La Cofradia II
Los inicios. .
– Cómo te fue en tu prueba? – le pregunté en la tarde cuando llegó de universidad. Hice algo que nunca había hecho. Lo abracé y besé en la mejilla.
Amo a mi hermano, siempre lo he amado, el siempre preocupado por mi, siempre me ha cuidado desde chica. Cuando comencé a ir al colegio, él me llevaba y me traía de la mano. Me ayudaba con las tareas. Me enseñó a leer, a escribir, las operaciones matemáticas, todo. Pero siempre fue algo » normal » no lo abrazaba y menos lo besaba. Él era 6 años mayor que yo, después venía mi hermana que era 3 años mayor que yo. Yo sabía que me quería y yo a él. Entonces besarlo fue como una sorpresa para él, una agradable sorpresa, como me dijo después.
– Bien – me dijo con una sonrisa mirándome a los ojos.
– Y a ti, como te fue? – me preguntó.
– Bien también – le respondí casi con vergüenza por lo del beso. Pero no pude evitarlo, seguramente por lo ocurrido la noche anterior, lo que me permitía cierta confianza, que antes no tenía.
Luego de cenar y despejar la mesa, volví a desplegar mis cuadernos y libros para seguir estudiando. Él hizo lo mismo pero al otro lado de la mesa. Después de un rato le pedí que me explicara algo. El vino y se sentó a mi lado. Le mostré mi cuaderno.y acariciándole una pierna le pregunté:
– Vas a seguir contándome? –
– No – sonó como un no rotundo.
– No? Y porqué no? – le pregunté apretando su pierna con mi mano.
– Porque tengo que estudiar, si me queda algo de tiempo, te sigo contando –
Terminé de estudiar y me puse a ver TV en el sofá.
– Todavía no terminas? Es tarde ya – era muy tarde y tenía sueño.
– Vete a acostar, mañana te cuento – estaba decepcionada. Era tarde, me levanté del sofá y me fui al dormitorio. Y las cosas fueron así, no me contaba todos los días, sólo cuando podía y los fines de semana, que era cuando más tiempo teníamos.
Con mi hermana nos llevamos bien, a pesar de tener nuestras diferencias, especialmente en lo referente a la ropa. Generalmente yo tenía que usar la ropa que ella desechada. Lo único que me compraba nuevo eran los calzones. Pero por lo demás, todo bien. Salvo cuando se dio cuenta que con mi hermano pasaba ahora más tiempo de lo acostumbrado. Me miraba con recelo, pero nunca me dijo nada.
Y el relato de mi hermano siguió de la siguiente manera.
– Mira Andrés, lo que te voy a contar es un secreto, prométeme que no se lo vas a contar a nadie – me dijo Miguel un día que nos juntamos a estudiar como siempre hacíamos.
– Un secreto? Secreto de qué – le pregunté.
– Y el comenzó a contarme lo que te dije a ti –
– Ya, pero cuenta – le dije.
– Es una sociedad secreta, todo comenzó con un ejercicio mental, el profesor de filosofía decía que el poder de la mente era muy fuerte. Es por eso que habían casos de telepatía y telequinesis y otros efectos paranormales – al llegar a este punto, mi concentración se fue al 100 %. Algo había escuchado o leído de un tipo que veía una carta y se la enviaba mentalmente a otro tipo y este adivinaba la carta.
– Algo así como transmisión mental? – le pregunté.
– Exactamente, sí yo miro insistentemente a una chica por la espalda, logro que se se vuelta –
– Si, a mi me ha pasado – le dije.
– Ahora imagina que, no una, muchas personas ponen su mente en un sólo objetivo –
– Se puede? –
– Si, se puede. De hecho lo hicimos. Fue un experimento –
– Qué hicieron? –
– Un día estábamos en el patio de la universidad, en el parque sentados en el pasto. En un momento cayó una paloma, enferma o herida, trataba de pararse pero no podía. – Concéntrense – dijo el profesor. Todos concentrados en juntar energía. – Ahora, todos al mismo tiempo, mirando a la paloma. Vamos! – todos mirando la paloma, parecía muerta, no se movía. De pronto movió un ala, luego la otra, después se paró y se fue volando. Nosotros estábamos felices de lo logrado. – No estamos seguros si la paloma se recuperó por nuestra energía o porque necesitaba descansar – dijo el profesor poniendo paños fríos.
– Lo que yo no sabía, era que se había juntado un grupo en la casa del profesor para seguir con el tema. El grupo fue creciendo y tuvieron que conseguir una sala, un día a la semana, de una sede vecinal. Pero a los vecinos les molestó que una religión ocupara la sala y tuvieron que arrendar un local. Ahí me llevó Miguel, me mostró el local y contó lo que hacían. Quedé fascinado, le dije que sí, que quería entrar a La Cofradía. Entonces me explicó el ritual y cómo debía hacerlo. Comencé a practicar en la casa primero. – Mañana es la prueba de cálculo – me dijo Miguel un día. – A la noche tienes que prepararte – yo ya lo había pensado. – Si, claro – le respondí y ésa noche hice el ritual de concentración y acumulación de energía, como si se cargaran mis baterías. Al otro día y antes de entrar a dar la prueba, Miguel me dice que fuéramos al baño, no tenía muchas ganas de ir pero fuimos. Parados uno al lado de otro frente a los urinarios, sacamos nuestros miembros, cada uno tenía una erección, yo la tenía de antes, no sabía que Miguel también la tenía. Él estiró su mano y tomó mi erección. – Haz lo mismo – me dijo y tomé su miembro duro y caliente. Una corriente comenzó a pasar de su pene a mi mano, recorría mi cuerpo, salía por mi pene y se iba por su mano. Todo estos fue muy rápido, hasta que el torrente fue disminuyendo y la corriente se detuvo. Me soltó y yo hice lo mismo, guardamos nuestros miembros y nos fuimos a la sala. – Te faltaba carga – me dijo mientras caminábamos. La prueba era difícil pero los dos fuimos los únicos en obtener la nota máxima.
– Es cierto lo que me estás contando? – no podía creer lo que estaba escuchando.
– Tu lo viste y lo sentiste. Cómo te fue en la prueba al día siguiente? – si, yo lo había sentido en mi mano, y en mi cuerpo.
– Bien, fui la mejor nota. Pero qué tiene que ver el sexo? – le pregunté.
– No tiene nada que ver el sexo, tiene que ver con la conexión del cuerpo con el exterior. Y estas conexiones son nuestros orificios. La boca, el pene, el ano y en tu caso la vagina – al decir eso, me dio como un cosquilleo entre mis piernas. Sentí lo mismo que sentí ese día que le tomé el pene.
– Es decir que si tocas mi vagina, la energía va a entrar por ahí? –
– Exactamente es lo que pasaría – me dijo.
Estábamos sentados en la terraza, el patio conversando. Nuestros padres estaban viendo la tele en su pieza y mi hermana había salido.
– Si tú me tocas ahora, voy a sentir la energía entrando por mi vagina? – le pregunté poniéndome de pie y dispuesta a que pusiera su mano en mi vagina.
– Pero párate – le dije al ver que seguía sentado.
– Pero ahora no, no tengo energía, no me he cargado – me dijo.
– No importa, tócame ahora – dije levantado mi corta falda.
– Estas segura? –
– Si, lo estoy – le dije mirándolo a los ojos.
Metió su mano por debajo de mis calzones, unos calzones pequeños que tapaban lo justo. Sentí sus dedos entre los labios de la vagina y comencé a sentir la corriente, suave pero la sentía, fue más fuerte cuando introdujo la primera falange de su dedo medio. No sé qué pasó por mi mente, pero lo besé en la boca. Sentía que su corriente salía por su lengua y la traspasaba a la mía y bajaba por mi garganta. Baje mi mano y busqué su pene. Con su ayuda lo tuve en mi mano y cerré el ciclo.
– Ya, está bien – dijo separándose y guardando su miembro.
– Ven, sentémonos nuevamente –
Me senté a su lado, lo abracé, puse mi cabeza en su hombro y le dije » te amo » al oído. Baje mi mano de la cintura a la entrepierna.
– Espera – me dijo sujetando mi mano que sujetaba su erección.
– No te confundas, sé que es fácil confundir la energía con el deseo sexual, pero somos hermanos – me dijo al oído.
– No me importa, lo quiero ahora – le dije dándole unos apretones.
– Estás tomando anticonceptivos? – me preguntó
– No, soy virgen, nunca he tenido sexo – le dije. Creo que de chica pensaba algún día tener sexo con él. Especialmente cuando lo veía desnudo, o masturbándose.
– Qué estás mirando! – me dijo Sonya un día que estaba mirando por una rendija de la puerta a mi hermano acostado en la cama masturbándose. Yo debo haber tenido entre 8 y 9 años.
– Vete a tu pieza! – y yo avergonzada me fui, pero mi hermana se quedó mirando. Después cerró la puerta y se fue a su dormitorio.
– Qué dirían nuestros padres si le decimos que yo te embaracé – fue como un balde a agua helada cayendo desde mi cabeza hasta los pies. Lentamente solté su pene, me senté bien y crucé los brazos sobre mi pecho, cerré los ojos y apoyé la nuca en el respaldo. Qué vergüenza sentía ahora, me había portado como una puta caliente. Algo que jamás me había pasado, ni siquiera lo había pensado. Si alguna vez pensé en tener sexo con él, no era de esa manera, era como en un juego. Pero ahora era el fuego de la pasión y el deseo el que me atormentaba. Me paré, me fui al dormitorio sin decir una palabra y me acosté vestida y de boca sobre la cama. Estaba pensando en cómo fui tan estupida y dejarme llevar por el deseo de tener sexo con mi hermano.
– Yo, también te amo, acuéstate bien y mañana hablamos – dijo acariciando mis cabellos. No respondí nada, nada salía de mi garganta. Se levantó de mi cama dónde estaba sentado. Me levanté, me desnudé y me acosté. Me quedé dormida tocando suavemente mi clitoris pensando que eran sus dedos.
Sigue…
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