KIRA. Capítulo 1. El comienzo.
Esta es la historia del inusual romance entre Gerardo, un viudo de 37 años, y Kira, su hermosa hijastra de 6 años, de cómo se conocieron, cómo se hicieron amantes, y sus primeros encuentros.
KIRA. Capítulo 1. El comienzo.
—Aaaahhhh—gemía el hombre de 37 años eyaculando en la boquita de la niña de 6.
Aquella tarde después de clase, Kira se deleitó recibiendo siete chorros de semen caliente directamente en su pequeña boca. Los disparos de leche caliente se estrellaban contra el interior de sus mejillas, contra el paladar, contra su lengua, liberando una explosión de sabores que la excitaba cada vez más. El contacto cálido y viscoso de esa leche salada en su lengua la transportaba a un mundo de placer instantáneo. La textura cremosa del espeso líquido recorría sus dientes, sus encías y su lengua, creando una sinfonía de sensaciones. Cerraba sus ojos color miel para disfrutar plenamente del momento, sintiendo el calor de cada nuevo disparo. Sin duda, ese glande palpitando en la boquita ansiosa de Kira, no solo la llenaba de semen, sino también de una gran felicidad.
Esta es la historia del inusual romance entre Gerardo, un viudo de 37 años, y Kira, su hermosa hijastra de 6 años, de cómo se conocieron, cómo se hicieron amantes, y sus primeros encuentros sexuales.
—Mmm—suspiraba Kira saboreando el espeso líquido, ansiosa por beberlo. Sus manitas acariciaban demostrando ternura y ganas de más. La una masajeaba las bolas largas, grandes y peludas como si quisiera exprimir más y más semen. La otra mano, agarrada del grueso miembro, iba de atrás hacia adelante, una y otra vez.
—Wow—dijo Gerardo recuperándose del intenso orgasmo y aguantándose las ganas empujarle la verga hasta el fondo de la garganta porque sabía que debía seguir haciendo las cosas con inteligencia. Le sacó el pene de la boquita lentamente y le dijo con ternura y picardía —Espera, no bebas tu lechecita aún. No seas tan ansiosa—. Mirándola con mezcla de amor y morbo, le ordenó dulcemente —Muéstrame la leche. Abre grande—. Kira abrió la boca obediente y sonrió. —Eso, qué sexy, mi amor. Qué linda te vez—. Gerardo no mentía. Kira se veía linda, tierna y sexy y él realmente la amaba. Un hilo blanco de semen y saliva colgaba entre los hermosos labios de la niña y la punta del pene del hombre. La lengua de la hermosa Kira nadaba entre semen espeso y caliente. Kira sentía tantas emociones, pero, sobre todo, sentía cómo le palpitaban la vaginita y el anito porque sabía lo que vendría después. El ojito rosado entre sus nalgas redondas se le abría y cerraba sin control, ansioso por lo que le esperaba. Sentía también felicidad por ver a su hombre feliz y estar a punto de beberse todo su amor.
Nadie al pasar por aquella lejana carretera se imaginaría que, en aquella casa de recreo, una dulce rubia de 6 años estaba de rodillas, desnuda, con una mano alrededor del pene erguido de un hombre de 37 años, con la otra masajeándole tiernamente las bolas, con la boquita abierta y rebosante de semen, con el corazón acelerado, la vulvita húmeda e hinchada y el anito abriéndose y cerrándose por si mismo a la espera de más amor. Pero lo que quizás nadie pensaría al ver esta escena es que realmente era un momento de amor, prohibido y tabú por supuesto, pero amor puro y verdadero. Ella amaba ese pene desde antes de chuparlo por primera vez. Meses atrás, cuando sus juegos eran más inocentes, ella le rozaba el miembro con la manito porque no se aguantaba las ganas de tocarlo y Gerardo pretendía no darse cuenta. Kira amaba esas bolas desde antes de aprender a lamerlas y a masajearlas. Meses atrás, Gerardo hacía bromas mientras jugaban; le decía –Ten cuidado con mis bolitas. Ay— y ella reía. Kira adoraba ese semen desde antes de sentir ese sabor salado, desde recibir chorros calientes en su espalda al final de un buen anal o en la pancita después de alguna buena follada o en cualquiera de los tantos lugares de su cuerpo que a cada rato recibían los lechazos calientes de Gerardo. Kira amaba a ese hombre que desde el primer día la alegró y la hizo sentir protegida, hermosa y amada.
Gerardo, a su vez, amaba a esta tierna niña, cuya precoz curiosidad sexual, terminó llevándolos a esta aventura prohibida. Gerardo amaba cuidar de ella, que comiera y vistiera bien y que no le faltara nada, pero también la amaba como mujer, con pasión y locura. Por eso, Así como era capaz de acariciarle el cabello y rozarle una mejilla con gran delicadeza o de darle algún regalito que la hiciera feliz, era capaz de encularla con locura hasta saciarse salvajemente con su frágil cuerpo.
Orgulloso de ver su masiva corrida en la boca de la nena, Gerardo hizo un gesto de aprobación y le ordenó —Ya, amor. Tómate tu semen. Es para ti, con todo mi amor—Kira, obediente, cerró su boquita y bajó con fuerza tres tragos de semen ardiente. A Gerardo le excitaba ver cómo la niña cerraba los ojos con cierto desagrado a causa del fuerte sabor y como se formaba un bulto en su garganta cuando tragaba su leche. —¿Está rico? ¿Te gustó? —preguntó el hombre. —No sé. Es raro. No es rico. Pero me gusta— respondió ella sonriente mientras el semen le ardía como un trago fuerte la garganta al bajar. Kira poco a poco se iba acostumbrando al sabor. Gerardo la había preparado desde mucho antes, diciéndole que no sería rico, pero que al le gustaría mucho que ella hiciera ese acto de amor por él. –Déjalo bien limpio. Ya sabes cómo es— le ordenó Gerardo empujando su pene contra su boquita. Kira, abrió su boca y recibió el miembro a por poco no le cabía en la boca y empezó a mamar nuevamente.
La hermosa rubia inhaló profundamente el aroma embriagador y se llenó las fosas nasales del aroma del sexo. Su lengua serpenteaba saboreando las últimas gotas de esperma. Chupeteaba y tragaba una mezcla de saliva y de la semilla ácida de su hombre. En ese instante, solo existía para ella el pene grueso de su amante, las bolas que no le cabían en la mano, y el sabor del semen, que poco a poco se desvanecía y se perdía en el fondo de su garganta.
Finalmente, Gerardo retiró el miembro flácido de la cálida boca de su amada y le dijo —Bésalo—. Kira sonrió le dio un besito en cada huevo u otro grande en la punta del pene. —Muuuuuac— se escuchó en la habitación.
Con sus ojos color miel chispeantes de ternura, la pequeña Kira, la pequeña rubia de cabellos largos y ondulados, en tomó con sus manitas suaves como plumas el miembro que ya empezaba a recobrar su erección y lo puso contra su mejilla y lo abrazó con todas sus fuerzas, como cuando abrazaba a sus muñecos de peluche. Le dio más besitos cálidos y cariñosos como si fueran gotas de miel, uno en la base —Muuuuuac—, uno en la mitad —Muuuuuac—, y uno en la punta —Muuuuuac— y después lo mordió delicadamente en la mitad —Grrrrrrr— grunó la niña jugando a ser una perrita con ese ya duro y potente hueso en la boca. ¡Qué escena más tierna y adorable! Ambos rieron y, finalmente, se abrazaron tiernamente, unidos por un amor tan grande como el cielo.
La fuerte conexión entre Kira y Gerardo, los precoces deseos de ella y la perversidad de él, los llevará a vivir aventuras más allá de los límites a los que muchas personas han sido capaces de llegar.
Me parece tierno y emocionantemente lujurioso esa clase de amor entre ambos amantes. Espero que no dejes de contar mas «aventuras». Un saludo.
Me encanto… Sin duda voy a leer toda la historia