La Bebota y El Payaso Manotas
Una nena demasiado desarrollada para su edad, pero tremendamente ingenua; conoce a un viejo pervertido, buscado por acoso sexual, que se disfraza de payaso para hacer de las suyas. .
El siguiente relato es totalmente ficticio. Fuera de los límites de la realidad. Bajo ningún concepto se debe tomar como una incitación al sexo con menores de edad o con personas incapaces de consensuar un acto sexual. Recuerden que todo esto es meramente fantasioso.
Roxanita es una niña de diez años, como ninguna otra. Les puedo asegurar que aunque busquen en todo el mundo, jamás encontrarán a una nena igual. Es alta para su edad. Alcanzando 1.50 de altura. Es de piel morenita, cabello negro, lacio y muy cortito. Le gusta usarlo a la altura de sus orejas. Tiene unos ojos preciosos color miel. Sus facciones son muy lindas y finas, como las de la mayoría de niñas de su edad. Es delgada, pero no precisamente flaca, simplemente tiene una excelente complexión natural. Pero lo más impresionante, y en sí lo que la distingue de cualquier otra niña de su edad, es lo increíblemente desarrollada que está para su edad. Los genes de Roxanita le han otorgado un par de senos completamente desarrollados, grandes y redondos. Que por imposible que parezca, no lucen desproporcionados a su cuerpo, sino que hacen una excelente armonía con este. Su abdomen plano luce muy sexy, acompañado de una pequeña cinturita de avispa y unas caderas bastante amplias, que anticipan lo que hay detrás de ella: un fabuloso culo formado por dos nalgas grandes, redondas y bien paradas. Con el volumen perfecto. Es decir, no es como esas chicas que se dicen culonas, pero solamente tienen unas nalgas gordas y gelatinosas, no; ella las tiene firmes, sin una sola imperfección, a pesar de ser una niña tan culona. Cualquier chica fitness le enviaría ese culo que tiene de manera natural y a tan corta edad. Eso, y también las increíbles piernotas que se carga. Unas piernas torneadas y estilizadas que muchos señores imaginan tener sobre sus hombros. El cuerpo de la nena es un monumento perfecto a la lujuria.
Sin embargo, a pesar de lo que se pueda pensar de ella, no es para nada consciente del cuerpo que posee. Tiene una mentalidad demasiado infantil y, aunque suene grosero decirlo, bastante tonta la verdad. No es nada inteligente, además de increíblemente ingenua. Para prueba de ello, un día su papá, bromeando, le dijo que el terciopelo lo sacaban de la delgada cascara del durazno, y se lo creyó totalmente; igualmente se ha creído que la luna es de queso y que todos los monstruos vienen en un planeta muy, muy alejado de la Tierra (cosa que le dijeron sus papás para que no tuviera miedo por las noches) Absolutamente todo lo que le dijeran, sin importar cuan ilógico o descabellado fuera, ella lo creía ciegamente. Así que, cuando los hombres miraban su cuerpo con lascivia, ella ni siquiera se inmutaba, pues para ella no había nada de malo en ello.
Esto preocupaba mucho a sus padres. Quienes se sentían intranquilos por la combinación de su ingenuidad con su cuerpo tan desarrollado. Pues sabían que en el mundo hay mucho viejo pervertido que podrían aprovecharse de la extrema ingenuidad de la niña, para hacerle toda clase de morbosidades a su princesa. Pero la idea de tener que hablar con ella sobre esos temas, les rompía el corazón. No querían que la mente infantil de la niña se viera corrompida por temas sexuales y mucho menos cosas que la asustarán e hicieran sentir insegura. Así que optaron por no mencionar nada sobre ello. Terrible error.
Los papás de Roxanita eran de pocos recursos. Así que ambos trabajan hasta muy tarde. Le daban de desayunar a su hija por las mañanas y la enviaban a la escuela. Tenían que darle el cambio exacto a la niña para sus transportes, porque la pobre se confundía mucho cuando tenía que recibir cambio. Su ruta de la casa a la escuela y de regreso, se la aprendió después de muchos intentos. Y, al llegar a casa, ya estaba lista su comida sólo para que ella la calentara. Después hacia su tarea y pasaba casi toda la tarde sola, hasta que llegaran sus papás y cenaran juntos, para luego ir a dormir y comenzar un nuevo día. Roxanita nunca salía de casa en el largo tiempo que se quedaba sola. Tenía prohibido eso.
Cierto día, una pequeña feria ambulante se instaló en un gran terreno baldío que estaba justo delante de su casa. La música, las luces, las atracciones y el aroma dulce de las golosinas; fueron demasiado estímulo para la nena. Pegó la cara al vidrio y se maravilló con aquella escena. Jamás había visto cosa igual. Quería ir ahí, pero la detenía las reglas impuestas por sus papás. Sin embargo, la rebeldía propia de la preadolescencia ya empezaba a hacerse presente en su personalidad. Mordiendo la uña de su pulgar, se debatía en acatar la regla de no salir y perderse de aquella atracción (ella no sabía que esas ferias duran más de un día); o desobedecer y salir a conocer ese maravilloso lugar. Después de unos minutos de pensarlo, la tentación le ganó a la razón. Se dijo a si misma que sólo daría una vuelta para ver qué había y regresaría enseguida.
Se puso su ropa favorita, que constaba de su precioso conjunto interior de un corpiño infantil con ositos (que claramente ya no debía usar, sino un sostén), el cual le quedaba prácticamente como un top súper ajustado, que ni siquiera le cubría totalmente sus senos, sino que dejaba prácticamente la mitad al descubierto. Un calzoncito a juego con el corpiño, que debido a lo nalgona que era la niña, le quedaba como cachetero ajustadísimo. Encima se colocó su playera favorita desde que tenía 6 añitos: una blusa blanca, con estampado de Minnie Mouse. La cual se colocó con mucho trabajo, no solamente porque la cabeza apenas cabía, sino más bien por lograr que sus grandes senos se metieran dentro de la blusa. Al colocársela, le quedó como un topcito bastante sexy, dejando gran parte de su abdomen plano al descubierto y sus senos sumamente marcados contra la tela. Incluso el contorno de su corpiño se marcaba con precisión. Debajo se colocó un shortcito blanco también, pero de corazones. El cual ya estaba bastante desgastado, y por lo mismo la tela era demasiado delgada. Al ponérselo, apenas lograba cubrir sus nalgotas. Ni un centímetro más. Y se marcaba su calzoncito cachetero debajo. Con esa ropa, se veía todavía más tetona y culona, de lo que de por si ya era. Unas calcetas blancas largas apretaban sus muslos, remarcando lo piernuda que era la chamaquita. Y finalmente se colocó sus tenis favoritos, que prenden lucesitas al pisar. Tomó sus llaves que metió en su mochilita de Pepa, que se colgó a la espalda y salió dando brinquitos hacia la feria. Con cada brinquito, sus tenis prendían luces y sus tetas daban firmes rebotes sutiles, que dejaban claro la calidad de sus pechos.
Claramente todos los asistentes de la feria, tanto hombres como mujeres, quedaban impresionados al verla. Las mujeres, quedaban escandalizadas, sin poder creer que a una niña le permitieran salir vestida de esa manera. Y, por supuesto, también sentían envidia de que una simple niñita tuviera mucho mejor cuerpo que ellas. Y por otro lado, los hombres no podían evitar mirarla con morbo, imaginándose lo bien que se sentiría manosear a una chiquilla como esa. Claro, hasta que sus mujeres les daban un fuerte codazo.
Roxanita se paseó por la feria muy emocionada. Admirando todo. Ajena al espectáculo morboso que daba. Sin embargo, un poco alejada de todas las atracciones, divisó una camioneta tipo van. Se veía como chatarra. En algunas partes oxidada y en otras con pintura de mala calidad, casi a punto de desprenderse. La camioneta era bastante grande, no tanto como un camión, pero si más grande que una camioneta promedio. En letras pintadas con aerosol decía: «Payaso Manotas» y de pie, recargado contra la parte trasera de la camioneta, estaba un hombre viejo, chaparro y demasiado panzón. Estaba vestido con un traje de payaso que constaba de uno de esos coloridos pantalones grandes, pero este se veía viejo y desgastado. Incluso sucio. Un saco de colores, en el mismo estado que el pantalón, que apenas le quedaba y dejaba totalmente al descubierto su enorme y peluda barriga. Unos guantes amarillentos que quizás en algún momento fueron blancos. Zapatos rojos sin lustrar, de esos enormes que usan los payasos. Y un pequeño gorrito sujeto a su barbilla por un cordón elástico. El tipo tenía una nariz roja y un maquillaje blanco deplorable. A simple vista parecía tener unos 65 años. Fumaba un cigarro que sostenía con una mano, mientras con la otra sostenía una cerveza medio vacía.
A Roxanita le brillaron los ojos como si hubiera encontrado un tesoro. Rápidamente se fue corriendo hacia el tipo. Su mayor ilusión siempre había sido conocer a un payasito. – ¡¡Holaaaa!! Dijo Roxanita con mucha alegría, parándose a un lado del viejo, pasando sus manitas detrás de su espalda baja e inclinándose un poco, de manera infantil. Pero esto hacia que sus senos grandes y redondos, resaltaran bastante. El viejo payaso volteo con desinterés, pero al ver la tremenda bebota que tenía parada a lado y con semejantes tetotas; se le fue el humo del cigarro y hasta tosió por la sorpresa. – Madre de Dios… Comenzó a decir una vez que se recuperó. Con los ojos bien abiertos y escaneando a la nenita con una mirada que denotaba lujuria y morbo. – … Pero qué hermosa princesita tenemos aquí jeje…. Dijo con una sonrisa pervertida, mostrando sus dientes amarillentos y torcidos….
Bueno. Este es un relato de prueba. Quise publicar sólo una parte para conocer sus reacciones. Ver si les gusta este tipo de relatos que se salen de la realidad y así saber si quieren que continúe la historia o mejor sólo lo dejo así. Díganme en los comentarios su opinión y si quieren una continuación. Que estén muy bien.
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