KIRA (Amante 6yo). Capítulo 12. El final.
Termina esta serie de aventuras de Kira.
Gerardo alcanzó su vaso de vino y degustó lentamente un sorbo. La brisa de la tarde le bañaba el rostro con aromas de la floresta. Desde su ventana, veía cómo el campo se extendía hasta fundirse con el horizonte. Gerardo sonreía mirando por la ventana cuando vio salir del jardín a Roberto, quien se despidió desde lejos ––Hasta mañana, señor Gerardo––. Gerardo, un poco nervioso, contestó desde la ventana del segundo piso ––Chao, Roberto. Gracias por llevar a mi niña hoy al entrenamiento–. ––Con mucho gusto, señor. Estamos para servirle. Mañana instalaremos la fuente nueva con mi primo José. Feliz noche–– replicó el joven jardinero. ––Pues, muy bien. Feliz noche–– respondió Gerardo alzando la copa de vino y haciendo un gesto elegante, mezcla de despedida y aprobación. Roberto se despidió con la mano esperando ver a la Kira antes de irse, pero la niña no parecía estar por ninguna parte, solo veía a Gerardo en la ventana, con un vaso de vino, sonriente. Roberto no vio a Kira, aunque ella estaba justo donde él había estaba mirando: con su padrastro. Kira estaba debajo de la ventana entretenida con el pene de Gerardo en la boca. Roberto encendió su camioneta y se fue, un poco decepcionado por no haber visto a Kira, pero aun así, se marchó con una gran sonrisa luego un día tan especial gracias a la hermosa niña. Roberto se alejó con la esperanza de que mañana volver a follarse a la nena.
Mientras Gerardo bebía lentamente una copa de vino, Kira se entregaba con total devoción a su amorosa tarea. Sería inexacto decir que la chica estaba chupando o mamando. No. Lo que Kira hacía era vastamente más superior. Kira estaba adorando el miembro de su amado. Demostrándole todo su amor con la boca, la lengua, la garganta y el corazón. Kira lamia despacio. Besaba tiernamente. Chupaba con obsesión. Mordía con ternura. Masajeaba con amor. Babeaba como una perrita con su hueso favorito. Cerraba los ojos mientras deslizaba la lengua sobre los testículos de su hombre, como si lamiera dos bolas de helado. A la vez que ponía todo el amor en su tarea, Kira se humedecía, excitada por el morbo que le producía el miembro en su boca y porque estaba recordando todo lo que vivió hoy.
Kira chupaba riquísimo pensando en esta mañana, cuando despertó a Gerardo con una mamada desesperada y luego lo montó y lo cabalgó, y cuando él le entregó en la boca su esperma fresca y cálida. Kira siguió chupando recordando esos primeros tragos de semen que le dio su hombre hace casi unas doce horas. Sin pedirlo, algún genio desconocido le concedió su deseo de desayunar así cada día: con un buen trago de semilla caliente, recién sacada del horno. Ese genio escondido nunca la dejaría sin uno o varios sementales que le dieran placer y la nutrieran con su simiente cada día. Luego, Kira recordó los orgasmos que disfrutó acostada bocabajo sobre el brazo de un sofá mientras Gerardo la penetraba analmente. El genio desconocido, llámese destino o casualidad, también le procuraría a la niña muchos machos que dieran placer anal. Kira siguió dándole placer a Gerardo. Ella mamaba con entrega y apretaba el botón del culito recordando ese hermoso momento cuando los orgasmos enloquecedores que le daba ese miembro duro entrando y saliendo de su recto. Kira sonrió como si recordara una travesura; pensó en la segunda eyaculación de su hombre y recordó que subió al bus escolar con el semen cálido de la segunda corrida su macho deslizándose por su garganta.
Gerardo se había olvidado de su vino y solo tenía ojos para ver a su pequeña amante entregada en cuerpo y alma a su misión. Kira amaba chupar esa cabeza que apenas cabía en su boca. La nena masajeaba con ternura las bolas de su amante, como si sus manos mágicamente estimularan la producción de esperma. Se veía tan linda, tan sexy. El cuero negro del microbikini, empapado de jugos vaginales y anales, pasaba entre sus nalgas, sobre su anito abierto y hambriento y entre sus labios vaginales esponjados y preciosos. Kira seguía lamiendo el pene de su hombre junto a la ventana y ahora recordó otro momento de su día: estaba en la oficina del médico del colegio y Santorini, un hombre alto amigo del médico la folló analmente de perrito y le dio su segunda serie orgasmos y su tercera bocanada de esperma. –Ay, que delicia—intentaba decir la niña refriéndose tanto a aquella follada como al miembro en su boca, pero con el glande de su amante casi en su garganta no pronunció más una mezcla de gruñido y suspiro.
Kira chupaba y chupada, cada vez más rico, más poseída por el sabor del líquido preseminal, por la textura de los huevos que masajeaba y por los recuerdos de su día. Kira pensó en su regreso a casa a mediodía, cuando un auto lujoso la trajo a casa y dentro estaban nuevamente el médico, su amigo Santorini, y una hermosa niña una poco más grande que ella. Recordó volver a tomarse la leche de Santorini; Gerardo disfrutaba la apasionada mamada que le daba la niña, sin saber que ella pensaba en el momento cuando dos hombres, el médico y su amigo, la penetraron simultáneamente, anal y vaginalmente, y eyacularon dentro de ella. Esa fue la primera doble penetración de Kira y ella no veía la hora de volver a sentirse así de plena.
Kira súbitamente cambió la intensidad de su mamada. Agarró el miembro de Gerardo fuertemente con ambas manos y empezó a chupárselo con mayor intensidad mientras recordaba cómo Roberto, el jardinero, la folló por atrás la primera vez, por delante la segunda vez, y cómo ella se lo chupó en el auto cuando el jardinero la llevaba a su clase de natación. Kira pensó en el sabor de las tres corridas de Roberto y en la curvatura especial que tenía su miembro, como si fuera un banana enorme y gruesa.
Gerardo miraba el culito de su niña, las nalguitas redondas divididas por el cuero negro del microbikini, y buscaba con la mirada el ojete que más rato gozaría. Kira disfrutaba dándole placer a esa cabeza esponjada entre su boca y pensaba en su entrenador de natación, en lo rico que follaron, y no veía la hora de recibir otra corrida de ese hombre en su garganta. Kira estaba tan excitada y chupó tan rico que pronto sintió los chorros salados y calientes de Gerardo llenándole la boca y bajando hasta su estómago. Kira era tan feliz gracias al amor de sus hombres. Se sentía bendecida por poder complacer a sus hombres con su cuerpo y recibir placer por montones y enormes dosis de su semilla. Con esta corrida de Gerardo, Kira completó una decena de corridas en su boca, pero Kira no llevaba cuenta, solo se dejaba llevar naturalmente por la felicidad que le proporcionaba el sexo. El genio desconocido del destino no ahorraría nunca esfuerzo para que a la niña no le faltara un pene en el recto y esperma en la garganta.
Gerardo no sabía que su niña tenía otros amantes, ni sospechaba que fuera a tener tantos hombres como el destino le tenía preparado. Kira hoy había tenido sexo con otros cuatro hombres. El médico Vargas solo la folló vaginalmente cuando le hizo doble penetración a la nena con su amigo Santorini. Vargas le dejó la nena a Santorini, quién sí la folló analmente dos veces le dejó dos dosis completas de esperma en la barriguita. Kira también tuvo sexo con Roberto, el jardinero. Los tres encuentros que tuvieron fueron: anal el primero, vaginal el segundo, y oral el tercero, y Kira no dejó perder ninguna eyaculación; todos fueron a dar a su barriguita golosa. Y cuarto hombre fue Tony, el entrenador de natación, con quien solo lo hicieron una vez, pero incluyó vaginal, anal, y oral, y por supuesto, Kira no dejó una sola gota de su preciado líquido caer fuera de su boca. Con todos, Kira había disfruta vaginal, oral y analmente y habían eyaculado siete veces en ella, una en el recto, otra en la vagina y las otras cinco en su boca. Kira ya sabía que sus dos cosas favoritas eran el sexo oral y beber semen, lo que además la hacían la chica ideal para cualquier hombre. A pesar de estos todos encuentros, de tantos orgasmos, de tanta leche en su pancita, Kira solo amaba a Gerardo, y eso se veía claramente en la devoción la que relamió los últimos rastros de semilla del hombre.
En la ducha, Kira pensaba en cuál hombre preferiría volver a ver. Sin duda todos las complacían sexualmente, pero todo tenía particularidades. Gerardo era el amor de su vida. Vargas era divertido, tenía el miembro más grande de todos, y era el único que tenía esperma dulzón, pero era bastante mayor y no muy atractivo. Santorini era elegante y distinguido y tenía un poco de todo. Roberto era joven y tenía un miembro extraño, curvado hacia un lado, que a Kira le encantó. Y Tommy era atlético y guapo.
Los hombres también pensaban en Kira. Santorini había felicitado a Vargas por descubrir a Kira y esperaba poder volver a verla en unos días. Vargas no veía la hora de enseñar a la nena otras cosas; quería que dominara la garganta profunda y que se liberara un poco y dejar salir más gemidos y aprendiera a motivar más a los hombres durante el sexo. Roberto no veía la hora de regresar a la casa de la niña y poder disfrutar la niña de nuevo. Tommy también esperaba ansioso la siguiente clase para “enseñarle” otras cosas a su pupila favorita y además empezó a considerar otras posibles candidatas de sus clases. Tommy había tenido aventuras con las madres de las nenas, pero hoy había sido la primera vez que se cogía una de las chiquillas.
Una hora más tarde, los dientes de Kira se enterraban en la almohada. Sus manos agarraban las sábanas soportando dolor y placer, y sus rodillas se hundían en el colchón, mientras Gerardo la penetraba analmente. La almohada se humedecía con la saliva y las lágrimas de placer de la niña. Las sábanas se empapaban con sus jugos vaginales y anales, que no paran de bajarle por las piernas. La alcoba era mezcla de aromas: los tiernos perfumes propios del cuarto de una nena contrastaban con el fuerte olor del sudor de los amantes y con la combinación de excrementos y crema lubricante manando del recto de la nena.
Kira pujaba cada vez que el pene de su hombre entraba completamente en su recto, comprimiendo sus intestinos. Con cada impacto Kira sentía una caricia, un roce, el suave golpe sobre su vulva de las bolas largas de su amante que se mecían hacia atrás y adelante durante el coito. Roberto había esperado todo el día por este momento. Le había constado concentrarse porque no veía la hora de llegar a casa y follar el anito tan rico de su nena. Por eso ahora no podía perdonar ese momento y la penetraba con todo gusto. Cada penetración se sentía como un triunfo y cada retirada como una breve despedida. El esfínter de la nena no dejaba de recibir placer. Entrando o saliendo, el pene le acariciaba su ano y la enloquecía de dicha. Kira era tan feliz cuando su hombre le hacía por detrás.
Afuera, en el primer piso, el perro Titán ladraba; sabía que a su dueña la estaban gozando y él también quería su parte, pero por ahora debía aguantarse las ganas. Aunque su cerebro no le permitía planear cómo conquistar a la chica, Kira pudo ver no solo el desespero del perro por querer montarla, sino también el portentoso miembro del perro colgando entre sus patas. Esa visión tuvo un fuerte impacto en Kira.
Kira estaba en el cielo. Ya había tenido cuatro orgasmos cuando le llegó la hora de recibir la corrida y, como siempre, la boca se le hacía agua sintiendo la cercanía de la leche de su hombre. Súbitamente, se lo sacó y le ordenó, contemplando el ano abierto de su niña –Acuéstate boca arriba y abre la boca. Rápido– ordenó. Kira obedeció inmediatamente y Gerardo se acostó sobre ella como en una posición de 69. Gerardo, al borde de eyacular, se lo metió bruscamente en la boca completo hasta hacerle un bulto en la garganta. Kira quedó por un momento sin poder respirar; el grueso miembro en la garganta la tenía paralizada, el áspero vello púbico le raspada los labios, y las bolas de su hombre le cubrían la nariz y los ojos, sin dejarla ver nada. Kira estaba sorprendida por la súbita brusquedad de Gerardo y se esforzaba por tomar aire por la nariz mientras Gerardo le aplastaba la cara tratando de metérselo más allá de lo posible. –Aaaajjj– gimió el hombre descargando el primer chorro directamente en la garganta de la chica. –Mmmmfjjj– … –Mmmmkkhh–.. –Aaaajjj– y siguió gruñendo hasta dejar el octavo chorro bien adentro en la garganta de la niña. Kira soportó como campeona el miembro clavado en su garganta hasta que poco a poco éste se perdió su potencia y se fue retirando hasta quedar fláccido en su boca, donde Kira pudo lamer las ultimas gotas saladas de su hombre.
Recordarán que Vargas y Santorini le habían concedido un deseo a Kira. Ella pidió ser rica, pues sabía muy bien lo que había sufrido su madre y no quería tener que depender de nadie ni tener que pasar toda su vida trabajando. Eso resultó más fácil de lo que pareciera. Vargas y Santorini decidieron darle un porcentaje de cada negocio la chica les ayudaba a cerrar con sus favores sexuales. Así que, por muchos años, cada orgía en la que participó, cada orgasmo que experimentó, y cada bocanada de esperma que tomó, además de placer y felicidad, le dejaba una buena suma de dinero en una cuenta de ahorros privada que Vargas le abrió. Kira viajó representado a su colegio en clavados, pues con su entrenador no solo follaban como poseídos, sino que también entrenaban fuertemente. En esos viajes, Kira visitaba socios de Vargas que terminaban encantados con la hermosa rubiecita que amaba el sexo anal y tenía una obsesión por beber esperma. Cuando Kira terminó sus estudios secundarios, ya estaba demasiado grande para los gustos de los viejos socios de Vargas, que preferían chicas más jóvenes, pero para ese entonces ya tenía una gran suma de dinero y muchos contactos como para seguir haciendo “trabajos” por su cuenta. Kira fue a la universidad a estudiar medicina veterinaria. Se independizó a los 18 años y gradualmente dejó de ver a Gerardo, su padrastro. Con el tiempo, su voraz apetito sexual se aplacó y a los 25 años se fue a vivir a una granja, donde pasaba sus días leyendo, cuidando plantas y animales, practicando clavados, y sanando su alma. Con su pequeña fortuna hizo algunas inversiones en finca raíz que le permitían vivir sin el menor problemas y de vez en cuando visitaba su antigua escuela, donde recordaba viejos tiempos con sus amigos de infancia. Unas dos veces al año, sentía la necesidad de viajar, pero ahora iba en busca de soledad. Sin embargo, los deseos de su cuerpo nunca se calmaron por completo y siempre terminaba enculada en algún lugar y con un pene llenándole la boca de semen.
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P.D. Apreciados lectores, gracias por su tiempo. Espero que hayan disfrutado estas modestas narraciones. Poco a poco aparecerán otras aventuras de Kira y los demás personajes de esta historia porque aún tienen mucho que contarnos.
Gracias.
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