KIRA (Amante 6yo). Capítulo 7. Defloración
Kira tiene un hermoso dia con el doctor, el chofer y su padrastro.
KIRA (Amante 6yo). Capítulo 7. Full Penetration.
Esta es la séptima parte de la historia del inusual romance entre Gerardo, un viudo de 37 años, y Kira, su hermosa hijastra de 6 años, de cómo se conocieron, cómo se hicieron amantes, y sus primeros encuentros sexuales.
Al sonar el timbre que anunció en fin de las clases, la profesora se acercó a Kira y le dijo —Hoy no te irás en bus. Por ser una estudiante brillante, te llevará un auto especial— Kira no comprendía muy bien. La profesora la llevó al salón de maestros. —Este es Jean Luc y será tu chofer— dijo la maestra y el hombre alto y serio inclinó la cabeza respetuosamente —Ve con él. Te llevará a casa— le ordenó la maestra. Kira siguió al chofer por una escalera que no conocía y descendieron hasta encontrar una limosina. Jean Luc le abrió la puerta cortésmente y haciendo un gesto caballeresco le dijo con un tono amable pero frío —Por favor, señorita—. Kira se sentía como una princesa y todo el asunto le resultaba de los más divertido. Kira subió al auto, se sentó, y una voz familiar la saludó desde el asiento de en frente —Hola, Kira—. —Doctor, buenas tardes— respondió la niña, ruborizándose, sorprendida de ver al doctor Vargas. —Quería saber cómo seguías y llevarte hasta tu casa— le dijo sonriente, con su tono y sus gestos de hombre bonachón. Además, envuelto en su bata blanca, con su estetoscopio y sus bigotes de Santa Claus, Vargas no parecía un hombre capaz de complacer sexualmente a ninguna mujer y mucho menos de ser un hombre bien dotado. Sin embargo, hace apenas unas pocas horas, el doctor Vargas le hizo sexo oral y anal a la niña, le dio dos orgasmos y se corrió en su boca. Por eso Kira sintió un hormigueo por el cuerpo al verlo. —Gracias. Me siento mejor. Es usted muy amable— respondió la niña un poco tímida, pero sonriendo y con los ojos chispeantes y alegres, inmediatamente le pasaron imágenes por la mente de todo lo que hicieron en el consultorio y el anito empezó a pulsar y la vagina a lubricar. El doctor se sentó junto a la niña, sacó su estetoscopio, lo puso sobre el pecho de la niña y le dijo que tosiera. —Vas a necesitar más medicina, mi dulce niña. Pero no te preocupes…— el medico tomó la mano de la niña y la puso contra su pene —…tengo mucha para darte, y a ti te encanta— Kira sonrió con picardía y se mordió los labios inconscientemente.
Mientras le sobaba la polla por encima del pantalón y la sentía crecer, Kira pensaba que, aunque el viejo doctor Vargas estaba lejos de ser un galán, era complaciente, tenía el miembro más grande y grueso que Gerardo, y su leche tenía un sabor dulzón que le intrigaba mucho. Ella no esperaba volverlo a ver tan pronto, pero lo le disgustaba la idea de volver a hacer cositas con él.
El doctor se abrió la bragueta y liberó el miembro. Kira volvió a ver ese portentoso aparato, largo, grueso, curvado hacia arriba y con venas poderosas. El doctor puso su mano detrás de la cabeza de la niña y la empujó suave pero firmemente en dirección a su miembro. Kira se dejó guiar y se le hacía agua la boca. A pesar de tener solo seis años, Kira había practicado todos los días durante los últimos meses con su padrastro y ya era muy buena dando sexo oral. El doctor Vargas simplemente se recostó cómodamente contra el asiento y dejó que la hermosa rubia hiciera su trabajo.
Kira empezó con un besito tierno en la punta. Con su manita, corrió la piel hacia atrás para revelar la cabeza y le dio otro besito. El doctor cruzó las manos por detrás de su propia nuca y se acomodó mejor, mientras la niña recorría el miembro dándole besitos dulces. Cuando llegó a la base, sacó con cuidado los testículos del boxer y no se decepcionó; el doctor definitivamente era un hombre bien dotado. A Kira le gustaba lamerle las bolas a Gerardo, así que hizo lo mismo con el doctor. Vargas paseó la mirada por la cabellera rubia de la nena cayendo sobre sus piernas, vio el rostro hermoso, fino, angelical, y la boquita hambrienta lamiendo su escroto como si fuera una paleta. Una manito le agarraba suavemente los testículos y la otra se deslizaba de arriba abajo siguiendo la curva de su miembro.
La enorme limosina pasaba llamado la atención. La gente admiraba es auto blanco enorme y ostentoso, pero nunca sospecharía que en su interior iba una nena de apenas 6 años, hermosa como un ángel, dichosa haciéndole sexo oral a un hombre de unos 50 años.
Durante el viaje, Kira hizo gala de todo su arsenal. Chupó, lamió, pajeó, beso, mordió, y dio todo el placer que pudo al afortunado doctor con su cálida boquita y sus delicadas manos hasta que el hombre tranquilamente se vino en su boca. El viejo no eyaculaba en chorros que parecían balazos como Gerardo, sino en borbotones y a Kira le gustaba porque así el semen no le entraba directo a la garganta ni la hacía toser. Kira volvió a disfrutar del sabor dulzón de la semilla del doctor y bebió con gusto. El viejo no podía estar más feliz. A pesar de sus treinta años en el colegio y de haber descubierto muchas chicas igual de talentosas a Kira, sabía que no todos los días se encontraba una pequeña que lo chupara como una diosa, tomara esperma como si fuera los más delicioso del mundo y encima dejara la verga limpia y brillante, como una perrita hambrienta que lame el plato.
El doctor le acarició dulcemente el cabello y el rostro. —¿Ya te sientes mejor?— le preguntó. Kira sonrió, se mordió los labios y asintió con la cabeza. —Creo que tenemos unos 5 minutos hasta llegar a tu casa. Así que te voy a dar otro regalo—. Kira se sintió intrigada. El doctor activó el teléfono y habló al chofer —Jean Luc, baja le ventana que mi amiga te va a visitar—. —Enterado, jefe— respondió el chofer robóticamente bajó el vidrio. De repente, la parte de atrás de la limosina estaba unida con el asiento del conductor. —Pasa adelante, Kira, que Jean Luc te va a dar más medicina— le ordenó el doctor a la niña. Ella, aun relamiéndose la boca, encantada con el sabor del esperma, no supo decir que no, ni negarse de ningún modo. Solo obedeció y paso al sentarse junto al chofer. Jean Luc ya tenía la verga afuera y sin paciencia tomó la cabeza de la niña y en un segundo ya la tenía mamando.
Durante el resto del recorrido, Kira hacia sonidos tan excitantes mientras complacía al hombre: —Glugg… glug… tschuuk… mmmm—. Kira sonreía un poco al pensar cómo se parecía cada miembro a su dueño. Este era largo, flaco y cabezón, justo como el chofer. El del doctor era grueso y largo, aunque el doctor no era alto. Y el de Gerardo era mediano, tal como Gerardo. Al llegar frente a la casa de la niña, a las afueras de la ciudad, Jean Luc detuvo el auto, agarró firme la cabeza de la niña y le folló la boca por 30 segundos hasta explotar en su boca preciosa. Cuando terminó, Jean Luc le abrió bruscamente la boca para ver su leche —Eso es, preciosa—. Le metió el dedo índice derecho en la boca y lo hundió entre su propio semen. —Te encanta. — le dijo sacando el dedo untado de esperma aplicándoselo en los labios como si fuera lápiz labial —No te lo tragues hasta que yo te de la orden—. A Kira nunca le habían pedido algo así, pero el reto le pareció divertido y trató de aguantarse las ganas de beber esperma. —Vas a salir del auto por donde entraste, caminarás hasta tu casa, y cuando estés en la puerta de tu casa, mira hacia acá y te lo tomas al ver mi señal—. Kira regresó al puesto del doctor tratando de conservar la bocanada de leche. Este la vio con la boca semiabierta e hizo una señal de aprobación. Le entregó su maleta escolar y le dio una pomada. —Aplícatela bien adentro de tu anito para que te sanes más rápido. Nos vemos mañana en el colegio para seguir tu tratamiento. Chao— Kira no pudo decir nada y solo movió la mano despidiéndose. Bajó del auto, cruzó la calle, llegó hasta la puerta de su casa, y abrió el portó. En ese momento, los dos perros salieron a recibirla y casi la hacen perder su preciosa medicina. Kira, dio media vuelta, miró hacia el coche, el chofer sacó la mano por la ventana, puso el pulgar arriba, y Kira bebió por fin el esperma. Era una leche muy amarga u muy pegajosa que le quemó la garganta, como si fuera un trago de alcohol. La limosina siguió su camino.
Kira subió las escaleras hasta su cuarto, y el semen aún le ardía en la boca y la garganta, lo sentía dando vuelta por la nariz, punzándole la lengua y revoloteando en su estómago. Era una sensación muy fuerte que la hacía marear un poco, pero la niña la disfrutaba. Acababa de mamar dos vergas y tomarse dos corridas. La niña estaba muy excitada.
Kira se desnudó, tomó una ducha larga, se aplicó la crema que le dio el doctor y se vistió. No utilizó sus trajes de gatita, ni de conejita porque tenían una cola que se debía insertar por detrás con un plug y el doctor Vargas le había recomendado descansar esa parte; recién ayer había tenido sexo anal dos veces con su padrastro y esta mañana con el doctor Vargas. Había disfrutado mucho de su entradita trasera, pero por órdenes del doctor Vargas, dejó su puerta de atrás tranquila y usó el traje de baño favorito de Gerardo: un micro bikini amarillo de tela delgada que marcaba bien la forma de sus labios. Por atrás, el trajetenía un hilito que se metía entre sus nalgas blancas y redondas. Además, tenía un pequeño tutú amarillo y un top. Hizo sus deberes un poco distraída. Sonreía pensando en su aventura esta mañana con el doctor, en sus bigotes graciosos que le hacían cosquillas al lamerle la conchita, en la polla grande que tenía, en lo rico que se lo metió por detrás, en el sabor dulce de su esperma, en el semen salado del chofer, y se preguntó cómo sería la próxima sesión. Hizo sus deberes un poco distraída, con recuerdos del inesperado aventón en la limosina y cómo resultó chupando dos vergas y tomándose dos corridas completas y chupando la tercera verga de su vida.
Lejos de ahí, una conversación marcaba el destino de Kira:
Dr. Vargas: Santorini, amigo. Te tengo buenas noticias
Santorini: Mi viejo doctor Vargas ¿Qué me cuentas?
Dr. Vargas: Te tengo una sorpresita, mi amigo Santo, para pagarte los favores que me has hecho.
Santorini: ¿Así de buena está le sorpresa que con eso me pagarás todo lo que he hecho por ti, viejo loco? ¡Jajajaja! Si es así, habla que tal vez te siga el juego.
Dr. Vargas: Escucha bien, Santico. 6 añitos. Linda. Rubia. Ojos color miel. Talentosa. Te va a volver loco; eso te lo garantizo, amigo.
Santorini: Suena muy interesante, Varguitas. ¿Y cómo cuándo y dónde?
Dr. Vargas: Donde siempre, Santo, en mi consultorio. ¿Mañana a las 10:00 am.?
Santorini: Hace tanto que no me llamabas que ya no recordaba. Si me aseguras que vale la pena, allá estaré.
Dr. Vargas: Acá te espero. No te vas a arrepentir.
El doctor arregló la cita con Santorini, su viejo amigo de fiestas. Santorini era un empresario muy respetado en el país. Apoyaba el arte y la educación. Junto con Vargas, encontraron en la fundación del colegio una forma para apoyar a los talentos con becas y otros programas. Habían descubierto músicos que gracias a ellos estudiaron en prestigiosos conservatorios y lo mismo hicieron con físicos, matemáticos, pintores, deportistas, y muchas mentes brillantes. Eso hacía que su colegio fuera tan reconocido. Pero los dos hombres también andaban al acecho de otros talentos, como el de Kira.
Kira almorzó, se cepilló sus dientes, y tomó una siesta. Durmió profundamente y tuvo un sueño húmedo. Veía al doctor lamerle entre sus piernas haciéndole cosquillas con sus bigotes blancos. Luego se veía a sí misma bajándole el traje de baño al profesor de natación y sentía los chorros calientes de semen del chofer en la boca y los de su padrastro en el rostro. Los hombres se tomaban turnos para follarle la boca y correrse en su garganta. Alguien la penetraba por detrás y su coñito lubricaba con las caricias del doctor. Su sueño se hizo tan húmedo que despertó sobresaltada, y para su alegría, vio que su sueño se había hecho realidad; Gerardo estaba entre sus piernas, dándole placer con la lengua. Su padrastro le había corrido la tanguita para un lado y la lamía delicioso. La niña se alegró de verlo. Ella lo amaba profundamente. Él era el hombre de su vida, él que ella escogió y el primero a quien entregó su cuerpo y su corazón. Por su parte, Gerardo también la amaba y no veía la hora de tomar su última virginidad para que fuera ciento por ciento suya.
—Hoy es el día, mi vida— le dijo Gerardo a milímetros de la vaginita húmeda, palpitante, rosadita e hinchada. Kira no sabía si Gerardo le hablaba a ella a su vulvita. El hombre le sobaba los muslos. Kira lo miraba sorprendida, excitada, sin saber exactamente a qué se refería, pero ansiosa por descubrirlo. Kira alzaba el pecho respirando fuerte. Estaba tan emocionada que se humedad le brotaba como un minúsculo nacimiento de agua. Gerardo poco a poco se deshizo de su ropa sin dejar de darle placer a su bella amante en todos los rincones se su pequeña vulva. Luego, le quitó la tanguita con el tutú y le separó las piernas. Gerardo arrodilló entre los muslos de Kira. Se agarró el miembro, duro como roca, y masajeó con el glande la rajita caliente y jugosa provocando pequeños espasmos en todo el cuerpo de la niña. Gerardo no necesitaba más pruebas para saber que ella estaba totalmente lista. Kira apretaba y relajaba rítmicamente la vagina y el ano; la crema del doctor al interior de su recto le causaba otras emociones que la ponían a mil, que le pedían sexo desesperadamente.
Un grito de dolor llenó la casa. Los perros ladraron alarmados. Kira clavó las uñas en la espalda del hombre que le acaba de quitar la virginidad y lo rasguñó tratando de liberar el dolor que parecía partirla en dos. Gerardo se quedó quieto dentro de la niña, disfrutando de esa perfecta estrechez, dichoso de ser el primero en haberla penetrado. Kira gemía y Gerardo la consolaba. Le decía que la amaba, que todo estaría bien, que nunca más sentiría ese dolor, y que pronto se empezará a sentir bien. A pesar la dulce estreches de ese canal recién, Gerardo, como el tigre que atrapa su presa y la tiene quieta prensada en sus fauces hasta que deja de oponer resistencia, tuvo paciencia porque sabía que así la recompensa sería mucho mayor. Así que, sin afanes, Gerardo consiguió que el dolor de la niña se disipara y que ella se relajara y permitiera que su cuerpo empezara a gozar. Leyendo con atención la respuesta de la nena, el hombre empezó a moverse muy lentamente mientras con el pulgar derecho le masajeaba el clítoris. La pomada del doctor, diluida en el reto de la niña, también hacía su trabajo de excitarla y hacía que la niña moviera su cadera. Gerardo entraba y retrocedía despacio, metódicamente, un milímetro más profundo cada vez, una fracción de segundo más rápido un poquito más de placer.
Pronto las uñas firmemente clavadas en la espalda de Gerardo dejaron de herir y empezaron a acariciar. El placer que Kira sentía se reflejaba en sus manos inquietas que se deslizaban de arriba abajo y en los círculos que dibujaba su cadera. La bella rubia, recién desvirgada, empezó a halar al hombre de la espalda y traerlo hacia ella pidiendo una penetración más profunda. Gerardo, que ya casi no podía controlarse más, lograr meterlo todo en la pequeña vagina. El canal de Kira le apretaba perfectamente, desde la punta hasta la base, como un guante perfecto. Al retroceder, los pequeños labios se abrían a cada lado y la vaginita succionaba como negándose de quedarse sola. Al entrar, los labios se hundían mientras besaban cada pulgada del miembro y la vaginita acariciaba empapada y caliente la herramienta que la estrenaba. Adentro-afuera, mete-saca, adentra-afuera, mete-saca, rápido, moderado, lento, más rápido, fuerte, suave, la mitad, hasta el tope, duro, adentro… así estuvieron los amantes hasta que de pronto Gerardo sintió el dolor en la espalda; la niña enterró las uñas en su espalda, pero esta no era por dolor, sin por placer. Kira lanzó otro grito, pero de puro goce. Kira tuvo un fabuloso orgasmo que le hizo olvidar cualquier dolor y la sumergió en un mundo de deleite infinito. Gerardo se lo metió hasta el fondo y se detuvo para dejarla gozar su clímax. Los fluidos de la niña bajaban por el escroto del hombre. Gerardo retomó su tarea en busca de su propio orgasmo, lo cual sería muy fácil con esa vaginita tan estrecha, jugosa, y caliente. En posición de misionera, la volvió a follar con ganas. Se lo metía hasta el fondo y las bolas le golpeaba la parte baja del culito de la nena. Algunos minutos de placer más en ese canal celestial y tres chorros hirvientes llenaron la vaginita sedienta de la niña. Gerardo lo retiró rápido y como acostumbraba, soltó un chorro sobre cuerpo de la nena que cayó sobre su abdomen suave y sobre su tierno pecho, coronado por esos dos duros botoncitos rosados. Rápidamente le apuntó a la cara y a la boca de la niña. Kira abrió la boca, estiró la lengua y recibió otros tres chorros que le embadurnaron la cara y la lengua.
—No te podía dejar sin tu lechesita diaria— dijo Gerardo mientras se acercaba más a su boca para su sesión de limpieza. —Qué lindo— dijo Kira sonriendo y empezó a mamar. Gerardo jamás habría imaginado que su hermosa amante ya había tragado tres corridas completas. La primera vez, luego de que el doctor Vargas la folló por el ano en su consultorio y le eyaculó en la boca. La segunda, otra dulce bocanada de semen del doctor cuando Kira se lo mamó de camino a casa. Y la tercera, una espesa y acida corrida de Jean Luc, el chofer del doctor, un hombre alto y de pocas palabras que le folló la boca rudamente y la hizo esperar varios minutos con la boca llena de semen antes de permitirle beberlo.
Kira le exprimía las últimas gotas a Gerardo mientras su vaginita dejaba salir una mezcla de sus propios jugos, semen, y algunos ligeros rastros de sangre. Gerardo usó su miembro para recoger el semen de la cara de la niña y llevárselo a la boca. Kira ya bebía cuanto recibía casi sin problema, pero seguía siendo cariñosa y dulce, y esa combinación volvía loco a Gerardo. Al fin y al cabo, era apenas una chiquilla, una niña como cualquier otra, la única diferencia era que por alguna razón había conocido el amor pasional mucho antes de lo que se considera normal.
Dejamos por hoy a Kira, recién desvirgada, chupándole la polla a Gerardo mientras él le acaricia la hermosa cabellera rubia.
Un capítulo muy caliente y… con mucha leche.
Joder!! como disfruto el ordeñarme leyendo esto.