KIRA (Amante 6yo). Capítulo 5: El segundo an*l.
Kira disfruta su segundo anal. Apuntes sobre el inicio de su relación..
KIRA (Amante 6yo). Capítulo 5: El segundo an*l.
Esta es la quinta parte de la historia del inusual romance entre Gerardo, un viudo de 37 años, y Kira, su hermosa hijastra de 6 años, de cómo se conocieron, cómo se hicieron amantes, y sus primeros encuentros sexuales.
Veamos algunos detalles sobre cómo inició esta aventura (Si no tienes paciencia, baja hasta donde dice «Pero, volvamos al presente».)
Hace unos pocos meses, Gerardo quedó a cargo de su hijastra, Kira, después de que su mujer falleciera víctima de una enfermedad incurable. Gerardo quiso ser un padre para la niña, pero el destino tenía otros planes para ellos. Kira sentía gran curiosidad por Gerardo y no lo veía realmente como un padre, sino como un hombre. En sus juegos, ella siempre incorporaba algún roce. Algunas veces, su mano inquieta “accidentalmente” le tocaba la entrepierna y ella muchas veces le miraba el bulto descaradamente. Cuando él salía de ducharse, por alguna razón, ella siempre estaba cerca y se lanzaba a abrazarlo. Lo rodeaba con sus brazos por su cadera y apretaba la carita contra su bulto, provocándole erecciones que inútilmente trataba de ocultar. Aunque al comienzo Gerardo estaba confundido, pronto se dio cuenta de los deseos de la niña y esos deseos se convirtieron en los suyos.
Muy lentamente, sus juegos fueron haciéndose cada vez más atrevidos. Por ejemplo, Gerardo le decía en tono juguetón –Si me tocas ahí otra vez, voy a tener que darte unas cuantas nalgadas—sabiendo que eso sólo la motivaría a buscarse el castigo. Así que Kira no tardaba en cometer el pequeño crimen y Gerardo la acostaba sobre su regazo para castigarla; le acariciaba el traserito, firme gracias al entrenamiento de gimnasia y a las clases de natación, y le daba un par de nalgadas que solo la hacían reír y le daban más ganas de hacer travesuras. Al salir de la ducha, cuando ella venía a abrazarlo, él le decía –Kira, está bien, te voy a dejar que me des un beso abajito del ombligo, pero no me beses tan abajo sino te voy a pegar dos veces con el pipí (así le decía ella al pene inicialmente)—y ella, claro, le daba el beso inapropiado y él la perseguía por la casa, golpeándose la mano con el garrote, hasta que la atrapaba y la castigaba. Ya se imaginarán las risas y los tipos de castigos: una “garrotazo” en la frente o en una mejilla. Como parte de su plan para llevar más allá de esos simples juegos, aparte de los juegos diarios, a veces Gerardo “olvidaba” su teléfono móvil justo en alguna escena de sexo animado, es decir, con personajes 3D como princesas, o muñequitas Hentai, para que Kira las viera supuestamente a escondidas. Con ese método se aseguró que ella tuviera mucha curiosidad por el sexo oral y anal y despertara mucho interés por el semen.
Y así la cuestión siguió avanzando hasta que el primer acto sexual ocurrió. Jugando en la piscina, Gerardo masturbo la niña hasta darle su primer orgasmo. al día siguiente, Gerardo le hizo sexo oral vaginal y a siguiente oral anal, es decir, le chupo el anito. Gerardo hizo las cosas en un perfecto crescendo, sin avanzar bruscamente, sin causar mayor dolor, ni vergüenza, ni humillación. Se aseguró de que sus encuentros sexuales siempre fueran divertidos y placenteros.
Durante las semanas siguientes, Kira llegaba de la escuela, hacía sus deberes, tomaba sus clases virtuales o presenciales de gimnasia, piano, natación o idiomas, y se preparaba para la llegada de Gerardo. Sencillamente tomaba una ducha y se vestía con las ropas que Gerardo le había traído; pijamas transparentes, vestidos de baño chiquiticos con vibrador adelante, babydolls, bragas hechas de lazos de encajes, medias de seda, correas de latex, y sus favoritos: los trajes de coneja, gatita y zorrita, aunque ponerse la colita al comienzo no era tan fácil porque debía introducirse un plug por el culito, pero después de unos días ya era toda una experta (así consiguió Gerardo prepararla para el anal). A veces, Kira se paraba frente al espejo y se cambiaba de colita; le divertía especialmente verse disfrazada de la gatita, con orejas puntudas y bigotes largo, pero con colita de coneja. Cuando Gerardo llegaba, tomaba una ducha y le hacía sexo oral; le acariciaba ahora por igual la vagina o el ano. Si Kira tenía alguno de los trajes de animalitos, Gerardo le follaba el anito con el plug de la cola del traje mientras le daba placer vaginal. Con la ayuda de los videos especiales y de la guía de Gerardo, Kira empezó a dar sus primeras mamadas. Era a la vez tierno y sexy ver a la niña lamiendo un pene como si fuera un helado y haciendo muecas de desagrado cuando recibía el semen. Pero con la práctica diaria, Kira pronto estaba chupándolo bien y bebiendo con más facilidad semen, aunque aún le parecía desagradable, ya no le resultaba algo intolerante y empezaba a desarrollar un gusto especial por su sabor.
Pero, volvamos al presente.
En un cuarto de la gran casa de campo, Kira seguía boca abajo, aplastada bajo un hombre que la folla por el ano sin piedad. –Gmmmfff… Ummmmjjj… aahhjj —pujaba Kira con cada empujón. La niña estaba confundida. Gerardo nunca había sido egoísta, ni brusco, pero esta vez, por alguna razón, la estaba tratando como un pedazo de carne y, aunque algo en su interior le decía que no debería ser así, la verdad es que ese amor rudo le estaba gustando mucho. ¡TAH… TAH… TAH…! Percutaba al ritmo de cada penetración. Kira nunca antes se había sentido tan poseída y eso le da un extraño placer mental. Kira no había conocido ese lado animal, pero algo había cambiado hoy en Gerardo y ese algo a la vez le despertó a ella otros instintos y la llevó a otros campos del placer. Lo que Kira sentía, solo su lenguaje corporal lo podía expresar: se agarraba de las sábanas como si estuviera colgando de un abismo, arqueaba la cadera levantando más el ano como perrita en celo, gemía como animal furioso o herido, respiraba agitada y no sabía si escapar o pedir más ¡PAF… PAF… PAF! los golpes de cadera la mantenían empotrada contra la cama. Kira cerraba los ojos aguantando cada embestida, luego los abría y parecía que el miembro le fuera a salir por los ojos. La niña tomaba aire como si hubiera estado a punto de ahogarse, se retorcía como si el placer le revolviera las entrañas, y pronto un orgasmo nació desde su esfínter, recorrió su cuerpo lanzando corrientes eléctricas, y salía por la boca en un largo –Aaaaahhhhhh… dios, que riiiicooo… mmmhhh—. Esos sonidos eran como aditivo al potente combustible que empujaba a Gerardo.
Gerardo la había preparado física y mentalmente para la penetración anal y vaginal y para el sabor del semen. Le decía cosas como –La primera vez que hagamos el amor te va a doler un poquito, pero luego de eso será placer— y —Por detrás es un poco extraño, pero si te relajas y lo hacemos frecuentemente, será muy delicioso— o —El semen es un poco amargo, pero tomarlo es lo más dulce que las chicas pueden hacer por sus hombres—. Además, le enseñó a sentirse cómodo desnuda junto a él, a decir cuando algo le gustaba o no, y ser fuerte y decir que no cuando no quisiera algo, e hizo todo lo posible para que no solamente fuera su juguete, sino para que verdaderamente disfrutara sanamente de su sexualidad, pues Gerardo sabía que él no siempre estaría a su lado y quería que tuviera todas las herramientas para defenderse en el mundo. Gerardo creía ingenuamente que la estaba ayudando a ser disfrutar de su sexualidad, pero en realidad, estaba creando un monstruo.
Gerardo no hubiera querido nunca parar de darle verga por el culito a su hermosa Kira, era hasta el momento el anito más delicioso que había probado, pero es que ella, con su esfínter estrecho, con el abrazo perfecto de su recto, con el calor de sus entrañas, con sus fluidos empapando las sábanas, con sus quejidos apasionados saliendo entre sus dientes enterrados en la almohada, lo precipitaron hacia a un orgasmo eufórico. Gerardo empezó a eyacular dentro de la niña. Él se pegaba tanto al cuerpo de la nena que parecía querer embutirle toda su semilla hasta el estómago. Exhalando gruñidos que marcaban las salidas de los densos chorros de líquido blanco. Kira, aplastada bajo el cuerpo tenso del hombre, respiraba difícilmente, sobreviviendo a sus embestidas animales, pero gozando de las sensaciones placenteras que seguían brotando desde su esfínter. Kira sintió un súbito vacío el recto y que su cuerpo se descomprimía cuando Gerardo le sacó el miembro y se puso rápidamente de pie. Algo le ardió en la espalda; un chorro de esperma dibujó un rio en su piel mientras ella seguía sintiendo cómo su orgasmo le causaba miles de sensaciones placenteras. Gerardo puso rápidamente su miembro frente a la cara de la niña. Kira, con el trasero paradito, el anito rebosante de semen, la espalda arqueada con una gran mancha blanca de esperma desde la cadera hasta el hombro, y la cara contra la almohada, recibió otros dos chorros de semen caliente bañándole la cara. –¡Abre! Abre la boquita, amor— le ordenó el hombre tratando de controlar el siguiente disparo. Kira, feliz siempre de complacer a su hombre, abrió la boca grande, sacó la lengua, y el miembro caliente entró disparando chorros y más chorros de leche. —Kmmmjj… Aaahhh.. kmmmm— gruñía Gerardo descargando su semilla en la boquita sedienta de su preciosa niña. El placer de cada uno finalmente disminuyó Gerardo le sonrió mientras la niña lo miraba a los ojos, con la boquita cerrada herméticamente alrededor de su miembro e inundada de semilla. Retiró despacio el miembro y contempló la boquita de la niña llena de esperma. Gerardo asintió y ella obedeció. Kira, la hermosa rubia de 6 años, era una obra de erotismo en ese momento: el semen se deslizaba por su garganta, pero también le bajaba despacio por su precioso rostro y por la espalda y le salía por el ano, le bajaba sobre la vagina, y escurría lentamente hacia las sábanas.
Cuando Kira terminó de chupar y tomarse hasta la última gota, se puso de pie y halándo a Gerardo del miembro le dijo —Ger, vamos a ducharnos y luego a hacer los deberes—. Gerardo no tuvo más opción que dejarse llevar, como si fuera un caballo llevado de las riendas. —También debes cepillarte los dientes— indicó Gerardo. —Pero si los tengo más blancos. Mira— Protestó Kira sonriendo y mostrándole los dientes. Gerardo sonrió complacido al verle el rostro cubierto de leche y la sonrisa grande. —Sin protestar, preciosa— y así siguieron, ella halándolo de su miembro y dirigiendo el camino.
Dejamos a nuestros adorables amantes por ahora porque sin duda necesitan una buena ducha… y cepillarse los dientes.
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