LA CASA DE JARILLAS.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por leeyoungjee.
Apenas llegue a casa de mi hermano sentí un profundo alivio por al fin terminar el pesado viaje desde Cobeña, estuve fuera de la ciudad por varios años en los que me mantuve trabajando como gerente de un almacén y ahora que iba a iniciar un posgrado en Madrid le he pedido me deje ocupar mi antiguo cuarto en la casa que le heredaron mis padres en Jarillas, hoy en día tengo 40 años y aunque sea mayor que él, no lo aparento e incluso para algunos conocidos parecemos de la misma edad, llegue muerto dc hambre y sueño después de pasarme la noche conduciendo sin parar, baje del auto y le llame para avisarle que estaba aquí.
-Hola Héctor, que me cuentas tio?, ya cerca de casa?
-Hola, pues nada, llamo para decirte que estoy afuera.
-Qué bien!, mira sucede que en estos momentos ni yo ni Estela estamos en Jarillas, salimos a visitar a su madre y ahora mismo estamos en Villaverde.
-Como tio? Pero si sabias que venía en camino! Le dije algo cabreado, ahora que coño iba a hacer mientras se les ocurría regresar.
-No te enojes tronco, mira solo te lo estoy avisando, puedes quedarte en casa no hay ningún problema, adentro esta Roberta.
El saber que iba poder tomar una ducha, comer y dormir tranquilo pronto me sentó de maravilla y le pedí disculpas por haberme exaltado de pronto
-Jaja no te preocupes tio, dame 5 minutos y tocas la puerta.
Colgué el teléfono y espere, unos minutos después me llego un texto “todo listo, descansa hermano”, saque mi maleta y me la eche al hombro, mientras subía la escalinata me di un tiempo para olfatear el aire fresco y me propuse salir a correr y buscar un gimnasio al cual inscribirme mañana, a mis 40 años me conservo lo mejor que puedo, levanto pesas, corro por las mañanas y tengo un cuerpo bien trabajado que me ha ayudado a llevarme a la cama a muchas veinteañeras curiosas y necesitadas de experiencia.
Toque la puerta sin bajar la maleta y al fondo de la casa escuche una voz joven que en plena carrera gritaba
–Ya van!!!, me sorprendió escucharla, conociendo a mi cuñada Estela y al Caliente de Héctor siempre imagine que la empleada de la casa sería una anciana pero al abrirse la puerta me encontré con una chica de alrededor de 26 años de edad, cabello negro y largo que le caía detrás de la cadera, piel aperlada, un cuerpo delgado pero con las curvas lo suficientemente grandes como para robarme la calma, su altura no superaba mi barbilla y su mirar era de ojos verdes muy coquetos y despiertos.
-Buenos días, el señor Héctor me aviso que iba a venir, note en su hablar un acento Mexicano y un timbre alegre, me di cuenta del porque estaba aquí, si algo era más grande que los celos de Estela para con mi hermano era su Tacañería y está linda florecita debía ser una inmigrante mal pagada por ella.
-Buenos días ….
Roberta, por un momento se me olvido su nombre, era todo lo contrario a lo que había imaginado, se sorprendió al escucharme y sonrió alegremente, esta chica caía bien apenas y la conocías y le daba un toque de vida a la casa.
-Pase señor, su cuarto ya está listo, ¿necesita algo?
-Sí, veras me gustaría bañarme y comer.
-Muy bien, le gustaría comer algo en especial, tenemos un poco de paella en el congelador.
-La paella está bien, gracias, la muchacha se dio la media vuelta y entro en la cocina, su andar era sencillo pero coqueto, el ligero vaivén de sus caderas me calentó, sus piernas envueltas por leggings verdes y una blusa clara ligeramente ceñida al cuerpo que marcaba sus senos bajo la tela despertaron en mi ansias por poseerla.
Deje la maleta en mi cuarto, acomode mis cosas en los cajones, entre en el baño con una toalla, cerré la puerta detrás de mí y me puse frente al espejo, me desnude y guarde la ropa sucia en un cesto bajo el lavamanos, mi pene estaba erguido contra mi ombligo, y me dedique unos minutos a apreciar con mayor detalle los resultados de mi trabajo en el gimnasio, mis piernas y brazos marcados, mis bíceps, deltoides, pectorales y antebrazos cubiertos de vello oscuro y recortado, mi miembro humedecido y erguido sobre mis abdominales, tome uno de los rastrillos nuevos del espejo y me afeite el rostro, entre en la ducha y el chorro de agua caliente me relajo, el agua corriendo por mi cuerpo y la imagen de Roberta en la cocina inclinada sobre el lavaplatos mientras yo la poseía por detrás y ella gimiendo adolorida y satisfecha me obligaron a autoestimularme, el agua y el roce áspero de mi mano contra mi verga calmaron mis ansias.
Salí del baño cubierto con la toalla bajo la cintura, me encontré con Roberta en el umbral de la habitación, sus ojos se abrieron completos al verme y rápidamente me estudiaron a fondo; pasaron por los brazos, el pecho y bajaron por mi estómago hasta clavarse indiscretos en mi aun abultada entrepierna, regreso a la realidad y cuando alzo la vista y se topo conmigo, desvió la mirada y se ruborizo.
-Ya está lista la comida señor, fue lo único que dijo nerviosa y con una sonrisa forzada salió de la habitación lo más rápido que pudo, sin voltear la mirada hacia atrás.
-Gracias, ahora voy, le conteste antes de que se perdiera en el pasillo, ella se detuvo asintió con la cabeza y apenas y levanto la mirada, esto era genial, calcule que no tenía que hacer un gran esfuerzo para disfrutar de sus caricias, una mujer sola y deseosa de un hombre y sumarle a esto que por ahí dicen que la latinoamericanas son fuego puro.
No cabía duda que iba a divertirme mucho en estos días.
Las siguientes semanas, busque la manera de volverme más cercano a Roberta, comencé a rondarla ocasionalmente, le pregunte acerca de su país y su ciudad y le conté acerca de la vida en España, tenía que ir con cautela lo último que deseaba era espantarla o hacerla sentir obligada a corresponderme, la parte más dulce del sexo para mí al menos es que las mujeres se me entreguen solas, sin la necesidad de forzarlas y ver que obtengan tanto placer como yo, y es que ante todo soy un caballero.
No fue necesario esperar mucho, pasado el mes de mi llegada mi cuñada Estela ya había perdido el interés en vigilarme y rondarme con preguntas inquisidoras y Roberta ya me consideraba un patrón amigable y atento, por fin mi hermano y su esposa salieron el viernes de esa misma semana y fue cuando vi mi oportunidad de quedarme a solas con la trigueña, en la mañana Salí a correr, me fui al gimnasio por la tarde y ya caída la noche prepare todo lo que necesitaría, me hice de condones, lubricante comestible y me acicale para ella, la encontré en la cocina lavando los platos.
-Qué noche tan fresca no te parece Roberta, Le dije apoyándome junto a ella en el fregadero.
-Sí, está haciendo un fresco delicioso, me dijo un poco risueña, cuando termino de acomodar los platos se dio la vuelta dándome la espalda y comenzó a limpiar la mesa con una toalla, Su mirada se mostraba divertida y me sostuvo la vista durante unos instantes antes de volver a concentrarse en la mesa, nos quedamos en silencio, me acerque a ella y la abrace por la espalda.
Mi cuerpo estaba completamente inclinado sobre ella y con mi brazo rodeando su cintura pegue levemente mi verga contra su firme y esponjoso trasero, se sonrojo y divertida me tomo la mano derecha para guiarla bajo su blusa, el sujetador se corrió hacia arriba y sus senos bajaron libres, su piel cálida emanaba un rico perfume parecido a la vainilla, ella se desprendió de mi abrazo y quedo frente a mí, sus ojos ardían en deseo, sus manos recorrieron mi pecho y brazos, bajaron hasta mi pantalón y lo desabotonaron, sus ojos fijos en los míos, se arrodillo en el suelo y bajo de un tirón mi pantalón con todo y el slip negro que mantenía cautiva mi erección, mi verga reboto contra mi abdomen y se quedó erguida e imponente contra el ombligo, Roberta tomo mi pene en su mano derecha y corrió el prepucio hacia atrás, para entonces mi verga estaba empapada en liquido pre seminal y con una mirada divertida paso su dedo índice sobre el glande, jugueteo con el frotándolo contra su pulgar, se levantó con el dedo en el aire y tomando su mano me lo metí a la boca, el sabor salado golpeteo contra mi lengua mientras le desabotone completamente la blusa, el sujetador que estaba fuera de lugar coronaba sus hermosos pechos, dos amplias aureolas se escondían a medias entre las copas y una vez que le desnude el torso me pegue a chupetear sus dulces pezones, sus ojos verdes parpadeaban nerviosos y excitados, me desprendí de la camiseta que llevaba aun encima y mi torso ligeramente velludo quedo nuevamente al descubierto ante ella, acaricio mis brazos presionándolos como queriendo corroborar su dureza y el ancho que poseían, su dedo índice se froto humedecido en saliva contra mi pezón derecho y acaricio los vellos de mi vientre enredándose levemente en ellos, bajo a mi pubis y acaricio la mata de pelo que ahí nacía, sopeso con su mano derecha mis grandes testículos y acaricio mi escroto, su rostro era el de otra mujer, una completamente segura de sí misma, la jovencita tímida y hogareña se había esfumado y en su lugar había una amazona conocedora del cuerpo del hombre que manipulaba a su antojo mis zonas más sensibles, su mirada de jade me mostraba lo dispuesta y ansiosa que estaba por sentirme aún más cerca, ahora era ella quien tenía el control, me arrodille frente a ella y le quite sus ceñidos pantalones cortos ante mi quedaron desnudas unas hermosas piernas, firmes y aperladas como el resto de su cuerpo, le di la vuelta cuando aún tenía puestas sus bragas y amase con las dos manos sus glúteos abultados y firmes que irradiaban calor, su suavidad me hizo estremecer de solo imaginarme embistiendo desembocado sobre ellos, los gemidos se hicieron presentes cuando los azote con las palmas de las manos humedecidas con saliva,
-Ouch, ay, si, así, era lo único que mi niña decía en susurros que de pronto se volvían gritos, le baje completamente las bragas y al deshacerme de ellas Roberta se inclinó sobre la mesa lo suficiente como para que apareciera su vulva rosada y mojada, se inclinó aún más y abrió las piernas, pose mi mano derecha sobre esa flor salvaje y hambrienta y sentí su calor febril subir por mi mano hasta lo más profundo de mi ser, lo lleve al duro apéndice que chocaba contra mi ombligo y sentí la tibieza y los fluidos de su intimidad esparcirse sobre el a medida que subía y bajaba mi mano.
Sus gemidos no hacían más que embelesarme más y más, escucharlos produjo en mí la necesidad de oírla gemir cada vez más alto y profundo.
Completamente desnudos y frente a frente nos tomamos de las manos y nos fuimos a mi habitación, mi pene se movía a cada paso que daba y ella no apartaba su mirada juguetona de el.
Llegamos hasta el cuarto que estaba decorado con pintura blanca y tenía una cama matrimonial en el fondo, la cama estaba justo frente a la puerta y en la pared de lado izquierdo un espejo, caminamos tomados de la mano, me detuve frente a la cama y le pedí que subiera y se recostara de espaldas.
Era una imagen artística, esa hembra ardiente y ansiosa recostada en la cama, mirando sin descaro mi pene con sus hermosos ojos cargados de lujuria, era la primera vez que me acostaba con una latinoamericana y me sentía muy afortunado por haber encontrado una tan bella.
-Te ves muy maja chiquita, le comente con una sonrisa, la tome por los tobillos y los separe dejándome el camino libre para ver su frágil intimidad de labios hinchados.
-Subí a la cama y bese sus boca mientras estaba hincado entre sus piernas, le estrujaba suavemente los pechos y daba ligeros jaloncitos a los pezones erectos, ella sonreía y suspiraba, baje de su rostro a sus senos y bese sus pezones, seguí mi camino por su vientre hasta su ombligo.
Continúe, baje hasta abrir sus labios vaginales con ayuda de mis pulgares esparcí el lubricante y saboree su vagina, sus jugos tibios se embarraban en mis labios y nariz y sorbí para lamer mejor su clítoris, era pequeño como un brote de fresa y su color morado me parecía de un tono singular, Roberta gemía y lanzaba suspiros ahogados, introduje un dedo entre los pliegues de su vagina que estaba rebosante de jugos dulces y sentí sus carnes restregarse contra mi dedo, metí dos dedos más y continúe hasta poder mover sin problemas cuatro adentro.
Gemía mucho, sus piernas que hace unos momentos apenas y temblaban ahora vibraban descontroladas y trataba de impedirme que siguiera lamiendo, chupando y dedeando su intimidad, le aparte las manos y seguí disfrutando de mi banquete, supe que ahora que había probado los placeres que era capaz de darle difícilmente se negaría hacer algo más, me seque el líquido que escurría por mi pene con la ropa de cama y me coloque el preservativo esparciendo el lubricante, observe su mirada curiosa mirando mi virilidad y no pude reprimir preguntarle.
-¿Estas lista para el plato fuerte?, no contesto y se limitó a sonreír retadora.
Mi mente estaba perdida, el mundo no existía y solo necesitaba urgentemente sentirme aprisionado por ella, sentirla debajo de mi cuerpo, tire las cosas a los pies de la cama y me acomode para montarla, baje mi cadera hasta que mi pene choco con su pubis y mis piernas rosaban duramente las suyas, mi vello púbico se restregaba con su cuerpo lampiño y sentí su clítoris ser rosado por mi verga, le bese apoyado en mis codos y apartando algunos cabellos de su rostro me di cuenta de que a pesar de todo estaba nerviosa,
-No te preocupes, confía en mi y relaja te princesa, le susurre y acaricie sus mejillas.
Me detuve sobre un solo brazo, moví mi verga y lo restregué contra su vagina hasta encontrar su abertura, deslice el glande que se negaba a entrar y con ayuda de más lubricante sentí la firmeza y estrechez de su cuerpo doblegarse ante mi miembro.
-Respira hondo.
La vi hacerlo y mi pene entro completamente entre sus labios, tenía una mueca incomoda y adolorida, su interior se sentía ajustado a mí, sentí que aún no llegaba a el tope de su canal y empuje más, un fuerte gemido lleno la habitación.
-¡Me duele, de verdad me duele, sal un poco!, sus ojos se veían inseguros
-¡Es muy grande!
-Solo tienes que acostúmbrate, me moví lentamente y poco a poco su rostro incomodo se enrojeció y empapo de sudor, pujaba levemente y sus manos se cruzaron sobre mi cabeza
-¿Te gusta?
-¡Ahhhh, si, ahhh!
-Estas segura?
-Sí, ay, ya casi no duele, ah ay.
-Se lo saque un poco y continúe con mi faena hasta que sentí llegar su primer orgasmo, restregué mi pubis contra el suyo apuntándole a su clítoris y me abrace a ella, su vagina se estrechó y sus piernas violentamente intentaron cerrase para impedirme el paso, sus gemidos y susurros, fueron musicales a mis oídos!
No le permití que cerrara las piernas, el abrazo termino y con parte de mi peso sobre ella me reacomode mejor, en medio del placer siguió intentando cerrar las piernas! pero con fuerza me introduje en ella lo más profundo que pude y la embestí sin apenas salir, un segundo orgasmo la inundo y apretando sus piernas contra las mías, lanzo un grito ahogado, bañada en sudor y levanto la cabeza, su cara y pechos estaban rojizos, no deje de embestirla, tenía el morbo y la necesidad de entrar en su útero, sentí un tope carnoso y lo embestí hasta venirme, nuestros gemidos de placer retumbaban en el eco de la casa vacía, aun unidos descansamos unos minutos en los que tome con mi mano izquierda su rostro, le hice caricias con los labios, mire su faz llena de satisfacción: sudaba, estaba sonrojada, sus labios entre abiertos, sus bellos ojos de esmeralda implorantes y sus brazos alrededor de mi cuerpo, mi estómago se restregó de nuevo rítmicamente contra el suyo, sus pechos contra mi cuerpo, la indescriptible sensación de mis pectorales moliendo sus suaves pechos, su sudor mezclado con el mío, su tenue y delicioso perfume frutal, el aroma de nuestros jugos íntimos y el lubricante comestible, sus piernas presionando aun débilmente las mías, mis caderas descontroladas, baje la intensidad y poco a poco gozó de nuevo el ritmo y un tercer orgasmo nos alcanzó, nos acurrucamos sudorosos y cansados el uno contra el otro y sus piernas temblaron enroscadas en mi torso, su rostro suplicante y cansado, sus ojos clavados en los míos nuestros cuerpos recién bombardeados por el placer y aun así deseosos de tener más, soltamos gemidos, sollozos y suspiros en completo desorden, su interior se apretaba contra mí y sus fluidos escurrían por mis muslos y escroto, no resistí más y eyacule, sentí la parálisis de mis caderas tensándose y negándose a continuar, mi pene disparando y llenando el preservativo con contracciones carentes de ritmo y mi glande ardiendo, quedamos tendidos sobre la cama y a partir de este día Roberta demostró ser materia dispuesta, nos acurrucamos de lado y mientras mi brazo le servía de almohada sus pequeños y graciosos dedos acariciaban mi pecho.
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