KIRA (Amante 6yo). Capítulo 11. Clavadista clavada.
Penúltimo capítulo.
KIRA (Amante 6yo). Capítulo 11. Clavadista clavada.
Titán, el perro pastor alemán que, enloquecido por los aromas de la niña, había intentado montarla como si fuera una perra, tuvo que conformarse con gruñirle a Roberto, el jardinero, y verlo desaparecer a toda velocidad subiendo por la escalera al segundo piso, como si el mordisco que le había dado hace una hora no le hubiera lastimado la pierna y, peor aún, sabiendo que el hombre iba a conseguir lo que él no pudo. Aunque encadenado y humillado, Titán podía seguía percibiendo el olor de la niña y no podía quedarse tranquilo. Se lamía en enorme trozo rojo colgando entre sus piernas, como pidiéndole disculpas por no haber logrado su objetivo. Hermoso, fornido, joven y lleno de testosterona, Titán era un magnífico ejemplar. Aun así, tuvo que echarse en el suelo puntiagudas y tratar de relajarse, aunque una tormenta de feromonas proveniente de la pequeña rubia le entraba por la nariz como una tormenta y le destruía la poca calma que conseguía.
—Señorita Kira. ¿Dónde está?— Llamó el jardinero, no menos enloquecido que el perro, ambos con el trozo entre las piernas palpitando de excitación. Hace una hora, después de salvar a la niña de Titán, que intentaba montarla, el perro le mordió la pierna al jardinero y el dolor todavía lo hacía ver estrellas. Sin embargo, ese mordisco le había abierto la puerta a una aventura inesperada. La pequeña rubia, además de tierna y elegante, resultó ser una verdadera ninfa, una pequeña diosa del amor que después de curarle la herida terminó haciendo el amor con él. La chica se ofreció a lavarle la herida producto de la mordedura del perro. La cuestión iba más o menos normal, la nena le lavó la herida y le aplica alguna crema, y Roberto no podía dar crédito a sus ojos viendo a la preciosa rubia curándolo con tal esmero. Como Kira acaba de llegar del colegio, aún estaba vestida con su uniforme escolar. Ella lucía tan hermosa con su cabellera dorada, sus ojitos color de miel y sus rasgos finos y elegantes, mientras que él se sentía un poco ridículo frente a ella con su overol debajo de las rodillas. Y si ver a una creatura tan bella cuidando de él era increíble, cómo se debió sentir cuando de repente la nena le bajó la ropa interior y empezó a acariciarle la verga. Kira quedó como hipnotizada al ver esa especie de banana enorme, larga, gruesa y curvada hacia un lado, y esas bolas masivas y peludas. Atraída hacia esos generoso dotes masculinos, Kira no hizo el menor esfuerzo por resistir la tentación de cubrir la intimidad del joven hombre con besos y caricias. Si el incrédulo Roberto aún dudaba de la realidad de su fortuna, el placer de la mamada experta de la niña fue la prueba irrefutable de que no estaba soñando. Kira se entregaba totalmente al placer que le daban sus sentidos: el tacto le producía extrañas sensaciones al recorrer con sus manos los huevos masivos del hombre, el vello áspero, y la curva tosca del miembro; con el gusto, Kira descubría indescriptibles sabores desde el glande hasta el escroto del dichoso joven; su olfato recibía olores embriagantes; su vista la excitaba al contemplar las formas de las partes íntimas; y el oído la energizaba al percibir los primero jadeos de placer de su nueva víctima. Y las sorpresas para el confundido jardinero no pararon ahí. Kira abrió sus ojos de miel, enmarcados por las curvas finas de sus cejas, miró al joven desde abajo, se sacó lentamente la gruesa banana de la boca, retomó aire, le sonrió sin dejar de mirarlo, y de pronto se dio media vuelta, se alzó la falda, y se incrustó ella misma la verga en su propio anito. A pesar de su generoso tamaño, la banana se deslizó suavemente recto adentro. Kira lanzó un leve gemido, giró la cabeza y mirando a los ojos a Roberto le dijo —Quiero que me hagas bien rico por atrás, pero me quiero tomar tu leche—. Kira cerró la frase relamiendo los labios, y empezó una enloquecedora faena anal. A cambio de un brutal mordisco de un perro, el joven jardinero resultó sodomizando a una jovencita con rostro de ángel y eyaculando una inmensa corrida en la boca cálida de ese angelito mitad diablito, sedienta de néctar de macho, suplicante por un sorbo que apagara su insaciable sed. La mano invisible del destino lanzó un par de seis sobre la mesa, dándole al joven jardinero el mejor día de su vida. Y tal vez cualquier hombre podría morir dichoso después de haber vivido lo mismo que él. Y, aun así, el destino seguía jugando con dados cargados a favor del bienaventurado trabajador y le tenía más sorpresas. En este momento, Kira, una angelita caliente como diablita, lo esperaba desnuda en su habitación, masturbándose impacientemente.
—Acá estoy, Robert. Ven. Rápido que nos tenemos que ir pronto— respondió la nena deseosa. Kira estaba en su alcoba, acostaba boca arriba en su cama, tenía las piernas un poco recogidas y separadas, mientras deslizaba sus deditos arriba y abajo, y adentro y afuera de su apetitosa vaginita. Sus dedos resbalaban con ayuda de la crema especial del doctor Vargas, una mezcla de lubricante sexual, excitante y antiséptico que la ponía a tan cachonda que abajo aullaba el perro, turbado por los aromas que manaban de la chica.
Roberto llegó a la puerta y quedó boquiabierto al ver a Kira. Sin dejar de tocarse, Kira giró la cabeza para verlo, guiñó un ojo y le ordenó sencillamente —Ven—. Roberto se lanzó a besarla, tan loco como Titán, el perro que intentó montar a la chica como si fue una perra. —No, no tenemos tiempo— lo detuvo ella. —Métemelo por delante— ordenó tajantemente la nena. Roberto no se hijo rogar. Se desnudó a medias, lo suficiente para liberar la banana que tenía fascinada a Kira. En un par de segundos ya estaba entrando dulcemente en el canal vaginal de la chiquita. —Uuufffff— gimió el hombre al entrar en el cuerpo caliente de la Kira y sentir el abrazo perfecto de esa conchita esculpida en el cielo. Kira, ágil y flexible gracias a sus entrenamientos de gimnasia y natación, abrió las piernas 180 grados haciendo un perfecto Split y permitiendo que la pelvis velluda de su nuevo amante besara su vulva rosada y esponjada. —Wow, qué rico— suspiraba él, penetrando la chiquilla. —Si, qué delicia— respondía ella, exhalando contra el pecho del hombre.
Afuera ladraba Titán, furioso, loco, frustrado y celoso. Sabía que la niña que él casi pudo estaba a menos de 100 metros haciendo el amor precisamente con el tipo que evitó que él la penetrara. Aullaba rabioso, se lanzaba al ataque, pero la cadena lo no le dejaba. Adentro en la habitación, Kira tenía en su cama por primera vez a un hombre distinto a su padrastro, y gozaba de lo lindo con esa poderosa banana entrando y saliendo de su cuerpo. Esta vez, Roberto la folló rítmicamente, sin posiciones extrañas, ni lento, ni despacio. Solo mantuvo un ritmo moderado, relajado. —Sssshack… ssshack… ssshack…— sonaba cada penetración. —Mmmmfff… mmmfff… mmmfff…— gemía Kira dirigiéndose imparable al abismo del orgasmo, hasta caer mil metros al fondo del placer. Las piernas tan abiertas de la nena le permitían a su amante penetrarla completamente. La curva pronunciada del miembro, el ritmo constante, el peso del cuerpo controlado, todo eso llevaba a Kira de un orgasmo al otro. Ella suspiraba, gemía, reía, lloraba… Aunque Kira prefería hacer el amor por detrás, la banana le daba casi tanto placer por delante y no quería que se acabara nunca. Pero al cabo de vario minuto de placer, escucho la voz agitada del jardinero susurrarle —¿Me corro en tu boca?— El hombre a centímetros de caer también al precipicio del orgasmo. —Siii… dámela… quiero— respondió Kira desde el fondo de su propio abismo, sin dudarlo. La curva abandonó la jugosa entrada y la nena sintió el extraño frío que produjo ese vacío, pero no tuvo tiempo a sentir nada más porque esa gruesa curva apuntaba hacia su boca y el placer entraría por su boca. Kira abrió la boquita con una sonrisa, sacó la lengua, cerró los ojitos y dejó que su amante vertiera su simiente en su rostro angelical y en su lengüita ansiosa de sabores masculinos. Como buen jardinero, Roberto regó esta hermosa planta carnívora con agua blanca: el primer chorro entro directamente a la boca si tocarle los labios, el segundo le dibujó algún tipo de bigote, el tercero cayó sobre la lengua, y otros cuatro le bañaron la carita de ángel. La florecita bebió sedienta el agua fresca que le dio el jardinero.
Roberto se fue a terminar un par de cosas y a encender el auto para llevar a Kira. Kira se quedó frente al espejo del lavamanos mirándose su hermosa carita bañada en semen. De repente, soltó una carcajada y empezó a hacer muecas, mirándose entretenida en el espejo. Guiñó un ojo, sacó la lengua, puso el pulgar arriba, hizo el sigo de OK, la V, un paso de baile, puso dientes de conejo, se puso cachos, hizo un gesto triste, otro furioso, otro alegre, y luego empezó a relamerse los dedos untándolos con su cremita facial hasta desaparecerla toda y enviarla a su barriguita golosa. Al fin se lavó la carita con agua y jabón, se vistió rápidamente, agarró la mochila con sus cosas para la clase de natación y bajó las escaleras, buscando aquella banana que la estaba enloqueciendo. Al llegar a primer piso, caminó junto a la pared, lejos del perro, pero al verlo cabizbajo, gimiendo y meneando la cola al verla, se acercó y le sobó la cabeza. El perro nuevamente se emocionó más de lo normal y husmeó entre la entrepierna de la niña, pero esta vez ella no se alejó. Titan batía la cola oliendo entre las piernas de la chica. Titán parecía sonreír mientras jadeaba agitada. Kira no pudo evitar ver el poderoso trozo rojo entre las patas del can. Varias preguntas pasaron por la cabeza de la chica, pero se alejó rápidamente huyendo de algún extraño impulso erótico y subió al auto que la esperaba para llevarla a clase de natación.
Pasaron nuevamente por campos de flores, junto a grandes casas que se elevaban en las haciendas, bajaron por las colinas hacia las afueras de la ciudad, pero Kira no se enteró de nada porque una vez más en el mismo día, estaba demasiado ocupada con un pene como para apreciar el campo. Tan pronto Kira subió al auto, se recostó junto a él, puso la mano en la entrepierna del hombre y tan pronto encontró su banana la estrujó suavemente y le ordenó —Sácala—. Roberto nunca había manejado así, mientras se lo chupaban, y menos con una chica tan joven. Esta nervioso, conducía mal, y tenía medio de que alguien viera lo que estaba pasando dentro del auto. Kira ni se daba cuenta, parecía una cachorrita con su hueso de juguetea, una becerrita pegada al pezón, y no sabía por dónde iban, ni cómo, ni nada, solo le interesaba disfrutar de lamer y relamer y chupar eso banana hasta exprimirle su cremita. Era curioso que lo que Roberto consideraba como una anormalidad era en precisamente ´lo que tenía a la niña fascinada; su miembro largo y curvo. Siempre pensó que su curva era anormal, pero por alguna razón Kira estaba encantada y así se lo hacía sentir al suertudo jardinero. Y aparte de esa curva larga por la que Kira deslizaba feliz sus hermosos labios y su lengua, la chica también amaba el semen. Cada mililitro de esperma despertaba sus sentidos y la hacía estremecer. El primer contacto con la lengua siempre una sorpresa ¿Sería amargo, esos, dulce, muy salado, repugnante, sabroso? Kira amaba la sensación de la crema cálida derritiéndose lentamente, explotando y liberando sabores que enloquecían sus papilas gustativas, vibrando con cada matiz. El placer que le daba el esperma se intensificaba al sentir cómo se deslizaba por su paladar. Kira cerraba los ojos y se sumergía en ese momento, olvidando todo lo demás. Para Kira, recibir la semilla de sus hombres en la boca era un instante de felicidad simple y genuina, donde el mundo se reducía al sabor y la textura, a placer de complacer.
Sintiendo la proximidad de su orgasmo, el hombre detuvo el auto a un lado de la carretera y un minuto de intenso placere, liberó otra poderosa descarga en la boquita golosa de la nuestra hermosa Kira. La explosión de sabores la hizo sonreír. La garganta reseca se humedeció con el calor líquido. Cada trago era como una caricia para su cuerpo sediento. La leche descendió por su garganta, suavizando el camino, tapizándolo de blanco y apagando temporalmente la sed de nuestra dulce niña. El estómago recibió el regalo líquido, y le dio una sensación casi celestial: una mezcla de gratitud y satisfacción, de morbo y plenitud, de unión total. Pero el viaje del esperma del jardinero no terminó ahí. Su líquido denso de se empezó a distribuir por todo el cuerpo, nutriendo cada rincón, se revitalizando el joven cuerpo, como si cada célula de su ser suspirara de alivio, como si el modesto semen fuera en realidad un bálsamo para el alma y el cuerpo.
—Mi papá dice que me esperes acá. Él te llamará si el viene por mí. Si no te llamo, entonces nos veremos en una hora. Chao, y gracias por todo— le dijo Kira al joven, le dio un beso en la mejilla, y entró corriendo a la escuela de natación. Kira entró feliz a la escuela de natación. Había sudo un hermoso día. Había recibido mucho afecto y se sentía llenada de vida, energizada como si acaba de despertar.
Las sesiones de entrenamiento en la escuela eran siempre muy variadas. Estas podían incluir calentamientos, saltos, estiramientos, saltar la cuerda, ejercicios de movilidad, estilos, enfriamiento, etc. Desde hace algún tiempo, los entrenamientos de Kira incluían algunas caricias atrevidas bajo el agua que terminaban con Kira luciendo la entrepierna hinchada y la tela del vestido de baño metida entre sus labios vaginales y el instructor cubriendo la entrepierna con un salvavidas para ocultar su erección. Pero la sesión de hoy incluyó un ejercicio que Tommy, el entrenador de natación y clavados, llevaba días planeando. Tommy había escuchado a Kira y su padrastro teniendo sexo en el auto en el parqueadero de la escuela de natación (capítulo 4) y ahora sabía que podría ir con su estudiante mucho más lejos de lo que alguna vez pensó.
Aprovechando que el padrastro de Kira no había venido, Tommy puso en marcha su plan. Lo primero era librarse del grupo de estudiantes y llevarse a Kira a un lugar privado. Para eso, le pidió a un compañero que lo cubriera con el resto de la clase, argumentando tener que dar a Kira a una sesión teórica personalizada, ya que Kira era la única estudiante del grupo que quería entrenar clavados y siendo él el único instructor de clavados, no había quién más la preparara. Y así Tommy logró llevarse a Kira a un salón privado y conseguir la primera parte de su plan.
La segunda parte del plan consistía en excitar a Kira. Esta no sería muy difícil. Gracias al tratamiento médico del doctor Vargas, Kira estaba estos días con la lívido al máximo. —Kira, vamos a hacer algunos estiramientos. Acuéstate en este banco de pesas boca arriba. Eso es. Estira las piernas. Muy bien. Ahora sube la pierna izquierda 45 grados. Perfecto. Mantén la pierna así. Voy a bajar mi mano lentamente por tu pierna. Así es. Sigo bajando hasta llegar a tu entrepierna. Correcto. Voy a correr un poco tu vestido de baño para un ladito para mejorar ti flexibilidad. ¿Cómo se siente mi mano frotando acá? ¿Bien? ¿Si, rico? Perfecto seguimos frotando. Hundo un dedito. Entró todo. Estás muy bien de humectación. Felicitaciones. Pero necesitamos un poco más, así que vamos en meter y sacar. Así, otra vez. Repetimos. 1, respira profundo, aguanta el aire hasta 5, vamos… 2… 3… 4… 5… metidas. Otra vez tomas aire, vamos con dos dedos; 1… 2… 3… 4… 5… Ya estás muy bien de humedad. Vamos quitar el traje de baño. Te ayudo. Esos. Que lindos pechitos. Vamos, afuera vestido. Eso. Hermoso. Ahora yo. Listo. Estamos preparados. Continuamos. Vamos a cambiar los dedos, pero esta herramienta un poco más grande. Separa las piernas. Eso. Que linda vaginita—
Kira recibía excitación por todos sus sentidos. La voz del instructor dando órdenes y describiendo todo lo que le hacía le entraba por los oídos placenteramente. Su tacto la emocionaba más que los demás gracias al pene que ahora se frotaba entre sus labios vaginales. Su nariz percibía el aroma del macho arrodillado entre sus piernas. Su vista la enloquecía al ver a aquel hombre que deseaba desde hace semanas por fin desnudo entre sus piernas, apunto de penetrarla. Y el gusto, faltaba el gusto, pero eso sería al final, cuando el orgasmo de su nuevo amante se estrellara contra su paladar.
Y el tercer punto del plan de Tommy era sencillamente follar a la hermosa niña que llevaba semanas tocándole la verga debajo del agua en clase de natación. —Eso. Ahora los vamos a meter. Eso, así. Empujamos. Si, muy bien. Entra, entra, entró todo. Bravo. Y repetimos. Afuera… Adentro… Afuera… Adentro… Si… eso… eso… que apretadita estas, Kira. Afuera… Adentro… hasta el fondo… todo, todo.. eso… giramos haciendo círculos… afuera… adentro… afuera… adentro—.
El plan marchaba perfectamente. Kira volteaba los ojos, y sonreía feliz mientras su instructor la follaba lentamente y le daba instrucciones como si estuvieran haciendo cualquier ejercicio. Tommy estaba sorprendido de cómo su plan estaba fluyendo tan naturalmente y sonreía diabólicamente, pero estaba aún más sorprendido de la facilidad como la niña se comía todo su miembro, aunque era tan estrecha y exquisita como solo Kira podía serlo. Su dulce vaginita apretaba al entrar y chupaba al salir; era una maquinita perfecta de placer. Tommy había tenido temor de lastimarla o asustarla y pensó que iba a necesitar mucho más de tiempo antes de poder intentar penetrarla. Pero Tommy se lo estaba metiendo hasta lo huevo y ella solo hacía gestos de gusto y, a juzgar por sus gemidos y demás gestos de placer, Kira estaba muy, pero muy a feliz.
Kira estaba de espalda sobre una banca de gimnasio, desnuda y hermosa, deseada y feliz, dejándose penetrar de un hombre con quien se deseaban mutuamente desde hace tiempo. Kira gemía suavemente, tiernamente, sensualmente. La dulce sonrisa en su rostro que no se borraba, excepto para abrir la boca y dejaba escapar algún leve gemido cuando el miembro entraba completamente. Su entrenador le hacía el amor con dulzura, saboreando cada segundo dentro del joven cuerpo de su bella estudiante. Kira tenía los ojitos cerrados y dejaba que entrara cada pulgada del hombre lentamente y hasta el fondo. Las bolas del entrenador chocaban contra sus nalguitas y entonces la sonrisa bella de Kira daba paso a un breve suspiro. El hombre retrocedía y el miembro salía deliciosamente, pulgada por pulgada, rozando exquisitamente cada milímetro de la vulvita, y volvía a entrar, masajeando nuevamente las estrechas paredes vaginales, enviando vibraciones por todo el cuerpo de la pequeña rubia. Cada repetición de este entrenamiento era un minúsculo clímax para ambos. Kira meneaba las caderas instintivamente y Tommy empezaba a sudar.
—Eso, hermosa. Muy bien. Qué rico. Ahora, vamos a cambiar. Lo vamos a sacar. Así, despacio. Correcto. Ahora arrodíllate y ponte en cuatro patitas sobre el banco. Así, sí. Perfecto. Wow, qué hermosas caderas tienes. Perfecto. Ahora vamos a introducir nuevamente. Si. Poco a poco, poco a poco, con calma, ya casi, y ya está bien adentro. ¿Te gusta? ¿Ah, ¿sí? ¿Te encanta? Entonces seguiremos entrenando, Un poco rápido ahora. Relájate eso. Uy, qué apretadita, Mi amor—.
Kira estaba en cuatro patitas sobre el banco y atrás suyo el entrenador la follaba ahora un poco más rápido. Tommy tenía las manos en la cadera de la hermosa nena y con los pulgares le separaba las nalgas, revelando un anito redondito, rosadito y provocativo. El sudor ya empezaba a brillar en los cuerpos de los amantes. Kira cerraba los ojitos gozando cada pulgada de dicha entrando y saliendo de su entrada apretada y jugosa. Hacía varias semanas desde que empezó a tocarle la verga al instructor debajo del agua en plena clase y desde entonces no faltaba lección en la que no terminara pajeando al hombre en la piscina a escondidas del resto del grupo, y ahora por fin la tenía adentro suyo, haciéndola sentir miles de cositas ricas. Desde la primera vez, hace ya varias semanas, que la niña empezó a toquetearle el bulto, Tommy supo que esto llegaría a pasar, pero nunca pensó que tan pronto, ni que esa vaginita fuera tan deliciosa, y mucho menos que ese anito fuera tan tentador. Tommy le hacia el amor con más intensidad, pero no podía despegar su mirada de ese anito tan tentador. Sin poderlo resistir, Tommy hundió uno de sus pulgares en el anito rosado de la nena. Kira soltó otro pequeño gemido cuando el grueso pulgar de su entrenador abrió su esfínter tan sensible. Tommy empezó a masajearle el ano y el placer de Kira se multiplicó. La niña había sido bendecida por la evolución: aparte de gozar del sexo de una manera tan natural y virtuosa, Kira sentía tanto o más placer con el sexo anal y le encantaba el sabor del semen, cosas que enloquecían a sus amantes que nunca tenían suficiente de follar por detrás a una chica tan joven y bella y verla al final tomar hasta la última gota de esperma. Así que con ese pulgar traspasando el anito bendecido de Kira, la niña inevitablemente empezó a dar gestos de mayor excitación; se movía, meneaba la cadera, miraba al hombre con los ojos encendidos de deseo. Así que Tommy comprendió lo que debía hacer y, tan pronto como sintió que el precioso anito de la chica estaba bien húmedo, sacó el miembro y lo enterró lentamente en el recto de la linda niña.
Era el quinto encuentro anal de Kira en este día y cada vez le gustaba más. Quería perderse en el éxtasis, sudar felicidad, beber vida, y dejar que su esfínter, como un manantial libre, dejara fluir todo el placer para que corriera por su cuerpo. Kira enderezó la espalda, se recostó contra el vientre del hombre, y echó los brazos hacia atrás buscando agarrarse de la cadera del hombre. Kira respiró hondo, embriagándose con el olor a jugos vaginales y fluidos preseminales, a sudor y a sexo puro. Tommy le pasó el brazo derecho por el pecho y el izquierdo sobre la cadera, la sostuvo firme sin lastimarla, y la folló de una manera distinta: daba un empujón rápido, hasta el fondo, duro, permanecía un momento dentro de ella, como si quisiera entrar más, luego se retiraba despacio y entraba de nuevo con fuerza. Esta nueva técnica sorprendió a Kira, pero más importante, le daba un placer sin igual poque le presionaba fuertemente el punto G y le estimulaba millones de terminaciones nerviosas anales. “PAF” chocaban los cuerpos. Las nalguitas pequeñas pero redondas y firmes de la nena quedaban aplastadas por la cadera del entrenador. El recto de la chica se tragaba que todo el largo y el ancho del miembro, que entraba besando a su paso su hipersensible esfínter y su punto G. Kira jadeaba y sudaba y tocaba el cielo. Se sentía tan llena, plena, y feliz. Su corazón latía fuertemente y su mente flotaba entre nubes de emociones. Tommy no podía recordar un anito tan rico (a partir de ese día Tommy se aficionó por las chicas jóvenes, y nadie que hubiera sentido el placer del culito de Kira podría culparlo. Muchas de sus estudiantes se beneficiaron de esta nueva afición del joven instructor).
—Qué rico, chiquita bella. Te voy a llenar de leche ese huequito tan delicioso que tienes— —No, dámela— interrumpió Kira a su amante, que no paraba de sorprenderse. La niña se liberó de su agarre, dio media vuelta y su boca encontró rápidamente el miembro. Tommy no tuvo más que hacer que dejarla engullir su glande y chupar un par de segundos. Inevitablemente, el hombre y eyacular en su boquita preciosa.
Como una flor sedienta, Kira bendijo la caricia del esa agua blanca y cálida. Cada chorro de esperma era un regalo para esa dulce flor dorada, que bebía sin parar como si temiera un intenso verano. El cuerpo de su amante se contraía con fuertes espasmos justo antes de liberar su semilla. De rodillas sobre el banco de entrenamiento, pegada al miembro de su entrenador, Kira recibió hasta la última gota de semen y lo bebió dichosa. Kira sabía perfectamente que beber el esperma de los hombres les daba un placer extra, pero aún no era consciente de cuánto poder ese acto tenía.
Kira y su instructor regresaron a la piscina a practicar en uno de los trampolines. El resto de los estudiantes, concentrados en sus ejercicios, no tenían ni la menor sospecha de que Kira y su profesor acababan de disfrutar de 30 maravillosos minutos de sexo.
Faltando unos 5 minutos para terminar la clase, Kira vio a su padrastro en la sala de espera. Se alegró como siempre de verlo, pero se decepcionó un poco porque esperaba volver a ver a Roberto, el joven jardinero que heroicamente la protegió del perro que intentó atacarla. Sin embargo, Kira amaba profundamente a Gerardo, su padrastro, y también estaba feliz de que hubiera venido por ella.
De regreso a casa Kira estaba un poco cansada y durmió en el auto mientras Gerardo conducía. Al llegar a casa, Gerardo la bajó en sus brazos, la depositó tiernamente en su cama, y la dejó descansar.
Una hora más tarde, Gerardo estaba en su estudio. Escuchaba un viejo disco de jazz mientras tomaba una copa de vino y miraba por la ventana, con la mente perdida en las colinas lejanas. Aun vestía traje y corbata. Estaba de pie, saboreando lentamente su trago, mientras dejaba que la vista se posara en los lejanos azules de las colinas más distantes. De pronto, escuchó la puerta abrirse y vio el reflejo de la niña en el vidrio. Kira se acercó y lo abrazó por atrás. Gerardo sonrió, puso el vaso de vino en la cornisa, y giró para abrazar a su preciosa nena. Gerardo la alzó, y se abrazaron en silencio por casi un minuto, sin decir nada; sencillamente sabían que el uno encontraba su refugio en el otro y su abrazo era suficiente todo lo que sentían. Gerardo bajó finalmente su hermosa niña y la vio tan bella, vestida en micro bikini de cuero negro y reluciente. Gerardo le hizo dar una vuelta, despacio, como bailando un vals en cámara lenta. La preciosa Kira con las tiritas del micro bikini sobre la espalda y entre sus nalguitas era un espectáculo digno de apreciarse sin afanes, con la misma calma con que Gerardo degustaba el vino hace u momento y contemplaba el horizonte. Kira terminó de dar la vuelta, Gerardo le dio un beso suavemente en la boca. Se irguió de nuevo frente a ella sin dejar de mirar a los ojos y sonreírle mientras se desabotonaba el pantalón y se bajaba la cremallera.
Gerardo alcanzó su vaso de vino y lo siguió disfrutó lentamente mientras su pequeña amante hacía su trabajo.
Pequeña putita golosa
que delicia de relatos, espero que el final sea épico, y ojala escribas mas relatos de nenitas de esa edad!!! son fantásticas!!!
si tienes cuenta de Tele-gram espero podamos platicar!