La Cofradía VIII
El poder de la mente .
– Explícame cómo es eso de poder de la mente – le pregunté a mi hermano una noche. Ya estábamos al final de verano. Ya pronto volvíamos a clases.
– Has oído hablar de unos médico que curan a distancia? Incluso hacen intervenciones quirúrgica a distancia, o al menos eso dicen –
– Si, algo escuché de eso pero no lo creo. Tu sí? –
– La verdad es que no lo sé. Lo de las curaciones a distancia puede ser, nosotros, en la Cofradía lo hemos hecho. Pero de ahí a hacer una operación a distancia… –
– Y cómo saben cuantas curaciones han hecho y cómo saben que una persona está curada? –
– Bueno, no llevamos ningún registro por razones obvias. Pero cada » paciente » es presentado a la asamblea por un hermano o por una carta anónima, entregada a algún miembro –
– No entiendo, explícame –
– Supón tú, que una amiga tuya está muy enferma. Entonces vienes a mí y me entregas un papel con el primer nombre de tu amiga y el problema de salud, si es que lo sabes y de dónde es tu amiga. Entonces yo entrego el papel al Gran Maestro y él decide entre otros, si es que hay más, a quién va a ir dirigida la sesión de ésa noche –
– Y la persona se mejora? –
– En realidad no lo sabemos, además de que nosotros no » mejoramos » a nadie, sólo aportamos con energía, el enfermo tiene que hacer el resto. Pocas veces hemos tenido que repetir una sesión para el mismo paciente –
– Y si el enfermo no se mejora? Mi amiga sigue enferma a pesar de la o las sesiones? Qué pasa entonces? –
– El Gran Maestro designa a un hermano, normalmente al más cercano y con más poder, para visitar al enfermo. En el caso hipotético, de tu amiga, sería yo el asignado para esa visita –
– Y te ha tocado hacer esas visitas presenciales ? –
– Muchas veces –
– Cuenta una –
– La primera vez fue a una chica de 15 años, tenía anemia. Al principio no sabíamos que tenía, sólo que era una enfermedad a la sangre. Le hicimos dos sesiones y el que la presentó dijo que seguía igual. Entonces el Gran Maestro me designó a mí –
– Ah, que emocionante –
– Nada de emocionante, es una tremenda responsabilidad. Cuando llegué a la casa me estaban esperando. Yo había avisado con anticipación el día y la hora en la cuál iba a ir a su casa. Me recibieron muy bien, la mamá me enseñó algunos exámenes médicos, recetas y el diagnóstico. No sé mucho de exámenes pero igual los miré y vi el diagnóstico. Al principio no sabía que significaba, sólo que dormía mucho y comía poco. Pedí verla y me llevaron a su dormitorio –
– Allí estaba ella, parecía una niña, pálida de un color verdoso y con ojeras moradas. Muy delgada con los pómulos salientes. Le toqué la frente y estaba húmeda y helada. Parecía un cadáver. Ahora entendía la desesperación de la mamá.
– Señora, no soy médico, el único tratamiento que puedo darle, es energía – le dije.
– Haga lo que pueda, pero haga algo. Me dijeron que ustedes hacían milagros –
– Voy a hacer lo que pueda, pero no hago milagros –
Le pedí que me dejaran sólo con ella porque necesitaba concentración. Se fueron y cerraron la puerta. Destapé a la niña hasta los pies. Era como sospechaba. Las piernas muy delgadas, unas rodillas huesudas. Le toqué los pies, muy helados. Recordé que alguien había dicho alguna vez: » La muerte entra por los pies «. Levanté su camisa de dormir, los huesos de las caderas apuntaban hacia afuera, el estómago pegado a la espalda y todas las costillas a la vista.
La tapé hasta el cuello nuevamente y me preparé para cargame de energía. No me desnudé completamente, me quedé con los slip. Realmente no creía que podía hacer mucho. Después que estuve listo me acerqué a ella para escuchar su respiración, esta era muy suave, apenas respiraba. Pero el olor me llamó la atención. No estaba sucia, se notaba que la madre la mantenía limpia, era un olor que le salía por los poros. Pobrecita – pensé – se está muriendo. La destape hasta la cintura e hice una imposición de manos sin ningún resultado. No era que esperaba un gran resultado, pero alguna señal, había puesto todo mi empeño.
Entonces, cerrando los ojos, concentré toda mi energía en mis manos, las sentía calientes. Puse una mano en su frente y la otra en su pecho.
Sentí como un suspiro, como una exhalación, pensé que se había muerto. Abrí los ojos y ella había abierto los ojos, me miraba con una mirada oscura desde el fondo de sus ojos, pero sin ver. Le sostuve la mirada mientras seguía entregándole mi energía atraves de mis manos. Agotada mi energía saqué mis manos y ella cerró los ojos. Bueno, esa fue una buena señal – pensé. La tapé, me vestí y salí de la pieza.
– Cómo está? – me preguntó la mamá.
– No sé, pero está muy helada, póngale un guatero no muy caliente en los pies y dele un caldo caliente –
– Si le doy, pero no traga –
– Voy a venir la próxima semana. Si se agrava, no dude en llamarme – no sé porqué le dije éso, qué más podía hacer.
A la semana siguiente, el mismo día y a la misma hora, fui a ver a la niña nuevamente.
– Hola, que bueno que vino, lo estaba esperando –
– Hola, cómo está ella? –
– Bueno, esa noche que usted vino, durmió como siempre, le puse el guatero en los pies pero no comió nadar. Al día siguiente fui a verla en la mañana, tenía los ojos abiertos pero no me reconoció. Le dí un poco de caldo, unas 4 cucharadas y tragó. Al almuerzo de di otro poco y en la noche. Seguía durmiendo todo el día, pero al menos estaba comiendo algo. Ahora estos dos últimos días, sólo he podido darle agua –
– Bueno, veré que puedo hacer – dije caminando hacia el dormitorio de ella.
– Estoy segura de que va a poder hacer algo –
Esta vez me desnudé completamente, necesitaba cargarme al máximo de energía.
La destapé hasta los pies, levanté la camisa de dormir hasta la cintura, puse una mano en su frente y la otra entre las piernas semiabiertas, cubriendo toda su vulva.
Esta vez no cerré los ojos, la miré para ver su reacción. Al poner mis manos sentí como un chispazo y mi energía fluía por su vagina. Ella abrió los ojos y la boca, su respiración se hizo más fuerte. No dejaba de mirarme a los ojos. Sentía su mirada oscura y profunda. Si hasta llegué a sentir su frío. Metí la primera falange de mi dedo medio en su vagina y me quedé quieto hasta que todo volvió a la calma. Todo había sido como un torbellino. Retiré mis manos y ella cerró sus ojos y su boca, se dibujaba una leve sonrisa. Me acerqué para escuchar su respiración y está estaba suave pero normal, descansando. Tampoco sentí ese olor fuerte y penetrante. Me vestí y salí del dormitorio, me sentía como ebrio.
– Me convida un vaso de agua, por favor – le pedí mientras me sentaba en el sofá. Con qué fuerza había absorbido toda mi energía.
– Cómo se siente? – me preguntó la mamá.
– Bien, un poco agotado, pero ya se me va a pasar – le dije.
– Muchas gracias, no sabe cuanto se lo agradezco – me dijo tomándome una mano.
Me despedí y me fui. Llegué cansado, me acosté y me dormí.
La tercera visita. Igual que las anteriores, el mismo día a la misma hora. Salía de la universidad y me iba a su casa.
– Ahora está comiendo – me dijo frotándose las manos de felicidad, después de saludo.
– Vaya a verla, está despierta, pero ella no se acuerda de usted, de haberlo visto –
Entre a la pieza y efectivamente estaba despierta. Caminé hasta la cama y la miré directamente a sus profundos ojos negros.
– Hola, cómo estás ? – le pregunté.
Se quedó mirándome sin decir palabras por un momento.
– Eres tú ! – me dijo abriendo los ojos.
– Si, soy yo – le dije con una sonrisa.
– Tu mamá te dijo que había venido? –
– Si, pero no te recordaba, ahora al verte me parece haber tenido un sueño en donde estabas tú –
Le tomé una mano, muy suave, muy delgada pero tibia. Puse mi otra mano es su frente y estaba normal.
– Puedo sentarme? – le pregunté indicando la cama.
– Si, claro – dijo sin soltar mi mano.
Ahora venía mi problema, tenía que explicarle lo que iba a hacer. No sabía cómo hacerlo ni cómo lo iba a tomar ella.
– Mira, te cuento…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!