KIRA (Amante 6yo). Capítulo 8. ANALisis.
Kira disfruta una tarde con su padrastro.
KIRA (Amante 6yo). Capítulo 8. ANALisis.
Esta es la octava parte del inusual romance entre Gerardo, un viudo de 37 años, y Kira, su hermosa hijastra de 6 años, de cómo se conocieron, cómo se hicieron amantes, y sus primeros encuentros sexuales.
Kira acababa de perder la virginidad (capítulo 7). Había estado haciendo el amor con su padrastro toda la tarde y se le había hecho tarde para su de clase privada de inglés. Por eso llamó a Camilo, su tutor de inglés, y le pidió que hicieran la clase de manera virtual porque estaba un poco indispuesta. Recién el día anterior, Kira había tenido sexo anal por primera vez con Gerardo, su padrastro. Hoy, habían hecho el amor por primera vez por delante. Aparte de las dos veces que tuvo sexo anal ayer, un afortunado viejo, que era el médico y fundador de su colegio, también la había follado por detrás hoy en la mañana. No contenta con que su padrastro se corriera en su boca varias veces ayer, esta mañana bebió dos corridas del doctor, una en su consultorio después de que tuvo sexo anal con el viejo y otro en su auto cuando éste “amablemente” la trajo a casa. Además, bebió una tercera corrida por cortesía del chofer del doctor, un flaco que le folló la boca y por alguna extraña razón la hizo caminar varios minutos con su esperma en la boca. Con todo lo que Kira había hecho, debería estar satisfecha y más aun teniendo en cuenta que a su corta edad no tendría por qué tener deseos sexuales tan fuertes y, mucho menos, verse envuelta en tales situaciones que serían incluso bastante intensas para una persona adulta. Sin embargo, Kira tenía un precoz interés por la sexualidad. Sumado a esto, el mismo médico que conoció esta mañana le dio una misteriosa crema que, si bien le estaba ayudando a aliviar algunas molestias, le había elevado su deseo sexual y le hacía sentir un cosquilleo que le invadía todo el cuerpo exigiéndole más y más sexo.
Como dijimos, hoy Kira acababa de perder la virginidad y estaba un poco indispuesta a consecuencia de si primera penetración vaginal y por la fogosidad que no la dejaba tranquila. Por eso tomó su clase privada de inglés de manera virtual. Su profesor era un joven estudiante de pregrado que se ganaba la vida enseñando a niños de familias acomodadas. Se éxito radicaba en su gran carisma con sus pupilos y su amor por enseñar. Camilo sentía especial predilección por Kira porque ella aprendía rápido y, aparte de talentosa, era alegre y muy linda. Su bella sonrisa siempre alegraba al joven profesor y así su trabajo era mucho más agradable. Además, en los últimos meses, Kira había pasado de ser una niña reservada y fría a ser un chiquilla cariñosa y expresiva, esto a consecuencia de su relación con Gerardo y de ese intenso deseo que la atraía a buscar intimidad con los hombres. Desde hacía algún tiempo, Kira disfrutaba diariamente de dar y recibir sexo oral, por eso era mucho menos tímida y no le costaba ningún esfuerzo saludar a Camilo y despedirse con un besito en la mejilla; era un gesto sencillo, pero cargado de afecto y ternura. A Kira también le parecía normal rozarle el pene al profesor como muestra de cariño, al igual que lo hacía desde el inicio de su relación con su padrastro. Ella consideraba ese gesto una manera de decirle “Gracias” y “Te aprecio” y también era una clara invitación a compartir algo más íntimo, pero Camilo no veía ninguna intención extraña en la niña y creía que eran simples accidentes. Aunque a veces los roces de la niña le causaban erecciones, Camilo calmaba su deseo con la madre de alguna estudiante o con su novia. El profesor no veía a Kira ni remotamente como la veía su padrastro, quien la había introducido desde cero a la vida sexual y recién había tomado su virginidad trasera y delantera ayer y hoy respectivamente. Camilo tampoco la veía como el doctor Vargas, quien a pocos minutos de conocerla ya estaba metido entre sus piernas dándole placer con la lengua y luego la había enculado e incluso la había hecho tragar su leche. Mucho menos la veía como el chofer, un bruto robótico que le usó la boquita como vagina, se vino en su boca, y la hizo caminar con la boca llena de semen durante boca varios minutos. Camilo tampoco hacía con Kira nada de lo que hacía el profesor de natación, quien no perdía oportunidad para sacarse el pene debajo del agua y hacer que la niña lo pajeara y que, mientras le ayudaba a mejorar la técnica de natación, la masturbaba dentro de la piscina en plena clase; la pobre Kira salía de la piscina con la vulva hinchada, goteando, y el vestido de baño metido dentro. Camilo tampoco tenía pensamientos como los del señor Santorini, un empresario amigo de Vargas, el médico fundador del colegio. Aunque Santorini ni siquiera conocía a la niña, ya se la imaginaba en cuatro. —Espero verte en persona en dos días. Bye— se despidió el joven a través de la pantalla del computador al terminar la clase. —Me too. Bye, Cami— Se despidió Kira sonriendo, le envió un beso y guiño un ojito. Fue entonces cuando Camilo se dio cuenta de que algo faltaba: la clase había terminado y tenía una erección.
Al terminar la clase, Kira tomó otra ducha. Luego se aplicó más de la crema que le había recetado el doctor Vargas. Kira se hundió un dedo embarrado de crema hasta el fondo de su recto. La sensación le gustó tanto que se introdujo otro dedo. Hizo lo mismo por delante y obtuvo el mismo resultado. La niña estuvo un rato metiéndose y sacándoselos dedos por detrás y por delante pensando en la enorme verga del doctor, en la leche amarga del chofer, el las bolas grandes de Gerardo, en la polla gruesa del profesor de natación, y en las erecciones que la daba al profesor de inglés. Estuvo masturbándose hasta que terminó la crema. La medicina era una mezcla de antiséptico, desinfectante, estimulante sexual, lubricante, y una muy leve cantidad de viagra femenino, así que sí le estaba ayudando a agilizar su sanación, pero también la tenía en un estado de excitación que la pobre se sentía desesperada.
Kira se puso la pijama y Gerardo la llenó de abrazos, besos, palabras de afecto, y todas las muestras de cariño que pudo; él acababa de desvirgarla y, aunque sabía perfectamente todo lo que la niña había gozado, se sentía culpable. Gerardo se aseguró que de Kira supiera que no estaba sola, que él estaba a su lado y lo que habían hecho era dar paso más en su vida romántica, que les traería mucha más felicidad. Le dijo que estaba bien sentirse confundida o triste y que no debía reprimir sus emociones. También le recordó todas las cosas difíciles que antes había superado y le pidió que recordara toda su fortaleza para seguir adelante. La niña no se sentía mal, en absoluto, aparte de un leve dolor, estaba feliz de haber hecho el amor con él. Sin embargo, sus palabras le ayudaron a sentirse mucho mejor. Además, él le preparó su comida favorita, le preparó los útiles y el uniforme para el día siguiente, la llevó a la cama, la envolvió con amor paternal en sus cobijas. Gerardo quería procurarle todo. Quería ser una mezcla de padre, amigo, y amante. Quería hacerla feliz.
Finalmente, Gerardo le dio un beso en la frente y se despidió, pero cuando estaba a punto de irse, Kira lo tomó de la mano y le dijo —No te vayas, Ger. No quiero estar sola—. Gerardo se agachó, le dio un leve beso en la boca y le dijo —Está bien. Acá estaré—. Se quitó los zapatos, se metió a la cama y la abrazó con ternura, dispuesto a darle todo el cariño y apoyo necesario. Pero Kira no estaba en realidad para tanta ternura. Sus dos agujeros están listos para la acción y pedían algo que ella no podía darles sol. La preciosa rubia de 6 añitos necesitaba un último round para poder dormir.
Kira se recostó sobre el pecho de Gerardo, subió una pierna sobre las de él y su mano inmediatamente buscó el bulto del hombre causándole una erección instantánea. Gerardo se había estado aguantando las ganas. La niña liberó el miembro rápidamente y empezó a subir y bajar la mano por el miembro. —Quiero hacerlo otra vez ¿Quieres?— preguntó la niña sabiendo la respuesta y sin dejar de acariciar. —Claro, amor. ¡Qué rico!—. Gerardo no iba a negarse. Sin preguntar más, la pequeña rubia se abalanzó a chupar.
Acercó la punta a sus labios, abrió la boca, introdujo la mitad del glande y lo chupó como si fuera un helado. Repitió lo mismo cuatro veces. Luego lamió esa paleta caliente pensando en las otras dos vergas que había chupado por la mañana. Pasó la lengua de la punta a la base, como hizo con el pene grueso, largo y curvo del doctor. Luego se folló ella misma la boca, recordando al chofer que le folló la boca con su verga larga, flaca y cabezona. Después le lamió las bolas mientras lo pajeaba, recordando los pajazos que le hacia al profesor de natación dentro de la piscina. Luego le dio besos en la cabeza, pensando en los besos que le daba en las mejillas al profesor de inglés mientras la rozaba la polla.
—Desnúdate, Kirita— le pidió él, quitándose también la ropa. La niña se paró en la cama y se quitó la pijama. Gerardo le besó los pezones, le sobó la entrepierna, y descubrió que la niña ya estaba húmeda y lista para ser penetrada. Gerardo se acostó bocarriba, se agarró el miembro y le dijo —Siéntate. Ve a tu ritmo—. Kira sonrió y obedeció. Lo metió con cuidado. —Ufff— gimió ella y lanzó pequeños suspiros. En pocos segundos, su esfuerzo se recompensó y se vió sentada a horcajadas sobre su amante con todo el miembro adentro. La niña arqueó la espalda y soltó un exquisito —Ahhhh—. —Eeesoo, hermosa. Qué rico. Muévete. Arriba y abajo— la dirigió Gerardo. Kira estaba feliz de comprobar que era cierto que no volvería a sentir el dolor de la primera vez. Kira cabalgaba, siguiendo los impulsos de su cuerpo. Gerardo agradeció al destino por tan precioso regalo: una chiquilla rubia, de ojos color miel, hermosa, con tal apetito sexual, y con esa vaginita tan estrecha y tragona es una en un millón.
Kira se movía y se sentaba encantada hasta que los ásperos vellos púbicos de su hombre se aplastaban contra su piel. Aunque inexperta aún, su coñito tan rico, tan estrecho, tan jugoso, tan calientico, podía exprimirle la leche a cualquier hombre en segundos. Kira sentía diez veces más rico que la primera vez. Gerardo también estaba en el séptimo cielo. La niña le hacía voltear lo ojos con cada movimiento, pues encima de la estrechez de esa vaginita, la crema del doctor multiplicabas las sensaciones para ambos. Pero Gerardo no quería venirse tan rápido, así que de repente dijo —Amor, ponte en cuatro patitas, como los perritos—.
—Eso mi vida— dijo el hombre contemplando el trasero divino de la nena mientras se ubicaba detrás de ella. Los ojos de Kira se abrieron al máximo cuanto sintió un de los pulgares de Gerardo entrándole en el ano. —Mmmmfff— gimió la nena cuando el pulgar empezó a hacer movimientos circulares en su recto. Sin dejar de mover el pulgar, Gerardo le dijo —Si yo fuera un perrito y te viera así, en cuatro patitas, con ese hermoso culito paradito, te haría esto— y le metió la verga por la vaginita hasta el fondo. Kira gimió de placer. El grueso pulgar en el recto y el miembro duro en su canal vaginal la transportaban a un mundo de placer. Su cabellera dorada empezó a saltar al ritmo de las embestidas. Clap, clap, clap… sonaba duro en la habitación mientras follaban. Los dos cuerpos chocando parecían aplaudir. Clap, clap, clap. De pronto la niña empezó a llorar de placer; la invadió un orgasmo como nunca antes había tenido. Enterraba las uñas en las sábanas y arqueaba la espalda levantando más el trasero. Gerardo sentía cómo esa vaginita se contraía hasta empujarlo inexorablemente al abismo del clímax.
Si poder contenerse más, Gerardo le sacó el pulgar del recto y el miembro de la vulvita deliciosa y corrió frente a ella. Le abrió la boca usando el mismo pulgar que le tenía enterrado en el recto. A punto de correrse le ordenó —Abre bien grande y saca la lengua. Yaaa…— le apuntó a pocos centímetros de la nariz, y eyaculó como nunca antes en el rostro y en la boca de la muñequita. —Aaaaahhjj… mmmmhhh… ssiiiii… Aaaahhh…— Kira, aun enloquecida por el placer del orgasmo, sintió los chorros del hombre quemándole el rostro y salándole el paladar. El orgasmo fue tan fuerte que Gerardo no pudo controlar sus emisiones y la pobre niña terminó convertida en un revoltijo de esperma, lágrimas, sudor, saliva y hasta mocos.
Después de la brutal corrida, Kira tenía los ojos cerrados, cubiertos por la densa simiente de su macho, y esperaba el miembro en la boca para limpiarlo y beber los restos de semen como siempre hacía. Pero se quedó con la cara empapada de leche y en vez de sentir, como siempre, la verga en la boca haciéndole tragar leche, lo que sintió de pronto fue que su ojete empezaba a agrandarse y algo enorme entraba sin que su esfínter opusiera resistencia. El efecto de la crema era tan fuerte que, a pesar de la tremenda eyaculación, Gerardo mantenía una erección casi dolorosa que solo sentiría alivio con el abrazo del cuerpo de la niña. Sin perder un segundo, el hombre empezó a bombearle por el recto. Kira se tomó la leche que había caído en su boca y se dejó rendir antes la más deliciosa sesión anal que había vivido. Kira se dejó caer de pecho contra el colchón, hundió su rostro en una almohada manchándola de su maquillaje blanco, y empezó a morder la tela sin poder controlar su excitación.
Gotas de sudor bajaban por la espalda del hombre que se agarraba de la cadera estrecha de la niña para enterrarle la polla hasta el límite en su recto. El sudor en el rostro de la niña y sus lágrimas de placer hacían resbalar los pegotes de semen por su frente, sus mejillas, y sus labios. El hombre tensionaba sus músculos en cada movimiento desesperado, como si su vida dependiera de follar ese estrecho recto. Kira se mordía los labios tratando de evitar gemir, pero era imposible, era como si cada vergazo le empujara un quejido desde el esfínter hasta la punta de la lengua. Las manos del hombre se hundían en la cadera de la niña.
Tras apenas dos minutos de sexo anal duro, Kira tuvo otro orgasmo. Su mirada perdida no sabía qué hacer. Jadeaba rápido sin poder emitir palabras. Su cuerpo temblaba como una fuerte corriente eléctrica la sacudiera. Sentía que se orinaba y se cagaba al mismo tiempo. La pequeña tensionaba sus músculos tratando de tolerar las fuertes sensaciones. Las venas de su cuello se engrosaban y su cara se ponía cada vez más roja. —Eso, hermosa. Gooza con mi verga en tu culo, mi amor. Eeeso— le dijo Gerardo agarrándola fuertemente pero cayó aplastándola contra el colchón. Gerardo no dejó que la niña se le despegara para poder seguir clavándola por ese culito tan delicioso. La niña sacudía rápido la cadera involuntariamente, enloquecida, como bailando una especie de perreo acelerado. Casi un minuto después, la niña recuperó un poco el control y dijo gimiendo —Mmmmmmffff… amoooor. Qué riiicooo. Qué riiicooo—. Esas palabras aceleraron el motor del hombre, que tomó nuevas energías y arremetió contra ese ojete precioso. PAF.. PAF.. PAF… jadeos, suspiros, llanto… Un minuto más y era imposible para ambos resistir tanto placer. Gerardo le sacó el miembro ya a punto de explotar y le ordenó a la niña —Arrodíllate. Chupa rápido—. —Mmmmm— dijo la niña atrapando el glande en su boca golosa. Los únicos sonidos en la habitación provenían de la voraz mamada de Kira: Tschukk… sschuiik… mmmmjjj —Eso, sigue, ya casi— la animó Gerardo. Chup… shuuuj… mmm… chuuup… Y de pronto —Uuuuu… uuumm— empezó a gruñir el hombre liberando toda su esperma en la boca sedienta de la hermosa rubia de 6 años. Gimió más de una docena de veces llenándole la boca hasta rebosar. Kira, con los cachetes inflados, trataba de contener toda la leche. Gerardo al fin le sacó el miembro aun erecto y le dijo —Muéstrame—. Kira abrió pero el semen se rebosó y escurrió por la comisuras de sus labios. Instintivamente cerró la boca para no dejar perder una gota. —Wow, amor, nunca en la vida me había corrido tanto. Dale, traga— ordenó el hombre. La niña se empezó a beber y varios tragos después, finalmente dijo —Qué sabrosa leche— y empezó a relamerse los labios. Gerardo se dejó caer de espalda en la cama. —Queda un poco más— le dijo invitándola a chupar más. Kira se acostó a su lado en posición fetal, se metió el pene hasta donde le cupo y, de nuevo, sólo se oía la boca ardiente chupando: Tschukk… sschuiik… mmmmjjj buscando desesperadamente las últimas gotas de esperma. Gerardo no podía moverse, solo podía pasarle la mano a la niña por su hermosa melena rubia mientras ella se lo chupaba. Chup… shuuuj… mmm… chuuup… mmm cada vez más despacio, más tiernamente, hasta que ambos se quedaron profundamente dormidos. Gerardo no podía tener un sueño mejor que lo que acababa de vivir. Ella, como si fuera una bebé, durmió chupando su tetero, esperando más leche caliente.
Acá dejamos a nuestros amantes, dormidos y exhaustos. El eyaculando dormido en la boca insaciable de la niña. Ella bebiendo semen fresco de su hombre sin saber si es un sueño o no. La niña retomará su tratamiento médico mañana y le aguardan varias sorpresas. Ya veremos.
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