La fonda de Mari. Introducción y capítulo 1º
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
La fonda de Mari Introducción El nabo-pene, nabo-pija, se reventó en la mano de Mari. Sus dedos embadurnados de esperma blanquecino recorrieron delicadamente sus labios. Algunas veces sucedía eso; cuando los tallos crecían con poca luz de sol, sus paredes se volvían delgadas, crocantes, como cáscara de galleta, como cucurucho de crema helada. Y los prepucios no cortaban al todo el frenillo que los sostenían al glande. Algunas veces sucedía eso. Ella no se lamentaba. Nunca parecía disgustarle nada, y siempre estaba bien dispuesta. Sus bragas impecables, esas semitransparentes de color rojo que apenas unos minutos antes se había puesto, luego de levantarse levemente excitada, se humedecieron de flujo matinal. El flujo matinal es más fuerte, más pegajoso, más sabroso que los de la tarde, según ella, según su padre y según ese grupo de adolescentes que solían visitarla algunas veces antes de ir para la escuela. Flujo amarillento, con leves hilos carmesíes. Limpió sus labios y entre sus dientes disfrutó con su lengua, la textura licuosa del esperma antes de tragarlo. Lo miró y sonrió. El pene había crecido sano, como espárrago. Con un glande puntiagudo y un grosor de cuatro centímetros, era apetecible y servía por demás bien a sus culinarios propósitos, entre otras cosas. Mari giró hacia el otro cantero, el contiguo, y sin dejar de mirar el pene sabía lo que sucedía allí, en esa jauría desenfrenada de conchas-panochitas-vulvas. Ellas habrían sentido el olor sin duda alguna, podía sentir el murmullo de la excitación, y el aroma dulzón, llegados de los tallos-vaginas-gargantas, que se desparramaba por el aire. El nabo-pene, trisado en el medio del tronco, sangra esperma, leche blanca, con su glande hinchado en forma de hongo y semi-cerrado por el prepucio. Mari no puede resistirse, tal vez por amor, tal vez por deseo; ella lo acerca a su boca y lo besa, de punta a punta, y luego lo arroja a ese cantero donde pulula el deseo desenfrenado. Es un hervidero de pasión, las conchas-vulvas abren sus vaginas rojizas y moviendo sus labios menores como alas exóticas, lo aferran y cada una recibe un trozo de aquel tesoro. Las gargantas anilladas reflejan sus espasmos como gargantas de pichón en el nido, y los flujos cristalinos y viscosos que surgen de sus interiores, se derraman por sus labios mayores cayendo sobre el césped de pelos oscuros y ensortijados. La pasión está consumada. Las vulvas se cierran con sus carnosos labios mayores apretándose unos contra otros, como salchichas, como verdaderas conchas. Es el jardín de las delicias, al fondo de la fonda, la fonda de Mari; el refugio de hombres y mujeres adictos y adictas al estigma del deseo sexual. Donde el sólo nombre ya es, para muchos, el preludio de todos los orgasmos. Capítulo 1 El culo de mari se contrae. El ano marrón, de estrías oscuras se ajusta y la carne lisa y roja de su vagina se empapa de néctar femenino. La sensación sube por su espina y punza en la aureola marrón de sus pezones. La tela transparente no puede disimularlos. Es el ritual de la fertilización matutina. Es el cantero de los frutos maduros, adultos, todos tienen sus venas bien formadas, y al solo roce de los dedos de Mari en sus troncos, los glandes azulados se hinchan, se endurecen y se vuelven híper-sensitivos. Ellos la esperan. Todos erguidos. En la punta de sus glandes, de todos, hay una gota cristalina. Y la brisa los mece como en un vals. Lo primero que Mari debe probar es la calidad y cantidad. Ella aprieta los troncos de los frutos-penes-vergas; y luego desliza sus dedos hacia la punta, subiendo suavemente, casi con devoción. Entonces el líquido rebalsa los agujeritos rosados de los glandes y todo el hongo se baña hasta mojar sus prepucios. No alcanza a ser una masturbación. Algunos, los más fértiles, liberan en sus ácidas gotas cristalinas, pequeños hilos blanquecinos de esperma. Están cargados de leche. Están listos. Mari cuenta en ese cantero un par de docenas… un par menos uno; el que acaba de romperse entre sus dedos, el que sirvió de alimento a las doncellas descontroladas. Y después de aquel obligado desayuno de leche semi-amarga, tuvo que enjuagarse bien la boca, lavarse y limpiarse bien la vulva, labio por labio, y luego secarse bien y cambiarse la braga humedecida. Ese flujo no le serviría, estaba contaminado, en cierta forma. Porque en sus anilladas paredes vaginales, el flujo es distinto si la excitación en sus labios es por esperma, por líquido pre-seminal, o por deseo simplemente. Mari había retornado espléndida a su trabajo en ese lugar. La tela de su braga se ajustaba entre sus glúteos, el triángulo del frente marcaba sus labios carnosos, y siempre usaba un camisón transparente; ella sabe, que a los frutos-vergas los excita y la desean más, así vestida de ese modo. Uno será el elegido en esta mañana para la fecundación del cantero de vulvas, otro servirá para preparar el almuerzo, o tal vez, dos. Todos coronan una gota de líquido pegajoso. Es un ansioso ballet de bailarines erguidos que la desean. Mari recogerá con su lengua, suavemente, una a una aquellas gotas, como una abeja cosecha el polen. Esta primera etapa la sobreexcita. Sus dedos aferran sin apretar el primer tronco; la vena gruesa del pene que desemboca en el frenillo, en la base del hongo-glande se infla y late, el glande se vuelve terso. La gota ácida hace equilibrio, crece, y justo cuando comienza a rebalsar y caer por la línea media, la lengua de Mari la captura. Suelta el nabo-pija y saborea el elixir entre su paladar y lengua. A este le falta madurez, demasiado ácido; otra gota de flujo vaginal moja los labios menores y el esfínter urinario de Mari. Luego va por el segundo, y otra gota, y otra gota… Hay cuatro bien maduros. Grandes. Una vez hubo uno, que alcanzaba su útero, y de alguna manera se las ingenió, para que hundiera apenas su glande en el cuello de este. Sin embargo, ella disfruta los más pequeños, los que entran sin esfuerzo en su ano dilatado y luego en su garganta. Próxima entrega: capítulo 2º La fecundación masculina capítulo 3º La fecundación femenina
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!