La brocha mágica
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por andress001.
El verano pasado pase unos días en un pueblo de Extremadura. Cerca de casa había una perfumería y en ella una dependienta que me llamo la atención desde el primer momento en que la vi. Tenía un cuerpo muy bonito, sus pechos y piernas eran muy sexis, ella lo sabía y aprovechaba la visita de los forasteros para provocarlos.
Observe que cada vez que tenía que coger algo de debajo del mostrador, se inclinaba de tal forma que su escote dejaba ver sus grandes pechos y cada vez que cogía algo del suelo enfocaba sus rodillas hacia el visitante y le dejaba ver sus alegres bragas.
Esta hembra me engancho, me pasaba el día pensando en ella y deseando tener algo que comprar en la perfumería. Un día llegue y estaba en la trastienda subida en una escalera. Colocaba unos botes en las estanterías altas, me llamó y me pidió que la ayudara dándola frascos del suelo para no tener que bajar a cogerlos, al acercárselas vi como lucia sus bragas, sus redondas cachas del culo y el bello de su pubis a través de sus transparentes bragas.
Mi polla se estiró como un mastil, desde arriba ella veia mi pantalón abultado, me sentía un poco avergonzando pero más caliente que el palo de un churrero y no pensaba dejar pasar la ocasión. La daba las cosas y cada vez aprovechaba para tocar un poco más sus piernas. Ella pronto bajó algún peldaño, no sé si por necesidad o por que mis manos llegaran mejor a sus encantos
Cuando ya no pude más subí a la escalera la agarre por detrás y la restregué mi berga por su culo, ella echo atrás su mano y me acaricio suavemente mi entrepierna. La baje lentamente, al llegar al suelo se dio la vuelta, ya apoye en la escalera descansando su culo en un peldaño, la desabroche la bata mientras ella bajaba la cremallera y bajaba mi pantalón. Con furía arranque sus finas bragas, no cabían los buenos modales, me encanta tratar a la hembras con suma delicadeza pero en este caso, la muy puta me había calentado tanto que me sentía como una bestia que quería poseerla y hacerla gozar hasta que pidiera basta.
Cogió mi polla la llevo a su coño y yo la penetre como un loco, con furia, mi respiración era tan fuerte que parecía que me ahogaba. La muy puta gozaba como una guarra, gemía, gritaba algo así como ¡QUE RICO, QUE RICO, DAME DAME! Me corrí más de una vez y de ella no sabría que decir, no sabría si eran varios sus orgasmos o si era uno continuo. Me dejo destrozado. Tuve dolor de testículos durante varios días y este dolor hacía que todavía me acordará más de ella, parecía que el demonio hubiera entrado en mi cuerpo, no podía olvidarla, la deseaba, soñaba continuamente en su coño, me masturbaba a cada momento. Mi imaginación pensaba como devolverla la calentura, tras mucho dar vueltas recordé un objeto que había visto en su perfumería. Se trataba de una brocha de las que usais las mujeres para maquillaros, era de unos 20 centímetros, tenía gran cantidad de pelo suave y un mango que parecía un falo. Tenía unos tres cm. de diámetro y acababa en una especie de bola que semejaba la cabeza de la polla del mulato que te follastes en el viaje. Tenía que metérselo por todos sus agujeros, tenía que manejarlo con maestría para hacer que se corriera hasta quedar tan agotada como a mí me había dejado. Esperé a la hora de cerrar la tienda y fui a buscarla. Juraría que me estaba esperando, la muy puta llevaba bajo su bata una ropa interior muy provocativa, de la que “levanta a los muertos” no me ande con gentilezas, fui a la estantería donde había visto las brochas cogí una y la “arrastre” hasta un sofá que tenía en la trastienda, la pedí un frasco de aceite corporal y mientras lo buscaba me quede en cueros.
Cuando llego no tuve nada que explicarla, destapo el frasco y rocío abundantemente el aceite por mi polla, después fue desnudándose lentamente como en un streeptis…. Cuando termino se puso como un perrito y me dijo “te estoy esperando” eche una gran cantidad de aceite en la brocha y me lance a mi tarea metí primero toda mi berga en su culo y luego empece a acariciar su chocho con los pelos de la brocha. La muy guarra de espatarró todo lo que pudo para de pudiera trabajarme bien su chumino, maneje la brocha con tanta pericia que sus movimientos, del gusto que recibía, hacían que mi polla entrara y saliera de su culo con un ritmo que me hacía ver el cielo. Por desgracia, mi “venganza” no podía hacerla solo con mi rabo. Me tenía tan excitado que me corrí más rápido de lo que deseaba, pero somos humanos y es difícil no sucumbir ante tantas provocaciones. No me importo mucho, sabía que con la brocha seguiría haciendo un gran trabajo.
Cuando los brochados en su clítoris había hecho su efecto, se la metí, la brocha, hasta dentro de ella, su vagina se la trago. Se tumbo boca arriba en la cama y cerro las piernas apretando fuertemente la brocha con las paredes de su chocho, se retorcía de gusto. Había descubierto que la cabeza del mango de la brocha era muy duro y que lo tenía justamente en su clítoris, los movimientos que hacía de los músculos de su coño la daban un gran placer. No paro de moverse y de gozar. Mientras tanto, yo jugaba con sus pechos. Eran duros y muy bien formados. Mis manos y mi boca se los martirizaban, yo sabía que en condiciones normales, cualquier hembra sentiría dolor pero, mi zorra estaba tan cachonda que hasta mis pequeñas torturas parecian gustarla. No se cuanto tiempo estuvimos así pero ella llego hasta el límite de sus fuerzas, se quedo inmóvil sobre la cama, yo abrí sus piernas y saque su nuevo juguete de su coño. Todavía quería darla el postre, volví a mojar el mango de la brocha con el aceite y agarrándola de las pelos comencé a metérsela nuevamente en su madriguera, estaba tan sensible que se retorcía con cada movimiento que yo la daba, nunca he visto a una mujer patalear de gusto y esta parecía poseída por el demonio. Todavía se corrió alguna que otra vez y me arrastro a mi en sus gemidos llenándola su cuerpo con mi semen.
Cuando yo tampoco pude más, la deje tranquila y nos dormimos hasta el día siguiente. No volví a tener otra oportunidad pues me quedo tal dolor de huevos que me marche del pueblo antes de recuperarme. Lo que sí pude ver es que la brochas desaparecieron de la estantería pienso que se las compro todas para su conejillo. Recuérdame que para tu cumpleaños te compre una para el tuyo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!