra, Kira pensaba —Al señor alto le sabe muy amarga y no es cariñoso como los demás, pero le sale más lechita que a todos, jijiji… No sé, es raro cuando son bruscos. También Gerardo me hizo así una vez y me pareció extraño, pero me gustó. Quiero más lechita suya— meditaba la niña y se mordía el labio sin darse cuenta.
Kira pensó en otros hombres que conocía, pero con los que no había ocurrido nada más que un par de roces, aunque no tan inocentes, y se preguntaba si ellos también sabrían hacer cosas ricas. La profesora se detuvo por fin junto a un Rolls Royce Phantom blanco. Le dio un abrazo cálido a Kira, interrumpiendo sus pensamientos, y le dijo —Disfruta tu paseo, preciosa. Te queremos mucho—. —Gracias, maestra. Yo también te quiero mucho. Que tengas buen día— respondió Kira alegremente mientras la maestra le acomodaba un poco la cabellera rubia y el uniforme. Un chofer alto y delgado bajó de la cabina del auto, abrió la puerta trasera y dijo a Kira cortésmente —Señorita— indicándole subir al auto. Kira se sonrojó al reconocer a Jean Luc y le sonrió, recordando en el paladar un sabor picante que le alegró la boca.
El auto tenía un gran asiento tapizado en cuero blanco impoluto, como un sofá en forma de U y todo estaba decorado lujosa y elegantemente, invitándote a sumergirte en su mullido abrazo. La luz tenue proveniente de las lámparas empotradas en el techo creaba una atmósfera íntima y relajante. La recibieron, completamente desnudos, con abrazos y besos su amigo el doctor Vargas y el empresario Santorini, este último tenía una chica arrodilla entre sus dándole una mamada. —Kira, te presento a tu compañera Martita— le dijo Vargas presentándole a la chica entre las piernas de Santorini. Santorini gentilmente puso una mano bajo la mandíbula de la chica, indicándole que se pusiera de pie. Una preciosa niña de unos 9 años emergió, sacándose el miembro poco a poco, Una larga baba se estiró entre su boca y el glande del afortunado hombre. La nena estaba desnuda, sin más que unas orejas de gatita. Las chicas se saludaron con un beso en cada mejilla y Kira se sorprendió cuando Martita le dio un tercer beso en la boca y se sorprendió un poco más cuando reconoció el sabor a pene y a líquido pre-seminal en la boca de su compañera. —Martita nos acompañará hoy— dijo Vargas deslizándole un dedo tiernamente entre la vulvita empapada de la chica. Martita era delgada, tenía cabello castaño, era más alta que Kira, su cuerpo ya empezaba a mostrar en la cadera y sus pezoncitos, como capullos de rosa, duros prometían dotarla de más belleza. Lo que más resaltaba de Martita eran sus grandes ojos cafés, expresivos y brillantes y su sonrisa: cuando reía, se veían sus dos grandes dientes incisivos y dos caninos un poco separados, lo que la hacía ver increíblemente tierna. Estaba en cuarto grado y había sido descubierta hacía ya varios meses. Martita empezó en el sexo gracias a un primo un poco mayor que la visitaba en vacaciones. Juntos imitaban escenas para adultos que veían en el celular de él, pero el chico tuvo que irse del país con su familia y la chica quedó en plena etapa de exploración sexual. Como había aprendido viendo a las actrices, asumió todos los actos que vio como cosas normales. Le encantaban las chicas que hacían cosas extremas. Le gustaba disfrazarse y asumir roles. En su primera semana de terapia, Vargas, con ayuda de algunos colegas, le ayudó a calmar las ganas que tenía ahorradas y descubrió que era una actriz nata. Por eso, Vargas y sus colegas, la hicieron vestir de conejita y la ponían a comer zanahorias: ya sabrán cuáles zanahorias se metía a la boca. También le ponían el rol de guerrera esclavizada, que solo lograría su libertad luego recibir el líquido sagrado del jefe enemigo. A veces Martita era una gatita buscando leche y otras veces era la bella durmiente, su personaje favorito, y fingía dormir mientras el príncipe azul (alguno de los socios de Vargas) la besaba de arriba abajo. Hoy tenía sus orejas de gatita por lo que veremos a continuación.
—Hoy haremos una pequeña competencia y la que gane podrá pedirnos el regalo que quiera— dijo el doctor viendo el gesto intrigado de Kira y los ojos más chispeantes de Martita, y añadió —Tenemos 20 minutos para llegar a la casa de Kira. La competencia durará 10 minutos. Quien logre conseguirlo primero ganará. Si ambas lo logran antes de los 10 minutos, habrá premio para las dos, pero la que termine de segunda tendrá un pequeño castigo. Si no lo consiguen antes de 10 minutos, habrá castigo para las dos. Kira, tu compañero es Santi. Martita, yo seré tu compañero. Santi, en posición— dijo el doctor e hizo arrodillar a Martita entre sus piernas. Lo mismo hizo Vargas con Kira. Las niñas intercambiaban miradas y sonreían traviesamente mirando los miembros erguidos de los hombres. —Van a darle una mamada a su compañero. La primera que reciba la leche gana. Cuidado, antes de tomar la leche, deben abrir la boca y mostrarle a todos el semen para comprobar de su victoria ¿Listos? En sus marcas, bocas y penes preparados, listos, a chupar!— apenas terminó Vargas de decir esto, Vargas activo el cronómetro en su mano, el enorme Rolls Royce se puso en marcha, el doctor sintió la boquita húmeda de la Martita en la cabeza de su miembro y Santorini vio desaparecer la mitad de su miembro entre los labios de la Kira.
Los chasquidos de las bocas y las lenguas de las chicas devorando las presas creaban una música con un ritmo frenético. Sin proponérselo, las nenas usaban los glandes, los penes, los testículos, y sus bocas como instrumentos musicales. Los apasionados sonidos del placer oral sumados a las vocecillas tiernas de las nenas y a los inevitables suspiros y gemidos de los hombres creaban una música ardiente. Las voces y ruidos de este singular cuarteto armonizaban creando una atmósfera de sensualidad incontenible. El doctor sentía las caricias de la lengua de Martita saltando de la punta a la base, subiendo y bajando, rodeando y jugando. Martita, cargada de adrenalina por la competencia, lamía, chupaba, y besaba sin parar, inspirada por sus actrices favoritas. Santorini se deslizaba directamente al orgasmo atraído por la garganta de Kira, que he halaba con la boca la punta del miembro como si a cada chupada esperara sacar todo el jugo del macho. Kira nunca había tenido que competir de esta manera, pero ya sabía cómo complacer a un hombre con la boca, así que simplemente hizo lo que sabía; se metía buena parte del miembro en la boca y se deslizaba hacia atrás creando un efecto de succión muy placentero. Kira no perdió tiempo en besos ni en chupar bolas, a pesar de que tenía una especie de obsesión por los testículos, y se enfocó en ir de atrás para adelante y chupar fuerte cada vez que regresaba. Esto enloqueció al empresario que no podía crear el placer que la daba la chiquilla. Martita estaba más acostumbrada a dar espectáculo. Como había aprendido con su primo viendo material para adultos, intentaba hacer garganta profunda, producir sonidos intensos, y otros trucos que era difíciles de hacer debido al portentoso tamaño de la herramienta del doctor. Pero mientras Martita empleaba todo su repertorio, Kira jugaba una sola carta: chupar y chupar. La preciosa rubia mantenía la mandíbula bien abierta pero solo permitía que un tercio del miembro del hombre entrara en su boca mientras su lengua y sus mejillas se encargaban de crear un poderoso efecto de succión. Su mano izquierda agarraba el miembro del afortunado empresario, y la derecha le masajeaba el escroto, invitando la leche a salir.
El lujoso auto blanco surcaba una gran autopista por campos de flores hermosas, ofreciendo un espectáculo relajante, pero al interior del auto, el ambiente era todo menos tranquilo. Los dos hombres, recostados como césares gozaban de las bocas cálidas y ansiosas de las chicas mientras la animaban. —Eso hermosa. Chupa. Así. Qué rico— le decía Santorini a su compañera. Kira, sin más sonidos que los leves y rítmicos gemidos y ruidos que escapaban de su boca al succionar con fuerza el glande del empresario, se concentraba en dar placer. Para Kira, un reto muy grande fue controlar su propio deseo. Su excitación ardía crecientemente y tomaba forma líquida, empapándole su ansioso canal vaginal y su estrecho recto, listos para ser penetrados. Martita, su compañera, fiel a sus dotes histriónicos, chupaba, lamía, se ahogaba con el pedazo que tenía en la boca, y en medio de sus actos decía —Dame tu leche, amor. Mmm… quiero tomármela toda… que vergota tan deliciosa—. Vargas, motivado por las palabras de la chica, la agarraba a veces de la cabeza le hacía unos 10 segundos de facefuck. Martita se lo sacaba de la boca empapado en saliva, tosiendo y buscando aire, pero no se rendía se golpeaba con las mejillas con el glande y lo volvía a devorar. Mientras Martita era una estrella, Kira no quería demostrar nada, solo quería ganar y sabía que no era momento de presumir, sino de dar placer. Aunque Kira disfrutaba mucho mamando, chupando y chupando; eso la excitaba y le hacia arder sus canales con la ganas de sexo. Kira también tenía el coñito y el anito húmedo, ansiosos de ser penetrados, por eso quería sacar la leche y recibir placer, pero siguió mamando. Sabía que ya tenía al hombre cerca del orgasmo.
Los cuerpos de los concursantes comenzaron a mostrar los signos del esfuerzo. Los hombres sudaban y las niñas sentían tensión en los músculos faciales y tenían las rodillas enrojecidas y maltratadas. Las vergas estaban tiesas como garrotes y el semen hervía en los huevos de los hombres como lava a punto salir haciendo erupción. Las vaginitas de las niñas goteaban y sus anitos palpitaban extrañando no haber sido penetrados ya. Los ojitos de las niñas habían dejado salir algunas lágrimas. De pronto se escucharon gruñidos, un jadeo, una voz ahogada y de pronto… —Aaahhhhh…. Uuujjj… me corro, me corro, Kira, eso… ahhhhh… wow, rico, eso… ahhhhhh— Santorini gruñó 8 veces disparando 8 chorros espesos y calientes directamente en la boca de su compañera de equipo. Al recuperar el sentido luego de tan intenso orgasmo, Santorini pensó que jamás había eyaculado. Temiendo hacer ahogar a la niña, el hombre retiró el miembro y Kira dejó la boca abierta, mostrando orgullosa su trofeo blanco. Ver la boca inundada de la ganadora le produjo a Vargas tal morbo que empezó a correrse en la boca de Martita. Si dejar de mirar la boca llena de esperma de Kira, Vargas se vació por completo en la Martita. Poco después, las dos niñas, Marita de 9 y Kira de 6, mostraban orgullosas las bocas inundadas de esperma. Què espectáculo más hermoso que estas bellas criaturas disfrutando del amor libre, sin barreras, sin egoísmos. Cuatro cuerpos desnudos, dos penes erectos, dos vaginitas ardientes, dos bocas llenitas de esperma fresco. —A la una… a las dos… y la tres— corearon los hombres y las dos chicas dejaron que la leche se deslizara por sus gargantas y llenara sus pancitas. La semilla fresca sacada del interior de sus machos estaba ahora en el interior de las dulces chiquillas.
Kira y Martita chuparon los miembros, dejándolos limpios y sin una gota del preciado líquido. Los hombres las felicitaron, aunque casi sin aliento les dijeron —¡Muy bien, chicas! ¡Lo han hecho increíble! Estamos muy orgullosos de ustedes—. Vargas le pasaba la mano tiernamente por el pelo a Martita, que no dejaba de chupar. Santorini añadió, aun sacudido por el intenso orgasmo y con Kira llenándole de besitos el miembro, dijo— ¡Mis pequeñas campeonas! No puedo creer lo que acabo de vivir. Lo lograron en solo 6 minutos, por eso ambas consiguieron un premio—. Vargas añadió—Sí, podrán pedirnos lo que quieran. Pero como Martita lo logró después, tendrá un castigo—.
Martita tuvo un castigo, que en realidad no era nada grave, por el contrario, a Martita le encantaba: la enviaron delante con el chofer, Jean Luc, a complacerlo oralmente. Pero el castigo solo le duró 5 minutos. Martita regresó con la cara llena de esperma y relamiéndose los labios. Los ojitos traviesos de Martita se abrieron al máximo al ver a los 3 haciendo una doble penetración. Vargas estaba sentado. Kira estaba acaballada sobre él, con el grueso miembro del doctor en la vagina mientras Santorini la follaba desesperadamente por el ano. Martita no tuvo más que hacer que recoger con la punta del dedo el semen de su rostro y se chuparse el dedo viendo al trio follar.
El doctor estaba en el cielo disfrutando del estrecho canal vaginal de la nena. Era la primera vez que penetraba a Kira por delante; esa vulvita apretaba tan rico que Vargas sentía que lo iba a exprimir en cuestión de segundos. El empresario no podía parar de gozar ese ojete tan joven, tan hermoso, tan apretado. Y Kira no había sentido tanto placer junto en su vida. La niña se retorcía liberando un orgasmo tras otro. El calor de los dos hombres la hacían sudar a chorros y la fricción de sus miembros contra la paredes de sus orificios parecían hacerla derretir. Kira parecía una joven guerrera montando un extraño corcel a todo galope entre las colinas cubiertas de flores. Los corazones latían agitados, celebrando desbocados, ajenos a los malditos tabúes que encadenan al amor. Los penes se hundían dichosos entre los pliegues del recto y de la vagina de la hermosa Kira. La niña, penetrada salvajemente por sus amantes, se sentía poderosa, sin límites, indomable. Saltaba de orgasmo en orgasmo por un horizonte de puro placer. El gran auto blanco cruzaba por terrenos rurales con edificaciones lujosas, mientras los amantes disfrutaban las mieles del amor libre.
Por primera vez, los hombres fueron incapaces de salir del cuerpo de la niña. El uno no podía abandonar ese estrecho ojete hecho por los dioses y el otro, como un barco en un remolino gigante, no podía escapar de esa vaginita capaz de exprimir a cualquier hombre. Finalmente, sudando, exhaustos, los hombres rugieron como fieras acorraladas, eyaculando dentro de la niña. Kira se dejó caer rendida sobre el voluminoso cuerpo de Vargas mientras Santorini le bombeaba las últimas gotas de esperma hasta los más profundo que podía. Era la segunda vez que Kira recibía una descarga de Santorini en el recto y la primera vez que Vargas terminaba en su vaginita. Kira, aunque saciada tras los múltiples orgasmos y repleta de lácteo, no pudo evitar sentir que algo faltaba; casi siempre sus amantes terminaban en su bello rostro o en su boquita sedienta. Gerardo, su padrastro, casi siempre le daba su salsa blanca y lo mismo había Vargas y su amigo Jean Luc, y así lo había hecho esta mañana Santorini, cuando después de un exquisito anal le dejó la carita pintada de blanco. Aunque complacida, la eyaculación interna era casi algo nuevo para ella, solo su padrastro lo había hecho, y no podía dejar de sentirse extraña, como si algo faltara. En sus primeros encuentros sexuales, su padrastro le enseñó que beber la lechita era un acto más de amor, otra expresión de deseo que enloquecía a los hombres, era decirle como decirle a un hombre que lo aceptabas totalmente y que estabas dispuesta a todo por complacerlo. Pero Kira pronto desarrolló un gusto propio por esa bebida y no estaba dispuesta a quedarse sin unos buenos tragos de amor blanco.
El Rolls Royce se detuvo frente a la gran casa de campo. Jean Luc abrió la puerta y acompaño a Kira hasta la entrada de su casa y regresó al auto. Los hombres siguieron su camino en el auto lujoso, disfrutando de la compañía de Martita, que vivía otros 15 minutos más adelante, lo que les daba tiempo para un poco más de afecto. Kira entró a su casa y algo extraño pasó: Uno de los perros de la casa, un enorme pastor alemán, se acercó a saludarla como solía hacer, pero esta vez le metió el hocico debajo de la faldita, atraído por fuerte el olor a sexo. —Perro loco, déjame en paz. Largo de acá—gritaba la niña, pero su coñito y su recto repletos de licor blanco enloquecían al animal, que la empujó fuerte y la hizo caer tratando de montarla. —Largo de acá, Titán. ¿Te volviste loco?— gritaba inútilmente la niña. El perro se trepó sobre Kira, empujando la cadera e intentando penetrarla con el enorme trozo rojo que asomaba entre su patas y casi llegaba al piso. Kira estaba muy asustada con el monstruoso animal encima intentando abusar de ella, pero justo entonces, una fuerte voz masculina gritó —¡Fuera de acá!—. Era el jardinero, que había venido a abonar las plantas. El hombre empujó fuertemente al perro, pero el poderoso aroma de los fluidos vaginales y anales manando de entre las piernas de Kira, mezclado con las generosas raciones de esperma de sus amantes, había enloquecido al animal. Poseído por sus instintos sexuales, Titán no iba a permitir que le robaran a su hembra, así que se defendió y mordió al hombre en el muslo. El jardinero lanzó un grito de dolor, pero logró controlar al perro y atarlo a una cadena. —¿Estás bien?— preguntó el jardinero mientras ayudaba a levantar a Kira. —Sí, si… muchas gracias. Pero, el perro te mordió. Debes ir al médico— contestó la niña reponiéndose del susto. —No es nada grave, solo debo limpiarme un poco—. —Vamos, al menos lávate la herida— ofreció ella. Mientras subían al segundo piso, el perro intentaba librarse, parecía a punto de romper la cadena, le ladraba al jardinero y gemía mirando a la niña, amenazándola con su potente trozo rojo entre las patas.
Kira le indicó al jardinero dónde estaba el baño. El hombre entró, se abrió el overall para poder acceder a la pierna y lavarla. Kira entró al baño con un botiquín de primeros auxilios. El hombre intentó cubrirse para que la niña no lo viera, pero ella lo detuvo diciéndole —Déjame curarte. Por mi culpa el perro te mordió—. El hombre estaba frente a ella, con el overall abajo, en bóxer, y la hermosa niña empezó a limpiarle la herida. —No tienes que hacer esto. Yo puedo sólo— dijo el hombre casi disculpándose. —Me salvaste la vida. Es lo menos que puedo hacer— respondió Kira aplicándole una crema desinfectante. Kira, enternecida por el acto heroico del jardinero, le acariciaba alrededor de la herida. —Espero que ese perro bruto no te haya lastimado mucho. Gracias por defenderme— dijo la nena tiernamente, mientras lo acariciaba y miraba descaradamente el cómo el boxer se templaba rápidamente, cómo los ásperos vellos subían por por el abdomen del hombre, y como entre sus piernas fuertes algo seguía cobrando vida. Inevitablemente, debido a las caricias tiernas pero astutas de la niña, el jardinero tuvo una erección. Kira notó el bulto aumentando de tamaño y sonrió. —Ya te sientes mejor— afirmó ella con los ojos clavado en el bulto del jardinero. El hombre estaba confundido. Kira era apenas una chiquilla y además era la hija de su jefe. —¿Qué haces? Nooo— dijo el hombre cuando la niña intentaba bajarle el bóxer. —Shhhh, déjame curarte— insistió ella y bajó el bóxer del hombre. Curvo como una gran banana, el miembro brincó frente al rostro de la chiquilla. Sin perder tiempo, Kira le agarró el miembro y empezó a pajearlo lentamente con la mano derecha y con la izquierda la sobaba cariñosamente los huevos. —Si no me hubieras salvado, quién sabe qué me habría hecho ese perro loco— dijo la nena seductoramente, acercando la boca el glande, disfrutando el calor que pasaba de las partes íntimas del jardinero a sus delicadas manos. El hombre no lo podía creer. Esa chica tan pequeña, tan hermosa, de una familia opulenta, estaba haciéndole una rica paja y le había causado una erección más dura que nunca. A milímetros del glande, la niña preguntó mirándolo a los ojos y lamiéndose los labios —¿Te sientes mejor?—. El jardinero sintió el aliento de la niña en la cabeza de su miembro. —Sí, mucho mejor— dijo el hombre ya rendido ante la situación. Kira empezó a darle besitos a lo largo del miembro recorriendo una gruesa vena desde la base hasta la punta. Aunque hace rato Kira se había tomado el esperma de Santorini y tanto el médico como el empresario antes le habían dado otra dosis de su postre favorito, en la última follada, cuando le hicieron doble penetración, los hombres no eyacularon en su boquita. Por eso Kira se sentía un poco frustrada. Estaba tan acostumbrada a recibir esperma en la boca al final de cada encuentro sexual que sentía que algo faltaba; así que este inesperado amante tendría que darle la leche que necesitaba. Incrédulo, el afortunado hombre veía a la preciosa rubia mamando y se preguntaba cómo podía hacerlo tan bien siendo tan joven; no recordaba una chica que se lo hubiera chupado tan rico. Todo era casi increíble; ni se acordaba de la mordedura del perro, sus sentidos solo podían percibir las caricias de la lengua de Kira recorriéndole la verga por todas partes. Esa chiquilla lo chupaba como una diosa, y aún más increíble fue cuando la niña, sin soltarle el pene, dio media vuelta, se recostó contra la pared y lo haló del pene hasta ponerlo en la entrada de su culito. El hombre no podía más que dejarse guiar. —Hazme bien rico— le ordenó la niña y en seguida se introdujo fácilmente toda esa banana por el recto. El jardinero no sabía si estaba soñando, pero tenía una preciosa chiquilla empalada analmente. Kira movía la cadera en círculos y luego de atrás a adelante. —Hazme lo que quieras, pero no termines dentro. Me quiero tomar toda tu lechita— dijo la traviesa con voz seductora, meneando la cadera con el trozo del jardinero adentro. Al hombre le costaba creer lo que pasaba, pero fuera un sueño o un regalo del destino, el placer que estaba viviendo era tal que no le importaba nada. El jardinero empezó a complacerla, dándole por ese anito tan estrecho. Le subió la falda colegial bien arriba y empujó la cadera hasta metérselo todo, hasta que su pelvis chocó con la nalguitas paradas y redondas de la hermosa chica. El ritmo pasó de lento a rápido en cuestión de segundos. ¡Paf, paf, paf! sonaban los cuerpos estrellándose. El jardinero era un hombre joven, de apenas unos 22 años, así que energías no le faltaban. Kira notó la potencia de este amante, que con sus embestidas veloces y poderosas la aplastaba contra la pared y la obligaba a cerrar los ojos y morderse los labios para suprimir las ganas de gemir. Kira se sentía conectada a alguna especie de máquina de bombear. Alguien de afuera del baño pensaría que adentro había alguien aplaudiendo y no se equivocaría. ¡Paf, paf, paf! las nalgas frescas de Kira y las caderas potentes del jardinero aplaudían juntas celebrando la alegría de vivir sin temor al reproche hipócrita de una sociedad que castiga su propio deseo. —Qué fácil le entró. Tal vez estaba muy excitada— pensó en algún momento el hombre, sin saber que el recto de la niña estaba lubricado con el semen de un hombre cincuentón. Kira estaba en el cielo. Es como si cada vez que se lo hacían por detrás sentía más y más rico. La niña sentía las manos callosas del trabajador agarrándola fuerte de la cintura, el cuerpo golpeando contra sus nalgas, pero sobre todo, sentía esa cosa gruesa y caliente entrando y saliendo de su culito a toda máquina, produciéndole placer por todo el cuerpo. Kira no pudo evitar gemir y quejarse de placer —Aahhh, aaahhh, ahhh— Casi a punto de llorar, retorciendo de placer, Kira seguía luchando por su merienda adicional. Apretaba el culito para hacerlo venir más rápido. Estaba impaciente por su leche. De repente el jardinero la levantó, metió un brazo debajo de cada muslo de la niña para sostenerla, la prensó contra la pared, y la folló aún más rápido. Ahora era Kira quien no comprendía qué estaba pasando. Tal vez era la curvatura extraña de ese miembro, la potencia de las embestidas, el hecho de que ella fue qui inició todo… no sabía, no podía pensarlo, solo podía llorar de placer, gimotear aplastada contra la pared, mientras el hombre le penetraba el recto una y mil veces más, empujándola de un orgasmo tras otro. Al fin el hombre no pudo resistir más la deliciosa colita de la nena y ágilmente la desempató, la hizo acuclillar, le abrió la boca empujándole el miembro adentro y empezó a vaciarse. Kira sintió las manos del hombre agarrándole firme la cabeza, de modo que si hubiera querido escapar no lo habría logrado: La chica dio un par de chupadas y enseguida recibió el primero de casi una docena de chorros calientes y espesos.
El jardinero regresó a su trabajo y Kira quedó en la ducha. Desnuda, recorría su bello cuerpo con el jabón creando espuma mientras recordada las aventuras que había vivido hoy. Kira tatareaba alegre una canción y dejaba que recorriera su cuerpo y la purificara. Fue a su alcoba, aún desnuda, se secó cariñosamente con una toalla, buscó entre su bolso escolar la crema que le recetó el doctor Vargas y se aplicó una buena dosis por delante y por detrás, y decidió quedarse desnuda a esperar a Gerardo, su padrastro, para que luego la llevara a clase de natación. Hoy tendría la primera sesión de clavados, que era la disciplina que más la atraía y volvería a ver a su profesor de natación. Kira se acarició entre las piernas suavemente, haciendo círculos sobre su diminuto clítoris, esperando tener suerte hoy y poder jugar nuevamente bajo el agua con el profesor, cómo habían hecho en las últimas clases.
—Kira, amor. ¿Cómo estás? ¿Te divertiste hoy en el colegio? — le dijo Gerardo por teléfono —Hola, Ger. ¿Ya casi llegas?— le respondió la niña un poco preocupada por la tardanza, pero sobre todo ansiosa de verlo. —Mira, preciosa. Lo siento, pero aún me tardo mucho en el trabajo. Dale las llaves del jeep a Roberto para que te lleve y te traiga de la clase de natación— dijo su padrastro. —¿Quién es Roberto?— preguntó la chica y decepcionada y un poco molesta. —¿No conoces a Roberto? Es el nuevo jardinero. Debe estar hoy cuidando las plantas— respondió Gerardo y Kira se sorprendió, como si la hubieran sorprendido haciendo alguna travesura. Solo entonces cayó en cuenta que ella ni siquiera sabía el nombre del joven con el que acababa de haber tenido sexo anal, que la había enloquecido de placer con su banana, y que le había llenado la pancita de lechecita. —Así que el chico de la banana hermosa se llama Roberto—pensó la niña acariciándose nuevamente el pequeño capucho que cubría su clítoris. —Mira, amor. Ya le pedí que te llevara a la clase de natación. Si puedo, paso por ti a la clase de natación. Si no, Roberto te traerá de nuevo. Así que te dejo en buenas manos. ¿Está claro? Chao. Te quiero—. Kira quedó un poco desconcertada. No esperaba ver al hombre de la banana tan pronto, pero supuso que era un capricho del destino y no debía negarse si la vida la quería verla alegre a todas horas; después de todo, como dijo Gerardo, quedaba en buenas manos. —Y esa banana también queda en buenas manos— dijo la nena para sí misma sonriendo malévolamente.
—¡Señorita, Kira— gritó Roberto, el jardinero, desde el primer piso! —Sube, Roberto. Tenemos unos minutos— contestó la niña y el jardinero voló por las escaleras.
Me encanto me gustaría estar en tu lugar