LA FIESTA DE GRADUACIÓN DEL COLEGIO
Le reventé la conchita a mi novia la noche de la fiesta de graduación del colegio a los 16 años..
»Espero mi relato resulte de su agrado. Coloqué imagenes para hacer más entretenida la lectura»
Hola, me llamo Donny, tengo 28 años de edad y soy Ingeniero Zootecnista.
Físicamente no soy demasiado atractivo, pero tampoco soy demasiado feo. Mido 1.70 de estatura, soy corpulento sin llegar a ser gordo, haciendo que mis hombros se vean bastante anchos y varoniles, mis piernas son gruesas y calzo 42. De verga no me va tan mal, la tengo de 17.5 cm, gruesa (no la alcanzo a cerrar con mis dedos), cabezona, con curva y muy venosa, con unas bolas que casi ocupan mi mano entera. Soy lampiño del cuerpo, excepto en la cara, aunque mi barba no es demasiado tupida. Igualmente, en la entrepierna, mi mata de vello es regularmente espesa, aunque suelo andar rasurado de esa parte.
Actualmente me dedico a la venta al por mayor de alimentos concentrados para animales de granja: Vacas, aves de corral, ovinos, caprinos y cerdos. Tengo mi propio negocio, una distribuidora que me deja muy buenas ganancias, gracias al buen trabajo que realizo y la satisfacción de mis clientes me han hecho crecer empresarialmente, y gracias a ello, en más de una ocasión, una que otra chica ha llegado hasta mi negocio y entre jugueteos y bromas de doble sentido, las he tenido chupándome la verga en mi oficina; otras veces, piernas al hombro encima de los sacos de alimento para ganado. La vida me trata bien, en mi ámbito familiar, social, sexual y económico.
La historia que les vengo a contar sucedió cuando yo tenía 16 años, en ese entonces yo estaba terminando la secundaria y ya media 1.70 y era un poco menos corpulento que ahora, pero mi apetito sexual ya era igual al que tengo actualmente. Recuerdo las intensas masturbadas que me daba apenas me despertaba para ir al colegio y continuaba el resto del día; había días que andaba tan caliente que pedía permiso para ir al baño, únicamente porque quería masturbarme. Muchas veces me juntaba con mis amigos en mi casa, ya que estaba solo casi todo el día, veíamos porno y nos masturbábamos en grupo; incluso, llegábamos a competir entre nosotros para ver quien eyaculaba más o chisgueteaba más lejos el semen, quien lo tenía más espeso, o quien tenía la verga más grande.
Era el año 1994, como ya dije, yo tenía 16 años. Estaba terminando el año, era ya octubre y yo recién estaba despertando a las seis de la mañana. Apenas desperté, noté mi pantalón de dormir completamente húmedo, había pasado la noche soñando con Giana, mi novia de esa época. Durante mis sueños húmedos, había logrado la proeza que hasta esa fecha no había podido realizar, fornicar como animales en celo con mi hembra. La calentura me mataba, y ni las dos pajas seguidas que me di antes de meterme a bañar sirvieron para aplacar la lujuria hirviente de mi interior. Y es que yo había estado insistiendo a Giana para concretar aquel acto, la danza de la fertilidad como le decía mi papá, pero mi novia no accedía por ningún motivo, y siempre me dejaba con la verga dura como piedra después de horas de besarnos y sobarnos.
Una vez arreglado, limpio y perfumado, metí a mi mochila un chanchito de peluche rosado, muy bonito y tierno que decía ‘’Te Amo’’ cuando le presionabas la pancita. Era el regalo de Giana, ese día cumplíamos 2 años de noviecitos, habíamos estado juntos desde los 14.
Apenas llegue al colegio, busque en el patio a mi amorcito y estaba sola, ese día no andaba con la pesada de su amiga. Le llegué por detrás y le di un besito en la mejilla al descuido.
—¡Feliz aniversario, hermosa! —le dije, entregándole el chanchito rosado.
Giana se sonrojo y me agarró del cuello agradeciéndome el gesto. Moríamos por besarnos, pero estábamos en el colegio y era peligroso que algún profesor nos viera y nos llevaran a la dirección por libidinosos.
—Vamos debajo de las escaleras —me susurro Giana en el oído.
Me tomo de la mano y nos fuimos debajo de unas escaleras que daban a un segundo piso, ahí se abalanzo a mi cuello y nos besamos y toqueteamos lo que más quisimos. La pobre tenía que ponerse en las puntas de los zapatos para lograr alcanzarme, ya que, a pesar de no ser yo tan alto, ella era bastante bajita, media 1.55, y al lado suyo yo parecía una mole por ser más alto y sobre todo, corpulento; incluso, en el colegio y hasta el día de hoy, mis amigos me dicen ‘’tanque’’.
Al tener fuerza en mis brazos, yo la cargaba y dejaba la entrepierna de Giana rozando la mía, y mi pene se endurecía tanto que a veces era difícil disimularlo.
—Amor, no te traje nada porque no estaba segura de que comprarte —me dijo Giana después de dejar de besarnos.
—¡Loquita! —le dije a medida que le plantaba besitos en sus labios y amasaba sus nalgas con mi mano izquierda—. Sabes que no espero nada más que no sea tu amor.
—Pídeme lo que quieras. ¿Qué quieres que te regale? —insistió ella.
Yo lo pensé por un rato muy corto.
—¿Lo que yo quiera? Ya sabes lo que quiero con muchas ansias. —Le dije, notando en su cara la respuesta.
—¡Otra vez con la misma cosa, carajo! —explotó—. No hay nada más en lo que pienses que no sea en tener sexo. Ya te he dicho que aún no estoy lista, me da miedo, mucho más por cómo se te ve por encima del pantalón. Además, dice Olivia que la primera vez duele mucho.
—¡Tú que te pones a hacerle caso a la zorra de tu amiga! —respondí empezando a amargarme—. Sabrá Dios de que malandros se deja tirar, que ni siquiera la tratan con cuidado y solo se la quieren reventar hasta cansarse. Pero tu solo le haces caso a ella. Si por Olivia fuera, tú y yo ya habríamos terminado hace rato, solo porque ella quiere que tu andes con su amigo, el ratero ese. —dije yo, refiriéndome a un muchacho del colegio que tenía fama de delincuente, amigo de Olivia.
—¡No digas eso! Tu nunca te has llevado bien con mi amiga, por eso la odias.
—Está bien —dije yo—. Si tanto defiendes a la puta de Olivia y prefieres enfadarte conmigo, entonces que ella sea tu enamorada, cásate con ella, ten hijos con ella, y yo me voy —dije exaltado, molesto por tener siempre la intromisión de Olivia en mi relación.
—Tampoco es para que te molestes —insistió Giana, apenada y con la cabeza baja.
—Me molesta porque no hay día en el que tu amiga no esté entrometida entre nosotros. ¡La odio! Mejor me voy a mi salón. Cuando quieras hablar conmigo y ser mi novia de verdad, ahí me buscas. ¡Bye! —le dije y salí de ahí rumbo a mi salón, enojado por no obtener lo que según yo ya era merecido para mí… ¡SEXO!
Durante la clase de matemáticas no podía concentrarme del todo. Pensaba únicamente en sexo, en todo lo que viera o se moviera ya estaba algo relacionado a la fornicación que me hacía erectar y querer coger. Intentaba concentrarme, pero oír al profesor hablar del coseno y el SENO, no ayudaban. Mucho peor aún fue en la clase de ‘’Persona, familia y relaciones humanas’’, donde el docente encargado hablaba de las diferentes profesiones a escoger ni bien acabáramos el colegio, e inmediatamente llegaba a mi mente la imagen de un doctor cogiéndose a su paciente en la camilla de su consultorio, a una abogada chupándosela a un preso en una celda de alguna cárcel, y cosas por el estilo. Mi pobre pene ya dolía de tanta rigidez, mis calzoncillos estaban totalmente empapados por todo el líquido preseminal salido.
—¡Oe, chato! —le hablaba a mi compañero de al lado, al que cariñosamente le decíamos El Chato, por ser bajito de estatura. Era mi mejor amigo, y al día de hoy lo sigue siendo.
—¿Qué chucha quieres? —decía el, entre susurros para que no lo oyera el profesor.
—Ya no aguanto, huevón. Quiero jalármela.
—No seas pendejo, eres un reverendo pajero, aguántate, ya mismo va a ser hora de salida.
—No aguanto. Giana me dejo con la verga paradísima.
—Arrecho de mierda, se va a terminar el año, y Giana nunca te va a dejar que le rompas la telita.
—Juro por Dios que me la voy a coger, hermano.
—Entonces apúrate a hacerlo, sino te vas a quedar virgen —y el Chato se reía bajito—. Acuérdate que el pendejo de Valencia anda que le da vueltas, ese también quiere tirársela.
—Vete a la mierda.
Lo que me dijo mi amigo me dejó muy preocupado. Yo era consciente de que Valencia, que era el amigo maleante de Olivia, estaba empecinado en quitarme a mi novia, y el tipo era competencia; a pesar de su fama de maleante, el tipo era de buen aspecto, guapo, y hacía mucho rumor sobre sí mismo de ser un tigre cogiendo, por lo que daba a entender que hace mucho rato ya se había quitado lo virgen, a diferencia mía, que aún lo era.
♣♣
Giana tampoco podía concentrarse en su clase, en el fondo ella también quería lo mismo que yo, lo notaba en sus ojos y en la cara que ponía cada vez que le rosaba mi venoso por encima de la falda; sin embargo, su miedo a la penetración la forzaban a negarse, sumado al hecho del miedo que le metía la perra de Olivia hablándole mal de mí.
—Ya te he dicho un montón de veces que termines con él. Ese sonso solo quiere tirarte y de ahí seguro te va a dejar y va a andar contándole a sus amigos que ya te quitó lo virgen —le decía Olivia.
—¿Tú crees que haga eso? —le preguntaba Giana.
—¡Obvio! —le aseguró Olivia con cara soberbia—. Amiga, los hombres son casi todos iguales, sobre todos los que se parecen a Donny. Mejor termina con ese gordo y anda con mi amigo, el sí es caballero, no como ese cerdo que tienes ahorita.
—¿Con Valencia? ¿Klever Valencia? ¿Del que todo el colegio dice que es asaltante?
—Hay amiga, no seas sonsa. La gente es envidiosa y habla de él porque su papá tiene plata, él es una persona decente.
—También dicen que él ya tiene experiencia en el sexo.
—Segura alguna ex enamorada lo anda difamando. Valencia es decente, tiene valores. En todo caso, el si te trataría con respeto, aunque te pidiera que te encames con él.
En el fondo, Giana ya empezaba a hartarse de su amiga Olivia. La mitad del tiempo que se la pasaban platicando era para meterle mierda en la cabeza acerca de mí.
♣♣
El timbre sonó justo a la 1:00 pm en punto. Agarré mi mochila y salí corriendo para llegar rápido a mi casa a masturbarme y ducharme. En mi mente ya iba pensando que tipo de porno ver y en que parte de la saca hacerlo, si la sala o mi cuarto.
Llegué a mi casa y me acomodé para empezar con mi maniobra autocomplaciente, ni siquiera almorcé.
Saqué una de las tantas revistas de porno que tenía escondidas debajo del colchón, una de parejas jóvenes, de 18 años masomenos, o quizá eran menores, en esos tiempos no había tanto control de la pornografía infantil. Fotografías de penes y vaginas evidentemente adolescentes, muy jóvenes, resaltaban entre las páginas. Penetraciones dobles y en pareja, fotos de orgias, de una chica rubia con senos prominentes que ocupaba las dos páginas centrales de la revista, mostrando su rosada vulva con las piernas abiertas y abriéndose los labios con los dedos, mientras yo salivaba a medida que se humedecía mi pene presionado por mi mano derecha.
Era tanto mi concentración, que casi no noto que el teléfono de la casa sonaba con insistencia. Me limpie las manos con papel higiénico, y aun teniendo los pantalones y el calzoncillo caídos hasta mis tobillos, camine hasta el teléfono y lo conteste.
—¿Aló?
—Hola Donny —respondió Giana a otro lado de la línea.
—¡Ah… eres tú! —dije con tono de ironía.
—¿Estás solo? —me preguntó.
—Si… sabes que siempre estoy solo a esta hora, mis padres llegan en la noche ¿Por…?
—Quiero ir a tu casa. Quiero darte lo que tanto quieres —me dijo.
Yo me quedé atónito. No me imagine que Giana me llamaría para pedirme que la cogiera, mi sueño por fin se haría realidad, por fin le reventaría la vagina a mi novia, por fin dejaríamos de ser vírgenes.
—¿En serio? —pregunte casi incrédulo.
—Es en serio… ¿Quieres que vaya a no?
—¡SIII! ¡POR FAVOR VEN RAPIDO… NO TE DEMORES! —le suplique casi gritando de la emoción.
—Ya voy, entonces… En una hora estoy ahí.
Apenas colgamos el teléfono, guardé todo el material pornográfico que tenía, ordene rápidamente mi cuarto y corrí a darme una ducha rápida, al salir del baño me vestí para la ocasión y me perfumé; tenía aun algunos minutos de tiempo para poder ir a la farmacia a comprar vaselina y pastillas anticonceptivas para evitar dejarla embarazada, pero me arrepentí al momento, me dio mucha vergüenza hacerlo, así que mejor me metí al cuarto de mis padres y busque en su mesita de noche, imaginando que mi mamá debería de tener ese tipo de pastillas, considerando el hecho que yo ya tenía 16 años y no tenía ningún hermano.
Busqué entre sus cosas y encontré mucho más de lo que esperaba, tabletas enteras de pastillas anticonceptivas de mi mamá, vaselina y condones de mi papá, por alguna razón ya suponía que encontraría eso, y es que mis padres parecían tener una vida sexual muy intensa, tomando en cuenta que muchas veces que yo me levantaba a buscar agua a la cocina, escuchaba ruiditos en su cuarto, que al principio no sabía a qué se debían, luego entendí que era su cama chillando.
Agarré una caja de pastillas de mi mamá y leí el prospecto para asegurarme de cómo se tomaban, tomé el frasco de vaselina y salí de ahí.
Ya casi se llegaba la hora y yo me encontraba muy nervioso, me temblaba todo el cuerpo. Caminé hasta la cocina y destapé una botella de aguardiente que mi papá siempre tomaba después de la cena, para bajar la grasa de la comida. Me tomé una copita y casi me asfixio, el aguardiente estaba muy fuerte, se notaba que era del bueno.
De pronto, el timbre de la puerta sonó, era ella que había llegado para ser penetrada por mí.
De un salto corrí hasta la puerta, la abrí y la hice pasar, ni bien cerré la puerta me abalancé sobre Giana y la besé con tanta pasión y lujuria que casi la desnudé ahí mismo en plena sala.
—Vamos a mi cuarto —le dije.
Ella me siguió hasta mi cuarto. La cama estaba tendida y mi ropa que casi siempre estaba por el suelo, ese día estaba ordenada al igual que el resto de mi cuarto.
Nos volvimos a besar morbosamente, más aún sabiendo lo que iba a pasar esa tarde.
Ella olía a su perfume de rosas con toques de madera de pino, el que yo le regale por su cumpleaños. Yo besaba su cuello hasta sacarle gemidos ahogados y sentir como su piel se erizaba en cada caricia mía y las piernas le temblaban, igual que las mías.
Nos quitamos la ropa con torpeza, ella se quedó solo en calzón, uno negro que me enloqueció con solo verlo.
Sus senos eran tan lindos que no evite tocarlos, amasarlos y chuparlos. Me quite toda la ropa quedando solo en calzoncillo que ya había formado tremenda carpa de circo por mi verga dura como piedra.
Recosté a Giana en la cama, y besando todo su cuerpo fui bajando hasta su entrepierna, acaricie con la punta de mi nariz su humedecida vagina por encima de su ropa interior, la cual saqué lentamente con mis temblorosas manos hasta quitarla y tener una vista perfecta de su coñito, rosáceo y lampiño, era aún una rayita joven y virginal, roja por la excitación, y por un momento dude que mi pene entrara en una cosita de ese tamaño.
Pasé la lengua por su vulva y sentí su sabor limpio, olía a jabón perfumado.
Giana gemía deseando ser penetrada de una buena vez. Me incorporé, permaneciendo arrodillado en la cama, y me deshice de mi calzoncillo blanco que ya estaba todo empapado de la parte delantera. Una vez que lo baje, mi verga salto liberada de su presión, y escupió un poco de su liquido preseminal transparente. Giana abrió los ojos en cuanto vio mi pene endurecido hasta mas no poder, con todo su grosor y sus venas palpitantes. A penas lo vio, se incorporó a la cabecera de la cama, juntó sus piernas y se agazapó con miedo.
—¿Qué pasó? —pregunté riendo nerviosamente.
—Es que no me imaginé que fuera de ese tamaño. Es bastante grande y gruesa. No creo… no creo que… pueda… —dijo ella bastante asustada—. ¡No creo que realmente pueda aguantar! ¡Me va a doler mucho! —insistía.
—Te prometo que no te voy a lastimar. Voy a ser lo más cuidadoso posible, vas a disfrutar mucho, igual que yo —trate de calmarla, pero pareció no funcionar.
—No… es que mira, es grande… me da miedo, en serio.
—No te preocupes, es solo el miedo de la primera vez.
—No, disculpa. No creo que pueda, me va a doler mucho —decía mientras se levantaba de la cama y se ponía su ropa interior.
—Espera, pero… ¿por qué te estas vistiendo? —dije yo tratando de tomarla del brazo para que no se ponga su ropa.
—Lo siento Donny, pero me da mucho miedo, la tienes muy gruesa y grande.
—No te haré daño —insistí.
Giana no escucho razones y se fue apenas se vistió. Salió a la calle y no volví a verla.
Mi frustración fue enorme, regresé a mi cuarto. Aún permanecía desnudo mientras trataba de convencer a Giana de no irse. Recogí mi calzoncillo del suelo y me vestí. Patee algunas cosas por la rabia que tenía en ese momento al ver frustrado mi gran ‘’estreno’’.
Me tumbé a la cama y me hice la paja más triste de mi vida. Era tanta la ira y la frustración que no disfrute masturbarme.
♣♣
Al día siguiente, estaba con mi amigo el Chato en el recreo, yo le estaba contando mi fracaso del día anterior y él hacía un esfuerzo por no soltarse a reír hasta morir.
—¡Ya webón no te burles! —dije dándole un empujón en el hombro a mi mejor amigo.
—Disculpa hermano, pero es tan gracioso lo que me cuentas, me da tanta pena por ti, pero a la vez no puedo evitar reírme —decía él, riéndose.
Cerca de la cafetería estaba Giana con Olivia, me acerque hasta donde estaban ellas y jale a Giana del brazo para conversar con ella a solas.
—¿Qué tienes… por qué me jalas así? —me increpó ella.
—Explícame ¿por qué me dejaste varado ayer? —le recrimine yo.
—Te dije que me dio miedo. Deberías entenderme.
—Entiendo que ya me estas agarrando de webón. Me haces ilusionar por la santa weba.
—Tampoco es para que te pongas así. Si realmente me quieres deberías entenderme.
—Ya me estoy hartando de tenerte paciencia. No eres la única que tiene sus necesidades.
—tus necesidades solo son tener sexo conmigo. Si es lo único en lo que piensas mejor deberíamos de terminar —explotó Giana.
Lo que me dijo me dejó sorprendido. En todas nuestras peleas nunca habíamos mencionado ese tema, pero esta vez pasó y yo entendí rápidamente el mensaje.
—Si tanto quieres, entonces que así sea… ¡TERMINAMOS! —dije, me di media vuelta y me marche del lugar.
—Ves amiga, te dije que ese solo te quería para tener sexo y listo —escuché decir a la zorra de Olivia.
♣♣
Los días pasaron rápido y todo para mí era frustrante. Había intentado arreglar las cosas con Giana, pero todo resultaba inútil, mucho más si tenía a la sombra negra de Olivia metiéndole cizaña en contra mía, hasta que un día decidí mandar todo a la mierda cuando la vi en el recreo, detrás de los basureros, besándose con Valencia.
No aguanté la colera y quise correr hasta ellos y sacarle la mierda a Valencia, pero mi amigo me detuvo y logró controlarme. No me sentía cómodo en el colegio, así que inventé que estaba enfermo y pedí permiso para irme a mi casa.
Dia a día veía a mi ex enamorada y al hijo de puta de Valencia juntos en el recreo. Mi ilusión era asistir con Giana al baile de graduación del colegio, juntos como pareja y bailar el vals, pero ya nada de eso sería posible, era obvio que ella iría como pareja de Valencia, así que mis oportunidades eran nulas.
Un día, nuestra clase de educación física se suspendió, el motivo era que tomaríamos ese horario para acordar detalles de la fiesta de graduación: la vestimenta, la música, la comida y muchos detalles estaban entre la lista de pendientes, y el más jodido era el de las parejas.
—Supongo que muchos de ustedes ya tienen a sus parejas de baile definidas, ¿cierto? —preguntó la directora, una mujer alta y bien parecida, entrada en sus cuarenta, pero muy guapa.
—¡SIIIIIII! —gritaron un montón de alumnos.
—Levanten la mano los que aún no tienen pareja —ordenó la directora Cárdenas.
Yo fui uno de los que levantaron la mano con vergüenza, junto con otros cuantos que no éramos ni la mitad de todos los alumnos de último año, a las justas seriamos un tercio de todas las secciones.
En vista de eso, la directora y los profesores empezaron a emparejarnos para tener a las parejas listas para que el profesor de danza armara la coreografía del vals.
Empezaron a llamar por lista a los que aún no teníamos pareja, hasta que llego mi turno.
—¿Alguna de las chicas que están libres le gustaría bailar con Donny? —preguntó la directora Cárdenas.
Mi más grande miedo era que ninguna de las chicas levantara la mano, pero enorme fue mi sorpresa al ver que varias de ellas querían asistir al baile conmigo.
De entre todas, eligieron como mi pareja a Yamileth Pérez, una chica delgada y bajita, pero bastante bonita.
Una vez que todo quedó listo, nos citaron por la tarde para empezar a ensayar el baile, cada uno con nuestras respectivas parejas atendía cada uno de los pasos de la coreografía. Mi pareja había resultado ser una chica muy simpática y agradable, nos caímos bien de inmediato, anteriormente y en otras circunstancias ni siquiera había notado su presencia.
Empecé a invitarla a pasar algunas tardes juntos, en plan amigos, porque me caía muy bien. Me divertía mucho con Yamileth.
Un dia, iba caminando solo por la calle rumbo a la casa del Chato para ir a jugar futbol con otros compañeros, era por esa misma calle donde vivía Giana; de pronto, la vi entrar a ella, acompañada de valencia. La curiosidad me invadió y, una vez que ellos se metieron a la casa, me metí por la parte trasera, por el patio donde su mamá acostumbraba tener sus macetas de flores, quería saber lo que podrían hacer ellos solos en su casa, y no mentiré, los celos se apoderaron de mí.
Me metí por el patio trasero sin hacer ruido, caminé en silencio hasta la ventana del cuarto de Giana. Había pasado cerca de una hora desde que ellos entraron.
Me acerque a la ventana y escuche los gemidos de Giana y los bramidos de Valencia, sumado a los rechinidos del catre.
—Más despacio —decía ella.
—¿Te gusta? ¿Te gusta ser mi putita? —le preguntaba él.
Evidentemente estaban teniendo sexo, así que no quise oír más. Todo eso terminó por romperme el corazón y salí de ahí corriendo, casi sin poder ver porque las lágrimas se me salían de los ojos sin que pudiera evitarlo y me cegaban. Corrí hasta mi casa y me metí en mi cuarto, me tape la cara con una almohada y llore lo que más pude. La impotencia que sentía al saber que Giana le estaba entregando su virginidad a Valencia me destruyo, algo que podía haber sido mío, ella prefirió dárselo a otro. Lloré hasta quedarme dormido y cuando me desperté ya era de noche. Sentí la voz y la mano de mi papá acariciándome la cabeza.
—Hola viejo, me quedé dormido —le dije, disimulando mi tristeza.
Mi papa solo atinó a sonreír y se acercó a mí y me dio un beso en la frente.
—Si, ya veo —dijo y salió de mi cuarto—. La cena ya está servida, ven a comer.
La confianza que yo tenía con mi papá era gigantesca, lo conocía lo suficiente como para darme cuenta que él ya suponía que yo había estado llorando, seguramente presentía que mi llanto era por alguna chica; después de todo, él era hombre igual que yo.
♣♣
Los días pasaron de inmediato, y yo ya estaba poniéndome mi terno de gala para la fiesta. Mis padres estaban alistándose también, habían estado la semana anterior de compras buscando algo para ponerse. Cuando llegamos al lugar donde sería el baile de graduación, la gran mayoría ya estaba ahí. Giana y sus padres estaban en la misma mesa de Valencia y los padres de este.
Yo y mis padres nos sentamos en la mesa que tenía nuestros nombres y Yamileth empezaba a asomar al salón acompañada de los suyos. Apenas vi a mi pareja le levanté la mano para indicarle donde estaba, ella llegó y empezamos a convivir entre nosotros. Yamileth se había puesto realmente guapa, con un vestido negro de encaje y un moño en el pelo; por lo jóvenes que eran sus padres intuí que la habían tenido siendo aun adolescentes, igual que los míos.
La ceremonia empezó, exactamente a las 8:00 pm, todo el protocolo de este tipo de eventos se desarrolló conforme se había planeado. Después de los discursos de la directora, los profesores y el alumno con el mejor promedio de todo nuestro grado, se procedió a bailar el vals.
Cada uno con su pareja se posiciono en la pista de baile, tal como se nos había marcado. Apenas empezó a sonar ‘’Total Eclipse of the heart’’ de Bonnie Tayler, todos empezamos a bailar, después cada uno bailo con su mamá o su papá, como suele ser la tradición por acá en Perú, hasta que todo terminó en un desenfreno total con alumnos en plena adolescencia bailando como locos la música de la época, desde las canciones escuchadas a nivel mundial, hasta la cumbia peruana de aquel año.
Era tal la locura con la que bailábamos, que hubo un momento en el que decidí sentarme para descansar un rato, estaba ya muy agitado y un poco mareado por la cerveza que nos agarrábamos a escondidas para tomar entre nuestros grupos de amigos, a escondidas de los profesores y los padres… ¡Que épocas aquellas!
Estaba sentado en una silla, cuando de pronto veo a Giana sentada sola, tenía cara de aburrida, se veía un poco mareada igual que yo; Valencia la había dejado sola y abandonada mientras él bailaba con Olivia y otra de sus compañeras de aula. Sentimientos afloraron dentro mío al ver a Giana sola; si ella hubiera sido mi pareja no la dejaría sentarse ni un solo segundo, y la estaría besando a cada rato.
De pronto, veo que Giana se para de su asiento y camina con dirección al baño, casi sin pensarlo decido seguirla y una vez que la alcancé la tome del brazo y la lleve hasta un sitio oscuro, ahí la tome de la cintura y la bese. Giana trato de zafarse de mí, pero yo era mucho más fuerte y, ella termino por corresponder completamente a mis besos. La abrase y le susurraba al oído.
—Valencia es un reverendo idiota, y un hijo de puta por dejarte sola y no prestarte atención. Míralo como está bailando con otras en vez de estar contigo, yo nunca hubiera hecho eso.
Giana se quedó mirándome y se aferró a mi cuello y me besó. Podía sentir como su piel se erizaba y su perfume se transformaba en feromonas que me enloquecían. Sabía lo que eso significaba.
—¿Quieres ir a un lugar más privado? —le pregunté.
—¿Tus padres aún están en la fiesta? —me preguntó ella.
Miré entre la gente que estaba en la pista de baile y ellos estaban bailando como seguramente hacía mucho tiempo no lo hacían.
—Si, todavía están aquí, y no creo que se muevan de la fiesta por un buen rato.
—Vamos a tu casa —me suplicó.
Inmediatamente salimos de ahí y caminamos hasta mi casa, no estaba muy lejos, solo una calle y llegamos.
Apenas entramos a mi casa nos empezamos a besar desenfrenadamente. Nuestra cercanía que antes era puro amor, ahora se había convertido en lujuria. Caminamos hasta mi cuarto y una vez dentro nos empezamos a desvestir igual que la primera vez. Le quite el vestido color vino y la arroje a la cama, inmediatamente la abrí de piernas y le comí la vagina que ya lubricaba igual que mi verga. Por un buen rato le devoré esa conchita caliente, húmeda y pequeñita.
Me quité el terno hasta quedarme en calzoncillo y, contrario a la última vez, ella solo se quedó mirándome.
—Chúpamela —le rogué.
Ella se hinco de inmediato frente a mí y empezó a mamármela, con un poco de brusquedad y casi lastimándome con los dientes, pero se sentía sabrosísimo, a pesar de que casi no le cabía en la boca por el grosor de mi verga y, a cada rato se atoraba.
La puse de pie y la arroje otra vez a la cama, me coloque encima de ella, en posición de misionero y apunte mi verga justo en la entrada de su vagina.
—Despacio, por favor —me suplicó.
—No te preocupes, seré muy cuidadoso contigo —le dije.
A medida que la besaba en al cuello y sujetaba sus muñecas con mis manos, empecé a empujar mi cadera tratando de entrar en su ya no virginal interior; pero enorme fue mi sorpresa cuando sentí en su respiración y en la sensibilidad de mi verga, que estaba aún demasiado ajustada, parecía como si Valencia no la hubiera desvirginado.
—Estas muy ajustada —le dije—. Se que ya no eres virgen, pero parece lo contrario.
Ella se sobresaltó, no contaba con que yo ya lo sabía.
—¿Cómo lo sabes? —me preguntó sorprendida.
—Valencia andaba diciéndole a todos en el colegio que ya te había cogido —inventé para no autodelatarme que los había espiado.
—¡Ese malnacido! —rezongó Giana—. Hubiera contado también que la tiene de 5 cm de tamaño y no dura ni dos minutos.
Casi estallo en risa cuando escuché eso. Había oído algunos rumores de unas cuantas chicas acerca de eso, y que todo lo que Valencia contaba de su gran experiencia en el sexo, eran solo una farsa, pero al parecer los rumores eran ciertos.
Me contuve para no reír como loco y arruinar la magia del momento.
—No te preocupes, no me importa si ya te cogió Valencia —la tranquilice—. A mi me interesa solo este momento entre tu y yo, los demás sobran.
Volví a empujar otra vez y mi pene, duro como el acero, empezó a entrar de a poco y con dificultad. Me sorprendí de sentir en toda la extensión de mi tronco su himen romperse y recorrer unas gotas de sangre. Me detuve un momento para limpiar la poca de sangre que nos manchó a ambos.
—Ahora si ya no eres virgen —le dije y la besé con más pasión.
Empujé ahora hasta clavarle toda mi verga en su vagina. Estaba su interior tan caliente y húmedo, que en cada mete y saca sentía como sus fluidos salían a montones. Bese sus pechos duros por la excitación, hasta que de un momento a otro el cuidado paso a ser un desenfreno total. Mis movimientos cada vez eran más fuertes al igual que nuestros gemidos, especialmente los suyos; la cama estaba toda mojada, y mi espalda y frente emanaban sudor a montones.
Me arrodille en el colchón y coloque a Giana en pose de perrita, la tome por las caderas y la clavé hasta lo más profundo de su vagina, ella solo gemía y ponía los ojos en blanco. Me empecé a mover como si mi cadera fuera un martillo eléctrico, le daba tales embestidas que ella no tardo en correrse, haciéndola retorcer como poseída; yo continue embistiéndola como loco y desatado, sacando tantos fluidos de su concha que parecía un rio. Luego, procedí a cargarla en mis brazos y moverla para clavarla en mi verga hasta el fondo.
Durante todo el rato que estuvimos cogiendo, que calculo sería una hora entera, ella se corrió al menos 3 o 4 veces, mientras yo trataba de contenerme y no correrme rápido, hasta que llego el momento de que no me pude contener más y considere necesario hacerlo. Me recosté encima de ella como en la primera posición en la que la penetré y empecé a embestir con salvajismo. Los dos gemíamos hasta mas no poder y la cama rechinaba hasta casi desarmarse, de pronto sentí ese particular cosquilleo en el tronco de mi verga y embestí con más fuerza hasta alcanzar mi orgasmo y correrme en su interior, sintiendo que al menos 10 chorros de abundante y espeso semen llenaron su vagina hasta desbordarse afuera de ella, sentía que se me iba la vida en esa eyaculación.
Casi sin aliento, y sin darme cuenta, apenas termine de correrme, saque mi verga y empecé a jalármela hasta que en unos poco segundos volví a correrme, esta vez sobre ella. Nuevamente, otros 10 chorros de leche la cubrieron de pies a cabeza; en su abdomen, cara, cabello, pechos y concha, quedaron bañados de mi caliente, espesa y blanca esperma. Giana quedo bañada en leche. Toda la cama estaba salpicada de mi semen y los fluidos de ella, incluso se podía ver como mi leche se salía de su vagina hacia afuera y caía en la sabana de mi cama.
Me sequé el sudor de la frente y la ayudé a pararse, las piernas le temblaban como gelatina.
—Creo que deberíamos regresar a la fiesta. Vamos a bañarnos —le dije mientras le besaba la boquita con restos de mi leche alrededor de sus carnosos labios
—Si… vamos —dijo ella con la respiración entrecortada.
Y ambos caminamos hasta la ducha, yo detrás de ella, completamente sudados y exhaustos por tal fornicada digna de los dioses de la lujuria y el placer.
Y así fue como perdí la virginidad en la misma noche de mi fiesta de graduación del colegio, a los 16 años y con mi primera novia, a la que le revente el coñito y me convertí en el macho follador que soy actualmente.
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