La Cofradia
Una sociedad secreta como cualquier otra secta, con la diferencia que no tenía nada de religión. .
– Pertenecí a una cofradía en mi juventud y entiendo como funcionan las sectas, aunque la mía no era una secta y menos religiosa, lo que si había una hermandad, un amor a todos y una entrega total. Por lo mismo, por ser secreta se hace un juramento de no contar nada a nadie. Nunca se lo he contado a nadie y siempre he tenido ganas de hacerlo. Ahora, que han pasado muchos años y la cofradía no existe, te voy a contar cómo llegué a ser parte de ella – me dijo un día en que estábamos conversando sobre la sexualidad de la juventud, de la de nuestros hijos y la nuestra propia en nuestra juventud.
Todo lo narre de ahora en adelante, es lo que ella me contó, no es literal obviamente, es por lo que recuerdo y el relato tiene una línea a la que tuve que ajustarme, para que ni se perdiera el contexto.
Estaba estudiando en la mesa del comedor de mi casa. Ése año terminaba mi primer año de la secundaria y estaba por cumplir los 16. Mi hermano, que estaba en la universidad, estudiaba en su dormitorio.
– Por qué no estudias en el comedor, conmigo – le pregunté un día.
– Es que tu me distraes y me cuesta concentrarme – me dijo.
– Oye, uso las faldas cortas, es cierto, pero así ha sido siempre y tú me has visto de chica – le dije molesta.
– No es por éso – me dijo sonriendo – no me molesta, todo lo contrario, tienes unas lindas piernas –
– Lo que ocurre que a cada rato me preguntas algo y me desconcentro – dijo.
Entonces él comenzó a estudiar en su dormitorio. Mi hermana también estudiaba en su pieza y si quería preguntarle algo a mi hermano, iba a su habitación.
Como estábamos casi a final de año y las pruebas se venían y cada vez había que estudiar más. Además de que tenía dos hermanos inteligentes que obtenían buenas notas, por lo que yo tenía que sacarme buenas notas.
Esa tarde en particular, tomé mi cuaderno y fui a la pieza de mi hermano. Cuál sería mi sorpresa encontrarlo durmiendo desnudo, de espaldas en el piso al lado de la cama. Lo que más me llamó la atención fue obviamente, su pene. Nunca se lo había visto tan grande. Mi corazón dio un salto y me quedé petrificada mirándolo. Nunca había visto a un hombre desnudo y así. A él sí lo había visto desnudo, varias veces, lo espiaba a veces
– Qué estás haciendo? – me pregunto un día mi hermana sobresaltándome. Tenia en ese tiempo como 7 u 8 años y mi hermano unos 12 0 13. Se puso a mirar ella por la rendija de la puerta. Mi hermano estaba sentado en la cama masturbándose.
– Ya, déjalo tranquilo – dijo mi hermana después de mirar un rato. Ella debe haber tenido una 11 años y era muy bonita.
Pero ahora lo tenía el doble de grande de lo que yo conocía.
– Cierra la puerta – dijo mi hermano. Asustada la cerré de un golpe.
Mi hermano se sentó, cruzó las piernas, cerró los ojos, apoyó las manos sobre sus rodillas con las palmas hacia arriba y se quedó quieto, inmóvil, con su pene apuntándome directamente, como un cañón a punto de disparar. No podía dejar de mirarlo, parecía que tenía vida propia, aveces se movía como haciendo una reverencia.
Mi hermano abrió los ojos, me miró y se levantó. Su pene ahora apuntaba a mi estómago y me dio un cosquilleo en toda esa zona. Ahí entendí porqué decían mariposas en el estómago. Aunque para mí era un enjambre de abejas en mi pelvis.
– Qué necesitas – dijo sentándose en la cama y tapándose con un cojín.
La pregunta me pilló de sorpresa, nuevamente. Yo parada sin poder moverme, con ganas de correr pero mis zapatos pegados al piso.
– Qué ? – pregunté. No porque no hubiera escuchado, lo escuché perfectamente. No entendía lo que el quería decir. Por suerte el hecho de taparse, me permitió hacerme una pregunta mentalmente. A qué venía? Traté de recordar y al poner mi mano en la cabeza vi el cuaderno.
– Ah, sí. Quería preguntarte algo – le dije sentándome a su lado y abriendo el cuaderno.
– Porqué estas desnudo – le pregunté mientras revisaba el cuaderno.
– Es largo de contar – me dijo.
– Dale, te escucho – mirando de reojo el cojín y cerrando el cuaderno lo puse contra mi pecho.
– Lo que te voy a contar es un secreto, no se lo puedes contar a nadie. Es algo difícil de creer, más difícil entender y un gran sacrificio el guardar el secreto –
– Te lo juro que no se lo voy a contar a nadie – tonto él, como le dices a una mujer que tienes un secreto que no se lo puedes contar. Seria capaz de hacerle no sé qué cosa con tal que me contara.
– Ya, cuenta, cuenta, pero sácate el cojín, que me molesta – indicándole el cojín con un gesto.
– Bueno, pero ponle pestillo a la puerta – dijo sentándose en la cama y poniendo el cojín en su espalda.
Volví a la cama y me senté al lado de él. Su pene estaba sobre su pelvis, su piel dejaba traslucir la forma y la cabeza asomaba su punta rosada. Lo miraba a los ojos porque mirar hacia abajo me daba vértigo, o algo parecido.
El año pasado conocí a un compañero, un compañero de otro curso amigo de un compañero de curso. Con el que entramos juntos a estudiar.
– Hola – me dijo estirando su mano.
– Hola – le dije estrechando su mano.
– Miguel me ha hablado de ti – dijo con una sonrisa .
– Juan, te presento a Andrés. Andrés, te presento a Juan – dijo Miguel.
– Me imagino que no le has contado nada – dijo Juan mirando a Miguel.
– No, quería que tú lo conocieras primero – dijo Miguel.
– Bueno, me parece bien. Qué opinas de la energía cerebral ? – me preguntó directamente.
Algo había leído y algo había conversado con Miguel. Toda las transmisiones neuronales son eléctricas y son millones de transacciones instantáneas, que el cerebro produce una especie ce campo magnético, como una bobina de alto voltaje. Como la bobina de Tesla que puede transmitir energía a distancia.
Yo estaba como aturdida con la narración tratando de ver qué tenía que ver con su pene que seguía igual.
Terminada la conversación, Juan se despidió con un apretón de manos a cada uno y se marchó.
– Ok, encárgate tú de lo demás, estoy de acuerdo – le dijo Juan a Miguel.
– A la tarde te voy a contar, ahora tenemos clases y no tenemos tiempo – me dijo Miguel y nos fuimos a la sala de la clase siguiente.
– Bueno, mañana te sigo contando porque ahora tengo que estudiar – me dijo.
– Ah, no, no puedes dejarme así – le dije sin intenciones de pararme.
Se quedó pensando y mirándome a los ojos.
– Cierra tus ojos y no los abras por ningún motivo – cerré mis ojos – ahora pásame tu mano.
Estiré mi mano y se la pasé con los ojos cerrados. Tomó mi mano y sentí como un cosquilleo, puso su pene en la palma de mi mano, la que se cerró automáticamente apretando su miembro, duro y caliente. Sentía como una corriente pasar por mi mano, mi brazo mi cuerpo se iba llenando y mi cerebro estaba caliente. No fuero más de dos o tres minutos y todo había cesado. Abrí mis ojos y el pene de mi hermano seguía en mi mano.
– Ya, está bien, suéltame ahora – pero no podía, tenía mi mano pegada a su miembro y su erección, su dureza seguía igual. Le di unos apretones y bajé mi mano hasta su pelvis. Quería verlo en toda su magnitud. Así como no podía despegar mi mano, no podía despegar los ojos de su pene.
– Ya, tranquila, suelta, suelta – me dijo suavemente tirando de mi mano.
Lo solté y el se paró. Lo abracé, puse mi frente en su hombro, mientras sentía su pene caliente y duro contra mi pelvis. Lo besé en la mejilla y luego en el cuello. Algo que nunca había hecho.
– Vamos, tienes que estudiar también – llevándome hacia la puerta, saco el pestillo y la abrió. No quería soltarlo, se sentía tan bien abrazada a él. Pero un ruido en la cocina me recordó a mi mamá que estaba en la cocina.
Lo solté, salí de la pieza y me fui al baño. Me miré al espejo, estaba roja y tenía mucho calor. Me senté en la taza a orinar y a pensar, más que lo que me contó, a todo lo demás, lo otro, como me hizo sentir corté un trozo de papel higiénico y me sequé. Me lavé la cara con agua fría y me peiné. Tomé el cuaderno que había dejado sobre la tapa del silencioso y me fui al comedor a estudiar. Se me olvidó a qué había ido al dormitorio de mi hermano. Estudié hasta tarde. Me acosté cansada, rendida, pensando me quedé dormida.
sigue…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!