La Cofradía IX
Comienza el tratamiento .
El diagnóstico decía anemia, no sería muy difícil de tratar, el tratamiento médico lo estaba haciendo, sin buenos resultados. Pero revisando los exámenes me fije que decía » anemia aplacida «. Y eso era distinto, difícil de curar, incluso puede llegar a ser fatal. No sabía ésto, por lo que tuve que investigar un poco.
– Mira – le dije mirándola a los ojos sin soltar su mano.
– Voy a ser sincero contigo, estuve leyendo sobre tu enfermedad y no es fácil de tratar, médicamente hablando. Lo que yo puedo hacer, es apoyarte mentalmente y transmitirte la mayor cantidad posible de energía para potenciar tu sistema inmunologico y puedas recuperarte más pronto –
– Lo entiendo – dijo.
– Bueno, te voy a explicar lo que voy a hacer. Si alguna cosa o todo no te parece bien, me lo dices, si no me puedo ajustar a tus principios morales, lo dejamos hasta aquí –
– De qué se trata? – preguntó seriamente.
– Escucha lo que te voy a decir… – y le expliqué todo el tratamiento.
– Pero es que soy virgen –
– No necesariamente implica penetración, pero puede ocurrir o podría ser necesario. Es por éso que te lo cuento para que lo sepas y me des tu aprobación – bajó la vista y se quedó pensando.
– Haz lo que sea necesario – dijo mirándome a los ojos y dejando escapar un suspiro.
Me desnudé completamente delante de ella, que me miraba sin decir nada pero con los ojos muy abiertos. Después eché la ropa de cama para atrás dejándola sólo con su camisa de dormir. Ella miraba mi erección con curiosidad y talvez con temor. Me subí arriba de ella entre sus piernas con mi erección apuntando a su vulva.
– Estas lista? – le pregunté mirándola a los ojos.
– Si, estoy lista – dijo con seguridad.
Puse me pene a la entrada de su vagina y presioné suavemente pero con firmeza, pero sin la intención de penetrarla. Ella dió un pequeño salto y apretó los labios mirándome a los ojos, luego al sentir el chorro de energía, abrió la boca y dejó escapar un quejido largo. Cerré mis ojos bombeando mentalmente toda mi energía. Ella comenzó con convulsiones moviendo sus caderas y empujando su pelvis contra mí. Cuando abrí los ojos, ella tenía los suyos cerrados y la cara vuelta hacia un lado. Me di cuenta que la penetración había sido completa y aún permanecía con mi erección dentro de ella.
– Perdona, no era mi intención, pero te dije que esto podía suceder-
– Si, lo entiendo – dijo abriendo sus ojos, volviendo su rostro hacia mí y mirándome fijamente.
– Bueno, creo que he terminado – dije intentando levantarme con cuidado.
– No ! No te muevas, estoy como electrificada y cada movimiento tuyo me produce una cosquilla insoportable, espera que se me quite un poco – dijo sujetándome de los brazos con sus manos y cruzando sus piernas por detrás de las mías. Nos quedamos quietos así un rato. Todo el proceso de la penetración y el traspaso de energía no debe haber durado más de 3 minutos. Ahora llevaba 5 minutos dentro de ella y sentía las contracciones de su vagina y el palpitar de mi glande.
De pronto la sentí vibrar, me di cuenta que ella no había tenido un orgasmo propiamente tal. Ahora comenzaba con un suave movimiento de pelvis. Yo hice mi parte y comenzamos a tener sexo, a disfrutar el momento, a prolongarlo lo más posible. Pero cada vez aumentaba la intensidad y la potencia. Sus quejidos escapaban en cada estocada hasta que llegamos al centro del torbellino. Después de la tormenta la tormenta vino la calma.
Le escuché unas risas contenidas por el dorso de la mano. Se veía tan feliz que me dieron ganas de reír también. Sobre el velador había un rollo de toallas de papel. Me hice hacía adelante tratando de alcanzarlo, pero aún tenía mi erección y estaba dentro de ella. Al segundo intento ella me abrazó por la cintura poniendo su frente en mi pecho. Al tercer intento cruzó sus piernas por mi espalda y eso me permitió alcanzar el rollo de papel. Pero ella iba en camino a un segundo orgasmo de manera que la acompañe hasta el final.
Quedó allí en la cama con los brazos y las piernas abiertas, inerme. Corté unos trozos de papel y los puse sobre su vulva al momento de sacar mi miembro. Con otro trozo me limpié yo quedando muestras de la virginidad perdida. Saqué más papel y seguí limpiándola. Después la tapé, me vestí y me despedí con un suave beso en los labios.
– Vas a venir la próxima semana? – me preguntó.
– Si, hasta que te mejores, ahora descansa – se sonrió cerrando los ojos y se durmió.
– Qué fuerte lo que me acabas de contar – le dije a mi hermano.
– Mira, estoy toda mojada – le dije.
– Bueno, vamos a la cama – dijo y nos fuimos a su dormitorio, a su cama.
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